❤️Capítulo Único💛
¡Hola a todos! Nuevamente los saludos por este lado del fandom de Boruto.
Finalmente, y como prometí, traje para ustedes la historia donde estos niños rememoran recuerdos de la niñez. Esta historia está basada en el arte oficial de Navidad de la familia Uchiha, cabe decir que habrá pequeños cambios.
Esperando que a todos les guste ❤️ y cumpla con las expectativas de aquellos que me pidieron escribir de este tema ✨.
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Preguntar como llegaron a esa situación era lo de menos, había cosas más reveladoras de las que querían huir.
Pero toda historia tiene un inicio, así que comenzar con que el día era bastante cálido, sin una nube en la alfombra azul del cielo, estaba demás. Después de todo, ese día no se tendría que volver en uno gris, o más brillante.
El cansancio era algo que reclamaba con grandes creces su cuerpo. Un bostezo fue emitido con el sonoro ruido de la «o» alargada, abriendo su boca en una gran bocanada, con los brazos detrás de su nuca y la pequeña lagrimilla traviesa del esfuerzo escapando, ese había sido un gran bostezo.
Y dicho alabante bostezo terminó contagiándose en su compañera, sin la misma magnitud, claro está. Boruto caminaba sobre los pasillos de la aldea con una evidente flojera en su andar, casi arrastrando los pies. Sarada, al menos, mantenía un porte más firme, aunque se sintiera también desfallecer.
—¿Es realmente urgente darme esos papeles hoy, Sarada? —se quejó en un alego que se perdió con otro bostezo.
La azabache lo miró de reojo, podía entender su cansancio, o bueno, al menos la parte coherente de este. Era increíble lo mucho que ambos se conocían, así que tendría la ventaja para ganarle, como casi siempre.
—Bueno, si fuera por la misión lo dejaría pasar, —replicó divertida, ganándose la atención del chico, quien bajó sus brazos —pero si alguien se desespera por no pasar un nivel en su consola, y se desvela, no tendría porque quejarse.
Sarada alzó sus hombros al final con una victoria interna ante los reclamos del rubio, pues había dando en el blanco. No tenía porque quejarse, debería agradecer el ahorrarle el tiempo de ir a su casa, después podría dormir lo que quisiese.
Pero cuando arribaron a la residencia Uchiha, se llevaron una gran sorpresa.
—¡Ah, bienvenidos, Boruto, Sarada!
Ambos mencionados miraron expectantes la presencia de dos mujeres, para variar, sus madres. Cosa increíble, porque no solían juntarse tan seguido, y mucho menos visitarse en el hogar de la otra. Sakura los invitó a pasar risueña, mientras que Hinata les alzaba su mano en forma de saludo.
—¿¡Qué haces aquí mamá!? —enseguida Boruto recibió un codazo de Sarada, al mirarla de reojo, supo que su voz había sonado más como una queja, que una sutil pregunta —Perdón, no esperaba verte aquí. —y se rascó la nuca arrepentido.
—Yo tampoco. —sonrió la mujer, avergonzándolo más.
Lo gracioso de la situación, fue que ninguna mujer soltó al aire el comentario de su reunión, es más, ambas estaban tan enfrascadas en su plática de adultas, que se les olvidó la presencia de dos jóvenes esperando no interrumpir, en un completo silencio.
Tanto Boruto, como Sarada, se compartían miradas entre ellos, tratando de descrifrar si alguno entendía la situación, pero negaban con la cabeza, suspiraban, y volvían a enfrascarse en mirar a sus madres.
—¡Es verdad, eso me lleva a ese recuerdo donde ambos montaron un caballito juntos!
La Hyuga rió sutilmente como respuesta, cubriendo con el dorso de su mano su boca. Sakura se levantó del sofá y prontamente acudió a uno de los libreros de la entrada, de donde extrajo una bonita caja decorada con adornos algo infantiles, entre brillantina mal proporcionada y letras en crayones diciendo «fotos».
—¡Y esa Navidad donde ambos tomaron por accidente Sake! —ambas mujeres se rieron cómplices, mientras que los chicos solo se miraron sin enteder.
Sakura abrió entonces la cajita, dejando salir de ella algunas hojas de papel, uno que otro dibujo con el mismo estilo de la caja, y al final, sacó un montículo de fotografías plasmadas en ese papel brillante. Tanto los ojos onix de Sarada, como los ojos azules de Boruto, miraron con atención e interés.
