Lupa Loud
A aquellos que por vez primera me leen, deben de saber que esto en realidad se trata del primer capítulo de la tercera parte de una saga que comencé hace años cuando entré al fandom de The Loud House con las historias Tan sólo se dio y Tan sólo sucedió, que se pueden complementar adicionalmente con los fics Tan sólo anécdotas y Aniversarios. Si bien procuraré que no sea del todo necesario leer esas historias previas, si es recomendado el conocerlas para comprender un poco mejor el contexto de esta historia.
A aquellos que ya conocían la saga y llevaban tiempo esperando esta nueva y última entrega, les pido disculpas por la demora, esperando que les agrade, aunque sea un poco la que, así tal como la presento, se trata de la idea que ya llevaba gestando desde que iba escribiendo poco más de la mitad de la primera historia tal cuál como la imaginé.
El concepto de "The Loud House" y todo lo relacionado con el mismo pertenecen a su autor y casas productoras: Chris Savino & NICKELODEON / VIACOM © 2016. La historia se realiza sin fines de lucro.
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Capítulo 1
Lupa Loud
La alarma del móvil comenzó a emitir una estridente canción, cuya intérprete parecía querer con sus berridos superar en tono a la música electrónica de fondo.
"¡Lo que oculto en mi corazón no es otra cosa si no...!"
Sin ningún interés en lo que ocultaba, la canción cesó tan pronto una mano bajo la sábana de la cama se asomó para tomar el aparato y apagarlo.
—Silencio —musitó la ocupante—. Ya estaba despierta.
Una cabellera blanca se agitó al descubrirse, entonces la jovencita de doce años se irguió emitiendo un sonoro bostezo a la vez que estiraba los brazos. Se talló los ojos y como si fuese un saludo matinal, soltó una grosería.
Al levantarse, se apresuró a vestirse con la ropa propiamente acomodada desde anoche sobre una silla frente a su escritorio: una blusa verde claro, una minifalda azul celeste que le llegaba casi hasta las rodillas y unas sandalias verdes.
Sin ninguna prisa y tras tomar su mochila, igualmente ordenada la noche anterior con lo necesario para ese día, se dirigió al baño para peinarse.
Su larga y alborotada blanquecina cabellera que le caía un poco más por debajo de su cuello la agarró con un listón azul formando una coleta. Se miró al espejo y se esforzó en sonreír.
Tenía una sonrisa muy dulce, al menos eso era lo que su tío solía casi siempre decirle cada vez que iba a visitarla. Hoy era uno de esos días. Y ella ya se veía contando los minutos durante las clases esperando a que terminaran para regresar pronto a su casa.
Bajó al comedor donde ya le esperaba un tazón de cereal con fruta junto a uno más pequeño con yogurt y granola, acompañado todo con un vaso con leche tibia.
Disfrutaba bastante aquellos instantes de paz previos a la escuela, cuando se limitaba a saborear cada bocado, sin tener nada en mente, más allá de anticipar lo divertida que de seguro resultaría la visita de su tío.
—¿Quieres algo en particular para comer?
La inexpresiva voz áspera que se hizo escuchar de la nada no alteró a la chica en lo más mínimo, si acaso por una fracción de segundo le produjo un poco de incomodidad que en nada se disipó.
—Comida china estaría bien.
Interrumpió su desayuno sin despegar la vista de este, pensando que le preguntaría algo más. Apenas escuchó desde la sala el noticiero matutino por la televisión, reanudó su desayuno, aunque perdiendo parte del placentero efecto que había experimentado apenas hace un minuto.
El timbre de la casa sonó y la joven se preguntó quién podría ser a estas horas de la mañana. No podía ser su tío, él sabía que tenía escuela. Estaba saboreando un fruto seco de su yogurt, cuando creyó adivinar de quién se trataba.
Alarmada y esperando que no fuera lo que pensaba ("¡Ese tonto!"), de un salto se puso de pie esperando llegar a tiempo para recibirlo ella, pero fue muy tarde, habiéndosele adelantado, alguien más ya estaba frente a la entrada abriendo la puerta.
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La semana no había sido especialmente amable con Dustin, tampoco lo fue la escuela con los matones de siempre intimidándolo, usándolo como blanco principal a la hora de jugar a los quemados, quitándole el dinero del almuerzo, ni en su casa con su padre mirándolo despectivamente cuando no estaba besando el suelo por donde sus hermanos caminaban. Pero todo eso estaba bien si concluía la semana caminando tomado de la mano de una de las chicas más populares del curso.
Aguardó en la esquina de la calle donde su compañera vivía esperando a que apareciera, cuando de pronto se sintió ridículo por comportarse de esa manera. ¿De qué tenía miedo en realidad? No estaba en la escuela y por lo que ella le había contado, no es que en su casa le prohibieran tener un... ¿amigo? Sí, eso era todo lo que él era... por el momento. Si quería llamar la atención de la chica que tanto le gustaba, debía de mostrar algo más de determinación y podría empezar desde ahora caminando decidido y sin temor hasta la casa gris, tocar y aguardar a que saliera, y si no era ella quien lo hacía, aceptaría la invitación que la señora Loud tal vez le haría para entrar y conocerla a ella también junto al entorno de su amiga, en lo que ella terminaba de alistarse para partir con él a la escuela.
