❪ re ❫ encuentro.

Lisa tuvo que pensarlo tres veces antes de tocar el timbre de la casa de Rosé. La última vez que estuvo ahí, seis años atrás, la situación era muy diferente. Se habían escapado del colegio durante una actividad deportiva, aprovechando el desorden que habría durante un par de horas para que nadie note su ausencia. En un inicio, Lisa se encontraba satisfecha con pasar ese tiempo en algún salón alejado, pero la insistencia de Rosé sobre que no le gustaba que sea silenciosa la había llevado a aceptar que la lleve a casa. Pocas veces lo hacía, de hecho, Lalisa se maravillaba de tener a Roseanne en su habitación cada que quisiera, pero la casa de la rubia quedaba a tan solo unas cuadras del colegio, y sabían que debían volver pronto.

Esa noche, sin embargo, la situación era algo diferente. Lalisa no sabía con qué cara se supone que tienes que saludar a tu ex amiga con derechos, con la cual no te hablas hace seis años, y encima de todo, está más buena que nunca. Antes de tener más tiempo para sobrepensar, se armó de valentía y tocó el timbre.

Ya estaba respirando con fuerza cuando una chica abrió la puerta y se le lanzó encima. Lisa se sobresaltó, pero al instante se dio cuenta de que era su mejor amiga del colegio.

─ ¡Hasta que por fin te dejas ver, ingrata!─ Jisoo chilló en su oreja, y la tailandesa tuvo que agarrarla de los brazos y calmarla un poco.

─ No seas exagerada. No te he visto en, ¿qué, cinco semanas?

─ Seis, y me parece una falta de respeto.

─ Perdón, el trabajo...

─ Ya, ya. Cuánto te apuesto a que sólo te estoy viendo hoy porque babeabas por Rosé en el colegio.

Lisa se puso roja. Si bien Jisoo y ella eran muy cercanas, nunca le había dicho a nadie acerca de lo suyo con Roseanne. Le daba demasiada vergüenza lo que podía pensar la gente. A ojos de los demás, ella siempre había sido una chica correcta, dulce e inocente.

─ No inventes, Soo.

─ Ya, han pasado seis años, no me lo vas a negar ahora. Si la mirabas como si fuera una pizza.

Lalisa murmuró una grosería y se metió a la casa, a lo que Jisoo le respondió con una carcajada mientras la seguía.

Pasó los siguientes minutos saludando a sus amigos y emocionándose por volver a ver a algunos luego de mucho tiempo. Sus ojos vagaban nerviosamente entre los presentes, buscando a Roseanne sin éxito. Era imposible que no esté, era su casa, pero en hecho de no verla de inmediato sólo hacía que sus nervios vayan en aumento. Al cabo de un rato, se cansó de sobrepensar y fue a la cocina por un vaso de agua (con lo que se ganó una mirada de intriga de Jisoo, al decirle que no necesitaba que la acompañen, que ya sabía dónde estaba).

Lisa aprovechó el separarse de sus amigos para respirar un poco y acomodar su apariencia. No veía a muchos hace ya algunos años, por lo que se había vestido para tratar de impresionar (puede que principalmente a Rosé, pero eso era algo que no iba a admitir). Tenía un vestido sencillo pero lindo, de color lila con cierto brillo, descubierto en la espalda y mucho más escotado de lo que acostumbraba. Llevaba el cabello lacio y se había maquillado sutilmente, lo suficiente para hacer su mirada más profunda y sus labios más llamativos. Dió una rápida chequeada a su ropa para asegurarse de que todo estuviera en su lugar, y empujó la puerta de la cocina.

Lo que encontró fue algo que definitivamente no esperaba. Rosé estaba apoyada en una pared, sosteniendo una copa de vino, mientras conversaba animadamente con una chica. Se reían mucho, y cada tantas palabras, Rosé estiraba la mano para tocarle el brazo o el cabello.

Lisa se quedó muda. La chica en cuestión estaba sentada sobre la isla de la cocina, y balanceaba las piernas mientras reía. No sabía que Roseanne había traído a una chica de Australia, y sintió una punzada de decepción. Sin embargo, el sentimiento duró sólo unos segundos, porque fue reemplazado por la verdadera intriga. Cuando se fijó bien en ella, se dio cuenta de que se veía realmente menor. Pero lo más sorprendente de todo, es que era muy parecida a ella.

Trató de darse media vuelta y regresar a la sala, pero en eso Roseanne levantó la mirada y sus ojos se encontraron. Lalisa sintió que su corazón se saltó un latido, y no supo cómo reaccionar ante la sonrisa que se formó en el rostro de la rubia.

─ Lisa.

─ Perdón por interrumpirlas. Yo solo...

Rosé dejó su copa en la isla y avanzó hacia ella. Lisa se tensó.

─ No, no. No interrumpes nada- rápidamente cortó las palabras de Lisa.

─ Ustedes...

Roseanne rió ante el evidente nerviosismo de Lisa. Aunque se había pasado la semana entera pensando en mantener la compostura al volver a verla, se le estaba haciendo realmente difícil. A pesar de que mantenía las facciones dulces que la australiana recordaba, ahora Lalisa era una mujer, su mirada era mucho más madura y seductora, y sus labios se veían más llenos y provocativos que nunca. La rubia tuvo que hacer grandes esfuerzos por no bajar descaradamente la mirada por su cuerpo. El vestido ceñido dejaba poco a la imaginación, su cabello enmarcaba delicadamente sus clavículas, e imágenes fugaces de las mismas marcadas con chupetones inundaron la mente de Rosé. Sus pechos definitivamente habían crecido, y Roseanne no pudo evitar echar un rápido vistazo a su escote, lo que no pasó desapercibido por Lisa.

