12
Judie:
Mi mirada no deja de recorrer el lugar ni bien nos adentramos en la galería de arte con estilo barroco, sobre todo por la estructura del techo y las pinturas que decoran el interior de las paredes que hacen contraste, es un lugar hermoso, elegante y el lugar donde también se llevará acabo la subasta.
Con disimulo mis ojos empiezan a buscar a Scott. He aprovechado que detrás de mi Zac le da indicaciones a los hombres que trasladan las pinturas al almacén y les exige que tengan cuidado.
¿El ya habrá venido?
Los ojos se me iluminan cuando reconozco su espalda, pero me siento decepcionada cuando ese hombre gira y no resulta ser Scott.
—¿A quién buscas?. —La voz de Zac me hace girar.
Tiene una copa en la mano, de la que tomo de las bandejas que llevan los caballeros con trajes de mozos y se acercan a los invitados.
—Judie.. —Me exige.—Sabes que no me gusta repetir las cosas.
—A nadie, yo...—Me detengo cuando se acerca a mí.
Sin mirarme, lleva la copa de vino a sus labios, la baja y su aliento me da en la cara.
—No me mientas.
No respondo y el empieza a tensarse.
—¿Por qué deseas desesperadamente verlo? Dime...
—Zac.
—Zac Michelson.
Es el.
Reconozco su voz y a mi mente viene los recuerdo de nuestra noche juntos, su voz ronca en mi oído susurrándome lo hermosa que soy, los ruidos sexuales, lo sexy que Scott Bramston suena al follar.
Las mejillas se me acaloran mientras veo al atractivo caballero pararse delante de nosotros, Scott lleva puesto un traje gris, a la medida y que lo ayuda a verse mucho más atractivo de lo que es ya que la musculatura de su cuerpo se marca muy bien en la tela, él tiene los primeros botones de la camisa sueltos y aunque es poca piel la que se escapa y aunque el traje ya hace su trabajo, esto suma un par de puntos más.
Zac alza las cejas con una ligera sorpresa, pero las junta, lo suficiente para dejar claro que le fastidia la presencia de Scott. Aun así, acepta el apretón de manos como saludo.
—¿Debo suponer que no has venido solo como observador o un comprador aficionado?—Sus manos se apartan.
—Las únicas pinturas que me aficionan son las mías, Bramston.
Scott sonríe. —No lo dudo, un hombre como tú se niega a aceptar y ver la belleza en otras obras.
—La belleza la tienen las mías. No necesito mirar a otra parte.
—Y aún así tengo dudas.
Zac frunce el ceño. —¿Dudas?
—De que un hombre como tú pueda pintar todo eso.
Zac se tensa, Scott mantiene una sonrisa. —No he venido a discutir, después de todo esta es una obra benéfica y accedo a una tregua de paz solo por esta noche.
—¿Qué tan importantes crees que eres para fastidiarme la noche?
—Feliz de verme no te ves.
—No voy a negar que me desagrada verte, pero ni mis sentimientos negativos hacia ti valen lo suficiente para perder mi tiempo.
—Opino igual.
—¿Y por qué estás aquí, Bramson?
—Por un solo motivo. —Scott gira la cabeza y pone los ojos en mí. —Vine a invitar a la hermosa mujer de vestido azul a que me acompañe a dar un paseo por el jardín antes de que empiece la subasta.
Agrando los ojos, mi mano derecha se forma un puño sobre mi pecho.
Scott me extiende la mano, de reojo veo como Zac da un paso, pero ya he tomado la mano de Scott, quien sonríe, mientras Zac lo veo con deseos de matarlo.
—Si nos disculpas, Zac...
Zac no nos detiene ya que un par de colegas se le acercan y como siempre soy la segunda opción de él, sin embargo no de Scott.
Para Scott siempre soy la primera opción.
(***)
—¿Me dirás que pintura es la que elegiste para la subasta? . Scott y yo llegamos al jardín, camino al lado de el, más no ingresamos y nos detenemos en el pasillo.
—Es una sorpresa.
—¿Sorpresa para mí o para los compradores?
—Primero para ti, luego para ellos.
Sonrio y por un momento mi mirada se detiene del jardín, donde varias parejas caminan juntas.
Borro mi sonrisa, regresando los ojos a él. —¿No preguntaras sobre la pintura de Zac?
Scott abre los ojos.
—Claro que no, no te traje aquí por eso, ninfa.