Tras llegar y tocar el timbre, el nerviosismo que sentía por estar ahí aumentó peligrosamente cuando quien fue a abrirle, se trató de una mujer delgada cuya piel era enfermizamente pálida y su largo cabello oscuro ocultaba sus ojos tras un robusto flequillo. Llevaba un vestido negro de una pieza que le recordó al hábito de un monje, salvo por la ausencia de algún símbolo religioso, a no ser que contara como tal ese colige con un curioso símbolo que Dustin fue incapaz de identificar.
—¿Y tú quién eres?
Tal vez fuese sólo la imaginación del chico, pero la voz de la mujer aunada a su expresión, se escuchó como si estuviese enfadada por su llegada. A sus ojos, ¿quién podría ser él? Un chico pelinegro de doce años, con anteojos, no muy delgado, pero tampoco rechoncho, con una playera blanca a rayas azules y jeans negros, con la cara ligeramente salpicada por el acné.
—Ah... yo... señora. ¿Aquí vive...?
—¡Dustin!
Entonces ella apareció detrás de la mujer. Tras el maquillaje, su piel era tan pálida como la de la adulta, pero la diferencia era que su larga y frondosa cabellera atada con un lazo naranja era blanca y no negra. Sin embargo, ya sea por su bonito vestido y su semblante atractivo, fue que el chico volvió a quedarse sin palabras, aunque la impresión esta vez fue por distintos motivos. Vaya que su amiga era muy hermosa.
—¡Buenos días, Lupa! Pasaba por aquí y...
—¡Dame un momento! ¡Ahora salgo!
Cerró la puerta con brusquedad dejando perplejo afuera a Dustin, convenciéndolo a que tal vez y después de todo había cometido una equivocación al aproximarse tanto ahí. Jugó con sus dedos nervioso y retrocedió de la puerta hacia la entrada del descuidado jardín de la casa. El césped estaba seco en algunas áreas y en otras demasiado crecido. Con ojo crítico consideró que a la casa le hacía falta una mano de pintura.
Adentro, la preadolescente pasó de largo a su madre subiendo rápidamente por las escaleras soltándole por lo bajo una grosería al molesto chico. Pensó que había sido perfectamente clara con él a que siempre la esperara en la esquina de la calle si iba a buscarla. Tan pronto tomó su mochila, volvió a bajar. Con la mirada buscó a su madre al ya no verla frente a la entrada. Temió que hubiese salido a disculparse con el muchacho ante "la grosería de su hija" y de paso averiguar quién era él, pero por fortuna la encontró en el sillón mirando televisión en la sala. No estaba segura sobre qué le hubiese afectado más, si las incómodas preguntas que una madre ordinaria le haría al respecto tras lo sucedido, incordiándola al mostrarse demasiado interesada en su vida, o la indiferencia que exhibió por la presencia de Dustin.
Sin siquiera decirle nada, salió de su casa mientras que Lucy sólo se limitó a mirar la hora calculando cuánto tiempo le quedaba libre antes de alistarse para ir a abrir su negocio y comenzar otro día de trabajo.
Cuando Lupa reapareció, Dustin nervioso agitó su mano saludándola, pero como su madre, ella lo ignoró pasándolo de largo caminando con fuertes zancadas hacia la escuela, por lo que el muchacho tuvo que apresurarse para seguirle el paso.
—¡Lupa, espera! ¿Estás molesta conmigo?
Ella no le respondió, pero el gesto torcido de su boca afeando su, por lo general lindo rostro, parecía ser todo lo que Dustin necesitó para comprender que lo había arruinado.
—Lo... lo lamento. No creí que hubiera nada de malo si... iba a tu casa y... no lo sé. Me dio curiosidad.
Ella continuó aplicándole la ley del hielo. Entonces el chico añadió.
—¿Esa señora era tu mamá? Es... muy interesante. Vaya que se parecen mucho. Creí que...
De pronto su amiga se detuvo y se volvió hacia él con aquella mirada intimidante a la que el muchacho todavía no terminaba por acostumbrarse, con todo y las semanas que tenía de conocer a Lupa desde que comenzaron el curso en la escuela.
—Dustin, ésta espero sea la última vez que te veo en mi casa. A no ser que yo por algún motivo te invite a ir, no tienes motivo para presentarte así como así, ¿entendiste?
El chico algo cabizbajo asintió mostrándose de acuerdo.
—Sí, claro. Lo lamento. No quería meterte en problemas con tu mamá. ¿Te dijo algo por mi culpa?
"Ni una sola palabra, pero no es sorpresa, para lo que le importo de todas maneras."
—Lo mismo que siempre me dice. Que no quiere nada de chicos cerca de mí si no quiero tener problemas.
Dustin no puso en dudas sus palabras. La mujer le había dejado una muy fuerte impresión que le hizo suponer en efecto era tan severa como Lupa se la describía. Una persona con la que era mejor no buscarse dificultades.
—Entiendo. No volveré a hacer algo así, descuida. Pero si quieres puedo hablar con ella para que se dé cuenta que soy inofensivo y no tengo nada contigo por lo que tenga que preocuparse.
—¿Es que tú no escuchas, o qué?
El chico se quedó callado. De cualquier manera ya estaban llegando a la escuela.
