decisiones.


Lisa se acurrucó en el pecho de Rosé y presionó su rostro contra la tibia piel. Tenía el cuerpo totalmente sensible y cansado, solo quería que la mayor la consienta como solía hacer después del sexo. Eso era una de las cosas que la hizo enamorarse de ella cuando eran más jóvenes. Desde la primera vez que estuvieron juntas, la mayor se encargaba no solo de que consiga su placer, sino de que se sienta como una princesa después de hacerlo. Roseanne quería demostrarle sin palabras que para ella no era solo sexo. La llenaba de dulces besos y caricias, le daba cumplidos y se aseguraba que le hubiera gustado. Si era necesario, incluso la ayudaba a limpiarse y vestirse de nuevo. Adoraba mimarla, y aunque nunca hablaron de esos momentos dulces entre ambas, terminaron por volverse parte de su rutina. Lisa suspiró complacida al saber que ahora le tocaba volver a disfrutar del lado tierno de Rosé y cerró los ojos. Se relajó al sentir las familiares caricias en su cabello y una mano posarse con cariño sobre su cadera.

- ¿Te gustó?- susurró la mayor sobre su cabeza- ¿Fue bueno para ti?- La tailandesa rio y levantó la mirada.

- Estuviste perfecta.

- ¿Era lo que esperabas?

- Solo quieres que lo diga, ¿cierto?- Rosé sonrió tímida al ser descubierta-. Fue mucho más de lo que había imaginado. No me puedo mover.

Park sonrió, engreída, y la presionó más cerca aún.

- No tienes por qué hacerlo. Te quiero aquí.

- Eres consciente de que aún hay una fiesta abajo, ¿cierto?

- En un par de horas los echaré a todos. Quiero estar contigo.

La castaña estiró los labios y recibió un dulce beso.

- Eres más buena que antes, si eso es aún posible.

- ¿Ah, sí?

- Sí. Me vuelves loca- susurró.

Con pereza, Rosé acarició la cadera de la menor, subiendo para tocar la curva de su delicada cintura, y maravillándose con la amplitud en su trasero. Era totalmente perfecta, mucho más que en sus fantasías. Nunca se cansaría del cuerpo de Lalisa, y de repente, se llenó de celos de todas las personas que la habían tenido de esa forma en los últimos años. Se enojó también consigo misma, porque si no la hubiera dejado, seguiría siendo la única. Su agarre se volvió un poco más rudo, posesivo, y Lisa lo notó.

- ¿Pasa algo?

La vergüenza de haber sido descubierta se hizo presente en su rostro. No le gustaba incomodar a Lisa con sus celos tontos, y en el pasado había hecho un trabajo excepcional para esconderlos.

- No...

- Te conozco. Dime qué pasó.

- Es ridículo.

- Nada es ridículo si viene de ti.

Le dio un pequeño pico en sus labios. ¿Acaso podía ser más perfecta?

- Es que... me puse celosa- Lisa no pudo evitar reírse, y Roseanne se puso más roja-. Viste, te dije que era ridículo.

- ¿Celosa de qué, Rosie?

- ¿No me vas a mirar raro?

- No.

Suspiró para seguir hablando. No podía creer lo débil que era ante la menor y lo fácil que le resultaba a ella conseguir hacerla obedecer en todo.

- Celosa de todas las que te han visto desnuda mientras yo no estaba.

Lisa se rio más fuerte sin poder evitarlo. Sí, era tonto, pero le resultaba verdaderamente adorable que Rosé haya pensado en eso. La mayor hizo un puchero.

- Ya. No te rías. Quisiera haber sido la única.

- Bueno, no hay nada que puedas hacer contra eso- le dio un pequeño besito en la punta de la nariz, lo cual no ayudó al sonrojo-. Pero te prometo que ahora sí eres la única que me puede ver así.

- Ya...- otro puchero.

Lalisa la encontró absolutamente preciosa. Todo su ser temblaba por dentro, se sentía como una adolescente enamorada, y quería darle a Rosé todo de ella.

- Eres la única que me puede tocar, la única que puede hacer lo que quiera con mi cuerpo...- tomó la mano de la mayor y se giró para poner una de sus piernas sobre las caderas contrarias, separando los muslos- la única que puede estar dentro de mí- susurró mientras llevaba la mano al espacio entre sus piernas.

- Lisa...

Manoban se abrió un poco más y llevó la mano de su amante a la entrada de su vagina. No tenía intención de tener más sexo en ese momento, estaba agotada, pero quería demostrarle lo suya que era.

- Entra, Rosé. Eres la única.

- Pero tú...

- Te quiero dentro, preciosa. Quiero que sepas que este privilegio es solo tuyo a partir de ahora- le susurró entre besos. Sintió como la mano tomaba iniciativa propia y dos dedos acariciaban los bordes de la entrada aún mojada por el orgasmo anterior-. Sólo uno, por favor- pidió con algo de vergüenza-. Me dejaste agotada.

