14
David
-¿Tienes alguna idea de lo qué pueda suceder? - le pregunté a Caleb, que se encontraba sentado delante mía - Algo le pasa a Joe, no me cabe la menor duda.
-Quizás solo está enamorado de ti, por eso se comporta raro - se rió de su propio comentario.
-Mira, no eres más tonto porque no te esfuerzas - refunfuñé - Esto es serio Caleb.
-Sí, perdona - se sentó con la espalda recta - Lo que vimos ayer quizás nos dé alguna pista.
-Sí - asentí - Esas quemaduras eran enormes. Y, sinceramente, yo no me creo esa historia de que se hizo daño con el neumático de Mark.
-Yo tampoco. Pero la verdad es que sabe convencer a la gente, no nos va a ser fácil sacarle información.
-No, eso está claro - suspiré.
Nos quedamos callados. Esa tarde habíamos ido a mi casa, a ambos nos preocupaba el estado de Joe, y decidimos buscar una forma de poder ayudarle. Aunque pareciera imposible, estabamos haciendo trabajo en equipo, y decidimos tomarlo de forma seria, ya que se trataba de nuestro amigo.
Me levanté y abrí ligeramente la ventana, necesitaba que el viento me golpeara en la cara, así quizás conseguía aclarar mis ideas y no dudar tanto. Llovía, lo cual me hacía sentir algo decaído, quizás por eso no sabía muy bien qué pensar. Estaba más confuso que otra cosa.
A Joe le pasaba algo, y la verdad, me parecía que algo serio. Pero lo sabía esconder demasiado bien, y eso nos impedía encontrar pistas de qué podría ser. Solo sabíamos una cosa.
-Cada vez se le ve más tenso - habló finalmente el centrocampista - Eso lo podemos usar a nuestro favor. Cada vez sabe reprimirse menos, así que un día u otro lo vamos a descubrir. Además, si le insistimos y presionamos aceleraremos el proceso.
-No, eso no estaría bien - dije - Tampoco quiero hacerle sentir mal. Ya te lo he dicho, mi única intención con esto es ayudarle.
-Y la mía también, pero no tenemos muchas más alternativas - se quejó.
-Ya lo sé... - bajé la mirada - No sé muy bien qué hacer...
-¿Crees que deberíamos hablarlo con algún profesor?
-No - ni me lo pensé - No almenos hasta que tengamos pruebas.
Estuvimos un momento callados. Se escucharon pasos que se dirigían directamente hacia allí. La puerta se abrió, y, al instante, una corriente de aire nos sorprendió, cruzando mi cuarto con mucha fuera.
Los fuertes brazos de mi padre cerraron la ventana, haciendo que el viento cesara.
-Menudo vendaval - se rió - ¿Qué estáis haciendo, pequeños Sherlock Holmes y Watson?
-Nada papá - me reí - Nos han puesto un trabajo de investigación en la clase de historia.
-Ya veo - nos dedicó una cálida y energética sonrisa - Solo quería decirte que voy a salir un rato. Tu madre no está, así que os quedáis solos.
-Claro, no hay problema - asentí.
-No hagáis trastadas, ¿eh? - sonrió, despidiéndose con la mano.
-Hasta luego - me despedí.
-Adiós - dijo Caleb.
Se fue, y cerró la puerta detrás de él, creando un muy notable silencio en la habitación.
-Tu padre es un máquina - Caleb pasó sus brazos por detrás de la cabeza - Tienes mucha suerte, pocos padres son como el tuyo.
-A veces parece más que se mi amigo que mi padre - sonreí - Pero cuando se tiene que poner serio, lo hace.
-Claro claro - dijo.
-Pero por poco nos pilla, él no puede saber nada. Mis padres son muy amigos de la madre de Joe, si se enteran de esto quizás hablan con ella.
Me acerqué a la ventana. Cada vez llovía más y más fuerte. Por suerte Caleb no vivía lejos.
La lluvia a mi no me gustaba mucho. Me hacía sentir el día más pesado, aburrido, decaído. Todo era tan, poco vivo, por decirlo de alguna manera... Y se me contagiaba, me sentía menos energético y con menos ganas de hacer cosas. No entendía como a Joe le pasaba lo contrario.
-¿Hace mucho que eres amigo de Joe? - preguntó Caleb, como si nada.
-Sí - sonreí con nostalgia - Hace muchos años. Nos conocimos en la escuela, con 7 años.
-Ya veo. Hace relativamente poco que os conozco, no sabía que vosotros hacía tanto tiempo.
-Sí - le miré - Creo recordar que se me acercó a hablar por primera vez porque me vio muy solo en el recreo.
-¿Tú? ¿Solo? - me miró extraño.
Y no le culpaba por mirarme así, costaba de creer. Yo era muy social, siempre quería hacer amigos, conocer gente, hablar con alguien... No me gustaba estar solo.
-Fue cuando comencé a llevar esto - señalé el parche que cubría mi ojo derecho - A los demás les parecía extraño y no se me acercaban.
-Cierto que nunca te pregunté por qué lo llevas.
-Problemas médicos, nada del otro mundo - sonreí - Me dañé la córnea.
-...
-Entonces Joe se me acercó y comenzó a hablar conmigo - sonreí, mirando al techo - Era alegre y amable, y siempre pasaba los recreos conmigo.
La puerta se volvió a abrir, sorprendiéndonos a ambos. El rostro moreno de mi padre volvió a aparecer delante nuestro.
-Aunque - dijo - Pensándolo mejor, ¿por qué no venís conmigo? Se os ve algo apagados. Venga, vamos a pasarlo bien un rato.
