Visitantes del hielo
Avanzaron sobre el hielo, notaron que este era un grueso casquete que hacía de suelo, pero debajo el agua aún seguía fluyendo. Caminaron un par de kilómetros hasta acercarse a la entrada de la ciudad, la cual tenía un portón de madera muy grande, con tallados de todo tipo de figuras, la puerta permanecía completamente abierta como invitando a que entrase cualquiera, al igual que su hermana Perteheila, esta Perteheila congelada tenía una inmensa torre justo al centro de la ciudad, pero esta era mucho más grande e imponente.
—¡Esta ciudad es enorme! —dijo Susana asombrada.
—Tienes razón Susana —respondió Nathia—, aunque Sounhir es mucho más grande.
—¿En serio?
—¡Sí!, claro que nuestras casas están construidas en arboles Coukín que son arboles gigantes que pueden crecer cientos de metros.
—¿Por qué hacen sus casas en arboles? —preguntó Carlos.
—Bueno... a pesar de que Sounhir es una ciudad muy tranquila, y todos los sounhirs aman la paz y tranquilidad. La verdad es que... desde hace más de un siglo, gigantes nos visitan y nos exigen que nos vayamos de esas tierras, pero como nos negamos siempre destruyen nuestras casas —dijo Nathia muy triste, mientras sostenía la campanita de su collar—. Hace varios años mi abuelo llegó a un acuerdo con ellos, dar nuestros recursos y minerales a cambio de que no destruyan nuestra ciudad. Al principio accedieron, pero no se conformaron con lo que recibían y pidieron más, pero no teníamos más para darles y volvieron a destruir la ciudad, y... entre los escombros también perdí a mi abuelo. Desde entonces, hace más de 20 años que mientras reconstruíamos la Sounhir del suelo, creamos otra Sounhir entre los árboles, donde los gigantes no nos alcanzarán, es una ciudad hermosa entre las ramas de varios árboles, hay puentes colgantes que van hacia todos lados, en todas direcciones, ¡Les encantará! —dijo Nathia muy feliz.
—Probablemente volvamos a perder la Sounhir del suelo, pero en los arboles ya hay suficientes casas para todos, sólo debemos llegar a tiempo para avisarles —dijo Erthim.
Nathia sabía que a pesar de que todo se oía muy bien, no era tan fácil, los gigantes no se rendirían y encontrarían la forma de llegar a la Sounhir de los árboles, todo era cuestión de tiempo.
Llegaron hasta el centro de la ciudad, y allí había un camino de gradas muy largo que llevaba a la entrada de la torre de Perteheila, Nathia se detuvo en ese camino mientras observaba la torre detenidamente, sentía el impulso de ir hacia ella, de alguna forma sabía que algo le aguardaba.
Tomo su arco de la espalda de Erthim, luego su espada, su carcaj de Kauth y su daga plateada de Merith.
—¿Qué haces Nathia? ¿Irás allá tú sola? —preguntó Erthim, mientras Nathia amarraba su Vokin al de él.
—Debo ocuparme de algo, ustedes vayan a la entrada este de la ciudad, allí podrán retomar el camino a casa —respondió Nathia, luego se dirigió a Carlos y Susana para despedirse.
—¿Te irás? —preguntó triste Susana.
—Los veré luego, no se preocupen, estarán a salvo con ellos —respondió Nathia acariciando sus cabezas.
—Yo iré contigo... —dijo Kauth, intentando bajar de su Vokin.
—¡No! Debo hacer esto por mi cuenta, confíen en mí.
Nathia empezó a alejarse en dirección a la torre, el grupo empezó a avanzar mirando a lo lejos a Nathia.
—¿En que estará pensando? —dijo Erthim preocupado.
—Yo preguntaría, ¿Contra qué quiere luchar? —dijo Calbent.
—¿Luchar? —dijo Kauth haciendo una mueca de risa fingida—. No hay contra que luchar aquí, ¿Verdad?
—Nathia es una gran guerrera, por algo la nombraron líder de nuestro grupo —dijo Calbent mirando de reojo hacia atrás—. Pero su verdadera fortaleza está en su astucia, cada decisión que ha tomado fue justificada tarde o temprano, si fue con ganas de enfrentar algo... no habría ido sola, aun siendo ella.
—Pero, llevó sus armas —respondió Erthim.
—Tal vez lo hizo por si tenía que defenderse, es difícil saber con ella — dijo Calbent.
