18. Aaron - "Algo más que amigos"
ADVERTENCIA
Este capítulo contiene ciertas escenas violentas y otras subidas de tono que podrían afectar la sensibilidad de algunos lectores. Se recomienda discreción.
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¡Hola! Subí este capítulo ayer y por alguna razón muchos no podían leerlo, así que lo borré. Espero que ya no haya errores.
Pregunta: ¿Les llegó la notificación de que publiqué este capítulo? Me ayudaría mucho que me lo hicieran saber, porque desde hace un tiempo que wattpad ya no avisa cuando publico contenido. Los leo 🧡
¡Que lo disfruten!
♾️
UN MES ATRÁS
Como en cientos de otras ocasiones, estoy atrapado dentro de un sueño con David.
Nos encontramos a solas en la azotea de un edificio. Es de noche, una cálida noche como si fuera de verano. La ciudad que nos rodea me parece familiar: se ve uno que otro edificio en ruinas y la iluminación es escasa en casi todas partes a excepción de lo que al parecer es la zona central de la urbe, cuyas calles son iluminadas por esferas de colores que les brindan un aspecto onírico. No hace falta preguntar al respecto para saber que estamos en el centro de lo que alguna vez fue el Sector G, el sitio en el que crecí y el mismo en el que, seis años atrás, David me arrebató a algunas de las personas que más amaba.
Por más que quisiera lanzarme sobre él y golpearlo hasta darle fin a su existencia, no puedo moverme. Mi cuerpo no responde, ha cobrado vida propia. Es como si una parte de mí me obligara a no hacerle daño a David y a no vengarme de él.
Apenas me doy cuenta de que mi odio disminuye con cada segundo que pasa. Basta con mirar a David a la cara y con contemplar su sonrisa para disipar cada gramo de desprecio, también para convertir lo que en un principio era veneno dentro de mi estómago en millones de mariposas robóticas.
—¿Todo bien? —pregunta mi acompañante. Su sonrisa no luce tétrica como suelo verla en algunas pesadillas, sino que me inspira una nueva sensación. No sé cómo describirla ni con qué asociarla—. ¿Por qué me miras de esa forma?
"Porque te odio", quisiera responder, pero las palabras no salen de mi boca.
—Porque te ves hermoso —susurro, sin embargo, no es lo que quería decir. Ni siquiera tengo el control sobre mi propia voz.
—¿Qué dijiste? —Veo con la escasa luz multicolor que llega desde la zona central del Sector G que David se ha ruborizado.
—¿Qué hacemos aquí? —inquiero en lugar de responder—. Quiero que vayamos a casa.
¿Casa? ¿Cuál casa?
—Espera, algo especial sucederá en unos minutos. —David estira una mano hacia mi rostro y me acaricia con una suavidad que no se siente estremecedora. Su toque es delicado y, por alguna razón, familiar—. Te gustará.
No pregunto qué es lo que se supone que va a gustarme, porque algo me dice que disfrutaré lo que sucederá a continuación. Sé que al despertar sentiré náuseas que tal vez acabarán en vómitos, pero por ahora me siento bien. Es liberador ignorar el odio hacia David por unos minutos y pretender que no existe un mar de resentimiento entre nosotros.
Sostenemos nuestras miradas durante lo que se siente como un milenio. Estoy a punto de decirle algo que jamás creí que le diría a alguien a quien le he dedicado tanto rencor, pero él se me adelanta.
—Mira, ya está comenzando. —David mira hacia el horizonte con una sonrisa que exhibe sus dientes.
Sigo su mirada esperando ver algo que me haga sonreír con el mismo entusiasmo, pero se me congela la sangre al descubrir que lo que observo no es bueno en absoluto.
Contemplo a una bandada de cuervos que levantan en sus garras a un hombre malherido. A pesar de que el sujeto sangra a mares, él aún respira, pero con dificultad. Tiene la cabeza gacha de tal modo que no puedo ver su rostro, aun así, algunos rasgos de su cuerpo me son familiares.