Tan pronto algunos de los chicos y las chicas que estaban todavía afuera los vieron llegar, los saludaron alegremente, al igual que lo harían los de adentro cuando entraran, mostrando cierta admiración hacia la peli blanca, y más sorpresa y envidia por algunos muchachos hacia Dustin. Sintiéndose importante, el adolescente hizo un ademán como si tratara de pavonearse del mismo modo en que lo hacía su amiga cuando caminaba, pero no le salió y decidió dejarlo cuando escuchó algunas risas que no dudaba haberlas provocado él.
Algunas chicas miraron con recelo a Lupa cuando esta se dirigía hacia su salón de clases, que le quedaba de camino en donde ellas se encontraban matando el tiempo. Y no era que Lupa no se diese cuenta sobre cómo la miraban, especialmente la rubia que sobresalía entre el grupo, en particular por su maquillaje y vestido caro de marca, sencillamente y a diferencia del preocupado Dustin, a ella le eran indiferentes, incluso de forma altanera se detuvo para saludarla.
—Buenos días, Eliza, chicas.
—Buenos días, Lupa. Veo que ya llegaste con tu mascota. ¿Sí recuerdas que para hoy era el proyecto del señor Hanks?
De reojo y ocultando perfectamente su preocupación, Lupa miró a Dustin quién le asintió discretamente haciendo un ademán balanceando su mochila un poco.
—Por supuesto, Eliza. Gracias por el innecesario recordatorio. Espero que te vaya bien esta vez y que no vuelvas a reprobar como la vez pasada.
El rostro de Elisa pareció agriarse, sin embargo, no tardó en recuperar su sonrisa.
—Sí, gracias Lupa. Es lo malo de no tener una mascota personal como tú para que se ocupe de esas cosas.
—¿Acaso es envidia?
Lupa le sonrió sin sentirse afectada por el insulto, contrario a su amigo que se sintió algo incómodo por estar involucrado en la curiosa pelea silenciosa que se suscitaba entre ambas chicas.
Eliza, que no había contado con aquella respuesta de "la fenómeno blanca" como solía referirse a Lupa a sus espaldas, hizo una expresión de asco.
—¿Envidia de qué? A diferencia de ti, yo no tengo motivos para estar haciendo servicios de caridad como tú con "eso".
Lupa estaba por decirle algo, cuando una chillona y jovial voz la desconcentró.
—¡Lupa, Dustin! ¡Hola, chicos!
El grupo miró a la muchacha que se acercó para abrazar impulsiva y animadamente a Lupa sin que ésta se lo correspondiera, haciéndola sentir abochornada y molesta por la intrusión a su espacio, pero no duró mucho pues enseguida repitió el gesto abrazando a Dustin, el cual no pudo evitar sonrojarse con todo y que se trataba solamente de aquella chica de siempre.
A pesar de pertenecer a un grado superior al de ellos y llevarles un año de edad, la jovencita compartía la misma estatura con Lupa, su piel manchada con unas pocas pecas era caucásica, con el largo cabello despeinado de un castaño claro un tanto pajoso, pero por lo que más desentonada sobre las presentables chicas más jóvenes que ella, las cuales podrían pasar por modelos juveniles de pasarela, era su descuidada manera de vestirse con pantaloncillos, playera roja y tenis, junto con la imperfección de su cara, la cual se trataba de una cicatriz que le nacía desde la fosa nasal derecha y bajaba hasta su labio superior dividiéndolo un poco.
—Hmm... ¿qué pasa, Lacy?
—¡Que hoy voy a hacer la audición para el equipo de porristas!
Lupa suspiró con fastidio debido a que su prima anunciaba esto como si se tratara de la gran novedad, y no la misma cantaleta que había estado repitiendo como un loro desde hace un par de semanas.
—Sí, que bien. Discúlpanos, Lacy. Tenemos que ir a clases.
—¿Eh? —algo confundida miró el reloj de su muñeca—. ¡Uy! Creo que la mía empezó hace unos minutos. Tal vez debería irme a mi salón.
Dustin asintió preocupado por ella.
—Sí. Eso sería lo mejor, Lacy.
Las otras chicas que se habían estado conteniendo la risa por el errático comportamiento de la mayor, apenas y pudieron seguir aguantándose cuando de forma burlona Eliza le dijo.
—Vamos, Lacy. Será mejor que te des prisa. No querrás que tus compañeros y tu profesora piensen que estás "retrasada".
—¡Tienes razón! No creí que se me iba a hacer tan tarde a pesar de que llegué temprano. ¡Gracias!
Lupa rodó los ojos incrédula por lo boba que podía llegar a ser su prima, mientras que muy molesto, Dustin tuvo que contenerse de decirle algo a las chicas por burlarse de aquella manera de Lacy.
La jovencita castaña de trece años ya había dado algunos pasos para marcharse, cuando de pronto se reprendió pegándose con la palma de la mano en la frente por olvidadiza, entonces se volvió hacia Lupa.
—No olvides ir a verme después de clase para la audición, Lupa. Tú también puedes venir, Dustin. Igual ustedes, chicas.
Y finalmente se marchó. Las amigas de Eliza se rieron junto con ella por las ocurrencias de aquella tonta, entonces la autoproclamada líder del grupo se dirigió a Lupa.
—¿Quieres que los esperemos después de clase para ir todos juntos a animar a tu prima?
