Requisito 5:¿Existe la posibilidad de un beso?
Mi padre me había dejado sola en el comedor con la excusa de que debía irse a vestir o mamá lo llevaría a jalones a su habitación; me quedé sola con mis propias meditaciones y me di cuenta que había estado reteniendo el aire en todo el proceso de conversación.
Si o si tenía que calmarme o alguién se daría cuenta de que todo era una farsa, por lo que rapidamente me encaminé hasta mi cuarto y busqué algo rápido para vestirme y arreglarme, siendo consciente que al final de todo mi estilo de prometida me había quedado sin fuerzas de nada. Me observé en el espejo de cuerpo completo y encontré que ni siquiera aquellos jean sueltos y aquella blusa blanca de botones perlados me hacían sentir menos culpable. No había iniciado el verdadero momento en el que tendría que fingir pero de solo imaginarme en medio de todas las cámaras, en medio de toda la prensa husmeando, me causó náuseas. Me detuve al menos unos cinco minutos ahí, únicamente para resguardar la imagen original de la verdadera Teira Templeton. Sabía que mi forma de ser y la mujer que siempre había querido ser eran mucho mejores versiones que la del futuro; mi figura delgada, mi cabello desarreglado y mi estilo informal y sin esfuerzo, a ella era a quien debía tener presente en todo momento o el mundillo de Killiam me absorbería y al final no quedarán más que sobras de mi.
No te pierdas en el proceso. Me dije a mi misma con toda la convicción mental del universo.
—¡Hija, date prisa! —escuché como mi madre gritaba desde la planta baja..
Terminé de peinar un poco mi cabello y bajé las escaleras de mi casa, siendo ojeada por mi familia que estaba a la expectativa de cualquier noticia por mi parte. En fila india, de menor a mayor salimos de la casa Templeton para adentrarnos en la casa de los Hastings.
Mi padre se tomó la amabilidad de tocar el timbre, siendo recibido de inmediato por cierto cómplice al que tenía muchas ganas de asesinar. En el momento en que este abrió la puerta de su casa quise clavarle una estaca en la cabeza, todo este teatro de la reunión de compromiso me empezaba a parecer demasiado. Sin embargo, enfrente de mis padres y del papá de Kill no podía hacer más nada que sonreír como una mansa paloma o podía poner la balanza a mi favor y hacer algo de lo que seguramente mi querido amigo no se esperaría.
En un impulso idiota de mi parte dejé que todos pasaran hasta dejarme en frente de un Killiam nervioso, y con toda la intención del mundo, le estampé un beso en la boca.
Aquella invasión claramente no se la esperaba el pelinegro, quien tuvo que sostenerse de mi cintura y cerrar los ojos para no levantar sospechas. El roce fue un poco brusco por lo que no disfruté mucho la forma en la que nuestro primer beso se daba pero no me importó, yo quería que Killiam se diera cuenta de lo molesta que estaba.
¿No quería él un compromiso falso?
Pues que lo aproveche.
💙💙💙💙💙💙
En el segundo número cinco de aquel beso intenté alejarme para dejarle en claro mi punto; no podía ir por ahí diciéndole a todo el mundo que se casaría conmigo pero Kill no me la dejó fácil tampoco y afianzó su agarre a mi cintura y afincó más los labios encima de los míos, siendo los dos partícipes de la primera guerra de besos en nuestra falsa relación.
El espectáculo se convirtió en una clase de sentimientos encontrados, una novedad que nunca había experimentado, este era mi primer beso con Killiam. Al escuchar unas cuantas gargantas carraspeando, los dos decidimos ponerle fin al asunto y separar nuestros labios.
Al abrir mis ojos, fui consciente de los suyos que me veían un poco nerviosos y…¿deseosos?.
De acuerdo, esa revelación si que no me la esperaba.
—Bueno familia, eso sí que es una excelente manera de darle inicio a la celebración —intervino mi hermano gemelo número 1, Terrence junior, quien llevó una tunda por parte de mi padre que se saludaba de puños con el papa de mi mejor amigo.
Los nervios por parte de mi amigo no dejaban de florecer, dándome indicios con la mirada de que en esta oportunidad no sabía qué cornos hacer o decir. Sin embargo, yo tampoco tenía nada para decir. Aquel beso me había dejado noqueada y llena de sorpresas; pude sentir mis labios un poco hinchados y con un hormigueo excitante.
—Bueno Terry, dejemos a los tortolos platicar un rato a solas. –acudió al rescate el padre de Kill. –Pasemos al patio trasero para almorzar todos juntos. Lucy, trae unas cuantas copas para hacer un brindis –escuché como le decía el señor, a la hermana melliza de mi amigo.
No había siquiera reparado en el hecho de que todos estaban ahí, pues no podía retirar mi vista de mi supuesto prometido. Todos se fueron poco a poco de la sala de la entrada, dejándome a solas con él, que no sabía en dónde esconderse.
—Bueno, creo que con eso ya ha quedado claro que podemos fingir excelentemente —murmuró sin verme en realidad, rompiendo mi corazón en el acto.
¿Qué había dicho? ¿Fingir? ¿Acaso todo el beso fue una farsa para él?
«¿Cómo pensaste que Killiam tendría otro tipo de reacción?» Me dije
mentalmente, queriendo darle un golpe en los testículos.