—Nathia, ¿Estará bien? —preguntó Susana mientras miraba fijamente a Calbent.
—Estará bien, yo... confío en sus habilidades —dijo Calbent, tratando de parecer despreocupado.
—Y si... quiere hacernos ganar tiempo —dijo Leya.
—¿A qué te refieres Leya? —respondió Calbent.
—Tal vez, quiera retrasar el paso de los gigantes, o algo parecido.
—Ella no es tan imprudente, no creo que haya considerado enfrentar a los gigantes por su cuenta.
—Lo que yo temo es que esté en busca de algo peor —dijo Erthim.
—¿Cómo qué? —preguntó Calbent.
En ese instante se escuchó un ruido muy fuerte en la dirección que Nathia había tomado. Sólo se veían escombros de hielo y nieve cayendo lentamente.
—¿Qué fue eso? —preguntó Erthim preocupado.
—¡Algo anda mal! Muy mal —dijo Leya sacando un fragmento grueso de cristal de color ámbar de su mochila—. No veo nada, Nathia debería estar por ese lugar —intentó ver a través del cristal, pero sólo distinguía los escombros de lo que parecía una casa.
—¿Está cerca de la torre? —preguntó Kauth.
—Justo al pie de las gradas, una casa se derrumbó, ¡No!, ¡Esperen!, ¡Hay otra casa más que está cayendo! —dijo Leya mirando fijamente a través del cristal— ¡Algo malo está ocurriendo allí!
—Kauth tu llévalos a la entrada este y ¡Salgan de la ciudad!, esperen unos kilómetros más adelante, en la salida de la caverna; ¡Leya y yo iremos por Nathia y los alcanzaremos! —dijo Erthim mientras empezó a avanzar en dirección a la torre de Perteheila junto a Leya.
Kauth aceleró el paso para sacarlos de la ciudad. Susana y Carlos estaban bastante preocupados por Nathia, pero sabían que no podían hacer nada en ese momento, aunque querían.
Erthim y Leya se acercaban al lugar y vieron a una extraña criatura justo al medio de aquella calle, tenía la apariencia de un calamar, pero a la vez tenía dos extremidades inferiores, como las de algún tipo de anfibio, media poco más de 2 metros de alto, tenía dos pares de ojos de un color oscuro. Y entre uno de sus tentáculos, una de las flechas de Nathia lo había atravesado, pero a esta criatura no parecía importarle, y tampoco había rastros de ella. Estaba inmóvil mirando en dirección a la torre justo al pie de sus gradas.
—¿Qué es eso? —preguntó Leya.
—¡No sé! Pero no se ve muy amistoso —dijo Erthim—. No veo a Nathia por ningún lado.
—Estamos muy cerca, ¿Por qué no se percató de nuestra presencia?
—Tal vez si se percató. Mejor detengámonos aquí —dijo Erthim mientras se detenía.
Bajaron de sus Vokin y avanzaron con cuidado, Erthim tensó su arco los más que pudo apuntando a esta criatura, Leya lo seguía a pocos metros empuñando su propia daga.
—Kahbaham pou'k mihk bouk —dijo esta criatura de forma dificultosa, mientras volteó a verlos— Perteheila pou'k.
—¡¿Qué lengua es esa?! —le gritó Erthim a la criatura.
—Zuhul —dijo Leya—. Mi padre aprendió su lengua de libros prohibidos, si no me equivoco acaba de decir: Extraños de medio día que visitan su tumba, su tumba de Perteheila.
Notaron que tenía una segunda flecha atravesando su garganta, de forma parcial, era otra flecha de Nathia.
—¡Vaya! Veo que nuestra amiga te dio un par de regalos ¿no? —dijo Erthim refiriéndose a las flechas.
—Boukim bohul —dijo esta criatura mientras se le dibujó una sonrisa.
—Yo también le dejé un regalo —dijo Leya—. ¿A qué se refiere?
—¡¿Quién eres?! —gritó Erthim.
—Khaam.
—¿Khaam? ¡¿Qué le hiciste a Nathia?! —gritó Erthim nuevamente.
Khaam no respondió, pero su expresión de felicidad molestó a Erthim quien no aguantó más y soltó la mano de la cuerda de su arco, dejando salir una de sus flechas, pero Khaam la esquivó y desapareció bajo el suelo dejando un hueco en el hielo.
—Sé que está cerca —dijo Leya.
—No te alejes Leya, está debajo de nosotros.
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