Lupa se sorprendió por la sugerencia viniendo de ella. En realidad no pensaba ir a la audición de Lacy, después de todo tenía cosas mucho más importantes que hacer, pero si en efecto esas perras iban, la harían quedar todavía peor con su prima.
—¿En serio van a ir a verla?
Entonces Eliza de forma burlona resopló con fastidio.
—O sea, por supuesto que no. ¿Crees que nosotras no tenemos cosas mucho más importantes que hacer?
Y riéndose se apresuraron a entrar al salón. Faltaban menos de cinco minutos antes de que empezara la primera clase.
Fuera de sentirse ofendida, Lupa se sintió aliviada. Después de todo, sí podría tras terminar la escuela apresurarse para llegar a casa y alistarse sin mayores inconvenientes.
La pareja entró en el salón cuando notaron al profesor llegar por el pasillo. Fueron a ocupar sus asientos en la misma fila, quedando Lupa detrás del pupitre de Dustin, permitiéndole alimentarse incluso ahí de su popularidad, a la vez que ella tenía una perfecta vista de sus apuntes para copiarle sus notas y tareas de ser necesario.
En lo que el profesor saludaba a la clase y se daba la vuelta para anotar en la pizarra lo que verían ese día, Dustin rápidamente sacó una carpeta de su mochila para pasársela a Lupa, la cual con satisfacción le dio una ojeada al proyecto que llevaba su nombre y le entregaría al profesor, esperando conseguir una buena nota al igual que la vez pasada.
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El profesor le había dado una excelente calificación al trabajo que Lupa le entregó, por lo que sintiéndose muy agradecida con su compañero, a la hora del receso lo tomó de la mano haciendo que la acompañara a la cafetería de la escuela, donde todos los verían juntos.
A estas alturas el muchacho ya no se sonrojaba por esto, sino que había aprendido a sentirse como todo un ganador, observando las miradas de envidia que algunos chicos le dirigían por salir con una de las jóvenes más lindas, no sólo del séptimo grado, sino de toda la escuela.
Dos chicas que iban juntas hacia la cafetería, se detuvieron cuando los notaron, una sonriéndole con coquetería al muchacho consiguiendo sonrojarlo, algo que Lupa notó haciéndole gracia mientras continuaron andando.
—Felicidades, Dustin. Parece que tu popularidad se está extendiendo también hacia las chicas.
—¿Qué? —la miró desconcertado apartando la vista de aquella joven que lo distrajo—. Vamos, no exageres. Es verdad que gracias a ti algunos chicos ya no me molestan tanto como antes por creer que eres mi novia, pero las chicas...
—... Las chicas se preguntan qué es lo que tienes como para haberme fijado en ti, mostrándose interesadas en averiguarlo. Ya te había advertido que esto también podría suceder, aunque no quisiste creerme.
En efecto ya le había explicado esto, aunque entonces se mostró bastante escéptico, maravillándole el comprobar ahora que su amiga tenía razón.
—Vaya, supongo que eso es... genial.
Lupa lo miró de la misma manera como solía ver a Lacy, cuando su prima no parecía captar lo que estaban tratando de explicarle.
—No pareces muy entusiasmado como creí que lo estarías cuando descubrieras más ventajas de estar conmigo.
—Bueno... no es como si pudiera salir con alguna chica de todas maneras, cuando se supone que tú ya eres mi novia.
Ella se encogió de hombros y se alisó la larga y sedosa cabellera blanca aclarándole con indiferencia.
—Créeme que si me entero de que me fuiste infiel, seré flexible y te perdonaré, o tal vez no lo haga y si es lo que prefieres, te dejaré para que puedas andar con otra.
Dustin la miró con tristeza por unos segundos, hasta que llegaron a la mesa donde solían sentarse junto a sus amigos, un pequeño y variopinto grupo conformado por dos chicas y otro chico muy alto y de la edad de Lacy, que por el mal corte de cabello a lo punk del flacuchento muchacho, la pronunciada obesidad de una de las chicas con su cabello tan corto como el de un niño, o los muy exagerados y prominentes dientes inferiores chuecos de la chica delgada, uno no los imaginaría como la clase de personas con las que alguien como Lupa se juntaría, cual esplendoroso cisne maduro entre los jóvenes y desdichados gansos.
Al notar a Lupa, como si se tratara de una respetada celebridad, los chicos se levantaron recorriéndose un lugar para dejarle dos asientos juntos y al frente para ella y su "novio", casi haciéndoles las caravanas propias de la realeza. Con propiedad Lupa tomó asiento. La chica grande dejó frente a ella su bandeja con el almuerzo ya servido.
—Hola, Lupa. Te compré la ensalada de pepino y zanahoria junto con el jugo de uva.
—Gracias, Nubia.
La hermosa joven sacó unos billetes y se los entregó sinceramente agradecida por poder contar con su ayuda, evitando el tener que formarse en la fila para comprar su comida.
—Conseguí llegar antes que el séquito de Eliza lo hiciera y se los acabara.
Nubia sonrió con maliciosa satisfacción y Lupa lo hizo también agradeciendo el plus de su servicio. Miró por encima de su hombro al grupo de chicas populares al que alguna vez pudo pertenecer cuando entró en la escuela, por supuesto si no lo hubiera arruinado con su mal carácter al no poder tolerar las bromas de Eliza sobre su falta de pigmentación. Mientras que la susodicha la miraba burlona por la clase de chicos con los que se juntaba, una de sus amigas lo hacía con odio. Era evidente cuál del grupo se quedó sin postre.
