Cuestión de tiempo.
Aviso: El siguiente capítulo puede contener escenas fuertes e impactantes, sangrientas, violentas, sexuales y/o lenguaje inapropiado, no aptas para menores de edad; se recomienda discreción.
Capítulo 28.
Cuestión de tiempo.
Por la mañana había quedado con Noah para ir a cenar esa misma noche; estaba atardeciendo y Lucian miró el reloj comprobando que faltaba media hora para que el horario de atención de Hot Tattoo llegara a su fin, entonces él se dirigiría al gran edificio acristalado que había visitado un sinfín de veces en las últimas semanas, solo para reunirse con su compañero y tener aquella cita.
Recientemente Noah no había podido dormir bien, algo que podría atribuírsele a su estrés en el trabajo, o tal vez solo necesitaba despejarse un poco. Bueno, Lucian esperaba que la cena de esa noche, el cambio en su rutina ayudara un poco para distraer la mente de Noah. Recordó que, hacía un par de días, Elsy, la madre de Jimmy, le había hablado sobre la inauguración de un "auto cinema", algo muy novedoso, según ella. Parecía una idea agradable, ¿qué mejor cita que ver películas mientras se consume comida basura?
Estaba evaluando la idea, mientras ordenaba los pocos cojines de la pequeña sala de espera de la tienda, cuando una guitarra eléctrica chirrió seguida del estribillo de una canción de new metal. Lucian miró hacia el mostrador y encontró a Lucas ajustando los controles de un pequeño reproductor musical; o, mejor dicho, una bocina en forma de cubo de la cual salía un cable que estaba conectado al tomacorriente.
—¿Qué?—, exclamó Lucas por sobre la melodía cuando se supo observado; —¿no te aburres cuando hay demasiado silencio? Porque yo sí— explicó con una sonrisa que de inocente no tenía mucho, incluso le subió más al volumen de la música.
Lucian suspiró, decidiendo que no tenía mucho sentido discutir aquello; no lo consideró importante. Prefirió mejor ocupar ese tiempo en verificar que la caja estuviera lista y en orden para el cierre; pero antes debía sacar la basura porque al día siguiente pasaba el camión recolector, a veces antes de las diez de la mañana, otras veces después del mediodía; como fuera, no iba a estar detrás de él, mejor sacarla de una vez y tener un pendiente menos.
Su silencio referente al tema de la musical fue tomado por Lucas como algo negativo, ya que, debajo del mostrador, el segundo hermano sacó unos audífonos gigantescos y dijo despreocupado, —está bien, no te molestaré con ello—, y se colocó la ajustada diadema, no sin antes conectarla al reproductor.
Para Lucian, esa actitud y comentario no fue del todo inesperado ni extraño, así que mejor tomó el pequeño contenedor de basura de la sala de espera y luego fue en dirección al mostrador, donde Lucas se había entretenido mirando su teléfono móvil mientras movía la cabeza al ritmo de la música, la cual, aún con los audífonos se escuchaba alrededor suyo.
—Atiende el mostrador, ahora vuelvo— dijo el mayor; a lo que Lucas solo ondeó la mano en un gesto superficial.
Como fuera, le hubiera escuchado o no, la indicación no había sido muy complicada, así que Lucian no insistió, en vez de eso le rodeó para ir a la bodega que estaba más al fondo; incluso juntó la basura de las salas de trabajo y colocó todo el papel y cartón en una sola bolsa del mismo material, para finalmente dirigirse a la puerta trasera.
Detrás del local de Hot Tattoo había un solitario callejón, donde los grandes contenedores hechos de metal permanecían; el ancho de la callejuela era suficiente para que el camión de la basura entrara en reversa y vaciara en su caja el contenido de los grandes cubos metálicos.
Lucian salió del local hacia la reciente noche y la puerta de metal se cerró sola a su espalda, nada inusual, porque era un mecanismo que él mismo había instalado, así, cuando salía con las manos llenas no se preocupaba por mantenerla cerrada.
