18. "Romperse el corazón y florecer una idea"

(Narra Hugo)

Brad se negaba rotundamente a esperar a Antonio pero no me sentiría bien si abandonase a aquel que pretendió ayudarme, por muchas ganas que tuviera de volver a casa bajo un paraguas junto al rubio. ¿Eso era muy cursi? ¿Cuándo me había vuelto así? La verdad es que comenzaba a notar ciertos cambios en mi forma de pensar; cosas que no habría hecho hasta hacía unos meses, las aceptaba a duras penas. Ya no me importaba hablar sobre mí a Brad, y tampoco rechazaba la idea de socializarme. Tal vez intentase ser mejor persona.

Tal vez ya no quisiera morir solo.

***

- Tu profesor no viene - dijo Brad.

Ya había pasado más de hora y media desde que se había ido a buscar su coche. El lugar estaba alejado, pero no tanto.

- ¿Le habrá sucedido algo? - volvió a intervenir.

- No lo sé.

Ambos estábamos sentados de espaldas el uno al otro en el mojado banco de la parada sujetando el paraguas abierto sobre nuestras cabezas.

- ¿Deberíamos ir a buscarlo?

Antes de que le pudiera responder, nos percatamos de una ambulancia que pasaba a gran velocidad por nuestro lado en la misma dirección por la que se había ido Antonio. Los dos reaccionamos a la vez y nos levantamos echando a correr tras el vehículo.

Corrimos hasta que éste se detuvo.

Nos miramos a la vez y entonces nos acercamos para ver lo que había ocurrido.

Había un cuerpo en el suelo y varios médicos a su alrededor. Algunos lo estaban cargando sobre una camilla y otros ya habían sacado utensilios de primeros auxilios para socorrerlo.

Tanto Brad como yo nos abrimos paso entre ellos solamente para ver el rostro de la víctima. Y, efectivamente, era Antonio.

Los médicos nos echaron pero les explicamos la relación que teníamos con él para que nos permitieran ir con ellos, mas no teníamos ninguna.

- Vamos a coger el autobús.

- Sí...

Entonces, una figura con cabello rojizo apareció a lo lejos de perfil e incluso pareció sonreír.

Qué extraño...

Ignoré ese hecho y me dejé llevar de la mano por Brad hacia el hospital. Éste se encontraba a unos 15 minutos caminando por lo que pronto estuvimos ahí.

Nos quedamos en la sala de espera frente a la habitación en la que ingresaron a mi profesor durante varias horas.

Me sentía algo preocupado por él y no comprendía la razón ya que nos conocíamos desde hacía menos de un día, pero posiblemente lo viese de forma parecida a Brad y eso hiciera que desarrollara mayor sentimiento en menor tiempo.

Seguramente fuera eso.

- Mis maldiciones no iban en serio, demonios - murmuró Brad entrelazando los dedos -. No deseaba en serio que le atropellara un camión.

- ¿De qué estás hablando?

Su rostro estaba pálido y lucía una expresión atemorizada.

- ¿Mis deseos se cumplen cuando perjudican a alguien? ¿Y por qué no cuando pedí tu salud?

- ¿Tú querías esto?

- ¿Que le atropellaran? ¿Por qué iría a querer matarlo? Los celos no son motivo suficiente.

- Y aun así te lo planteaste.

- Me planteo muchas cosas, sobre todo cuando se trata de un parecido tan grande entre él y yo. ¿Tú no crees que le tienes demasiado cariño como para haberos acabado de conocer?

- ¿Insinúas algo?

- Simple curiosidad.

- No es asunto tuyo con quien me vea o deje de ver, ya te lo dije.

- Pero no quiero que te apegues tanto a nadie.

- Tu egoísmo es legendario.

- Tal vez en este caso sea al revés.

- Ah, ¿encima soy yo el egoísta? ¿Por estar haciendo amigos?

- ¡Es tu profesor!

- ¡¿Y qué mas te da?! ¡No es tu vida! - me levanté del asiento.

- ¡La tuya me importa más! -se levantó también señalándome con el dedo.

- ¿Sabes? Olvida todo lo que te dije en la parada. Me da igual lo que hagas.

Te pedí que no te distanciaras pero parece ser que soy yo el que lo está haciendo.

- Estás siendo muy hipócrita, Hugo.

- ¡Y tú demasiado gilipollas!

El doctor salió del cuarto de Antonio y se paró frente a nosotros. Ambos detuvimos nuestra discusión al notar su presencia.

- Marcharos.

- ¿Qué? - preguntamos al unísono.

- Si no os vais, llamaré a los de seguridad - señaló la salida con el índice.

Brad no se lo pensó dos veces y salió del lugar tras recibir la orden. Yo enseguida corrí detrás de él.

- ¿No podías haberle dicho algo? - le pregunté enfadado -. Tenemos que ver si Antonio está bien.

- Está perfectamente.

- ¿Cómo te lo puedes tomar con tanta indiferencia?

