18. Ella también sufre
DEAM
Mientras ella se refresca en el baño, yo me quedo mirando la puerta, debería haberme ido apenas cerró la puerta del baño. Pero no quiero irme.
¿Qué diablos me sucede?
Sigo en shock por nuestro beso, como si hubiera sido mi primer beso. Eso es absurdo. Las mujeres son peligrosas, hay que alejarse de ellas a tiempo y tener ese instinto de supervivencia. Mientras más bonitas, más peligrosas se vuelven... y más loca, también.
No me agrada estar perturbado por un simple beso. Como tampoco me agrada sentirme irresistiblemente atraído por ella.
Vuelve unos minutos más tarde con el cuerpo envuelto en una camiseta que le llegan a mitad de los muslos y los cabellos recogidos en una coleta. Sacudo la cabeza para que él verdadero Deam sea quien tome el control.
Yo estoy de caza y ella es mi presa, ella no será ninguna excepción. Este ambiente atenuado es perfecto para obtener lo que he venido a buscar.
Cuando mi mirada se encuentra con la de Judith puedo leer sus sentimientos de contradicción: probablemente me agradece por haberla salvado está noche, pero también está enojada muy en el fondo por el beso que nos dimos en el auto.
Me quedo mirándola con una actitud de depredador. No puedo permitirme pensar en ella de otra manera. Debo de escapar del poder que ejerce sobre mí de forma inconsciente. Ahora mismo apago las luces, dejando la habitación en condiciones perfectas para algunas cosas que tengo en mente.
―Creí que ya te habías marchado ―dice la morena, arrastrándose hacia mí antes de dejarse caer en la cama.
Inclinándose hacia delante la Señorita yo tengo una respuesta para todo acaba de reducir sus bragas, con el trozo de encaje de color piel que le entra en los glúteos, ya que la camiseta de manga corta se le subió al ella tirarse sobre la cama.
¿Quién tiene la fortuna de apreciar esa vista?
¡Pues, yo!
―Como puedes ver, aún sigo aquí ―le sonrío. ―Montre moi ton joli corp.
―¿Qué has dicho?
Muéstrame tu hermoso cuerpo.
―Nada importa ―ella entrecierra los ojos desconfiada.
Me imagino tocándola, amasándolas entre mis manos. Quiero sembrar de besos su voluntad y saborear su piel. En contra de mi voluntad, tomo la sábana para lanzarla encima de Judith.
―Gracias, Deam. Gracias por todo ―hunde la cabeza en la almohada.
―No hay de que. Lo haría por cualquiera ―respondo listo para irme mientras me levanto de la cama. ―¿Necesitas algo?
―¡Necesito que alguien me quite ese horrible dolor de cabeza! ―gime la sirena averiada.
Dejo al lado las amabilidades para que no se haga una idea equivocada de mí, porque en realidad no me importa ella y lo que le pase.
―No te lo puedo quitar, pero se pueden hacer muchas cosas para no pensar en ello, ¿se te ocurre algo?
―Dios, eres realmente... ―se da la vuelta para mirarme, mordiendo el labio pensativo. ―¿Por qué haces eso?
―¿A qué te refieres exactamente?
―A que te pones una máscara en plan de "chico malo y que soy una máquina de sexo" ese papel conmigo no va ―murmura, haciéndose la muy listilla.
Me rio entre dientes.
―¿Máscara? No me conoces Judith y tampoco creo que deseas hacerlo ―bajo mi mano derecha para recorrer sus muslos y darle un apretón. ―Deja de trata de ver en mí al chico bueno y sensible que no soy. Soy un libro abierto si quieres puedes entrar, pero no te prometo que no te vayas a asustar al entrar.
Suspira mirando el techo.
―Tienes razón. No sé nada de ti. Sin embargo, estoy segura que no eres todo lo que veo ni tampoco todo lo que dices que eres ―comenta. ―Todos tenemos nuestros trapitos sucios y aquel que no lo tiene es porque su vida es aburrida y eso no significa que seamos malos o buenos, solamente somos sobrevivientes.
―Es una lástima que siendo tan hermosa seas tan tonta ―digo con la intención de hacerla enojar y me mande al diablo, pero no lo hace.
No explota como yo esperaba, eso me enoja y me excita a la vez.