Los cuervos mantienen al extraño en alto enfrente de David y de mí, se encuentran a solo un par de metros de distancia. Me aproximo a David para preguntarle qué rayos sucede, pero me paro en seco y me trago las palabras al ver que él ha desenfundado una pistola desde alguna parte y que la apunta hacia el pecho del sujeto cargado por los cuervos.
—Mírame —le ordena David en voz alta—. Quiero que me mires a los ojos al momento de matarte.
El hombre no obedece. Apenas puede respirar, dudo que logre levantar la cabeza.
—David, ¿qué es esto? —inquiero, alarmado. No sentía tanto terror desde que asesinó a parte de mi familia.
—Tranquilo, Aaron, es por tu bien —dice. Sus ojos ya no lucen cálidos; se han vuelto diabólicos, carentes de vida.
Quiero correr, pero por más que lo intento, no logro moverme. Estoy seguro de que, una vez que David acabe con la agonía del hombre sujetado por los cuervos, el siguiente en recibir una bala seré yo.
—¡Que me mires, dije! —grita David. Su voz no suena como hace unos minutos, ahora se oye monstruosa.
Entre jadeos, el sujeto comienza a levantar la cabeza. Cuando lo logra, deseo que no lo hubiera hecho.
Es mi padre.
—¡Que te pudras en el infierno, Abraham Scott! —vocifera David antes de disparar una y otra bala en dirección a mi papá.
El grito que suelto es tan desgarrador que resuena en toda la azotea. David disfruta lo que hace; intento lanzarme sobre él para detenerlo, pero mi cuerpo no responde.
La sangre de mi padre fluye como la lluvia. Pronto son tantas las balas que lo atraviesan que su cuerpo empieza a caer a pedazos, hasta que los cuervos finalmente liberan sus restos al vacío.
David se acerca al borde de la azotea. Mira hacia abajo por última vez, regresa sus ojos a los míos y comienza a acercarse a mí.
—Por favor, no me mates —imploro. Me cuesta creer que lo hago. Él debería ser quien suplicara por su vida.
David no dice nada, solo se aproxima hasta que finalmente se halla a un par de centímetros de distancia. Sigo sin liberarme de la rigidez. Él me empuja al suelo y se lanza sobre mí. Tengo su rostro frente al mío, sus ojos inyectados en fuego me miran con fijeza.
—Por favor, no me mates, no me...
Interrumpe mis súplicas al presionar mi cuello con sus manos tal como hice yo la última vez que lo vi, cuando se presentó en aquel centro de reeducación en el que pasé la mayor parte de mi adolescencia. Mis pulmones exigen un poco de aire, pero no lo obtengo.
—Nunca te librarás de mí, Aaron. —Es lo último que dice David antes de matarme.
♾️
Abro los ojos de golpe. Tengo la respiración agitada, realmente me asfixiaba al estar cautivo en otra de las mil pesadillas con David. Mi cara se ha empapado de lágrimas, mi corazón late demasiado rápido. Las palabras de aquel salvaje resuenan una y otra vez en mi mente:
"Nunca te librarás de mí".
Si por un momento creí que el odio disminuiría y que poco a poco me liberaría de mis peores recuerdos, definitivamente me equivocaba. El David de mis ensoñaciones tiene razón. Nunca me libraré de él, al menos no si sigue con vida. La sed de venganza permanecerá hasta que uno de los dos muera, y yo no estoy dispuesto a ser el primero en caer.
Ya no puedo vivir así. Es tiempo de hacerlo. Necesito cumplir mi propósito antes de perder la cabeza: tengo que encontrar y asesinar a David.
Siendo honesto, lo postergaba cuanto podía. Quería dejar pasar el tiempo hasta que David se sintiera a salvo y hasta que creyera que yo nunca llegaría a él en busca de venganza, pero ya esperé demasiado. No merece respirar el aire de otros. Debo aniquilarlo a como dé lugar y en el menor plazo posible.