—¿Entonces qué harán hoy después de la escuela? —el muchacho flacuchento del corte punk les preguntó—. Escuché en la mañana que hubo un accidente por la salida oeste de Hazeltucky. Parece que se volcó un tráiler. Si vamos, es posible que todavía lo encontremos ahí.
Lupa levantó la vista de su almuerzo interesada en esto, cuando se recordó que en realidad sí tenía cosas muy importantes que hacer en la tarde.
—¡Santo cielo, Dean! Espero que nadie resultara herido —la chica de los dientes inferiores prominentes exclamó horrorizada—, pero yo no puedo. Le prometí a Lacy que iría a verla audicionar para su prueba como porrista junto con Nubia. Por cierto Lupa, Lacy me pidió que te recordara...
—¡Ya sé, Nancy! —exclamó con fastidio—. Pero no podré ir. Mamá tendrá una visita en la tarde y quiere que esté en casa temprano.
Dustin que abría su lonchera para comerse el almuerzo que su madre le preparó, recordó una vez más a la de su amiga sintiendo un escalofrío. Se aventuró a hacerle una sugerencia a sabiendas que Lupa no quería tocar el tema de su madre después de lo sucedido en la mañana.
—Pero si le llamas por teléfono y le dices que es por tu prima, ¿no crees que te dé la oportunidad de llegar un poco tarde?
"Supongo que me diría que sí sin darle importancia en realidad."
—Sería inútil. Si le digo que llegaré tarde a casa precisamente hoy, perderá la cabeza.
En realidad sería ella quien la perdería si no estaba ahí temprano. Ahora que lo pensaba, se le hacía un tanto extraño que con la importancia que Lacy le estaba dando a lo de su audición, no le hubiera mencionado nada acerca de la visita que ella esperaba.
—Yo me disculparé con tu prima por ti. —Dustin se ofreció.
—¿Cómo?
—Bueno, lo digo para que no se sienta mal cuando vea que no pudiste ir.
—Me refiero a que no sabía que tú ibas a ir. ¿Por qué lo harás?
—Pues... ¿porque me lo pidió?
—También se lo pidió a Eliza y a las otras tontas. No significa nada. Sólo lo hizo por ser cortés y no sentir que te dejaba de lado cuando me lo pidió a mí.
Dustin hizo una mueca. Era probable que Lupa tuviera razón, pero no le importó de todos modos.
—Igual no tengo nada qué hacer después de clases, a no ser que tú quieras que hagamos algo, Lup
La chica no supo qué le fastidió más, si el modo en que Dustin abrevió la forma como la llamaban, que de por sí se trataba de la abreviatura de su nombre, o los ruiditos insidiosos de las chicas. Con todo y el arreglo del que ellas ya estaban al corriente que tenía con el muchacho, muchas veces parecía que se les olvidaba.
—Gracias, Dustin. Estoy bien.
Y en la tarde estaría mucho mejor.
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Bajo la mirada de muchos, Lupa y Dustin dejaron la última clase tomados de la mano, separándose en el momento que ella planeaba ya irse a su casa, mientras que su amigo se quedaría en la escuela un poco más para ver la audición de Lacy.
—Supongo que te veré mañana. —Musitó el chico.
—Sí. Hasta luego, Dustin.
Ella estaba por marcharse, cuando él la llamó.
—¡Lupa, aguarda!
Su amiga se detuvo esperando a que se tratara de algo importante. No había dejado de ver su reloj desde la última clase, e incluso en ese instante le dio otro vistazo.
—¿Qué sucede?
—Ah... el sábado va a estrenarse la nueva película de Wolfgang Schaeffer y... quería preguntarte si quisieras acompañarme a verla.
De hecho, pensaba ver la película por su cuenta el domingo. El actor le gustaba mucho y solía hacer buenas películas de acción.
—Claro, por qué no. Pero seré yo quien pase por ti.
El muchacho se sentía más que satisfecho.
—¡Genial!
—Bien. Adiós.
—Le mandaré saludos a Lacy de tu parte.
—Sí. Gracias.
Cuando la hermosa peliblanca se marchó, el chico suspiró enamorado. Dean que miró todo desde lejos, negó con un gesto y se acercó a su amigo.
—Eso nunca va a suceder.
—¿Qué? —Se sorprendió al verlo ahí de pronto.
—Que haya algo entre tú y Lupa, y la culpa es tuya por ese acuerdo tan raro que te propuso y aceptaste. Siempre te verá sólo como un amigo y nada más, como su mejor amigo gay para empeorar las cosas.
—¡No soy gay y ella lo sabe! —Indignado le aclaró— Incluso me animó a que saliera con alguna otra chica si llego a tener suerte con una.
—Y tú no le harás caso porque prefieres estar con ella.
—Pues sí.
—¿Y qué pasa si ella es la que de pronto quiere salir con alguien más?
—Oficialmente no puede salir con nadie porque está conmigo, y no lo digo yo, ella se lo dijo a la mitad de los chicos de nuestro grado y de otros que llegaron a invitarla a salir.
Lo que aumentó su enemistad con las populares que en su momento le dieron la espalda cuando recién comenzó a juntarse con ellas.