Caleb y yo nos miramos. A mi me encantaba pasar tiempo con mi padre, pero no sé qué quería él.
-Yo iría, pero me esperan en casa - dijo - Muchas gracias igualmente, señor Samford.
-¿Te vas ya? - le pregunté - Si quieres me quedo contigo.
Mi padre se fue, supongo que a esperar a que tomáramos una decisión.
Caleb se levantó de su silla y se me acercó a la oreja.
-Creo que no sería mala idea hablar del tema de Joe con tu padre, por si acaso - medio susurró - Aunque solo si sabe mantenerse callado.
-Claro, él me guardaría el secreto - dije.
-Pues hablálo con él, ahora que tienes la oportunidad. Yo me iré a casa.
-¿Te acompañamos? - le pregunté.
-No, es más importante que hables con él.
Asentí. Nos abrigamos un poco, y tomamos nuestros paraguas. Al salir, Caleb se fue hacia una dirección y mi padre yo hacia la otra. Caminamos tranquilamente, mientras las gotas de lluvia golpeaban nuestros paraguas y nuestros zapatos hacían ligeros ruidos al pisar la pequeños charcos que se formaban en las aceras. Era una sensación relajante, pero a mi causaba más tristeza que otra cosa.
Mi padre, sin decir palabra en todo el camino, lo cual era extraño en él, me llevó hasta el barrio de tiendas. Allí pudimos cerrar los paraguas, ya que estabábamos en zona cubierta. Fuimos a un café que había por ahí.
-¿A qué ahora apetece mucho un chocolate caliente? - me sonrió, mirándome con sus ojos ámbar.
-La vedad es que sí - le devolví el gesto.
Nos sentamos, y esperamos a que nos tomaran nota. Cuando yo era pequeño, eso ya lo hacíamos. Mi padre me llevaba a ese café de vez en cuando, cuando hacía frío. Nos sirvieron las bebidas calientes, y esperamos un poco a que se enfriaran.
-Y bien, ¿qué me cuentas? Hace mucho que no pasamos un rato así - hizo su típico gesto, una sonrisa cálida se dibujó en su rostro.
-Justamente quería hablar algo contigo - dije - Pero es un tema serio.
-¿Qué ocurre? ¿Vuelves a tener problemas con otros alumnos? - me miró ligeramente preocupado.
Él era consciente de cuanto me había llegado a afectar que los demás niños me apartaran cuando era pequeño. Realmente podías hablar de todo con él.
-No, no es eso, tranquilo - le dije.
-Menos mal - se le vió aliviado - Entonces, ¿de qué se trata?
-Antes de decir nada, quiero asegurarme que vas a mantenerlo en secreto, almenos hasta que yo no te diga lo contrario. Me gustaría que se quedara entre nosotros. Tampoco quiero que mamá lo sepa.
-Depende de lo qué sea - bebió un sorbo de su taza - Si eso nos mete en problemas, es obvio que no voy a ocultárselo.
-No he hecho nad malo, lo juro - le miré a los ojos - Prométeme que no vas a decir nada.
-Bueno - él miró hacia otro lado, y luego hacia mi de nuevo - Está bien, voy a confiar en ti. Te lo prometo.
Me sentí contento y tranquilo al saber que eso sería así. Mi padre realmente sabía mantener la boca sellada, y él jamás rompía sus promesas a no ser que fuera necesario. Di un sorbo al chocolate caliente, qué gustazo.
-Escucha - le dije - Sé que quizás te puede parecer precipitado, pero Caleb y yo llevamos días atentos a esto, y nos parece algo serio.
-Vale - asintió - Canta.
Y eso hice. Le expliqué todo lo que sabíamos respecto al tema de Joe. Le expliqué que había días que se le veía extremadamente decaído, pero él lo negaba, y lograba convenceros minimamente. Le conté también sobre las quemaduras y lo nervioso que se puso la vez que le acompañé hasta su casa. Cada día que pasaba se le veía más cansado y más apagado. Joe era alguien que transmitía serenidad, pero esos días no lo lograba, más bien era triateza, compasión, pena por él.
Mi padre me escuchó atentamente, dando sorbos a la bebida ardiente y sin dejarme de mirar en un solo momento. Cuando terminé, dudó un poco, se aclaró la garganta, y habló.
-David, voy a decirte una cosa - le miré - Dime, ¿tú qué crees? Si realmente le sucede algo y no os ha querido contar nada, será por algo, ¿no?
-Joe siempre se guarda sus problemas para él - insistí - Se siente molesto, jamás ha querido cargar a los demás con sus asuntos, así como yo siempre lo hablo con alguien, él no.
-Ya veo...
-¿Y bien? - le miré con una mirada triste, que sabía que a él le derretían, sobretodo si venían de mi.
-Bueno, es algo complicado, David - se frotó la nuca - Escucha, creo que lo mejor que puedes hacer por él es decirle que harías lo que fuera por ayudarle, y que no debe de tener miedo de contarte sus problemas. Entonces él ya deciridá qué hacer, pero no puedes obligarlo a nada, ¿de acuerdo?
-Sí - bajé la mirada - Tienes razón, he estado actuando algo mal. He estado insistiendo a pesar de que él no quería contar nada.
-¿Y qué vas a hacer?
-Mañana después del entrenamiento le voy a decir eso que has dicho tú - hablé con firmeza - Y voy a dejarlo tranquilo respecto al tema.
-Así me gusta, muy bien - me revoloteó el flequillo con una sonrisa en la cara.
No volvimos a hablar sobre eso, y pasamos el resto de la tarde entre risas, bromas, chistes malos y paseos bajo la lluvia. Realmente mi padre sabía cómo animar a alguien.
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