Estaba tan alterado a causa de la pesadilla que ni siquiera me percaté de que no me hallo en mi habitación de la academia de protectores, lugar en el que he vivido desde que salí del centro de reeducación. Pasa un rato hasta que rememoro que este es uno de los dormitorios del apartamento de Maurice, mi mejor y único amigo además de Doménica...
Mierda. Recuerdo que, antes de caer dormido, me encontraba en la oficina de la chica de mis sueños confesándole mis sentimientos... y la besé por primera vez.
No recuerdo cómo reaccionó Doménica cuando le admití lo que sentía, cómo reaccionó luego de que la besé ni cómo acabé inconsciente, pero dudo que la situación haya concluido en buenos términos. Cuando me enojo demasiado, hago cosas que no puedo controlar y que me cuesta recordar. Mi rabia ha alcanzado niveles que ya no puedo contener.
Hay momentos en los que me aterra mi propia ira, otros en los que me hace sentir potente. Mi padre afirma que el odio nos vuelve invencibles si sabemos cómo utilizarlo a nuestro favor, pero yo aún no lo domino como él. Sigo siendo esclavo del desprecio que me ha atormentado desde que David llegó a mi vida con el fin de arruinarla.
Me incorporo. Busco mi teléfono, pero no lo veo por ninguna parte. Recuerdo que lo dejé sobre una mesa en aquel cuarto oscuro en el que el doctor Heinns me sometió a algo llamado "regresión". Tan solo pensar en ello hace que la rabia estalle dentro de mí. Eso no fue un viaje al pasado, fue una alteración de mis recuerdos. No sé cómo, pero Heinns ha de tener contacto con David. Seguro se aliaron para volverme loco. Es posible que David esté tan aterrado de que me vengue de él que ha recurrido a cualquier persona con tal de salvar su vida. Sin duda, ya no puedo fiarme del doctor que por bastante tiempo creí confiable. Fui un imbécil al pensar que podría ser mi salvación.
De pronto, la puerta del cuarto se abre y Maurice entra con esa cara de cachorro abandonado que le veo con frecuencia. Es como si tan solo mirarme lo hiciera sentir culpable, y la verdad es que comprendo su remordimiento, pues él es uno de los enfermeros del centro de reeducación —u hospital psiquiátrico— en el que pasé años encerrado, pero también es uno de los responsables de que muchas personas como yo seamos capaces de reformarnos y de convertirnos en una mejor versión de nosotros mismos.
Bueno, mi reforma ha sufrido altibajos últimamente, pero sé que puedo mejorar. Lo único que necesito es matar a David y el rencor quedará en el pasado, luego podré convertirme en el gobernador que estoy destinado a ser.
Pero... ¿y si nunca supero a David?
—Hasta que al fin despertaste —dice Maurice con una sonrisa amistosa. En una mano trae un vaso que me extiende—. Ten, has de tener mucha sed.
En efecto, la tengo. Recibo el vaso y bebo el agua de sopetón.
—¿Qué pasó? —pregunto después de aclarar mi garganta—. ¿Cómo acabé aquí?
Maurice se sienta al final de la cama. Ya no sonríe.
—Doménica me llamó después de proferirte una descarga eléctrica —responde.
Mi corazón se desboca.
¿La chica dulce e inofensiva que siempre me regalaba una sonrisa cada vez que me veía fue capaz de herirme? ¿Acaso le hice daño y ella no tuvo más opción que atacar?
—Dime que no traté de herirla, por favor —suplico, desesperado.
—A ella no le hiciste daño, pero a Thomas sí quisiste hacérselo. —Maurice resopla y me escruta con lo que al parecer es preocupación—. No recuerdas nada, ¿cierto?
Niego con la cabeza. No sé si quiero recordar.
—Esto es normal en pacientes como tú —explica Maurice—. Luego de su tratamiento, es común que experimenten episodios de ira y ciertas lagunas mentales... pero no tienes nada de qué preocuparte, ¿eh? Sabes que todo se puede arreglar.