—Bueno... de todas maneras no me cuadra que alguien como ella puede terminar con alguien como tú. No te ofendas.
—Gracias por pedirme que no lo hiciera, estaba a casi nada de ofenderme —le replicó molesto—, a estas alturas además ya deberías de saber que Lupa no es como Eliza o las otras. Si fuera prejuiciosa no se juntaría con nosotros en primer lugar. Estoy seguro de que sí por algo me propuso este acuerdo, es porque le gusto un poco, pero le cuesta reconocerlo.
Dean se rascó el mentón pensativo. Dustin ahí tenía buenos argumentos a favor de su amiga. Ciertamente esa chica era extraña, no tanto como ellos, pero sí lo suficiente como para que encajara en el grupo de los inadaptados a donde buscó unirse, cuando pudo hacerlo en otro de los tantos con los populares de la escuela, pues el de Eliza no era el único, y muchos otros hubiesen aceptado con gusto a Lupa.
—Bueno, entonces... te deseo suerte, colega. ¿En serio irás a ver a Lacy?
—Por supuesto. ¿Irás a lo del tráiler?
Tal vez duraría ahí hasta en la noche, o al menos eso esperó no imaginando que lo movieran en un día.
—Primero los acompañaré a mirar qué tal lo hace la prima de Lupa.
Quizá Lacy Loud era algo tontita, pero Dean reconocía que tenía bonitas piernas, incluso su aspecto no estaba tan mal con todo y que no se maquillaba o fuera muy descuidada en su arreglo. A su parecer, la cicatriz sobre su boca no le hacía perder mucho encanto. Pensó, por último, mientras acompañaba a Dustin al gimnasio, que hacía mal en criticar su inteligencia. Por una diferencia de promedios mínima, a diferencia de él, Lacy si avanzó al siguiente grado en lugar de repetirlo.
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Como de costumbre, Lupa terminó el día de clases sintiéndose bastante bien consigo misma, una de las enormes ventajas que tenía al juntarse con los inadaptados de la clase. En cualquier otro grupo de populares, ella solo sería una más de muchas, pero con esos chicos ella era la reina y la líder a quien siempre veían con adoración buscando su ayuda, consejo o compañía, y eso le hacía bastante bien a su ego.
Pretender que salía con Dustin además era una forma para mantener a raya a todos los chicos de la escuela evitando que la molestaran. Tal vez había más chicos mucho más listos y sobre todo más apuestos que su compañero, pero de cualquier manera todos estaban muy por debajo de sus gustos. Era consciente de que era bastante joven, pero en su interior ya se sentía tan madura e inteligente como una adulta, por eso consideraba que lo que necesitaba era un hombre de verdad, no algún niño inmaduro que se sintiera el importante sólo por su estatus en la escuela, algo a lo que ella no le daba ninguna importancia, de ahí que no se sintiera afectada por ser la reina de los inadaptados mientras estos la veneraran.
Cuando finalmente llegó a su casa, se apresuró a entrar y correr a su habitación escaleras arriba para arreglarse mejor. Su madre tardaría un par de horas en llegar de su tienda, pero para esas alturas ella ya se sentía bastante adaptada a comer tarde, Gracias precisamente a su madre que la había acostumbrado de esta manera.
En menos de quince minutos de que llegara, alguien tocó el timbre de la puerta, por lo que muy entusiasmada y con el corazón latiéndole con emoción, se apresuró a recibir al invitado que esperaba.
—¡Hola!
Exclamó alegre a la vez que le abría la puerta.
—Ve a poner los platos antes de que la comida se enfríe.
Lupa rodando los ojos con decepción se hizo un lado para que su madre entrara, ella lo hizo del mismo modo monótono en que se despidió de ella por la mañana al salir, si es que a eso se le pudiera llamar una despedida.
—Sí. Ya voy, Lucy —resignada, fue a la cocina para obedecerla con ella siguiéndole—. ¿Qué haces aquí tan temprano? ¿Pasó algo en la tienda?
—Me contrataron para hacer una sesión espiritista dentro de un par de horas, por lo que decidí cerrar temprano para venir a comer, dado que entonces no tendría la oportunidad de hacerlo.
A Lupa no le gustó cómo sonó esto. Se suponía que una de las ventajas de la visita era que su madre no estaría presente, por lo que podría disponer de él por completo para ella.
Resignada se sentó a la mesa tras que su madre sirviera la comida china en los platos como solía hacer con lo que trajera ya comprado, lo que Lupa siempre vio como una simulación de comida casera para realizar el cuadro familiar de manera forzada entre ambas.
Como de costumbre las dos comieron con monotonía sin preguntarse cómo les había ido en el día. Lupa no se sintió con ganas de abrir la conversación como usualmente lo hacía para ver si le sacaba algo a su madre más allá de su estado serio y sombrío. Miró su reloj y notó la manera en que su madre comía con cierta prisa.
Suprimió la tentación de preguntarle si lo estaba haciendo para evitar que se le hiciera tarde con ese presunto trabajo de brujería yéndose temprano, o sólo era que quería irse ya para cumplir su pretexto con tal de no verlo a "él".
Tras terminar de comer y sin decirle nada, Lucy se levantó de la mesa y se fue a mirar la televisión, parecía que su actuar fue sólo porque tenía mucha hambre. Lupa igualmente la ignoró suspirando molesta. Él se estaba retrasando.