─ No sabía que estabas aquí, pedí que me avisen cuando llegaras, pero al parecer nadie me hizo caso.

─ Yo vine por agua... ya me voy, perdón-respondió, alternando su mirada entre Rosé y la mini Lisa, que escribía en su celular totalmente ajena a la situación. Rosé entendió lo que pensaba, y soltó una pequeña risa.

─ Lisa, ella es mi hermanastra. Es la hija del nuevo esposo de mi mamá.

Las mejillas de Lalisa enrojecieron, y Rosé volvió a reír.

─ Dani, ven, te quiero presentar a una amiga- la chica se puso de pie de un salto y se acercó a la tailandesa sonriendo─. Lisa, ella es Danielle.

─ Hola.

Roseanne las miraba a ambas con una sonrisa en el rostro. No podía evitar pensar que Lisa era demasiado tierna estando avergonzada.

─ Rosie, ya vinieron mis amigas por mí─ la menor tomó su bolso de la isla de la cocina y se acercó a despedirse de su hermanastra─. Me voy a quedar donde Haerin, igual te aviso cualquier cosa.

─ Cuídate, Dani.

─ Un gusto conocerte, Lisa.

Lisa seguía paralizada, así que sólo sonrió, y la pequeña salió casi corriendo. Una vez estuvieron solas, la cocina quedó en silencio. Rosé aprovechó para discretamente recorrer a Lisa con los ojos, y esta última volvió a sonrojarse.

─ Estaba esperando verte, Lisa.

Suspiró, tratando de liberar la tensión acumulada. Levantó la cabeza y la miró a los ojos.

─ Te he extrañado -sonrió mientras se llevaba una mano al cabello, y Lisa sintió que se le aceleraba el corazón. Roseanne estaba preciosa esa noche. Las fotos que subía a Instagram no eran nada comparadas a la realidad. Tenía shorts de jean claro y un top blanco que resaltaban su cuerpo tonificado, desde sus piernas firmes hasta su abdomen ligeramente marcado. Aunque Lisa siempre fue un poco más alta, ese día Roseanne llevaba botines negros, los que hacían que Lalisa sólo llegue a la altura de sus ojos, y eso la hacía sentir un poco intimidada. Aún llevaba el cabello hasta los hombros, pero tenía más volumen que antes, y el gesto de acomodárselo hacia atrás le resultaba tremendamente atractivo. Pero sobre todo, la misma mirada penetrante y sonrisa coqueta que Lisa recordaba seguían ahí, y estaban jugándole en contra a su autocontrol, porque en ese momento se dio cuenta de que no sería muy difícil para Rosé tenerla nuevamente a sus pies.

─ No te he visto en seis años.

─ Créeme, ganas de escribirte no me faltaron─ de nuevo el gesto del cabello, y la tailandesa se sintió más débil aún─. Cuando recién me fui, era imposible sacarte de mi cabeza. Pensé en pedirte fotos, tal vez hacer una videollamada...

─ ¿Qué te detuvo?─ no sonaba como un reclamo. No lo era. Simplemente, era pura curiosidad.

─ Pensé que no sería justo para ti. Que debías olvidar lo que pasó y permitirte experimentar con otras personas.

Lalisa no sabía cómo contestar a eso. La falta de Roseanne la había hecho buscar a otras chicas, y claro que había tenido sexo en esos años. Incluso tuvo una novia, aunque nunca fue nada serio. Pero a pesar de todo, en los momentos en los que estaba sola, su mente viajaba a esos días en los que la rubia la hacía llegar a lo más alto incluso con pequeñas caricias. Nadie había logrado tocarla tan bien como Rosé, leer cada una de sus reacciones, conocer tan bien su cuerpo, y eso la asustaba un poco.

Rosé la miraba con una sonrisa. Aún desbordaba confianza en sí misma, sin miedo a ser obvia al comerse a Lisa con la mirada.

─ Estás preciosa─ susurró, estirando una mano para acomodar un mechón de cabello detrás de la oreja de Lalisa─. Sigues siendo perfecta.

A pesar de las palabras tiernas de Roseanne, su mirada desbordaba seguridad y poder, y su sonrisa seductora tenía a Lisa con los nervios de punta. Luego de tantos años, seguía teniendo el mismo efecto sobre ella, y se concentró en evitar que las reacciones de su cuerpo le nublen la mente.

Lisa se quedó en silencio unos segundos. Su corazón latía fuertemente, y sus ojos cayeron a los labios de la rubia. Antes de dejarse llevar por la situación, la puerta se abrió de golpe, haciendo que ambas chicas se sobresaltaran. Una chica de piel pálida y cabello teñido entró cantando a gritos, y se lanzó sobre la tailandesa. Roseanne rió.

─ ¡Lisa! ¡Ya vamos a bailar!─ Yerim la tomó del brazo y la jaló hacia la sala, emocionada. Rosé apagó las luces de la cocina y salió detrás de ellas, para unirse a los demás en la fiesta.

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