Epílogo


Estaba allí parado, con las piernas que me temblaban y las manos sudorosas. Las pocas personas que habíamos invitado estaban allí, expectantes a las grandes puertas de entrada.


Se abrieron lentamente, habíamos escogido una capilla pequeña, un sitio hermoso, pero a su vez acogedor. Eva caminó delante dejando caer pétalos de rosas blancas y London entró detrás, con su brazo enlazado al de su padre.


Estaba maravillosa, sentí famosas mariposas recorrer por mi estómago hasta mi garganta o quizá eran los nervios. Sonreí, porque verla de blanco era algo que no podría olvidar jamás, el recuerdo más hermoso de la mujer que amo.


Su padre se detuvo frente a mí, estaba tan serio como siempre, pero a diferencia de las primeras veces que nos vimos, esta no tenía ese temor de causar una mala impresión ni que fuese a matarme allí.


—Te entrego lo más preciado de mi vida, cuídala y trátala como se lo merece cada día de su vida. De lo contrario, no te bastará todo el dinero del mundo para ocultarte de mí y me encargaré de hacerte pagar por cada una de sus lágrimas —sentenció colocando su mano sobre la mía.


Sabía que aquella era su manera de decir que London se merece lo mejor y que no aceptará menos para su hija. Ella me miró a través del velo, incluso con el puesto podía ver sus mejillas ruborizadas, no importaba cuanto tiempo transcurriera, London continuaría teniendo esa timidez e inocencia que la caracterizaban.


—Estás maravillosa —susurré a lo que ella sonrió ampliamente.


—Puedo decir lo mismo de ti cariño —murmuró.


No recordaba si alguna vez me había llamado de esa manera, pero sin duda se sentía reconfortante.


La ceremonia dio comienzo, todos se sentaron, el padre comenzó a hablar, miré entre la multitud de reojo a mi padre, estaba junto a Eva y junto a Marina. No había tenido la oportunidad de hablar con ambos, pero cuando pudiera les daría mis felicitaciones por el comienzo de la relación, claro sin que Eva lo sepa.


De momento llegamos a la conclusión de que todo es demasiado reciente para ella y aunque estoy seguro de que a futuro mi madre logrará rehacer su vida, ahora mismo es algo que no queremos Eva descubra.


London en su caso tenía a toda su familia allí, estaba su abuela incluso, algo que fue un poco impactante de ver. Chéster vino con Camille, no me esperaba que de esos dos saliese algo, pero según las palabras de London, a su hermana le gusta.


De repente las puertas se abrieron, todos nos dimos la vuelta para mirar, entró mi abuela y enlazada a su brazo venía mi madre que tenía unas gafas puestas. Me quedé helado pensando en que podrían intentar interferir en la ceremonia; sin embargo, caminaron en medio del silencio y tomaron asiento a una distancia prudente.


London presionó mi mano, como si quisiera decirme que podía estar tranquilo y yo miré al frente. Por primera vez en mucho tiempo me sentía aliviado.


La ceremonia transcurrió calmada y llegó el momento de intercambiar votos, de dejar fluir nuestros sentimientos. Así que comencé yo.


—Alguna vez en mis malos momentos le pedí a la vida que mi familia estuviera a mi lado, que quería tener a alguien que nunca me soltara, que me tomara fuerte y fuese capaz de acompañarme a mis peores batallas. En esos momentos no comprendí a la vida, no entendí por qué no me estaba dando lo que le pedía y ahora que te tengo en mi vida London Spooner, lo comprendo. La vida me estaba reservando para ti, estábamos destinados a ser, a cruzarnos y aventurarnos. —hice una pausa cuando sentí que mi garganta no paraba de temblar, tomé el profundo aire antes de proseguir—. Tengo certeza de que quiero caminar a tu lado por el resto de mis días, que quiero que seas mi compañera y mi apoyo. Quiero acompañarte en la salud, en la enfermedad, en las buenas y en las malas si así me lo permites.


Cuando terminé la sala completa se quedó en silencio, London se quitó el velo del rostro, sus ojos estaban a punto de desbordar lágrimas y entonces fue su turno.