—Lo sé —suspiro—. Aun así, no quiero volver al centro de reeducación, Maurice. Entiendo que el tratamiento fue estricto porque lo necesitaba, pero no puedo volver ahí cuando falta tan poco para cumplir mi sueño. ¿Sabes cuánto he añorado con ser reconocido públicamente como el hijo de Abraham Scott?
En poco más de tres meses celebraremos mi ceremonia de nombramiento como futuro gobernador. Esta será transmitida en todos los medios oficiales del país; el mundo por fin sabrá quién es Aaron Scott y aprenderá a temerme como tal.
—Sé que es tu mayor anhelo —dice Maurice con mirada lastimera—, pero también sé que tienes claro lo que puede pasar si pierdes el control, ¿no? —Hace una pausa para esperar una respuesta de mi parte, pero no digo nada, solo agacho la cabeza—. Si sigues así, en cualquier momento harás algo de lo que te arrepentirás el resto de tu vida.
—Me lo has repetido mil veces. —Elijo el bando del orgullo—. Sin embargo, aún no ha sucedido nada imperdonable. Sí, intenté herir a Thomas, pero ¿qué con eso? Es un patán que quiere robarme a mi chica.
—También es un futuro gobernador, Aaron. No olvides ese detalle. Si los habitantes del Nuevo Arkos se enteran de que intentaste herir a uno de tus compañeros, ellos no se fiarán del liderazgo de los gobernadores, en especial del tuyo. ¿Cómo podrán confiar si ni ustedes mismos se llevan bien? Tal vez deberías hacer las paces con Thomas, dejar en paz a Doménica y...
—¡No se trata de Thomas o de Doménica! —interrumpo—. Es sobre David, ¿bien? ¡Mi ira no se detendrá hasta que lo mate! —Se me agita la respiración. Pensar en David es inyectarme una dosis de histeria inmediata.
—¿Hasta cuándo seguirás pensando en David? —inquiere Maurice con voz temblorosa, como si dudara en preguntar sobre ello. Sabe que el tema de David es delicado—. Ha pasado mucho tiempo desde que mató a tu familia, Aaron. Puede que esté muerto o que tenga una vida miserable en donde sea que se encuentre. Tal vez es tiempo de que des vuelta la página, de que trates de ser feliz y de que permitas que el destino se encargue de darle su merecido.
—¡No puedo! —Llevo mis manos a la cabeza, siento que me va a reventar—. ¡No podré hasta confirmar que murió! ¿No lo entiendes, Maurice? ¡No seré capaz de avanzar si sigo soñando que él me besa, que me toca, que me...! —Caigo en cuenta de que he hablado de más.
—¿Qué dijiste? —El rostro de Maurice se distorsiona debido al asombro.
Me aterra hablar sobre mis sueños indebidos, pero, al mismo tiempo, estoy cansado de mantenerlos en secreto. Necesito ayuda y sé que no podré obtenerla de Heinns, mucho menos de mi padre, quien no soportaría que su propio hijo padeciera una de las enfermedades que atentan contra nuestra moral.
¿Puedo confiar en Maurice? ¿Sería capaz de pensar diferente a mi padre y de guardar un secreto tan peligroso como el mío?
Sostengo su mirada. Detrás de la perplejidad de sus ojos, percibo un destello de entendimiento. Quizás, él es diferente y comprenderá mi situación, y aunque así no fuera, ya le revelé uno de mis mayores problemas. No tengo más opción que contarle el resto.
Decido arriesgarme a confiar en él. Necesito el apoyo de un amigo.
—Lo que oíste. —Me cuesta decir cada palabra—. De vez en cuando tengo sueños muy... inapropiados con David. También pesadillas, aunque esas alimentan mi sed de venganza, pero los sueños subidos de tono... me confunden.
Para mi sorpresa, Maurice no luce asqueado, sino que muy intrigado.
—¿De qué manera te confunden? —pregunta en voz baja.
—¡No lo sé! —Me desespera pensar en ello—. Solo me confunden, ¿sí?