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Un par de horas después, Lucy tomó sus cosas para retirarse por asuntos de trabajo. Lupa estaba enfurruñada en el sillón bastante molesta mirando la hora y aferrada a su celular esperando a que él le contestara los mensajes.
—No entiendo por qué no vino, si la semana pasada me prometió que estaría aquí hoy sin falta.
—Ya no tardará mucho en llegar —Lucy con poco interés le explicó—. Seguro viene en camino en estos momentos.
—¿Es que crees que sencillamente se le hizo tarde por más de dos horas? —Le preguntó con una mezcla de sarcasmo e ironía al que su madre no prestó atención.
—Me telefoneó anoche para avisarme que llegaría como a las cuatro.
Su hija abrió los ojos consternada.
"¡Maldita sea, Lucy!"
—¿¡Por qué no me dijiste eso en la mañana!?
—Se me pasó al distraerme con ese chico que se apareció de repente buscándote. No me acordé de decirte sino hasta más tarde.
"¡Estúpido Dustin!"
—¿Y por qué no me avisaste por teléfono con un mensaje como mínimo?
—Creí que Lacy te lo habría contado. Después de todo es por ella que él se iba a retrasar.
Algo mucho peor dirigido a su prima fue lo que Lupa pensó en esta ocasión, por lo que buscó serenarse horrorizada de sí misma.
Ahora tenía más sentido su retraso. Lo de la audición era muy importante para su prima, y por lógica sería también muy importante para él, pues comprensiblemente primero estaba Lacy. También se culpó a sí misma por no habérsele ocurrido que un inconveniente así podría ocurrir, y no preguntarle a su prima al respecto.
Su madre ya estaba por dirigirse a la puerta para marcharse ya sin avisarle, cuando tocaron a la misma, lo que la hizo chistar con fastidio, pero Lupa se emocionó por lo que fue la siguiente en ponerse de pie muy aprisa.
—Hola, Lucy.
El cuadro con el que Lupa se encontraría le pareció muy extraño, de cierta manera hasta surrealista. Su tío, un hombre pocos años mayor que su madre, alto, casi de un metro noventa, con el cabello blanco al igual que ella, aunque sin ser albino, con vestigios de una barba y bigote mal rasurados, estaba de pie en el umbral de la puerta mirando a su madre de frente. Lucy bajó la vista aferrando con más fuerza su bolso contra sí misma.
Aunque el tío Lincoln parecía también incómodo, tuvo la educación de saludarla buscando amenizar el ambiente.
—¿Cómo has estado? Espero que bien. ¿Vas a salir?
—Sí y ya se me está haciendo tarde, hermano. Adiós.
De manera apresurada lo pasó de largo para retirarse. Lincoln siguió con la mirada a su hermana un instante.
—¡Tío Lincoln, hola!
Lupa consiguió atraer su mirada hacia ella, entonces el hombre amplió su sonrisa inclinándose un poco y abriendo los brazos con sincera alegría.
—¡Lupa! ¿Cómo está mi sobrina favorita?
—¡Ahora está perfectamente!
Llena de emoción, la jovencita albina saltó hacia él abrazándolo estrechamente, disfrutando de la sensación de tener apoyada su cabeza contra su pecho sintiendo el palpitar del corazón de su tío. No cabía con la alegría y la paz que le generaba aquel acercamiento con el hombre que más amaba de toda su familia.
En realidad era el hombre que más amaba en todo el mundo, más que a su abuelo Lynn al que pocas veces veía, más de lo que cree llegar a amar a alguien a futuro, incluso a Dustin o cualquiera de los chicos que conocía en la escuela o los que llegara a conocer después, los cuales tenían más posibilidades de siquiera querer aunque fuese un poco, a diferencia de aquél cretino con el que su madre llegó a salir un tiempo y las abandonó poco antes de que ella naciera, por lo que no merecía la pena siquiera que lo considerara su padre.
"¡Basta!"
Se regañó a sí misma pues no había lugar para malos pensamientos en ese momento. Su amado tío Lincoln estaba ahí y era todo lo que debía importarle.
Su muy... amado... Lincoln.
—Ya quería verte, Lupa —con cariño le hablaba—, aunque esperaba hacerlo en la escuela durante la audición de Lacy. ¿Dónde estabas?
La jovencita reprimió su molestia por escuchar el nombre de su prima. Se suponía que este era su momento privado con él, el cual sólo tenía cada dos o tres semanas y siempre la trataba como lo más importante de su vida, salvo en las contadas ocasiones cuando por algún motivo se cruzaba algunas veces con la esposa de éste y su hija. No era justo, pero debió de verse venir algo así.
—Lu... mamá olvidó decirme que por Lacy no vendrías temprano y Lacy también olvidó decírmelo en la escuela, por lo que vine directo a casa pensando que no tardarías en llegar.
—Lo lamento, mi niña. Pero no iba a pasar por alto a Lacy.
Aunque no le gustaba, lo entendió y lo perdonó enseguida. Más por cortesía que por interés, le preguntó por ella.
—¿Y cómo le fue en la prueba?
Su tío suspiró.
—Pues... tuvo algunos tropiezos y olvidó algunas partes de la rutina que debía de hacer, por lo que no lo consiguió, lo que es una pena porque se esforzó mucho.
—Qué lástima.