La australiana asintió y dejó la punta de su dedo índice en el cálido agujero.

- ¿Estás segura?

- Mete tu dedo en mi vagina- jadeó, con voz melosa, y la mayor se estremeció ante las sucias palabras-. Quiero que sientas como mi cuerpo solo se abre para ti. Para nadie más.

La mayor asintió, temblorosa, y empujó con todo el cuidado del mundo. Lisa suspiró y dejó que la penetre, su cuerpo cansado y relajado aceptó la intromisión. Las paredes calientes se apretaron y Rosé la abrazó con su mano libre. Se acercó para darle un beso lento, chupó su labio inferior con calma y se concentró en probar la dulzura de esa boca, con un ligero sabor a vino y chocolate causados por los snacks de la fiesta.

- Quédate dentro- susurró Lisa en medio del beso-. Siente cómo soy tuya, cómo me posees. Me encanta tenerte dentro de mi cuerpo.

Se besaron por varios minutos. Roseanne no se movió ni intentó quitar su mano, solo disfrutó y agradeció la entrega de Lisa, la manera tan íntima de demostrarle que la quería de verdad y de forma exclusiva. Lalisa se sentía completa luego de mucho tiempo. Sentía que por fin había encontrado esa pieza que le faltaba, y que sus sueños de adolescente no tendrían por qué perderse. Disfrutó de la sensación de tener a Rosé dentro, de ser tratada con esa delicadeza y cuidado, de poder entregarse por completo y mostrarse vulnerable ante alguien que no hacía más que quererla y protegerla.

- Quédate esta noche- susurró Roseanne contra sus labios. Lalisa asintió.

- Estaba esperando a que me lo pidas- confesó.

- Me gustaría llevarte a un mejor lugar, pero mi departamento aún me lo entregan en dos semanas...

- Me encanta estar aquí. Siento que estoy viajando en el tiempo, siento que nunca te perdí.

- No me perdiste...

- Sabes a lo que me refiero.

Rosé suspiró y le dio un beso en la frente.

- Pero ahora estoy aquí. No iré a ningún lado.

La menor mordió su labio inferior cuando la duda se asentó en su cabeza. Su labio inferior tembló, y sin poder evitarlo, sus ojos se llenaron de lágrimas. Con algo de miedo de que la respuesta tal vez no le guste, se animó a preguntar.

- Tú... ¿te quedas?

Miró a su chica a los ojos, con gesto de estar a punto de llorar. Rosé se derritió ante la expresión asustada, y se apuró en hablar.

- No llores, mi amor...

- ¿Te voy a perder otra vez?- susurró tan bajo que casi no se le escuchó.

- Me quedaré aquí. No vuelvo más a Australia. Acabé la universidad, no tengo más que hacer ahí.

- ¿Y tu familia? ¿Tu papá?

- Puedo ir a visitarlos. Pero mi vida está aquí. Mi historia, mi madre, mis planes, mi futuro. Siempre supe que volvería a Corea tan pronto como pudiera. Ahorré en este tiempo, trabajé muy duro, y he podido comprar un departamento. No es el más grande, pero creo que está muy bien para empezar... y sobre todo, ahora estás tú. ¿Crees que después de esto sería capaz de volver a alejarme de ti?

- Entonces, ¿de verdad quieres estar conmigo?- una lágrima cayó por su mejilla. No sabía si lloraba de alivio o de emoción, solo entendía que finalmente la vida le estaba dando la oportunidad que siempre quiso. Park asintió.

- Lo quiero desde los dieciséis años, desde que tenías esa mochila rosada, usabas aretes en forma de corona, sacabas buenas notas en todo y tu risa era lo más dulce que había escuchado en mi vida. Y ni siquiera me mirabas- recordó con una pequeña risa.

- Me intimidabas un poco- confesó-. Pero me gustaba su aspecto de chica mala y sexy- rio junto a la mayor.

- No lo hacía a propósito. Yo pensaba que más linda eras tú, toda femenina y bonita.

- ¿Ah, sí? ¿Qué más viste en mí? Es decir... ¿por qué yo? ¿Qué te hizo acercarte en un inicio?

- Eras siempre tan dulce con todos... parecías un ángel. Siempre estabas con Jisoo, y aunque ella llamaba la atención de todos, yo solo podía verte a ti. Tu belleza era tan única y delicada que parecías una princesa, realmente. No puedo ponerlo en palabras.

- ¿"Era"?

- No me malinterpretes, eres incluso más preciosa que antes, pero ya no eres una chiquilla. Eso fue lo que me llamó la atención en ese momento cuando yo también lo era. Ahora... dios, Lisa, no me hagas hablar que no terminaré nunca.

- Dilo. Quiero saber.

Rosé suspiró. No podía negarle nada.

- Bien- la miró y se puso roja-. Ay, bebé, no quiero hacer esto. Me pones nerviosa.

