Venganza
Estábamos en mi salón. No sabía cómo había conseguido reunirlos a todos allí, pero lo había logrado. Nadia también estaba allí para cotillear, aunque me dijo que se iba a mantener al margen. No se lo creía ni ellas.
Había varias conversaciones simultáneas, el ruido, los cuchicheos no cesaban, así que tuve que interrumpir.
—Por favor, chicos y chicas—añadí tras la mirada de Gema. Todos se callaron y me prestaron atención—. Tenemos temas serios que tratar.
—Decíme una cosa —comentó Chad con su claro acento argentino—. ¿Qué hacemos acá?
—¿Que qué hacemos? —pregunté incrédulo—. Después de la chapuza de secuestro que organizasteis tendremos que organizarlo mejor.
—¡Eh! ¡No fue una chapuza!
—Gema, chiquita, por lo que me han contado fue chapuza máxima —comentó Nadia entrando en la conversación.
Como vaticinaba ella no se iba a callar. La miré, apretando los labios. Ella levantó las manos en señal de inocencia e hizo como que se cerraba la boca con cremallera. Seguía sin creerla.
Gema tan solo bufó en respuesta, aunque no pudo rebatir. Lo había sido. La verdad es que cuando Dani me secuestró me lo esperaba y, como normalmente ocurre, mantuve la calma. Pero tengo el orgullo un poco herido después de que ella se escapara a por un dulcecito Bimbo. Un desafío es un desafío.
—La niña ponemotes es un hueso duro de roer —comentó Gema de nuevo, con cierta acritud.
—Lo sé, Gomita, digo... Gema —rectifiqué tras la mirada de rencor que me lanzó.
—Yo creo que no podemos hacer nada contra ella —opinó Vlad, que estaba muy callado.
Me puse a dar vueltas por el salón pensando.
—Lo cierto es que la rubia conduce re mal —volvió a comentar Chad—. ¡Fuimos unos boludos al dejarla manejar!
—Mira, bombón, tú estuviste de acuerdo con eso.
—Encanto, entonces no sabía que re loca eras.
Seguían discutiendo y yo no podía pensar en condiciones.
—Uuuuuy, es guapito pero tiene mala leche, ¿eh?
De nuevo miré a Nadia, que se había dirigido a Gema. Lo que me faltaba era que hicieran equipo estas dos. Me volvió a mirar con cara de inocente y se calló otro rato.
—A ver —los callé de nuevo—. Necesitamos algo que le duela. Se pasó por el forro ese chiste de secuestro y es porque le daba igual. Pensemos... ¿qué le duele?
Todos comenzaron a pensar, pero de pronto lo vi claro.
—¡Tortura!
Las caras de sorpresa de todos fueron épicas. Nadia abrió mucho los ojos, me conocía lo suficiente para saber de qué hablaba. Soy un tío pacífico, normalmente, pero si hay que ensuciarse las manos habrá que hacerlo. Ella negó con la cabeza, no creyéndose que realmente había pensado en eso. Todos los demás esperaban mi explicación.
—¡Os tengo que torturar!
—¡¡¿¿QUÉÉÉÉ??!! —me gritaron todos.
—¡Claro! —continué impertérrito—. Ella es fuerte, pero sí sufre por vosotros, ¡quiere saber de vosotros! Así que os tengo que torturar para torturarla a ella psicológicamente. ¡Es una ideaza!
—¡Sos un pelotudo!
—Coincido con el buenorro, estás muy loco. Boludo es eso, ¿no?
—No, rubia —le dijo, para luego dirigirse a mí de nuevo—. Pero eso también lo sos.
—Yo estoy con ellos, no veo viable lo de la tortura, sobre todo porque tú sales indemne —añadió Vlad.
—A mí no me tiene tanto cariño como a vosotros. —me encogí de hombros.
No les sirvió y no me dejaron continuar con mi plan, menudos blandengues. Era una idea genial y me la estaban echando por tierra. Tendríamos que torturarla con otra cosa. Se me ocurriría en el camino.
Esta vez el que llevó la furgoneta fui yo, no quería otro numerito como el de la otra vez. Nadia no quiso venir, no la culpo, no tiene por qué delinquir. En esta ocasión estábamos más organizados, no se me da mal esto del crimen. Intenté pasar por zonas donde no hubiera bailarinas exóticas, ya había comprobado que Vlad se dispersaba con facilidad. La primera parte del plan la ejecutamos a la perfección, por fin teníamos a Dani, atada de pies y manos y con un saco en la cabeza para que no viera a dónde nos dirigíamos.