Brad me estrechó un folio contra mi pecho.

- Compruébalo tú mismo.

Eran los datos recopilados por los médicos que lo asistieron. No entendía gran cosa de lo que ponía ya que la letra era completamente ilegible.

Brad suspiró y me cogió el papel de vuelta.

- "Daños leves en el costado y lesiones mínimas en las extremidades". No tardará en recuperarse de eso, por si te interesa. Seguramente le pongan unas vendas tras comprobar que todo vaya en orden.

Qué alivio....

- ¡Eh! ¿A dónde vas? - exclamé viendo a Brad alejarse.

La lluvia se había detenido hacía un tiempo y ya comenzaba a despejarse el cielo. Brad continuaba su andar sin girarse hacia mí pero oí las pocas palabras que murmuró antes de perderlo de vista.

"Necesito estar solo"

Bien, tampoco lo necesitaba. Que se fuera al infierno con su sobreprotección.

Me di la vuelta indignado y caminé en dirección contraria sin pensar en el lugar al que me dirigía.

- Maldito Brad, ¿cómo ha podido marcharse así porque sí? - decía en voz alta mientras daba patadas a lo que me encontrase -. Hace nada me dijo que lo tenía a mis pies y ahora se enfada cuando ni siquiera tiene razón. ¿Para qué me suelta todas esas cursiladas de mal gusto entonces? Al menos podría intentar decirme la verdad, y si no quería, que no me dijera nada. Esas palabras vacías...

Me agradaban, pero dolían como el mismísimo infierno.

Iba a coger el móvil y llamar a Wayne para que me recogiera pero en ese momento me acordé de que Yoana me lo había robado. Ya me daba igual.

Hacía frío después de la lluvia por lo que volví a refugiarme en el hospital para entrar en calor. Fui recorriendo los pasillos a paso relajado cuando estuve a punto de encontrarme con el médico que atendió a Antonio. Me escondí tras la esquina y esperé a que el otro entrara en alguna sala. Aproveché esa situación para adentrarme en donde Antonio debía de estar descansando y cerré la puerta.

- No me ha visto... - suspiré aliviado.

- ¿Hugo? - oí una débil voz proveniente de mis espaldas -. ¿Qué haces aquí?

- Antonio... - giré en su dirección.

Mi profesor estaba sentado en el borde de la camilla con algunas jeringuillas enganchadas y vendas sobre ambos brazos. Su cabeza también estaba vendada y el rostro estaba cubierto de algunos moratones.

Me acerqué a él respetando cierta distancia y pregunté:

- ¿Estás bie...?

- ¿Por qué viniste? - me interrumpió.

Me detuve frente a él y lo observé. Sus ojos eran lo único que lo diferenciaban de Brad. Por lo demás, parecían la misma persona.

- Cuando fuiste a por el coche, te estaba esperando pero no volviste - respondí -. Luego, Brad y yo vimos una ambulancia y pensamos que podría haber pasado algo.

Me escuchó atentamente pero luego bajó la cabeza.

- Menos mal que vino...

- ¿Te refieres a Brad? ¿Lo llamaste tú?

- Surgió un imprevisto y me retuvo más de lo esperado.

- ¿También se te averió el coche?

- No, no fue eso - se levantó con cuidado -. Lo siento pero no te lo puedo decir. Se lo prometí.

Avanzó con dificultad hasta una mesilla y cogió su mochila.

- Ten - me estrechó un móvil -. Es tuyo, ¿verdad?

- ¿Cómo...?

- No importa. Al menos ahora podremos hablar directamente.

Se volvió a sentar y me invitó a hacer lo mismo por lo que tomé una silla colocándome frente a él.

- Resulta gracioso que acabara de incorporarme en el instituto y ya esté fuera - simuló una sonrisa.

Ése era otro de los rasgos distintivos entre él y Brad. La sonrisa.

Me limité a mantener el silencio hasta que lo volvió a romper.

- ¿Cuánto hace que os conocéis con Brad?

- Cuatro años, creo recordar.

- Es un buen número para haber forjado una amistad.

- Yo no lo llamaría amistad.

Antonio se sorprendió cruzando la mirada conmigo.

- ¿No sois amigos?

Entrelacé mis manos pensando en nuestra relación y caí en que era realmente compleja.

- No lo sé... -respondí finalmente -. En un principio lo era pero, a pesar de parecer fortalecerse, creo que nos estamos distanciando. Por mucho que diga Brad que me aprecia, dudo que sienta algo tan incondicional como para fijarse solo en lo poco positivo que haya encontrado en mí.

- Durante el día de hoy me has demostrado ser una persona maravillosa - dijo -; eres el primero en mucho tiempo que me ha tratado tan bien desde el primer día. Todos tienen sus defectos y en cuanto aprecian los tuyos la relación se convierte en amistad.

- Estas cosas son las que precisamente tendrían que decirme mis padres - reí irónicamente -. De todos modos, no he hecho nada por ti para que pienses de esa forma.