—Claro, todo es para que no piensen que es mentira –agregué, tratando de recomponer mis sentimientos y volver a ser la prometida falsa. No me iría del almuerzo, pero desde ese momento en adelante, las cosas serían muy diferentes en este pacto entre amigos.
Lo dejé ahí parado, sin dirigirle alguna otra palabra y me fui directo al patio trasero, dónde todos ya estaban sentados degustando el banquete que la familia Hastings había preparado.
El hogar del padre de Killiam era tal cual como cuando yo era una renacuajo de cinco años que andaba correteando con el otro renacuajo. Los ventanales abiertos, las cerámicas blanca bien pulidas, los portales dobles de color plomo y las escaleras en forma de caracol que daban hacía los dos pisos superiores. Más que una casa, tenía pinta de fortaleza italiana.
En la mesa una cantidad de platillos me dieron el hambre suficiente como para olvidar por un instante el trago amargo que me estaba haciendo pasar Killiam con sus ocurrencias.
Tomé mis cubiertos y mientras comía un poco de ensalada con pollo continué vagando, solo para no tener que pensar en que decirle a nuestros padres que de seguro estaban sumamente ansiosos por preguntar cuándo sería el matricidio.
—Bueno ya que mi hijo está un poco nervioso, pienso que es un buen momento para hacer un brindis. –intervino después de varios minutos, el padre de mi “prometido”.
—Creo que yo también me sumo –secundó mi padre la moción, subiendo su copa de champagne por encima de su cabeza.
—Chicos de verdad que no hace falta –les rogué, queriendo evitar más bochornos por el día de hoy.
Mentir sin saber que decir para continuar la mentira solo me hacía querer salir corriendo.
—Por supuesto que hace falta querida –insistió el señor Hastings, pidiendo con un ademán de su cabeza que todos alcen sus copas en honor a los futuros novios.
—¡Por un matrimonio próspero y lleno de felicidad! —brindaron todos.
Las mejillas empezaron a ponerse muy calientes, cuando en eso sentí la mano de Killiam apretar la mía. No quise mirarlo en ningún momento, solo retiré mi mano de la suya y escuché la conversación que a medias tenía mi “cuñada” con mi hermana.
—Hay que empezar los preparativos del vestido —comentó Tammy y de inmediato sentí un dolor de cabeza interminable.
Cerré los ojos un segundo para no exteriorizar todo lo que guardaba por dentro y cuando los abrí, las miradas seguían ahí, a la expectativa. Killiam ni siquiera hacía el intento de cubrirme, si no que estaba igual de mudo, si así iba a ser la mayoría del tiempo no me creía capaz de continuar con el pacto.
—Entonces chicos, ¿Para cuándo tienen pensado realizar la ceremonia? –preguntó el gemelo número 2, Troy.
—Dentro de tres meses. –dije yo.
—Dentro de tres semanas. –dijo Killiam.
Las caras confusas de nuestros padres y nuestros hermanos fue épica, casi que tuve que contener la risa. Nosotros no estamos preparados para mentir.
—La verdad es que, tenemos planeado que sea dentro de poco –aclaró mi mejor amigo, volviendo a juntar nuestras manos; está vez por encima de la mesa. En muestra de evidencia. –Mi representante exige mi asistencia al próximo súper tazón y creo que sería propicio presentar a mi futura esposa frente a todos mis colegas del fútbol.
Lo miré de reojo, escuchando cada una de sus palabras con asombro. El chico de verdad estaba metido en todo el asunto, no había marcha atrás.
—¿Irse? –interrogó mi padre y de inmediato sentí que no le gustó la idea.
La conversación se centró en futuro yerno y suegro, los demás no decíamos ni una sola palabra.
—Pues, los dos pensamos que sería extraño vivir aquí en el pueblo cuando estamos acostumbrados a nuestras vidas en la ciudad.
–Pero Teira vivía en Chicago –dijo mi padre.
Mi amigo se quedó sin defensa alguna pues sobre mi vida en Chicago él no tenía conocimiento. Solo que yo le permitía saber.
—El plan es una vez terminada la temporada de juegos, irnos hasta Chicago y buscar un lugar para los dos.
—¿Entonces renunciarías al puesto de coordinadora en el colegio? –hizo la pregunta mi madre, siendo esta la cuestión más difícil de contraatacar.
Ladeé el rostro en busca de la ayuda de Kill y este sonrió como si nada, respondiendo en el acto.
—Se que a todos les parece una idea descabellada, pues Teira y yo recién nos reencontramos después de mucho tiempo sin vernos pero les aseguro –dijo muy serio, mirando a nuestros padres de forma individual, –que el amor que siento por ella no me deja pensar en más nada que ser el único hombre en su corazón.
No sabía que era peor, haberme quedado callada para escuchar tal teatro falso o ver las sonrisas enormes de mis padres y el suyo figurar en sus caras, demostrando estar de acuerdo con las “dulces” palabras de Killiam mentiroso Hastings.
Le propiné un golpe directo en su pierna mala, para hacerle saber que se estaba pasando de la raya pero este fingió demencia y continuó masticando su almuerzo como si nada.
—Pues entonces creo que no hay mucho que discutir en esto, ¿Cierto Terrence? —se dirigió el señor Hastings a mi progenitor, quien asintió feliz
—Completamente de acuerdo Kevin, es más creo que es propicio que la ceremonia se célebre dentro de una semana –determinó mi papito, haciendo que mis ojos se abrieran como platos.
¿¡Una semana!?
¡Ahora sí que Diosito nos agarre confesados!
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