Muerdo mi labio, Scott no busca llegar a Zac por mí, no como él lo está haciendo.
—¿Por qué me trajiste?. —Pregunto con un tono coqueto.
Él sonríe y se acerca a mi, a pesar de saber el porqué, me gusta cómo me da respuesta con sus besos. Recibo su caliente beso y me sujeto de su camisa con mis manos, nuestras lenguas se tocan y mi deseo crece, nuevamente recuerdo nuestra maravillosa noche juntos.
Una excelente primera vez.
—Scott.. —Jadeo sobre su boca. Y le robo otro beso. —La subasta empezará pronto.
—Creo que estoy dispuesto a perderla.
Sonrio sobre sus labios. —Creí que querías que viera tu pintura.
Él se aparta.
Yo mantengo mi sonrisa.
—Solo si prometes esta noche pasarla a mi lado como la anterior.
El corazón se me acelera. No sé porque me pone condición es si ambos queremos lo mismo.
Me resulta gracioso. —Lo prometo.
(***)
Mi mano suelta la de Scott al detenerme en el arco que nos lleva a la enorme habitación donde se realiza la subasta.
Siento como nuestros dedos se terminan de desprender, nos miramos una última vez y nuevamente la voz del hombre a cargo y a quien escuche durante nuestros camino hasta aquí, vuelve a sonar, me percato que se encuentra sobre el púlpito y ya ha empezado a subastar, es más, acaba de vender una y me lo demuestra el mazo con el que golpea anunciando que la pintura ya tiene dueño.
Visualizo a Zac cerca de los mismos pintores con los que lo deje y con quienes tiene una charla.
Y yo me quedo ahí, al lado de Scott, mientras observamos hasta que llega el momento de su pintura.
—La siguiente pintura es de Scott Bramston, dos apasionados enamorados en el Eden.
—Esta es para ti, mi ninfa. —No he sentido en que momento se ha ubicado detrás de mí, pero su voz ronca se ha escuchado en mi oído.
Emocionada observo como quitan la manta que cubre la pintura y ante mis ojos aparece, como el hombre lo dijo, dos enamorados.
Un hombre y una mujer, desnudos y entregándose como él y yo nos entregamos esa noche. Soy yo, claro que lo soy y lo sé por los rasgos, por la corona de flores en el cabello, el mismo que dibuja en cada ninfa y el hombre a su lado, aunque no se distingue bien es él y lo sé porque he conocido su desnudez a la perfección.
—Es hermosa...—Pronuncio pasando la mirada por el prado donde esa pareja se está entregando. —Scott, es..
—Somos nosotros, es por eso que es perfecta.
Mi corazón palpita rápido.
—Somos arte, Judie. Tu misma lo dijiste.
Escucho lejano los precios mientras me pierdo en el, pero no dejan de subir y cuando crees que será vendida, los celulares suenan y los hombres que han venido como representantes de los clientes, alzan los números diciendo su precio.
Hasta que...—¡Vendida!
Aplaudimos y lo felicito, es una gran suma. 75000.
—A continuación tenemos presente la pintura de Zac Michelson. —Es mi pintura. —"El silencio de las mujeres"
Observo la reacción de Zac, quien ha puesto los ojos en mí, con una mirada incómoda por el título de la pintura. Apenas y le mostré mi trabajo y el solo vio el primer boceto, cuando lo cambié no se tomó la molestia de verlo, porque según él no era necesario.
Quisiera decir que lo dijo por confianza, pero me queda claro que fue por flojera.
20000
25000
35000
50000
Y el monto sigue creciendo...
¿Qué está pasando?
(***)
La subasta finaliza y Zac viene directo hacia mí, mi mirada se ubica en Scott, quien no se percata al tener otros pintores a su lado. Todos ellos al igual que los invitados disfrutando del vino y lo que se nos invite.
Zac me sujeta del codo y me lleva hacia los pasillos.
—Zac, espera...—Intento frenarlo.—Estas lastimándome.
Me suelta con brusquedad y mi pies retroceden, buscando equilibro, equilibrio que logro obtener.
—Esa maldita pintura—Aprieta los puños y me mira muy enojado.— ¿Qué carajos pretendías lograr con eso y dándole ese estúpido nombre? Esa no fue la pintura que yo vi...
—Les ha gustado.—Le interrumpo.—La subasta ha ido bien y la pintura tuvo el precio más elevado, sobrepaso la de Scott y..
Hago una pausa.
—Me esforcé en esa pintura, Zac. La aman... porque..