La miro con el ceño fruncido mientras se levanta, cruza los brazos con las rodillas. Hace una mueca y arquea una ceja, sonriendo de forma sugestiva.
Me mira y acerca su rostro al mío, rozando su labio con el mío. ―¿Deam, sabes por qué Dios hizo a las mujeres hermosas y tontas?
Muerdo mi labio con aire aburrido. ―No, ¿por qué?
―Hermosas para que los tipos como tú se enamoren de ellas ―me responde con los ojos brillantes y una gran sonrisa.
―¿Y tontas? ―le guiño un ojo.
―Para que ellas se enamoren de tipos como tú ―dice con indiferencia. ―Algún defecto tendríamos que tener, ¿no?
Entorno los ojos y contengo una carcajada.
―Los hombres de verdad no son encantadores y a las mujeres no les gustaría que fuéramos así ―clavo los ojos en ella y agrego con sarcasmo. ―Si esperas encontrar un Príncipe azul, lo siento, se escapó al bosque con su novio.
Ella pone los ojos en blanco y deja su cabeza caer en la almohada.
―No todas las chicas buscan un Príncipe azul. Algunas prefieren los lobos, o al menos yo no necesito un chico para que me haga la vida más dulce. Eso lo puedo hacer yo.
―¿Lobos? ―llama mi curiosidad.
―Sí, uno que sé que me comerá y yo comeré, a quién pueda partir en pedazo e incluso no dejar migajas ―¡Dios! sus ojos se iluminan con cada palabra. ―Quiero que nos comamos hasta ya no quedar nada. Hundirnos mutuamente o no hundirse ninguno ―me guiña un ojo. ―¿No crees qué es hermoso?
Encontré la misma cara de mi moneda. Soy un cabrón con suerte.
―Eres toda una caja de sorpresa. Creo que ni tus padres creerían si les digo que aquellas palabras salieron de tu boca angelical ―sonrío y Judith me hace una linda seña con el dedo medio.
Qué linda.
―¿Por qué no? ―me pregunta. ―No es que no sepan la hija que tienen, ellos son los que me criaron, ¿sabes? Además, siempre me dicen 'diga lo que sientes y siente lo que haces.' Es justamente lo que estoy haciendo.
Ella refunfuña algunas palabras más y se duerme de inmediato. Llego a entender solo una breve frase 'No te recomiendo dormir conmigo y no tiene que ver contigo. Solo vete'. Yo la observo algunos segundos.
¡Maldición!
Judith acaba de apartar inconscientemente las sábanas y deseo que estuviera desnuda. Aunque verla así es igual de erótico que verla en ropa interior. La luz de la luna que ilumina la habitación, baña su cuerpo.
Un deseo parecido a una explosión candente me atraviesa el cuerpo y la mente. No debo obsesionarme con ella. Tal vez ella puede darme un inmenso placer, pero también hay otras mujeres que me lo pueden dar. Una chica que si está dispuesta a pasar un buen rato conmigo y bajo mis condiciones.
Mi reputación de seductor o mejor dicho de patán que las abandona después del sexo, según él punto de vista no es un secreto para nadie. Siempre he sido sincero para no darles falsas esperanzas y nunca termino con un número de teléfono o doy el mío solo para estar seguro que no me vuelvan a molestar. Las mujeres siempre me han deseado, quieren acostarse conmigo para presumir de ello delante de sus amigas. Nunca quieren que me marche, incluso me invitan a quedarme en su cama. Judith es la primera chica a la que yo no le impresiono. Sin duda ella a mí sí me impresiona, pero estoy más obsesionado con la Judith escondida. La que sale solo de vez en cuando. Esa es la verdadera.
Me acuesto a su lado con la intención de irme en unos minutos, sin embargo, el cansancio me vence.
Por primera vez después de hace unos años, voy a pasar la noche entera con alguien. Y ni siquiera la hago con las que he tenido sexo.
Definitivamente ella será un peligro y debo partir el mal de raíz antes que ella gane la partida.
No soy un buen hombre como ella cree y nunca he querido serlo. Puedo amarla si quiere, pero no puedo cambiarme.
Sin embargo, yo sí puedo cambiarla.
Lo sé. He visto su mirada oscurecerse mientras brillan tan profundamente. Hay oscuridad dentro de ella solo necesita liberarse.
Un grito ahogado me despierta y me saca de un sueño profundo, es Judith.
