AUDREY
Si el despertador sonaba una vez más lo tiraría por la ventana.
Unos golpes en la puerta la obligaron a saltar de la cama.
-Audrey, vas a llegar tarde.
-¡Estoy despierta!
-Date prisa. Tienes el desayuno en la mesa.
-Vale mamá.
Dios, adoraba a su madre, de verdad, pero detestaba madrugar.
Sin embargo hoy era un nuevo día. Las clases habían terminado y tenía todo el verano por delante y un trabajo en una cafetería del centro.
Había trabajado allí los últimos tres años, solo que únicamente los fines de semana, pero hacia poco que el dueño y su mujer habían emprendido un segundo negocio acerca de la organización de eventos de modo que la cafetería solo abriría durante la semana y por las mañanas. Ese sería su horario. Todo el verano.
No podría comprarse un gran coche pero si algo de segunda mano. Algo que le permitiese ir hasta la Universidad. El coche de su madre era demasiado grande.
En septiembre volvería a la Universidad con Beth y Susan.
Eran amigas desde pequeñas. Crecieron juntas, a pesar de que era casi dos años mayor que ellas.
Ellas habían estado con ella en todo. Eran las mejores y ella las quería muchísimo.
Se puso en pie y cogió la ropa antes de meterse en la ducha.
Bajó diez minutos después, duchada, vestida y maquillada.
-Mataría por un café.- dijo adentrándose en la cocina.
-Eso no será necesario. Toma.
Cogió la taza de las manos y de madre y tomó un sorbo antes de agradecerle.
-Buenos días mamá.
-Buenos días Audrey.
-¿Dónde están papá y Lex? ¿Duermen aun?
-Lex se marcha hoy al campamento. Tu padre la llevó hasta el autocar.
-Es verdad. Lo olvidé. Voy a extrañar a esa enana.
-Lo sé.
Su madre sonrió mientras le alcanzaba un plato lleno de comida.
Hizo una mueca.
-¿Cocinaste para todo el vecindario?
-Es para ti. No te dejes nada.
-No tengo tanta hambre.
-Cómetelo.
-Está bien.
-Me marcho ya. He quedado con tu tía para hacer unos recados. ¿Necesitas algo?
-No. Tranquila. Me como esto y me marcho.
-De acuerdo. Te quiero.
-Y yo a ti mamá.- la besó en la mejilla y se fue.
Bien, vamos allá.
Devoró todo el desayuno, además de una manzana y luego corrió hacia la parada del autobús.
Dan apareció en su tartana, porque no había otro modo de llamar aquella chatarra que conducía.
No había sabido nada de él desde su llamada el viernes y de los mensajes que no contestó.
-Sube.
-Buenos días a ti también.
-Audrey no me calientes. Aun es temprano.
-Para mí también. ¿Qué haces aquí?
-Sube. Te llevo. ¿Dónde vas?
Suspiró y abrió la puerta del coche.
-¿Contento?
-¿A dónde?
-Al centro. A la cafetería.
-¿Entre semana?
-Si- suspiró irritada. Ya se lo había contado mil veces.
-Joder, Audrey. ¿Podemos tener una conversación sin pelear?
-No lo sé, Dan. Mira, esto no nos lleva a ninguna parte. Pasamos más tiempo discutiendo que haciendo otras cosas.
-Trabajo mucho Audrey.
-Ya sé eso, pero esto no funciona.
-¿Qué estás diciéndome?
-Creo que es mejor romper.
-No.
-¿Cómo que no?
-Yo no quiero romper.
-¿Y por qué no? Esto no es una relación. Apenas nos vemos y cuando lo hacemos, discutimos. Tú, no estás hecho para tener novia. Te gustan demasiado las mujeres.
-Sé que tengo defectos pero no he estado con otra desde que empezamos a salir.
-Pero lo deseas. Puedo ver eso. Se te van los ojos todo el tiempo. No quiero eso para mí. Por favor, simplemente, dejémoslo.
Negó con la cabeza.
-No, nena, no.
Bajó del coche que no se había movido de allí y subió al autobús que acababa de llegar.
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