- Me has ayudado por la mañana a encontrar la clase...

- Lo habría hecho cualquiera.

- Encontraste la forma de llamarme cuando quedamos habiendo perdido el móvil...

- Es de sentido común.

- Y has venido a ver a alguien a quien no conoces prácticamente al hospital preocupándote por él.

Desvié la mirada y apoyé el codo sobre la mesilla que tenía a mi izquierda.

- Lo que dices que es de sentido común, pocos se molestan en hacerlo - prosiguió -. Gracias.

- No tiene tanta importancia.

Incluso se parecen en la forma de hablar.

- Lo que dijiste antes de tus padres... - continuó.

- No tengo madre. Y tampoco diría que tengo padre.

- Si no quieres hablar del tema, no es necesario que lo hagas.

- Mi madre era prostituta. Mi padre, un tipo rico. Yo, un niño mimado. Los tres miembros de una familia destruída.

- ¿Tu padre no vive contigo?

- Precisamente ahora no. Está en la cárcel.

- ¿De verdad? ¿Y tú?

- Con Brad.

- ¿Pero solos...?

Negué con la cabeza y el joven entendió sin necesidad de más palabras.

- Tengo que volver a casa ya - dije -. Es bastante tarde.

- ¿Irás andando? 

- Supongo.

- ¿Quieres que llame a un taxi?

- No es necesario - cogí el móvil y me dirigí a la salida -. Hasta mañana.

Me apresuré en desaparecer de su vista pero permanecí apoyado detrás de la puerta en cuanto la crucé. 

- No puedo quedarme mucho tiempo con él - suspiré -. No quiero seguir hablando sobre mi relación con Brad...

No la comprendía ni después de la teoría de Antonio sobre la amistad; dudo mucho que la nuestra fuera lo suficientemente fuerte como para cumplir con lo que dijo. 

Amor por las virtudes y defectos de una persona... Suena demasiado perfecto, tanto que incluso llega a parecer imposible.

***

Llegué a casa de Brad y abrí la puerta con las llaves que me había dado el rubio anteriormente. Las luces del pasillo estaban encendidas pero ninguna más. 

Subí a la segunda planta en dirección al cuarto que me habían dejado pero me detuve antes de entrar. La habitación de Elmer estaba abierta pero no tenía pensado pasar de ninguna forma. Justo cuando decidí ignorarlo, lo oí hablar:

- ¿Cuándo vaz a volver? - preguntó -. Brad, zon máz de laz doce...

¿Estaba hablando con él? No pude resistirme a acercarme hasta su puerta para oír mejor.

- ¿Con quién? ¿Una chica?

¿Una chica?

- Ya, pero de todoz modoz no deberíaiz quedaroz hasta tan tarde porque amboz tenéiz claze mañana. Bueno, vuelve pronto. Te cuelgo.

¿Brad estaba con una chica a esas horas? No, me dijo que quería estar solo; no ha podido haberse ido con otra persona después de haberme dejado. Él no haría eso, ¿verdad? 

Brad, él me quería solo a mí, ¿VERDAD?

Mi respiración comenzaba a perder el ritmo constante y me temblaban las manos. Entonces, Elmer salió de su cuarto.

- ¡¿Qué eztáz haciendo aquí?! - me sorprendió -. ¿Eztabaz ezcuchando?

No fui capaz de responderle y él me agarró del cuello estampándome contra la pared.

- ¿No tienez vida? - cuestionó con el ceño fruncido -. ¿O quierez que te quite la poca que tienez, eh?

Seguí sin decirle nada pero le devolví la mirada seria.

- ¿No quierez hablar? Ah, ze me olvidaba que te guzta que te toque un hombre.

Me golpeó el rostro con el puño lleno de rencor y volvió a sujetarme del cuello.

- Erez un inútil par de genitalez dizponible a quien le plazca. Láztima que ya no puedaz hacer lo que máz te guzta.

- Me lo dices a cada encuentro. Ya lo he pillado, gracias - ironicé -. Pero de todas formas te equivocas en lo último.

- ¿Te pueden volver a follar?

- ¿Quieres comprobarlo por ti mismo?

- ¡Zeráz hijo de puta! - me volvió a golpear hasta que oímos las llaves abriendo la puerta de la entrada y Elmer se detuvo tapándome la boca.

Aun teniéndome sujeto, se asomó por las escaleras para ver quién había venido y eran Charles y Esteban. Volvió a nuestra posición inicial apoyándome contra la pared y susurró:

- Ni ze te ocurra montar ninguna ezcena mariquita en ezta caza, ¿me oyez? 

Él no me había abierto la boca y no me molesté en darle una respuesta.

- Me zacaz de quicio - soltó finalmente dejándome libre y dirigiéndose a la planta de abajo para saludar a sus padres.

Cuando le dije que podía volver a tener sexo, fue espontáneo.

Pero en ese momento se me había ocurrido algo.














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