La conversación entre ambas siguió de fondo, pero ambos chicos habían perdido el interés en la misma, después de todo, no comprendían de los recuerdos que hablaban, y no les daba importancia su presencia tampoco. Una de las fotografías cayó de las manos de la ojinegra, directo a los pies de un Boruto disperso, llamando su atención.
Sus manos rozaron el papel, pronto supo que aquella fotografía era viejita, no tenía la calidad de las últimas fotografías de su recámara, así que, curioso, la volteó y una tierna imagen se reflejó en sus ojos, generándole sorpresa.
—¿Qué miras? —cuestionó Sarada, arrinconándose un poco más cerca de él para ver la fotografía en sus manos, sus ojos brillaron y abrió la boca sorprendida.
Había un tierno bebé que portaba algún tipo de mameluco color verde, parecido a ese tono de la menta. Su pechito era cubierto por un babero blanco y de bordes naranjas, y los grandes ojos azules hacían un bonito combo con el sedoso y vibrante cabello rubio, su peinado característico les hizo saber de quien se trataba.
—Te ves tan lindo, Boruto. —expresó Sarada divertida, siendo empujada por el rubio que trató de romper la foto avergonzado —¡oye no, dámela! —su lucha en el sofá fue evidente para las mujeres.
Si había algo que caracterizaba a Sarada, era su perseverancia y la elasticidad de su cuerpo, factores que le permitieron arrinconar al rubio, aplastándolo contra los cojines del sofá y arrebatarle la foto dando una marometa perfecta sobre él, y caer del otro lado en una pose parecida a la de una bailarina, con fotografía en mano victoriosa.
—¡Dame eso Sarada, maldita sea! —replicó el menor dispuesto a pelear, en especial cuando la vió burlarse de él al agitar la fotografía en su mano.
—Mejor ve esto, Boruto. —la pelirrosa lo interrumpió en su discurso, mientras le extendía otra fotografía, y el chico la recibía —¿a que no es linda? —expresó con una emoción de ternura.
Dicha fotografía revelaba a una hermosa bebé de cabello negro, sedoso y corto, unos ojos onix brillantes mirando directo a la cámara, alzando sus pequeñas manitas emitiendo una sonrisa, mientras sus pies se alzaban, con ese pequeño cuerpito cubierto de un mameluco rosa de puntos rojos, era más que claro saber de quien se trataba.
—El rosa te quedaba bien, Sarada. —se burló el Uzumaki con una sonrisa, mostrándole la foto a propósito.
—¿Qué? —arremetió avergonzada —¡dame eso, Boruto! —gruñó, tratanto de alcanzarlo en los saltos que daba en los sillones.
A ojos de ambas mujeres, aquellos jóvenes ninjas no parecían haber madurado, no del todo, y era gratificante para ambas saber que, al menos, ambos seguían teniendo ese pequeño espíritu infantil. Después de todo, ese tipo de locuras los había unido de alguna forma, siendo rivales y compañeros por igual, y eso estaba bien.
—Sarada siempre le quitaba sus galletas a Boruto. —recordó Hinata con una sonrisa, Sarada detuvo su persecución.
—Y Boruto siempre le quitaba sus juguetes a Sarada. —agregó Sakura risueña, Boruto paró en seco.
A la par, ambas mujeres alzaron las fotografías que plasmaban la evidencia de sus palabras, con dos niños pequeños compitiendo, uno por comida, el otro por juguetes. Las burbujeantes risas de las mujeres comenzanron a aturdir a ambos jóvenes, regresándonos al inicio de la historia, donde solo querían huir, de la vergüenza.
—¡Ah, también esta esa vez cuando se bañaron juntos y Boruto al-
—¡Basta! —gritó Boruto avergonzado, Sarada lo apoyó en secreto —ah, nosotros no recordamos nada de eso, y es vergonzoso, por favor, paren. —suplicó apenado, con las manos temblorosas.
Ambas mujeres lo miraron, y pese a que comprendieron los hechos, ambas se rieron cómplices, arruinando aún mas el ambiente. Sarada emitió un suspiro irritado, Boruto quería huir de ahí. Sin embargo, Sakura les sonrió a ambos, una expresión comprensiva y de disculpa a la vez, Hinata solo juntó sus manos en forma de disculpa.