Mi amigo medita en silencio sin romper el contacto visual. Quiere decir algo, pero no se atreve.
—Te... ¿excitan? —Se atreve a preguntar, sus ojos siguen fijos en los míos.
No puedo creer que voy a admitirlo, pero aquí voy.
—Sí —confieso y se siente como respirar por primera vez—. A veces me excito al pensar en David.
Así como me aterra la reacción de Maurice, también me siento aliviado. Hablar de esto con mi mejor amigo es mucho más liberador que conversarlo con Heinns o con cualquier otra persona.
Maurice se acerca y se sienta a solo unos centímetros de distancia de donde estoy recostado. No habla, solo me observa como si no supiera qué hacer.
—¿No dirás nada? —le pregunto, ansioso por conocer su opinión.
Él se aproxima hasta unir su boca a la mía.
Quedo tan estupefacto que mi única reacción es abrir los ojos con asombro. No esperaba que Maurice me besara, ni siquiera imaginé que me besaría otro hombre que no fuera David.
No sé por qué, pero, al comienzo, me ganan los impulsos físicos y me dejo llevar por el contacto de los labios de mi amigo. Sufro una erección instantánea, como si el monstruo que habitara en mis adentros estuviera ansioso por ser alimentado tras años de hambruna.
Siendo honesto, el beso no se siente tan repugnante como esperaba. No es el primero que me dan desde que David abusó de mí; he besado y me he acostado con algunas chicas desde entonces, sobre todo luego de mudarme a la academia del cuerpo de protección. Muchas jóvenes merodean el lugar con la intención de conquistar protectores para desposarlos. Hace no mucho fui a la cama con una chica llamada Marcia, pero intimar con ella no fue ni la mitad de lo excitante que es el tímido beso de Maurice. No recuerdo qué sentí al besar a Doménica, sin embargo, tengo la certeza de que tampoco se igualó a lo que siento ahora.
Aunque el contacto de los labios de Maurice despierta sensaciones en mí que nunca había tenido, regreso de golpe a mis cabales.
—¿¡Qué mierda te pasa!? —le pregunto tras alejar mi rostro del suyo.
Los ojos azules de Maurice me miran aterrados y humedecidos.
—Yo... creí que te gustaría. —Su respiración, al igual que la mía, es jadeante—. Lo siento, Aaron.
Le tiembla el cuerpo entero, pero no se aleja de mí. Me quiere cerca, es obvio. Ya entiendo su empeño en ser mi amigo. Lo he tratado mal cientos de veces, tantas que cualquier persona cuerda se habría alejado hace mucho tiempo, pero él ha seguido a mi lado a pesar de todo. Ahora conozco el motivo.
Y, tal vez, puedo usarlo a mi favor.
—Harías cualquier cosa por mí, ¿no? —le pregunto, intento sonar lo menos amenazante que me permiten la repugnancia y la consternación.
Sigo confundido por lo que acaba de ocurrir, pero tengo una oportunidad y no la desaprovecharé.
—Cualquier cosa —responde Maurice, su entusiasmo es inmediato—. Me gustas desde hace meses. —Vacila al pronunciar cada palabra, pero continúa—. Sé que está mal, porque yo mismo me he encargado de exterminar en otras personas la enfermedad que yo también padezco, pero ya no puedo ocultarlo. Estoy loco por ti, Aaron.
Me siento asqueado, halagado y horrorizado al mismo tiempo. Estamos enfermos, pero ya no estamos solos y, para vengarme de David, necesito ayuda. Maurice podría dármela, pues tiene contactos, y ahora compartimos el mismo secreto. No hay nadie más apto que él para convertirse en mi cómplice.
—¿Seguro que harías cualquier cosa por mí? —Estiro una mano hacia su rostro y lo acaricio tal como David acarició el mío en la pesadilla—. Si te pidiera que rompieras las reglas, ¿lo harías?
Maurice queda embelesado con mi toque. Él cierra los ojos y por poco se derrite con el roce de mi mano en su mejilla.