Cruzó la callejuela y se elevó sobre las puntas de sus pies para mirar mejor el contenido de los grandes cubos metálicos. Tuvo que mirar un par hasta asegurarse de que era el correcto.
Cuando se hubo desecho de la basura, incluso sacudió sus manos de un polvo casi inexistente y giró en redondo para regresar al interior de la tienda.
A varios metros, las lámparas del alumbrado público de la calle principal se encontraban encendidas; en cambio, una de las dos instaladas en el callejón no lo estaba, por lo que supuso que se había fundido. Aunque eso no era problema, en realidad el único que llevaba la basura a los contenedores a esa hora era Lucian y en ocasiones el hombre mayor dueño de ferretería del edificio de al lado, que ahora estaba cerrada. Los demás vecinos de los negocios circundantes solían hacerlo por las mañanas, al iniciar sus jornadas. Eso, o corrían tras el camión recolector para darle alcance. Así que lo solitario del área no era, en absoluto, algo inusual.
Estando a solo un par de pasos de la puerta, Lucian elevó el brazo para tomar la perilla cuando hubo un destello a su espalda.
Curioso, miró sobre su hombro, ¿sería la lámpara que ahora volvía a la vida?
No, no lo era.
Lucian tuvo que entrecerrar los ojos cuando un resplandor emergió muy cerca de los penúltimos contenedores del callejón.
—¿Pero qué...?—, murmuró. Fue como si la pared de ladrillos "se fisurara" y por medio de esa grieta emergiera la luz.
"Eso es... es físicamente imposible"; pensó, ya que la hendidura lucía como la que se le hacía a un lienzo de tela, no a una pared de adobe.
Y eso no fue lo peor, sino que de la fisura emergieron tres sombras, y una vez que esas criaturas tuvieron sus pies en el asfalto de la callejuela, el portal se cerró.
Lucian se quedó quieto ante los tres conjuntos de dientes; quienes fueran esos sujetos, o criaturas, tenían más piezas dentales de las que un ser normal podría albergar en su boca.
Uno de los seres, el cuadrúpedo, olfateó al ambiente; su hocico chato y deforme no permitía diferenciar la nariz del labio superior, si es que tenía, porque lo único que se veían era sus dientes torcidos. Entonces su atención se centró en Lucian.
Los ojos negros, grandes y siniestros advirtieron la presencia de Lucian, e inmediatamente después los otros dos seres también le miraron. No sabía quienes o qué eran, pero con los gruñidos bajos que emergían de las gargantas de las criaturas y sus miradas desorbitadas, no había duda de que eran una amenaza.
"Lucas".
Lucian pensó en su hermano, que se encontraba detrás de aquella puerta, distraído y, por consiguiente, vulnerable. Y también pensó en la gente que paseaba por la avenida a unos metros más allá; gente inocente.
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Mauricio pasó la mano por su rostro, estaba un poco cansado, pero no podía negar que bastante había pospuesto sus deberes escolares; le faltaba poco, solo las correcciones de su último trabajo académico para poder obtener su título como médico veterinario certificado.
Tras lo ocurrido en los últimos meses, ahora Mauricio pensaba que ese trabajo académico era poquísimo comparado con toda la información nueva que estaba recibiendo, con todos los "datos mágicos" que estaba tratando de asimilar.
"Datos mágicos", ¿había otra forma de llamarles?
Cerró el ordenador portátil y dio por terminado su trabajo escolar por esa noche.
Estiró los brazos por sobre su cabeza, desperezándose, incluso bostezó, y después miró el reloj. Vaya, el tiempo transcurría rápido cuando se estaba ocupado: casi era hora de la cena y él no lo había notado. Eso quería decir que Julián estaba próximo a regresar, el lobo había salido con un grupo de betas a verificar lo último de la reconstrucción de un par de viviendas que sufrieron bastantes daños tras el último ataque.