—Y crees que eso es algo que yo pintaría o le daría ese ridículo nombre.—Me interrumpe.— ¿Sabes lo que hiciste? Pusiste dudas.—Me suelta.—Ya tenías la maldita pintura. ¿Por qué cambiarla? Joder.
Trago saliva.—No me sentía cómoda con ella.
—¿Y crees que a mí me importa eso?
Trago saliva.—No, sé que no te importa.
Los ojos se lo abren.
—Así como tampoco te importo yo ¿No? Solo te importa mi arte.
—Judie, ahora que caraj...
—Y lamento decírtelo yo, pero yo no hubiera fallado si te hubieras tomado la molestia de ver la pintura antes de traerla aquí.—Le respondo, el abre mucho los ojos.
—Yo no tengo la culpa que no tengas tus ideas claras al inicio y luego quieras cambiarlas.
El dolor me aprieta el pecho.
Zac junta las cejas, sus ojos me analizan.—¿Por qué carajos me estas respondiendo así?
Me canse. Estoy cansada de esto.
—¿Es el no?
Mi mirada no cambia.
Los nudillos de Zac se vuelven blancos de tanto apretar los puños.—Es culpa de el que te comportes ahora de este modo y... esa pintura que trajo.
Mi corazón late muy rápido, la furia crece en los ojos de Zac.
—¿Has dejado que te folle?
Muerdo fuerte mi labio.
—Judie...—Arrastra mi nombre.—Maldita sea, te advertí que solo lo hicieras si era malditamente necesario.
—Tu no tienes derecho a decidir eso, Zac.
Lleno de sorpresa, me suelta—¿Cómo dices?
Trago duro y le respondo.—No me acosté con el porque me diste una orden, me acosté con él porque él me lo pidió y porque era lo que yo quería. Zac... yo..
—Basta.—Me interrumpe.—Piensa bien lo que vas a decir.
—No puedo hacerle eso.
—¿No puedes hacer qué?
—No puedo engañarlo y no puedo ser tu informante, yo no voy a lastimar a Scott.—Digo sintiendo el peso de las lágrimas.—No quiero hacerle daño porque el...
—Dejas que te folle una vez y mandas todo a la mierda, tus estúpidos pensamientos no te dejan razonar.
—El me gusta, Zac. —Suelto, mi boca habla por sí sola y el rostro se le desfigura a Zac al oírme.—Scott me gusta.
Zac guarda silencio, solo mirándome aunque el enojo no se marcha.
—Entonces ve despidiéndote de él. Tu no vas a ser suya ¿Me entiendes?
Retrocedo.—Zac.
—Tu eres mía ¿Debo recordártelo?.—Me sujeta del brazo con fuerza y empieza a sacudirme.—Tu cuerpo es mío...
—¡Zac, basta!
Pero él no se detiene, sigue recordándome que soy de su propiedad.
—¡Tu arte es mío. Tu talento es mío.. y tus malditas pinturas son mías!
—¡No!
Logro soltarme y lo aparto de mi.
—Eso no es verdad.—Niego.
Ya fue suficiente, Zac.
—Judie, maldita se..
—Son mías.—Hablo, los ojos se me llenan de lagrimas.—El arte, el talento, las pinturas. Todo eso es mío, no le pertenece a nadie más. No es tuyo, es solo mío.
Niego con la cabeza.
—Son mis pinturas, Zac. No tuyas.
—¿Eso es cierto?
No, dios no.
Zac se tensa y el miedo se instala en mi pecho, ambos miramos a la persona delante de nosotros.
Scott...
Esto no esta pasando.
—Judie...
El avanza hacia nosotros y yo permanezco en silencio. Zac no sabe ni que decir.
—Eres tú.—No lo digas, no.
Miro a Zac y con el gesto, el niega con la cabeza. Me advierte y hasta me amenaza con la mirada, pero he callado durante bastante tiempo y ver a Scott delante de mi en lugar de atemorizarme me da fuerza y a la vez que sea la primera persona a la que se lo confieso, después de Zac, me hace sentir ansiosa en lugar de temerosa por su reacción.
—Eres tú la dueña de las pinturas, Judie.
Algo en mi dice que el tenia una idea y lo que menciona suena más a una afirmación, que a una pregunta. Aprieto los puños y aunque no es una pregunta, yo de igual forma la respondo.
—Si.—Digo sin miedo alguno y mirándolo solo a el. A mi Scott.—Lo soy.
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