- Vamos, por favor. Solo quiero saber si te sigo pareciendo bonita.

- ¿Bonita?- bufó-. Lisa, eres hermosa. Ni siquiera sé por donde comenzar porque no logro ordenar mis ideas. Eres la mujer más guapa que he visto en toda mi vida, cuando te vi entrar en mi cocina te juro que casi me desmayo y solamente me comporté porque tenía a Danielle al frente. Encima, eres encantadora y sexy, sabes bien cómo hacerme caer a tus pies y lo has demostrado a la perfección hoy. Te juro que me tienes totalmente embobada, puedes manejarme como a un títere y yo voy a hacer todo lo que quieras.

La sonrisa de la tailandesa se hizo más amplia aún. Movió su pulgar sobre la mejilla de Roseanne para acariciarla y se inclinó sobre ella.

Se besaron nuevamente. Ninguna podía dejar de hacerlo, no después de haberlo extrañado durante tantos años. Estaban tan felices que no podían dejar de interrumpir sus besos con sonrisas. Rosé acarició la cintura de Lisa y la miró a los ojos. Intentó retirar su mano de su interior, creía que la estaba incomodando, pero la menor tomó su muñeca y la inmovilizó.

- No, dentro. Me gusta sentir que te pertenezco.

Roseanne rio suavemente y reacomodó su dedo antes de hablar.

- Te quiero.

Las mariposas se hicieron presentes en el estómago de Lalisa, y observó a detalle el rostro de su compañera. Su cabello se había despeinado y su flequillo caída desordenado sobre su frente. Los ojos oscuros y profundos demostraban ternura y sinceridad, y los labios estaban un tanto hinchados por todo el uso que les había dado. Sus preciosas mejillas le daban un aspecto adorable, en especial cuando sonreía naturalmente. Era una verdadera belleza. No podía creer que tenía tanta suerte de tenerla.

- Dilo otra vez.

Rosé sonrió. Adoraba a su chica caprichosa.

- Te quiero, te quiero.

- Yo también te quiero, Rosie.

- Quiero que seas mía.

- Ya lo soy...- suspiró-. creo que siempre lo he sido.

- Me refiero a... quiero estar contigo, Lisa. En serio. Quiero tener la oportunidad que no tuve a los dieciocho años y esta vez hacer las cosas bien.

El corazón de Lisa se aceleró al darse cuenta de lo que estaba pasando. La chica de sus sueños la quería y quería estar con ella. La persona que su corazón tanto había deseado correspondía sus sentimientos. Hizo lo posible por no echarse a llorar por tercera vez y subió una de sus manos a la mejilla de Roseanne para acariciarla con toda ternura. Sonrió y se puso coqueta, como siempre hacía para afrontar sus nervios.

- ¿A qué te refieres?

- Me gustaría ahora sí algo oficial contigo, Lisa. No quiero que pienses que solo quiero jugar. Yo quiero cuidarte y compartir todo contigo, no solamente sexo.

- ¿Me estás pidiendo que sea tu novia?- la sonrisa creció.

- No- los ojos de Lalisa mostraron decepción al instante, y la australiana habló inmediatamente antes de que la menor se ponga a llorar-. Sí, sí, pero no ahora. No aquí, en este cuarto viejo y desordenado y con un montón de adultos jóvenes borrachos en el piso de abajo. Déjame preparar algo para ti y hacerlo como te lo mereces. Voy a sorprenderte y a pedírtelo de una forma digna de una princesa como tú- la expresión de la castaña volvió a ser de felicidad y dejó un pico en la nariz de Rosé-. Y de paso compenso lo del primer beso- dijo lo último en un susurro.

- Oh, Rosé. Me gustas demasiado.

- Me alegra saberlo- le guiñó un ojo.

- Engreída.

- Engreída, pero tuya.

- Solo mía. Mi Rosie.

- Si sigues siendo así de adorable me dan ganas de besarte de nuevo, y me tienes que poner un alto porque no pienso parar en toda la noche.

- ¿Y quién te dijo que quiero que pares?- otra vez ese tono de voz meloso y coqueto.

Roseanne gruñó y tomó el labio inferior de Lisa entre los suyos. Lo saboreó unos segundos, y luego la relajó hasta que logró dominar el beso y empujar su lengua dentro de su boca. La provocó despacio, buscando que suelte un gemido para ella. Cuando lo consiguió, tenía a Lalisa respirando pesado y con las manos jugando con sus pechos.

- Muy cansada, ¿eh?

Los ojos de la menor brillaron, y apretó sus paredes vaginales alrededor del dedo que aún descansaba en su interior.

- Si me lo haces suave, puedo aguantar uno más- arrastró sus palabras, seductora.

Rosé las giró para colocarse encima sin salirse de ella. Bajó sus labios a su cuello y comenzó a besar en los puntos exactos que sabía que la ponían ansiosa por más.

- Lo que tú quieras, mi amor. Siempre.

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