CHRIS
Ella no iba a contestar. No es que le sorprendiese.
Se lo merecía. Era un completo gilipollas celoso, pero James había tenido razón en algo. Ir a ese bar había resuelto sus dudas. Solo Audrey.
Ahora solo debía tratar de convencerla a ella.
Cogió una cerveza del frigorífico y se fue a su despacho.
Tras encender el ordenador, se sentó en su silla, abrió un documento en blanco y empezó a teclear sin prestar atención al tiempo.
Para cuando se percató de la hora, habían transcurrido ya tres desde su llegada a casa.
Tras seis meses en blanco, ahí estaba. Cincuenta páginas de algo nuevo, increíble, mágico. Incluso tenía un título.
Chica tequila.
Releyó la primera parte.
Ahí estaba yo, a mi edad, loco por una chiquilla doce años menor pero que había trastocado mi mundo.
Quizá fue el destino, si creyese en él, pero por algún motivo, ella había aparecido en mi vida, derrumbando mis defensas.
Un terremoto rubio con ojos de un increíble color verde y una sonrisa que muy a mi pesar, podía ponerme de rodillas.
Una preciosidad dueña de un cuerpo en el que no podía dejar de pensar.
Esa chica, a la que no debería mirar. Mi chica tequila.
Sonrió. ¿Quién iba a decirle que su inspiración regresaría en cuanto dejó de buscarla?
Guardó el documento y apagó el ordenador.
Una vez en la cama, cogió su teléfono y miró el último mensaje enviado y que seguía sin obtener respuesta.
Soy idiota. Perdóname chica tequila. Aun puedo sentirte en mi boca.
Apagó la luz y cerró los ojos. Mañana más.
Aquella noche también soñó con ella. Con tenerla en su cama y despertar a su lado.
Despertó en cuanto salió el sol, se duchó y salió hacia la cafetería. Tenía un plan y esperaba que funcionase.
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