La casa de las rosas

Segunda y última parte

Dejó el sobre con el dinero encima de la mesa, lo hizo con fuerza hasta que sintió pena por comportarse así, desesperada.

Está avergonzada, aún en shock, su mente no acaba de procesar lo que hace pocos minutos había ocurrido, ni por qué sus bragas estaban tan mojadas o por qué siente tanta atracción por ese erizo.

Su cabeza está hecha un lío, un verdadero desastre y sólo puede concentrarse en su zona palpitante de abajo.

El camaleón agarró el sobre, abriendo la pestaña para revisar la cantidad al tiempo que revisaba a la eriza de pies a cabeza, una rareza; realmente no le importaba si se veía desesperada o no, habían mujeres con pintas más aterradoras que otras.

Contó el dinero y al terminar, se dió cuenta de que el papel estaba arrugado, como si lo hubieran abierto en un arranque repentino, ¿La eriza habría puesto un poco más de dinero?.

— La cantidad es perfecta - dijo él — ¿quién te agrada?.

Señaló con su pulgar a sus espaldas, justo en la zona de baile del erizo con vetas rojas, sus mejillas estaban tan rojas que se contenía de hablar.

El camaleón apretó uno de los pequeños botones debajo del mostrador, una pequeña luz amarilla se encendió debajo del tubo donde Shadow se sostenía, era la señal.

— Habitación dos - dejó sobre la misma una tarjeta, similar a las de los hoteles.

Amy agarró la llave y la metió entre la bolsa de su falda apretada, comenzó a caminar hacía las escaleras hasta que notó al erizo por el que había pagado alejarse y entrar detrás del escenario luego de haber visto la luz encenderse.

Seguramente lo vería arriba, en pocos minutos.

Apretó la tela de su falda con ambas manos al terminar de subir las escaleras, ahora está de nuevo en el bar, la zona de arriba.

Observó de nuevo la llave consigo, el número de habitación y después se percató que detrás de la zona del bar estaban unas grandes escaleras, seguramente las habitaciones estarían en ese lugar.

Mientras se acercaba, podía escuchar algunas carcajadas de mujeres y otras pláticas un poco más serias. No sabía cómo Rouge conocía este lugar, ni por qué todo el ambiente parecía ser un poco agradable para ella.

¿Efecto de la marihuana en el aire?, probablemente si.

Su trayecto fue rápido, llegó a dónde esperaba, tres habitaciones con puertas diferentes junto con los números. La primera tiene una puerta de roble claro, seguida de una oscura y al final, una pintada con tono hueso.

Tomó la tarjeta y antes de poder meterla en la habitación dos, escuchó las voces de dos hombres acercarse e incluso sintió pánico. ¿En qué estaba pensando?, dejarse guiar por el instinto animal.

Pero era demasiado tarde para arrepentirse.

— ¿Buscas compañía? - un tono seductor susurró cerca de ella. El olor a colonia llegó a su nariz y cuando se dió la vuelta, se encontró acorralada.

Los dos erizos de antes, el cobalto y el albino. El erizo azul le miraba sonriente, recargado en la pared con ayuda de su brazo, impidiéndole regresar; el erizo albino se veía más calmado, con las manos llenas de cajas de chocolates y galletas, incluyendo algunas cartas con decoración de corazones.

— Sonic... ya sabes dónde está - dijo el albino al notar los nervios en el rostro de la eriza, no sólo eso, si no en qué ubicación estaba y los problemas grandes que podría traer.

— Shh, está bien - shitó a su amigo.

Amy no encontraba palabras, claramente quería evitar mirar abajo y encontrarse con la ropa interior de aquellos dos erizos. Con sólo verles el torso incrementaba el color de su rostro.

— Déjenla sola - una voz más profunda y ronca subió unas escaleras traseras ocultas, detrás del erizo albino se acercó el erizo de abajo, sus rubíes y sus jade se volvieron a encontrar.

Un pequeño shock para ambos verse otra vez.

— ¿Por qué siempre te quedas con lo nuevo? - escuchó al cobalto refunfuñar mientras Shadow volvía del shock, el azabache lo empujó con el codo para abrirse paso. No hizo falta quitarle a Silver, el mismo erizo más joven que ambos entró a su habitación para comer de sus regalos.

Definitivamente más listo que Sonic.

Shadow no respondió a la pregunta, en cambio se mantuvo cerca de la pequeña eriza hasta quitarle la llave y usarla para entrar a su habitación.