—Amor siempre fue una palabra muy grande en mi vocabulario, siempre pensé que el amor se presentaba una sola vez en la vida y que esa era la persona elegida para compartir el resto de tu camino. Cuando te conocí estaba en el momento más roto de mi vida, sin saber quién era y hacia donde iba, sin recordar el valor que tenía. Tú eres la persona que me recordaste como era el verdadero sentimiento del vivir, que la vida es impredecible, loca y emocionante. —me tomó las manos—. Me recordaste como se sentía el ser amado, el ser protegido y el significado de la lealtad. Contigo recordé mis raíces, volví a sentirme una niña pequeña, una mujer y ahora me enseñarás lo que es ser una madre. Te elijo para ser mis alas, para ser mi compañero de vuelo, te elijo en las buenas y en las malas, porque tú me demostraste que sin importar las circunstancias no me abandonarías.


Me quedé sin palabras, porque a pesar de todos los días demostrarnos el hermoso amor que nos tenemos, nunca podría haber imaginado que London se sintiera de ese modo conmigo y lo hacía.


Eva entonces caminó con una pequeña caja entre las manos y nos la entregó, adentro estaban nuestros anillos. Le coloqué el suyo con dulzura y ella colocó el mío, el padre al fin nos permitió sellar nuestro amor con un beso.


Fue el beso más puro e inocente que pudimos tener a lo largo de nuestra relación, pero hermoso. Al finalizar caminamos en dirección a la salida, iríamos a un salón en el cual se realizaría una pequeña reunión de convivencia, pero antes de eso quería tener una conversación con mi madre, que había vuelto de su viaje de manera repentina.


Cuando salimos ella no tardó más que unos segundos en salir, London no se había subido en el coche aún y podía deducir por qué no lo había hecho.


—Puedes subir primero —intenté persuadirla para que no tuviera que pasar por aquella situación.


—No lo haré, quiero hablar con ella también, creo que aunque todo sigue siendo reciente para ella si está aquí es por una razón Queen —dijo London parada a mi lado.


Mi madre pareció tener una pausa, como si tuviera dudas de esa proximidad, pero al final caminó hasta nosotros y se paró frente a mí.


—Puede que usted tenga mucho que decir, pero quiero ser la primera en hablar. Después subiré el coche y les dejaré tener una conversación un poco más privada. —comentó London cruzada de brazos—. No voy a intentar victimizarme, a estas alturas ya he dejado en claro que no me siento culpable por haber sido engañada. Lo único que me hace sentir verdadera culpa es no haberle dicho la verdad antes, haberle hecho convivir conmigo de forma inconsciente cuando eso debió de ser su decisión.


Los tres nos quedamos en aquel silencio, vi que mi madre tenía la mirada puesta en el suelo y tuve dudas de como marcharía todo esto de ahora en más.


—Quiero ofrecerle mi más sincera disculpa, decirle que nunca me burlé de usted, porque sabía que era tan víctima como yo. Quiero disculparme por no decirle todo lo que sabía antes y por permitirle seguir en ese matrimonio que no le permitiría ser feliz. —dijo en un hilo de voz London—. Realmente lo lamento, espero que algún día me dé la oportunidad de redimirme y demostrarle que no soy la mala del cuento.


Tras decir aquellas palabras, London abrió la puerta del coche, estaba a punto de subirse cuando mi madre la tomó por el brazo. Yo era simplemente un espectador, por supuesto no iba a permitir que mi madre le hiciera ningún tipo de daño a London, pero hasta que no viese que tenía esas intenciones no iba a interferir en su conversación.


—Gracias —susurró mi madre con la voz ronca—. Te agradezco por no permitir que me perdiera de la boda de mi hijo. Si no hubiera venido probablemente me arrepentiría el resto de mi vida y sería incapaz de comprender el verdadero amor que ambos sienten. Escuchar a un chico tan dañado como lo ha sido mi hijo decir palabras tan profundas, cuando sé que incluso decir te quiero es un sacrificio para él, me ha hecho entender que aunque me interpusiera entre ambos toda mi vida nada cambiaría.


—Señora, yo...


—No tienes que decir nada más, el tiempo sanará lo que tenga que sanar, de todos modos quiero decirles que les deseo felicidad a ambos —dijo al fin.


London no dijo más, se subió al coche y yo me quedé a solas con mi madre. Ambos intercambiamos miradas que hablaban por sí solas, ella me extendió sus brazos y me rodeó entre ellos.