—¿Otra vez vosotros? ¿Me vais a llevar a comer otro negrito Bimbo?
La tía estaba tan tranquila, me parecía increíble.
—Le tendríamos que haber tapado la boca, no hay duda.
—Gomita, te estoy escuchando.
Vi por el espejo retrovisor la cara de odio de Gema. No pude más que sonreír, me lo pasaba bien con esta chica y no quería hacer esta venganza, pero estaba en juego mi honor.
Por fin llegamos al sitio que teníamos preparado y la dejamos en una silla en mitad de la sala. Le quitamos el saco de la cabeza. Ella no pudo más que entrecerrar por la molestia que le produjo la luz.
—¡Hey! Os habéis pasado con la potencia de ese foco. ¿Acaso pretendéis dejarme ciega?
—¡Si nos dejas tranquilos no te dejaremos ciega! —comentó Vlad.
Daniela solo rio por ello, no se creyó el farol. ¿Este hombre no era jugador? Tendría que tener más controlada su cara de póker, o tal vez es que ella lo conocía demasiado.
—Bueno, esta es la cosa —dije finalmente haciéndome cargo de la situación—. Te hemos secuestrado y traído hasta aquí sin que nadie se enterara... Eso te da la idea de que podemos hacer ciertas cosas, ¿verdad?
—¿Y qué queréis? ¿Un premio?
Creo que se me escapó una breve sonrisa, pero intenté enmascararla.
—¡Queremos respeto! ¡Tus motes son absurdos! —Gema seguía con su guerra.
—Pffff, paso.
Sujeté a Gema, que iba hacia ella un poco desquiciada ya.
—Mirá, Dani —empezó Chad conciliador—. Yo sé que me querés, ¡pero eso de secuestrar es de locos! ¡Tenés que parar! Estamos intentando hacer una vida en nuestros libros.
—¡Os estoy mejorando la promoción! —se defendió.
—Eso es cierto —le concedí—. Pero no es menos cierto que nos secuestraste y la venganza es necesaria.
—¿Esta es vuestra venganza? ¿Hablar conmigo? Os vais a morir de hambre en esta profesión.
—¡Se acabó! ¡No acabaré con Loreta nunca! Me da igual lo que diga Mila. ¡No lo haré!
—Y yo me pienso liar con Hugo. Nada de que tenga citas contigo.
Dani frunció el ceño, no le estaba gustando nada lo que escuchaba. Continuaron diciéndole todo aquello que se negarían a hacer o que harían solo para molestarla. Yo me crucé de brazos, con una leve sonrisa en la cara. La situación era un poco surrealista. Se explayaron todo lo que quisieron y comprobaron que Dani estaba más seria de lo que era normal en ella.
—Bueno, chicos. Es suficiente —los paré—. ¿Qué Dani? ¿Vas a atender las demandas o no? —le pregunté entonces a ella.
Estuvo callada unos momentos, parecía que meditando bien la respuesta.
—Está bien. Dejaré de poner motes absurdos y dejaré de secuestraros.
Abrí los ojos sorprendido, no me esperaba aquello. Los otros tres estaban como yo, pero la ilusión comenzó a brillar en sus ojos.
—¿Posta? —preguntó Chad.
—¿Qué carajo es posta? —pregunté, no era momento para no entendernos.
—¿En serio? —me contestó a la vez que se lo preguntaba de nuevo a Dani, bastante ilusionado.
—¡No! ¡Para nada! ¿Cómo voy a dejar de poner motes? ¡Son geniales!
No lo pude aguantar más y me largué a reír. Esta tía era una genia y no había venganza que pudiera con ella. Le solté las ataduras de manos y piernas y la ayudé a ponerse de pie.
—Os invito a una cerveza, anda.
Fui retada por @DanielaRojasRdguez a recrear una venganza por parte de mi Ernesto, así que no me hice esperar y aquí está. No dudéis en pasar por su perfil y leerla.
Los personajes son:
Ernesto de mis obras La playa y La vuelta.
Chad de las obras Amor duplicado y Dulce tormento de MPSouthwell
Gema de las obras Virtualmente perfecto y Flechazo imprudente de Azzaroa
Vlad de la obra De buenas en el juego de Mila_Burton
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