Lupa se hubiera sentido auténticamente sorprendida si por el contrario Lacy lo hubiera conseguido.
—Sí. Iba a traerla conmigo para que los tres pasáramos juntos el tiempo y así animarla un poco. Pero dijo que se sentía bien y que de todos modos lo de su audición no fue tan importante como lo hizo parecer, animándome a que viniera a verte sólo yo como siempre. Aunque creo que en realidad prefirió la invitación a la hamburguesa doble con malteada que Lynn le invitó.
De pronto Lupa se sintió un poco culpable por acaparar a su tío cuando quizás su hija lo necesitaba. No estaba segura de creerse lo que Lacy le dijo, en especial al recordar cuando tiempo atrás, una vez Lupa le había hecho una pregunta a su jovial prima durante una de las pocas ocasiones cuando estaba lo suficientemente de buenas como para corresponder la amabilidad con la que ella siempre la trataba.
—¿No te molesta que tu papá me preste tanta atención?
—Pero si no es mucha. Yo lo tengo todo el tiempo. Es justo que con lo maravilloso que es, tú lo tengas también, aunque sea un poco.
Todo se lo había dicho sonriéndole con afecto. Era un hecho que Lacy la quería mucho, aunque Lupa no se explicaba el por qué, tal vez se debiera a que por su poca lucidez nunca captaba las evasivas o groserías que le hacía.
—Bueno, es una pena. Me habría encantado que estuviéramos juntos los tres.
Lincoln asintió a medias por su mentira, por lo que Lupa no estaba muy segura si la había descubierto en la misma.
—¿Y qué hay de nuevo, Lupa?
—Ven. Subamos a mi habitación —le pidió con un brillo en los ojos—. Quiero mostrarte el vestido que Liena me regaló el fin de semana pasado cuando vino.
Ignorante que no era por ella, sino por saber de otra de sus sobrinas, Lupa se emocionó por la manera en que Lincoln pareció entusiasmarse tras escucharla. El vestido era coqueto, con una minifalda verde oscuro y una blusita sin mangas verde claro, aunque no tanto de su gusto, consideró que estaba bien y la albina apreció el presente. Felizmente esperaba que su tío le diera el gusto bueno y entonces se lo modelaría.
Durante el trayecto a la habitación, ella lo rodeó con su brazo por la cintura, quedando su cabeza apenas por encima del abdomen de su tío. En respuesta, cariñosamente Lincoln le hizo una caricia paternal en el cabello, lo que frustró un poco a la muchacha pese a haberle gustado.
Si tan sólo su tío pudiese verla del mismo modo en que ella lo hacía a él, su felicidad sería absoluta.
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El aura que transmitía aquella mujer en la cafetería ponía un poco nerviosos al resto de los comensales.
Lucy no tenía ganas de volver a abrir su tienda ese día. Era una pena que no tuviera otra cosa que hacer por ahora. Pediría otro pastelillo de chocolate junto a un capuchino y se lo comería lentamente mientras revisaba su teléfono, haciendo tiempo en lo que terminaba la visita de su hermano a su hija.
Mirando algunas fotos que había tomado de los maltratados callejones camino al trabajo el mes pasado al encontrar interesantes las imágenes, terminó dando con una que Leni le había enviado un par de semanas atrás mostrándole los vestidos qué le llevaría por medio de Liena. Madre e hija estaban en ella, aunque a diferencia de su madre, Liena parecía forzar la sonrisa con la que la saludaba en la foto.
—*Suspiro*.
Por lo menos esta vez le mandaron un vestido negro, que admitía le había gustado mucho, con todo y que la gente a su alrededor la mirada con el acostumbrado miedo y temor que siempre proyectaba la dueña de la tienda de artículos esotéricos en la zona comercial céntrica del pueblo.
Miró con interés al dueño de la cafetería darle instrucciones al cajero. Era guapo. Por los chismes que de pronto corrían por ahí y de los que se enteraba con las pocas personas que trataba, escuchó que se había divorciado el año pasado debido a una muy fuerte diferencia de opiniones con su entonces esposa. Ella quería tener hijos, él no. Si no fuera por culpa de Lupa, tal vez se animaría a intentar algo con él.
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—Hola, Lucy. Me alegra verte de nuevo.
Como si nada y feliz por verla, optimista su hermana Leni la había saludado de esa manera trece años atrás, como si no le afectara el estado convaleciente en el que se encontraba sobre la cama en aquel hospital, conectada a todos esos aparatos con los huesos molidos debido al accidente que sufrió.
Lucy cargaba un termo donde guardaba un jugo "muy especial", que preparó con los extractos de aquella maldita planta con la que se había encaprichado durante sus estudios universitarios.
—¿Qué llevas ahí?"
Ella le preguntó. Entonces, descubriéndose los ojos y con un mortal objetivo en mente, le respondió a quién entonces acusaba como una de las culpables de sus desdichas antes de abrir el termo.
—Vine a despedirme de ti, hermana.
Trató de concentrarse en un video de horror que el algoritmo de la página que veía en el teléfono le sugirió. Cualquier cosa para distraerse era mejor que revivir el momento que le haría posteriormente tomar una decisión de la cual todavía se cuestionaba muchas veces si fue la correcta.
Se dijo a sí misma que era una buena persona, después de todo estaba criando a Luparia, aquella niña que consideró abortar.
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