Me sentí como si hubiera vuelto a ser un niño pequeño, como si todo el tiempo en el que esperé exactamente este abrazo lo valiera y rompí en llanto. Siempre supe que estaba roto, pero imaginarme el peso que llevaba sobre los hombros no estaba ni cerca de la realidad.


Cuando regresé me había negado a este abrazo y ahora que me lo permitía comprendía muchas cosas, lo necesitaba a gritos. A ese abrazo se unió mi abuela, que me frotó lentamente la espalada, fue como si ahora lo comprendieran, que todo esto era el dolor de años acumulado.


Lloré, no sé cuanto tiempo, no sé qué tan ridículo me veía ni tampoco me importaba, porque fue algo necesario. Otra cosa que le debía a London, no sabía como logró que mi familia viniera, pero estaba tan agradecido, me sentía de un modo que era complicado de explicar, liberado quizá era la palabra adecuada.


—Ve, ahora es momento de que disfrutes de tu vida de casado —susurró mi madre con su voz entrecortada—. Ya habrá tiempo para nosotros.


—Disfruta Queen —agregó mi abuela dejando un cálido beso en mi mejilla.


Asentí y me apresuré a subir al coche. London colocó su mano encima de mi pierna mientras el coche empezaba a avanzar y yo no podía dejar de mirar por la ventana.


—Nunca me olvidaré de lo que has hecho por mí London —le dije sintiendo mi garganta arder.


La fiesta fue hermosa, pudimos interactuar con todos, reírnos, disfrutar y cuando todo acabó, al fin nos marchamos a un hotel de lujo, en dónde pasaríamos la noche para mañana emprender el viaje.


En la puerta del hotel detuve del brazo a London, que ahora, en cambio, llevaba un vestido blanco más corto y cómodo, el que se había puesto para la fiesta. La levanté en mis brazos, ella se empezó a reír como si la situación le causara muchísima gracia.


—¿No quieres llegar a la habitación en los brazos de tu esposo? —pregunté con la voz ronca.


—La gente Queen —me miró con sus mejillas ruborizadas.


—La gente me da igual London, me apetece hacerte la mujer más feliz del mundo y que las demás mujeres se mueran por tener lo que tú tienes —le respondí soltando mi profunda respiración cerca de su rostro.


—Pero, si eso ya ocurre —murmuró pasando sus dedos de forma juguetona por mi pecho—. Eres lo que muchas mujeres querrían tener.


Cuando ingresé al hotel con ella en brazos, apoyó su rostro contra mi pecho, avergonzada y eso hizo que una enorme sonrisa se depositara sobre mis labios. Lo complicado fue tomar el ascensor, London tuvo que darle al botón porque tenía las manos ocupadas.


La bajé en la puerta de la habitación para abrir, la llave me la habían entregado la noche anterior, ya que la pagué con anterioridad para que nada arruinara nuestra noche. Al abrir London intentó avanzar, pero no se lo permití, volví a levantarla, pero en esta ocasión no fue de ese modo, ella enlazó sus piernas en mis caderas y mis labios fueron a los suyos con ferocidad.


La apoyé contra la pared, le acaricié las piernas suavemente y subí mis manos por debajo de su vestido, sintiendo el calor subir por mi cuerpo.


—Me continuarás deseando luego de este modo —preguntó separando sus labios de los míos y clavó su mirada en mí.


—Te voy a desear cada día de mi vida, por el resto de la eternidad —susurré antes de volverla a besar.


La llevé a la cama, esa noche no la toqué como lo haría normalmente, lo hice con amor, con todo el amor que he tenido para ella en este tiempo. Al terminar ella se recostó sobre mi pecho, la escuché respirar con profundidad y me sentí satisfecho.


—Esto es lo más hermoso que nos ha pasado en mucho tiempo —dijo con una sonrisa.


—¿Hacer el amor de esta forma? —pregunté mirándole el rostro y ella levantó la mirada negando.


—Me refiero a lo nuestro, a esta paz que estamos teniendo, me refiero a la boda y a la espera de nuestro bebé —me acarició el pecho lentamente—. Esto me hace muy feliz, tanto que se siente como un sueño.


—Es nuestro sueño —le besé la frente—. Tendremos un pequeño corriendo por toda nuestra casa, ya se terminaron los malos momentos.


—Te amo Queen —se aferró a mí con más fuerza—. No me cansaré de decirlo nunca.


—También te amo London —respondí.

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