Ellos podían entrar durante sus descansos o cuando el club cerrara, sus huellas digitales eran leídas por las cerraduras inteligentes de las puertas, sin una llave como esa ni las clientas ni ningún otro personal podría entrar.

Sonic se quedó en su puerta, con los brazos en cruz e imitó el rostro enfadado de Shadow, Amy pudo notar la tensión, era como una competencia para ellos, una pequeña pelea.

El azulado le sonrió de vuelta a ella cuando se dió cuenta que lo miraba, una risa socarrona que molestó a Shadow; SU dinero, SUS clientas.

Cuando la puerta se abrió, Amelia no pudo ni siquiera contener aire cuando se sintió halada al interior hasta que la puerta se cerró y el cobalto gruñía quedándose fuera.

Cerró sus ojos de golpe al sentir el aliento caliente del azabache cerca de ella, su imponente presencia, el olor a colonia que abajo no había logrado captar.

Todo parecía oscuro, hasta que lo sintió alejarse después de escucharlo reir con sorna mientras abría sus párpados y unas luces tenues se encendían, el cuarto era grande, con mucho espacio.

Ventanas grandes a cada lado de la cama, cubiertas por cortinas eléctricas, las luces en el techo, una cama grande en su centro con las sábanas grices y negras.

No sabía qué decir, ni por dónde empezar, sólo lo vió regresar desnudo con una mirada intensa que le provocó el mayor rubor en toda su vida. ¡Lo vió!, lo vió colgar entre su entrepierna... largo, grueso y con un condón ya puesto.

Él soltó una pequeña carcajada al ver las acciones tan primerizas y tiernas, una eriza sin experiencia en clubs a punto se hacerlo, un pequeño pecado y probablemente su primer bocado en sitios así.

— ¡E-está desnudo! - se cubrió los ojos con sus manos, casi temblando.

— ¿Creíste que lo haríamos con ropa? - respondió con ironía hasta quedar a sus espaldas. Ella parecía querer quedarse en aquella posición — Tienes treinta minutos.

Recordó las palabras de Rouge de repente, la emoción y adrenalina correr por su sangre cuando caminaba hacía este edificio.

¿Dejaría que su miedo arruinara una noche así?, sus bragas no estaban húmedas por nada.

— No... - se quitó las manos de los ojos, sus orbes jade brillaron intensos cuando se dió la vuelta y pudo verle el rostro indiferente al erizo vetado — Tú tienes treinta minutos para complacerme.

Que Chaos viera el comportamiento de esta nueva eriza, ambos se sorprendieron por el tono seductor que ella poseía.

Él no sabía qué la había hecho cambiar de repente, supuso que tendría que hacer el trabajo de nuevo al tener a una errónea sumisa en su habitación, de esas se encargaba el albino; pues Shadow las detesta.

Sonrió y mostró sus colmillos, sus dientes brillantes. Ella comenzó por acercarse, atreverse a acariciar otro cuerpo lejano a los que conoció (que pocos fueron).

Pasó ambas manos por el pelo blanco de su pecho, suave y llamativo. El erizo frotó su nariz contra su mejilla, rozando un poco dándose cuenta del dulce olor que la hembra tenía.

Ella jadeó cuando las manos ajenas comenzaron a acariciar su figura, inició acariciando su pequeño busto hasta que sus manos contornearon su cintura, sus caderas un poco anchas.

Shadow gruñó cuando sintió que le jalaba sus púas traseras, entonces bajó el cierre de su falda ejecutiva con fuerza dejándola expuesta de la zona trasera; Amy pegó un pequeño grito, sus manos eran más rápidas de lo que esperaba.

— Veinticinco - gruñó cerca de su oreja rosada, ella sintió un pequeño cosquilleo en su espalda baja.

Le ayudó a quitarse la falda, bajándola entre algunas caricias con ayuda de los movimientos de la mujer, hasta que la prenda llegó al piso.

Su pequeño calzón nuevo que decidió estrenar justo hoy, con pequeños rasgos de lencería cara que le llamaron la atención al erizo.

Los jadeos pequeños y cortos continuaron, las caricias que se limitaban a ser como una pequeña práctica, quería descubrir los puntos sensibles para darle un buen servicio. Mejor que eso, aprovechar de su clienta con aire diferente.

Rozó con su mano su muslo izquierdo desnudo, forzándola a subirlo a su cintura para tenerla más cerca.

Ella fue la primera en comenzar a frotarse, le gustaba la sensación de la intimidad ajena rozando contra la tela de sus bragas mojadas, él estaba erecto y ella completamente lista para recibirlo.