Mauricio abandonó la silla del escritorio que se hallaba en la gran habitación que compartía con su compañero; ambos, por el momento, se habían mudado a la gran casona propiedad de la familia alfa de Rilltown.
Decidió que tomaría un baño y, antes de ir a cenar, le echaría un vistazo a los manuscritos que el médico Enrique le había proporcionado.
Minutos después estaba sentado en el borde de la cama con un viejo libro en la mano, el cual sería el próximo a escanear. Mauricio había pensado que digitalizar dichos documentos sería lo mejor para preservarlos, ya que el tiempo estaba haciendo de las suyas: las hojas amarillentas y la tinta casi ilegible en algunos párrafos daba fe de ello.
Pronto se entretuvo, la lectura sobre unas plantas llamadas myrtus, salix y gingko era interesante. Eran plantas bastante normales, incluso comunes; pero en combinación con la energía de los cambiaforma y "otros seres", podrían actuar como agentes medicinales.
Sí, "otros seres"; porque Mauricio había aprendido que los cambiaforma no eran los únicos cuya existencia era posible; así como había lobos, también estaban los coyotes, panteras, e incluso una vez escuchó hablar de centauros.
¡Ah! Y por supuesto también estaba "el legendario lycan", aquél que podía adoptar la forma de un humano, un cuadrúpedo, o una mezcla de ellos, del cual la figura más popular era la imagen de "Anubis".
No fue hasta que la puerta de la habitación se abrió lentamente que Mauricio levantó la vista del manuscrito.
—Pensé que estabas dormido—, dijo Julián, eso explicaba la intención de ser sigiloso.
El rubio negó al mismo tiempo que cerraba el libro, dejándolo en su regazo.
—Una vez que empecé a leer no pude detenerme—, confesó; porque sí, el cansancio que sintió durante la revisión de sus deberes escolares había desaparecido.
Julián soltó una risa ligera, —eso supuse, Liz dijo que no bajaste a cenar así que guardó un poco de estofado.
Lizzet era la encargada de la cocina en la gran casa, lo había sido por varios años; en su niñez Julián y Duncan solían ayudar a Liz a llevar las bolsas con verdura y carne del mercado a la cocina con el objetivo de obtener postres extra.
Como si fuera planeado, el estómago del joven veterinario lanzó una ligera protesta; sí, tenía hambre.
A Mauricio no le quedó más que reírse de sí mismo, y preguntó. —¿me acompañas a la cocina?
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<<"Lo siento, no puedo; esta semana estaré ocupado">>
Lucas envió el mensaje de texto y salió de la aplicación de mensajería instantánea. ¿Desde cuándo evadía a las chicas?
Jacky le había estado buscando desde hacía días; al principio Lucas la evitó por completo, pero después accedió a ir a cenar y en una ocasión a ir al cinema en plan de amigos, como lo que eran; pero cuando Jacky le invitó a pasar la noche en su departamento, así como solían hacer de vez en cuando, Lucas dio una excusa que en ese momento funcionó. Ahora ya no sabía qué inventarse, por eso solo escribió "estaré ocupado"; y sospechaba que pronto esa frase ya tampoco funcionaría. Probablemente usaría algún pretexto familiar, decirle que su hermano mayor le requería para algunas labores no era descabellado; Jacky no se molestaría en comprobarlo y Lucian jamás sabría que fue usado.
Guardó el móvil en el bolsillo trasero de su pantalón, y miró el reproductor de música, tenía una pequeña pantalla que indicaba el número de pista y la duración.
¡¿Qué?! ¿Ya habían transcurrido más de seis canciones? Entonces, ¿cuánto tiempo había pasado?, ¿ya era hora de cerrar?
Miró el reloj, solo faltaba solo un minuto para la hora exacta de cierre, así que bajó un poco el volumen del reproductor de música y se quitó los audífonos para descansarlos sobre sus hombros.