Habla mientras duerme.
Las palabras que pronuncia son al principio inaudibles y después se vuelven comprensibles.
"Por favor, detente, me estás asustando... ¡Salomón, no! Eres un monstruo... ¡Eres un monstruo!"
Judith rueda con fuerza hacia mí, golpeando con la mano y acertando de lleno en la parte posterior de mi cabeza. Me muevo y coloco la mano derecha sobre el hombro de Judith. Me da la espalda, mirando en dirección contraria a mí, por lo que no puedo verle la cara.
―Despierta es solo un sueño ―murmuro, su piel está fría y empapada de sudor. ―Judith...
De repente, se gira hacia mí, abre los ojos. Se despierta sobresaltada y me mira asustada. Veo que ha estado llorando en la pesadilla. Tiene las mejillas mojadas por las lágrimas.
―Estás a salvo. Todo va bien ―ella suelta un hipo y siento cómo se alivia la tensión al observar su habitación.
―Lo siento...
Finalmente agarrándose el pecho mientras jadea, respira hondo, obligándose a calmarse. Cuando nota las lágrimas, se las aparta avergonzada.
―Shh... no pasa nada.
―¿Te he hecho daño? ―finalmente entiendo las últimas palabras que dijo antes de quedarse dormida.
―No ―se queda mirando fijamente la oscuridad como si intentará descifrar algo.
JUDITH
"No recuerdo lo que soñé". Me repito esas palabras como un mantra mientras trato de conservar la calma, de asimilar por completo, que significa mi pulso y corazón tan acelerado. El sonido de mi respiración rompe el silencio, tras lágrimas que empapan mis mejillas.
Cuando estoy libre de las ataduras de mi antiguo sueño. No hay pesadillas y tampoco me acuerdo de ellas sólo me concentro en el presente y lo que me acuerdo para seguir.
Me encuentro con los ojos azules de Deam. Tiene los ojos más hermosos que haya visto, seguramente es uno de los motivos por los que tiene tantas admiradoras. Sin embargo, en mí no causa los mismos efectos, es algo de otro nivel. Más profundo y sé que no es solamente atracción, eso es por lo cual no lo quiero cerca y mucho menos cuando me mira así como si de verdad yo le preocupo o le importo.
―¿Qué estabas soñando? ―me pregunta.
Intento reaccionar, recordar algo, pero es imposible. Sus palabras no me llevan a ningún recuerdo. Un escalofrío me recorre de pies a cabeza. La cara de Salomón aparece delante de mis ojos preguntándome si estoy bien. Respiro hondo, luego me hundo en los ojos de Deam.
―No lo recuerdo.
Ahora lo veo más interesado y me mira con insistencia. Me quedo quieta.
―Si lo haces, solamente lo estás dejando escondido por miedo. ¿A qué le tienes miedo?
A recordar y luego olvidar.
Se me escapa una risita nerviosa. ―Ya te he dicho que no recuerdo. En serio, ¿a ti qué más te da si lo hago o no?
Estoy sorprendida por la emoción que denota mi voz, como si un nudo me hubiera quedado dentro de la garganta. Los nervios se me mueven por todo el cuerpo y aparto la mirada de él unos minutos.
―Tienes razón. ¿A mí que más me da? Está claro que estás mintiendo.
―Exacto. Solo soy una mentirosa ―me encojo de los hombros.
―Es curioso cómo reprimes tu memoria ―añade, llenando el silencio. ―Puedes esconderte, pero no puedes escapar de ella por siempre, te lo digo por experiencia.
Se levanta, me dedica una mirada y se aleja. Me remuevo incómoda en mi lugar mientras la puerta se cierra a sus espaldas. Su ancho hombro es lo último que veo antes de que se cierre por completo.
Después de dar vueltas por la cama, aún sea por solo media hora, mirando la oscuridad. Me levanto, recorro los pasillos deprisa y me dejo caer en la cama junto a mi madre. Quien se levanta rápidamente, parece que llegó no hace mucho.
―Mi pequeña ―dice, dándome un beso en el cabello. ―¿Las pesadillas volvieron?
Me sorprende su pregunta.
―No ―mi madre es mi mejor amiga, la mejor madre que pude haber tenido y me parte el corazón mentirle. Pero no quiero que se preocupe. ―Solo extraño a papá.