—Haría cualquier cosa por ti, Aaron —repite. Suena como si estuviera hipnotizado—. Pídeme lo que desees.
Me es imposible no sonreír de manera triunfal.
—Ven aquí —le digo, en realidad, le ordeno, y atraigo su boca a la mía de una forma brusca y dominante.
Elijo ignorar el hecho de que besarnos está mal y dejo que mis demonios más temibles salgan a la luz.
Me muevo con agilidad y recuesto a Maurice debajo de mí para besarlo y tocarlo con furia. Poco a poco el asco se convierte en un placer que nunca esperé sentir. Estoy tan excitado que pierdo la noción del tiempo y de la realidad. Ya no sé quién soy ni qué hago en este mundo, solo sé que tengo un cuerpo y que necesito el de otra persona para subsistir.
Maurice no responde a mis movimientos con la misma pasión, él solo me permite que lo bese y que lo toque de la forma más desquiciada que puedo. Es evidente que está cumpliendo una fantasía que soñó durante meses. Me siento un poco culpable por aprovecharme de él, pero las ansias de venganza son más fuertes que cualquier otro sentimiento. Tener a Maurice de mi lado significa estar un paso más cerca de David.
—Quiero salir del Nuevo Arkos —susurro mientras beso y succiono el cuello de Maurice. Dejo pequeñas marcas rojas en su piel—. ¿Me ayudarías a escapar?
Él disfruta mis besos como si fueran drogas. Acabará en cualquier momento y ni siquiera nos hemos desnudado.
—Todo lo que quieras, Aaron —jadea, eufórico—. Te daré todo lo que quieras.
Vuelvo a sonreír. Si me dará todo lo que quiero, supongo que yo debo dárselo también.
Me levanto para dejarle espacio. Maurice se ve herido, quizá piensa que voy a rechazarlo.
—Quítate la ropa —le ordeno en tono autoritario.
Él pasa de la tristeza a la felicidad en un instante.
—Quítamela tú.
—He dicho que te la quites y vas a obedecerme —espeto entre dientes—. Obedece a tu futuro gobernador.
Mi excitación aumenta al máximo tras hacer uso de mi autoridad. Siento el mismo poder que sentí cuando estaba en la oficina de Heinns con Tyler, su hijo, aquel chico tímido e indefenso que no tenía oportunidad alguna de resistirse a mí.
—Sí, señor —dice Maurice y de inmediato empieza a sacarse la ropa hasta quedar desnudo.
Ver su cuerpo sin nada que lo cubra —y mirar su miembro erecto— enciende una llama en mi interior que me conduce a la demencia.
Quiero lanzarme sobre él y descubrir de una vez qué se siente intimar con otro hombre de forma voluntaria, pero hay muchas cosas que quiero hacer antes de averiguarlo.
—Ahora, quítame la ropa —le digo—, y hazlo rápido.
Maurice se levanta de golpe y se dispone a quitarme mi atuendo casual de protector; este consiste en un suéter gris, un pantalón oscuro y unos botines negros. Mi amigo está tan ansioso por dar el siguiente paso que se mueve con una desesperada agilidad. Mentiría si dijera que no estoy nervioso, pero también estoy preparado. Sinceramente, he querido hacer esto desde que comenzaron mis fantasías con David. Me he imaginado desnudándolo, sometiéndolo y tocándolo en más ocasiones de las que quisiera.
Maurice no es David, pero podría imaginar que lo es. Al menos a Maurice no lo odio.
Una vez que ambos estamos desnudos, obligo a Maurice a agacharse frente a mí para dejar su boca a la altura de mi miembro. Ni siquiera tengo que anunciarle lo que quiero que me haga, él ya ha adivinado mis intenciones.
Mientras Maurice se divierte ahí abajo, me es inevitable no pensar en David. No debería, pues ese imbécil trató de matarme, pero no puedo evitar fantasear que es él quien me hace lo que Maurice tanto está gozando.