—¡Oye, Lu!—, llamó a su hermano, seguramente estaba en la bodega, por eso levantó la voz; —¡ya es hora de irnos!—, dijo.
—¡Lucian!—, llamó de nuevo cuando no hubo respuesta. ¿Dónde estaría? El local no era tan grande como para no saber donde estaba; a menos que no estuviera en él.
Esta vez se deshizo por completo de la diadema y de los cables del reproductor musical para ir a comprobar él mismo la bodega y después la puerta trasera, entonces vio que esta no tenía el cerrojo de seguridad, eso quería decir que Lucian estaba fuera, en el callejón.
Se dispuso a empujar la puerta para asomarse al exterior y llamarle, —Lucian se hará tard-...
El aroma a sangre dio de lleno en su rostro y le hizo detenerse, se quedó inmóvil con el brazo extendido manteniendo la puerta semiabierta. Contuvo la arcada al notar lo rancio de la sangre, sosteniéndose de la misma puerta por lo intenso del aroma. Se concentró para no vomitar, incluso cerró los ojos y se llevó la mano a la nariz; pero un segundo después se enderezó y empujó la puerta en su totalidad, cuando debajo de toda la podredumbre halló el rastro de una esencia que él conocía.
—¡Lucian!—, exclamó al salir abruptamente, azotando la puerta al abrirla con ímpetu.
La penumbra de la callejuela no le permitió comprender de inmediato lo que estaba viendo; así que se acercó a lo que fuera que estaba tendido al final del callejón.
Sentía la adrenalina, o lo que diablos fuera eso que estaba acelerando su corazón y que zumbaba en sus oídos.
Parpadeó tupido para poder enfocar su atención, entonces pudo divisar que eran tres cuerpos sin vida, de los cuales uno no tenía cabeza; los tres estaban desangrados, apestosos y... ¿deformes? ¿Qué eran? ¿Lobos? ¿Perros?
¡Esos dientes! ¡¿Vampiros?! Retrocedió casi de un salto y de manera inconsciente cuando notó los largos y puntiagudos dientes de la cabeza cercenada.
Llevó una mano temblorosa a su pecho cuando sintió que se hundía, sino trataba de tranquilizarse pronto comenzaría a hiperventilar.
Aún con la boca seca, tragó duro.
—¿Lucian?—, murmuró de nuevo, mirando alrededor y esperando no encontrarlo allí... no así.
Hubo un quejido a su espalda demasiado quedo, o tal vez el martilleo de su corazón era tan estrepitoso que aturdía sus sentidos. Lucas giró, tan bien como sus piernas podían y entonces lo vio.
Era Lucian, el gran y majestuoso lobo de su hermano, reducido a un cuerpo sanguinolento; su pelo, antes negro y brilloso, ahora lucía grasiento y opaco, lleno de sangre seca.
Los adormilados ojos cafés del lobo miraron a su segundo hermano; luego soltó un gemido, un suspiro suave, y finalmente los párpados se cerraron.
—¡No!—, exclamó Lucas; pero en su intento por llegar a Lucian sus pies torpes lo hicieron caer de bruces sobre al asfalto. Entonces, solo le quedó arrastrarse sobre sus antebrazos y estómago para estar cerca de él.
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ESPACIO PARA CHARLAR: Bueno, desde el capítulo 25 les había comentado que "temía a lo que viene"; pues aquí estamos llegando.
No me odien, por favor, espero tardar menos para la próxima actualización.
Perdón por lo "extraño" del título, como que últimamente "no pienso bien".
Sus comentarios son mi motor y ánimos; gracias por sus palabras. Aún sean reclamos o teorías sobre la historia, los leo y adoro todos.
¡Ósculos!
*P.D. Disculpen los errores de dedo, ortografía, coherencia y otros; en verdad no me da mucho tiempo de escribir y menos de revisarlo como quisiera. Por su comprensión, gracias.
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