―Volverá pronto.
La escucho decir antes de quedar profundamente dormida en sus brazos.
Miro fijamente el techo, el sol se cuela por la ventana. Durante unos segundos me quedo inmóvil. Allá en la ventana oigo los sonidos de autos, el ajetreo de un día cotidiano.
La ducha en mi cuarto me sienta de maravilla, ya no siento esa confusión. Dejo que el agua me corra por la cara y que los pensamientos vayan y vengan.
Salgo del baño enrollada en una toalla y tomo la camisa desgarrada para echarle un vistazo.
―Llegaras tarde a clase ―dice mamá, apareciendo en mi habitación mientras trae la bandeja del desayuno.
―¡¿Qué?! No he hecho nada. ¿Eh? ―articulo rápidamente, apresurándome en hacer una bola con la camisa. Mi respiración entra y sale mientras trato de ocultar mis nervios. ―Ah, yo ya estoy casi lista.
Levanta una ceja. ―¿Qué escondes ahí?
―Nada ―digo con una exhalación, dándole una amplia sonrisa que muestra mis dientes. ―Bueno... quizás haya arruinado la camisa del uniforme del restaurante.
Deja la bandeja en la cama y entrecierra la mirada aún sin creerme. Mi madre tiene un buen sexto sentido e instinto para descifrar mis expresiones.
―¿Cómo pasó?
―Mmm... Me cayó café encima.
―Sabes para qué sirve una lavadora, ¿no? ―noto el sarcasmo en su voz y pongo los ojos en blanco. Es algo que había adquirido de ella.
―Ayer intenté limpiarlo con una toalla y mi técnica de limpieza fue completamente ineficaz. Está arruinado.
―Oh, está bien. Te conseguiré otro ―arruga la nariz. ―Vístete rápido para llevarte a la preparatoria.
Me mira de pronto y da un paso hacia mí. Me toma de la barbilla y me echa la cabeza hacia atrás.
―¿Quién te lo ha hecho? ―me mira con una expresión seria que he visto durante los dieciséis años cuando de verdad algo le preocupa. ―Ayer antes de ir al trabajo no lo tenías.
―No sé cómo explicarlo, todo fue un accidente ―digo nerviosa. ―Soy muy despistada a veces y bueno... en realidad me tropecé y me caí.
Mamá permanece callada y solo me observa, estoy preocupada de que no me vaya a creer. Si se entera no me dejará ir más al trabajo, al menos no sola y no quiero que tenga preocupaciones más de lo que ya tiene.
Se acerca un poco más, me mira con seriedad y examina la herida.
―Si alguien te hubiese hecho esto no te lo guardarías para ti, ¿verdad? No te callarías de nuev...
―¿Qué?
―¿Qué? ―me regresa la pregunta.
―Mamá, ¿qué es lo que ibas a decir? ―susurro en un hilo de voz.
―Responde mi pregunta, Judith, ¿quién te lo hizo? ―cambia el tono de voz.
―De verdad. Solo fue un accidente ―suspiro. ―Te quiero, mamá. No te preocupes, nadie me ha hecho daño y si lo hace, serás la primera en saberlo.
Ella respira aliviada.
―También te quiero, cariño.
Después de irse. Comienzo a prepararme para ir a la preparatoria. Echo una mirada hacia la ventana del balcón cuando veo un sobre aparentemente normal... me acerco con el corazón que comienza a palpitar a toda velocidad y una vez tengo el sobre en la mano reconozco la caligrafía al ver mi nombre. Ya es familiar para mí esa letra que de alguna manera es parte de mi vida ahora.
Abro el sobre lo más rápido que puedo para encontrar un puñado de pétalos de rosas negras con los centros suaves y los bordes mustios. Me resbalan los dedos, y me quedo sin aliento, sintiendo que la sangre me huye de la cara al ver una fotografía de los tres idiotas muertos. Los tres con la garganta cortada, otra rata muerta y lo firma S.
―No... ―miro el balcón con una expresión de pánico. ―Oh, Dios mío... ¡Los mató!, ¡¿por mí?!
El pánico me atraviesa.
Se me contrajo el estómago al pensar en ello. En este momento siento una mirada sobre mí, observándome, evaluándome y los bellos de la nuca me erizan. Así que, salgo deprisa de mi habitación para alcanzar a mi madre.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top