Shadow se acercó al espacio entre su rostro y hombro, ese hueco que expone su dulce aroma; ella sintió los labios húmedos del erizo sobre su cuello, sentía escalofríos y una que otra cosquilla.

Está perdida en el calor que incrementan, las caricias dejaron de ser suaves de repente, incrementaron y se volvieron ansiosas. Como si se necesitaran desde hace tiempo, sus cuerpos les obligaban a mantenerse cerca.

La llevó a la cama, sosteniendo sus muslos en su cadera mientras la recargaba sobre las sábanas, las púas de Amy se extendieron por la cama mientras se miraban a los ojos.

Esa sensación de cercanía, una chispa extraña de fuerza y posesión que volaba entre ambos.

— Ngh... veinte - chilló la eriza al escucharlo mencionar, le tomó de sorpresa pues las manos azabaches abrían los botones de su camisa para liberar esos pequeños senos.

El frío en su pecho le hizo retorcerse hasta que la prenda que la cubría fue al suelo, el erizo comenzó masajeando aquellos pequeños senos que resultaban adorables y bonitos.

Ella bajó sus manos por la espalda oscura hasta llegar a la cola, al tomarla lo sintió sobresaltarse, pensó que lo había molestado; todo lo contrario.

Vió su cabeza agacharse, después los pequeños chuponcitos en sus senos fueron la causa de sus primeros gemidos satisfactorios, ella empujó inconsientemente sus caderas hacía delante, chocando perfectamente contra un miembro viril.

Shadow confío en que era la señal, delicadamente acomodó sus piernas y mientras los besos a sus senos seguían; el erizo bajaba las bragas hasta dejarlas a un lado, sujetando sus muslos acarició de arriba hacía abajo sus piernas tonificadas. 

Amy se mordió el labio inferior cuando sintió que algo frotaba en su entrada, apretó las sábanas antes de pasar sus manos a los brazos del azabache.

Fue amable introduciéndose dentro de la chica con lentitud, dejando que se acostumbrara a tenerlo, ella le enterró las uñas y gimió con fuerza al sentir al invasor.

La lentitud lo desesperaba, pero debía admitir que por dentro estaba tan apretada que le gustaba quedarse así, quieto y dentro de su pequeño cuerpo.

El látex del condón era molesto, claro que si, pero reglas eran reglas y entonces, viendo que la rosada lo disfrutaba, empezaron las embestidas.

Lentas y profundas, parecía que todo el profesionalismo que había formado con los años se había marchitado, la cama se movía casi entera, sus piernas colgaban y se meneaban lado a lado sobre la cintura masculina.

Sus mejillas completamente rojas y calientes al tiempo que gemidos abandonaban su boca, los gruñidos del macho le calentaban, le mojaban cada vez más hasta que sus embestidas lentas comenzaron a aumentar.

Pronto se tenían abrazados mientras el vaivén de sus pelvis seguía, ¿cuántos minutos habían pasado ya?, ¿15 o veinte más?, los treinta minutos fueron olvidados y hasta se fueron a los extras.

Aruñó su pecho, jaló de su pelo y él le apretaba los senos, los mordía ligeramente al igual que el cuello, la estaba marcando como a ninguna otra.

Sus ojos volvieron a encontrarse, llenos de éxtasis y de un sentimiento más allá del deseo que ninguno podía entender.

Entonces el cuerpo de Amy tuvo su segundo orgasmo, ambos los sintieron bajar e inevitablemente compartieron la perfecta satisfacción.

Cerraron con un beso más apasionado de lo que habían imaginado, él no besaba a sus clientas en la boca pero ella... ella era diferente.

— Ni se te ocurra contratar a otro - advirtió casi como una amenza al tiempo que gruñía — mucho menos a Sonic.

Salió de ella, apretando la mandíbula pues le apretaba fuerte; ella se giró quedando boca abajo y este aprovechó la situación para volver a quedarse juntos.

— ¿Quién es... Sonic? - jadeó recuperando el aliento, pero sólo pudo chillar una vez más al sentir tan repentino ataque, Shadow se introdujo de nuevo en ella.

Sus caderas y su trasero era perfecto, le gustaba que fuera grande.

Entonces se agachó un poco para quedar a la altura del oído femenino, mientras tanto, sus manos masajeaban ambas nalgas.

— No necesitas saberlo... - mordió su orejita y el vaivén continúo.









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