Agarro su nuca y le doy embestidas que le cristalizan la mirada, pero no me importa. Me siento poderoso, lleno de vitalidad, listo para conquistar el mundo.
Libero la cabeza de Maurice y le ordeno que se ponga de pie. Acto seguido, lo empujo con prepotencia hacia la cama del cuarto. Espero encontrar miedo en su semblante, sin embargo, no lo hallo. A él le gusta que lo trate con rudeza.
Me queda claro que nos divertiremos mucho de ahora en adelante.
Maurice intenta tocarme, pero se lo prohíbo al tomar sus muñecas y sostenerlas sobre su cabeza. Él gime en señal de que le encanta ser dominado, mientras que a mí me encanta someterlo. Es irónico pensar que es cuatro años mayor que yo, pues parece lo contrario. Luce tan débil debajo de mí que en cualquier momento perderé los estribos y le haré una de esas cosas imperdonables que él mismo mencionó hace minutos, así que me esfuerzo en mantener el control para no herirlo demasiado. No quiero que pase lo mismo que ocurrió con Tyler.
Regreso mis labios al cuello de Maurice y acabo mordiéndoselo. Él emite un quejido de dolor que luego se convierte en un gemido de placer.
—¿Te gusta esto? —le pregunto, apenas puedo respirar.
—Sí, sí, sí... —reitera, fuera de órbita.
En un movimiento rápido, giro a Maurice hasta dejarlo boca abajo, me monto sobre él y pierdo por completo el poco autocontrol que me quedaba. Mi visión se torna roja y mi corazón late como un motor descontrolado. La erección que tengo es tan fuerte que llega a ser dolorosa. Nunca me sentí tan vivo, jamás pensé que me sentiría así.
Mi excitación es tal que pierdo el juicio por unos segundos. Cuando lo recupero, me percato de que entro y salgo de Maurice de una manera brutal, pero no puedo contenerme. Él se queja tan alto que los vecinos podrían escuchar sus gritos, así que lo obligo a guardar silencio. Lo último que necesitamos es que alguien se entere de esto.
Siento que morí y que he vuelto a nacer. De haber sabido que las relaciones consentidas con otro hombre serían tan placenteras, no habría esperado a perder el control con mi mejor amigo para experimentarlas. Imagino que es David quien está debajo de mí y la satisfacción es incrementada al mil por ciento.
—Te odio —mascullo en el oído de Maurice como si se tratara de David—. Lo sabes, ¿no? Te odio con todas mis fuerzas.
Él llora de dolor. Eso, en lugar de obligarme a reducir la fuerza de mis estampidas, hace que me vuelva loco. Mientras estoy a punto de acabar, pienso en decenas de maneras violentas en las que mato a David tal como en mis sueños y, cuando finalmente acabo, siento que exploto.
Suelto un suspiro de puro placer. Maurice aún emite quejidos de dolor, pero adivino por la sonrisa que cruza su rostro que ha disfrutado lo que le hice.
—¿Estás bien? —le pregunto, volviendo en sí.
Sin duda, me pasé de la raya, pero no me arrepiento.
—Sí —jadea, su sonrisa permanece—. Eso fue fantástico, Aaron. Mucho mejor de lo que soñé.
Así como regreso a mis cabales, retorna con ellos la repugnancia. Me siento culpable y asqueado por lo sucedido. No obstante, tenía que pasar. Necesito complacer a Maurice para que haga lo que yo quiera. Además, por mucho que me repugne, también lo disfruté. No cabe duda de que se debe a la maldita enfermedad, pero de que fue placentero, lo fue.
Me pongo de pie y me alejo de la cama en busca de mi ropa.
—¿Qué pasa? —inquiere Maurice, le cuesta hablar—. ¿Ya te vas?
—Tenemos trabajo que hacer —le recuerdo en tono despiadado—. ¿Puedo usar tu baño? Necesito ducharme.
—¿Podemos quedarnos unos minutos en la cama? —pide, en realidad, ruega. Lo veo incorporarse y noto que moverse le cuesta tanto como hablar. Su cuerpo desnudo ya no me causa atracción.
—No —niego mientras me pongo mi ropa interior—. Iré a darme una ducha, luego te darás una tú y comenzaremos a planear mi salida.
—¿Qué salida? —Maurice hunde el entrecejo.
—Mi salida de Arkos —respondo, hastiado.
—Me estás tomando el pelo, ¿no? —Se ríe—. Nadie puede salir de Arkos, Aaron, solo algunos protectores y...
Lo tomo por sorpresa al acercarme a él para agarrar sus mejillas con una mano.
—Escúchame bien: vas a buscar el modo de sacarme de esta mierda de país, ¿¡oíste!? —Las llamas arden en mis venas—. Si no lo haces, le contaré a mi padre lo que acabamos de hacer y tu vida se convertirá en un infierno. Más te vale hacer exactamente lo que yo te ordene, o lo pagarás muy caro.
Maurice se horroriza.
—Pero si le dices algo sobre esto a tu padre, también estarás en problemas —arguye. Aprieto su mandíbula un poco más fuerte y el dolor es visible en su mirada.
—Sí, pero estaré bien después de todo. —Ni yo me lo creo—. Soy su hijo, que no se te olvide. Tú eres un simple enfermero de pacotilla cuya muerte no le importaría a nadie.
Sus ojos se llenan de lágrimas, pero no siento lástima por él. Lo único que puedo sentir es una fuerte convicción por lograr mis propósitos. Necesito salir de Arkos y encontrar a David antes de caer en un abismo del que nunca podré liberarme.
—Creí que éramos amigos —dice Maurice con la voz quebrada.
Suelto su mandíbula.
—Y podemos serlo —susurro sobre su boca, ahora menos agresivo—, siempre y cuando hagas lo que yo te mande, ¿entendido?
Él asiente sin mirarme.
—Mírame cuando te hablo —exijo. Recuerdo que David le pidió lo mismo a mi padre antes de matarlo en la pesadilla y se me retuerce el estómago.
Maurice me observa con cara de animal lastimado. Una lágrima cae por su rostro, se la limpio con una caricia.
—Buen chico. —Sonrío y le pellizco una mejilla—. Si haces exactamente lo que te pido, vamos a pasarlo muy bien. ¿Quieres pasarlo bien conmigo, Maurice?
Él asiente, todavía aterrado.
—Perfecto. —Le sonrío.
Le doy un beso en la frente que me asquea tanto como recordar lo que pasó hace minutos y me dirijo al baño de la habitación. Mientras el agua cae sobre mi cuerpo, pienso en algún modo de encontrar a David... y se me ocurre la idea perfecta.
Si quiero hallarlo, tengo que lograr que él venga hacia mí. Para ello, necesito una buena carnada.
Debo secuestrar a Paul, su hermano menor.
♾️
¡Bienvenidos a la segunda parte de Renacidos!
No imaginan lo feliz que estoy de actualizar esta historia. Sé que las cosas se han vuelto un poco turbias y que Aaron se ha convertido en una persona muy violenta, pero sería ilógico que no lo fuera. Él fue sometido a un procedimiento que trastornó su mente, es de esperar que tenga comportamientos alocados. Se los comento a modo de advertencia porque este no será el único capítulo en el que presenciaremos a un Aaron sádico y desquiciado.
Se vienen capítulos MUY intensos, queridos lectores.
Y el final... solo les diré que preparen sus lágrimas y sus corazones.
Por cierto, ¿les gustaron las nuevas portadas de la trilogía? A mí me encantan :'D se las dejo aquí por si no las han visto:
Eso es todo, amigos. Muchas gracias por seguir a mi lado después de tanto tiempo. Nunca olvidaré el apoyo que nos han dado a la trilogía y a mí 🧡
Los quiere,
Matt.
Instagram: mattgarciabooks
Grupo de facebook: Lectores de Matt
¡Abrazos!
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