—Perdonen, no queríamos incomodarlos. —expresó la Uchiha poniéndose de pie —¿porqué no van a tu habitación Sarada, en lo que es la hora de la cena? —y se acercó a su hija, tocando su cabeza como un ademán de disculpa.
La menor asintió en respuesta, perdonando a su madre. Le sonrió antes de inclinarse para agitar su mano llamando a Boruto y pedirle seguirla, aunque este ya conocía su casa no recuerda haberlo invitado a su habitación. Ambos recorrieron el pasillo en silencio, no tan incómodo, pero si sigiloso.
Boruto se sorprendió del orden perfecto en la habitación de la chica. Paredes blancas y unos cuantos colores azules, morados y rosas adornaban por doquier, efectivamente daba ese dote femenino, pero no exageradamente. Sarada le indicó su cama, y Boruto no esperó ni un segundo en acostarse rendido, pues ante tal incómoda situación, olvidó su cansansio.
Sarada buscaba en su escritorio los dichosos papeles que quería entregarle desde el principio. Los suspiros de Boruto podían escucharse con claridad por toda la habitación, la cual, por cierto, olía a flores, más Boruto no supo interpretar la especie. Giró su rostro para seguir inspeccionando, teniendo de frente un osito de peluche espojoso de color morado, se le hacía un poco conocido.
—Ten, —Sarada lo interrumpió y tuvo que medio levantarse —tenemos que leerlo y entregar un reporte individual, antes de ir a la misión.
—¿¡Qué, porqué!? —expresó con fastidio, creía que solo en la academia les pedían ese tipo de cosas.
—Bueno, tal vez porque dicha misión implica mucha teoría básica que todos olvidan. —contestó con orgullo, si algo se le daba bien, era recordar cada cosa que había estudiado, mientras que Boruto no tanto, al menos no las cuestiones teóricas.
Boruto, desganado, se dejó caer en la cama nuevamente, cuidando de no arrugar los papeles. Efectivamente odiaba ese tipo de misiones, aunque le agradaban en secreto porque Sarada siempre solía lucirse en ellas, como una gran estrella brillante. Si de eso se trataba, haría su resumen como todos, con simpleza y dejería que la Uchiha se llevará la atención.
La azabache decidió sentarse en el suelo, al lado de su cama. Aunque su mundo parecía ir en un constante cambio de pensamientos, hubo uno que se asentó con fiereza en su cabeza; era un constante remolino que le hizo sonreír por inercia divertida, y aunque no emitió sonido alguno, unió sus manos dispuesta a hablarlo.
—Recuerdo robarte las galletas con nuez.
Boruto miraba el techo de la habitación despreocupado, un poco de silencio le acomodaba bien para irse a los brazos de morfeo y caer en un sueño profundo, entre el aroma dulce de la habitación y la tranquila paz, era el ambiente perfecto. Sin embargo, cuando Sarada soltó esas palabras, abrió sus ojos con sorpresa, desviando un poco el rostro para mirarla debajo suyo, teniendo solo la vista de su cabello cubriendo parte de su frente y el bonito brillar en sus ojos.
—¿Enserio? —expresó sorprendido, pues por mucho que trató de rememorar aquello, no lo recordaba.
—Sí, a pesar de que te gusta la nuez, siempre te las quitaba; —rió divertida, Boruto la miró fijamente —no se si era porque me encantaban o era por la grasa que te asqueaba. —explicó con gracia, llevándose una mano al mentón pensativa.
"Que linda se ve con su sonrisa"
Boruto dejó que su mente expresará la realidad, pues mirar a Sarada sonreír era casi siempre un milagro, o más bien, un maravilloso logro estando juntos, pues siempre eran más peleas que nada. Trató de rebuscar en su cabeza alguna respuesta, pero no era capaz de recordar esos robos, aunque estaban fotografiados.
Entonces analizó sus palabras, el amaba la comida casera, pero era un deleite para su paladar comer las hamburguesas acompañadas de sus papas fritas, una clara mezcla de grasas por doquier. Ante eso, rió divertido por la ironía de las palabras de la chica y sus propias acciones, Sarada alzó la vista interesada ante su risa.
—Tal vez me estabas cuidando de comer cosas feas, —explicó Boruto divertido, sin tanto interés —como siempre lo haces. —completó, esta vez, Sarada abrió los ojos sorprendida.
El silencio volvió a instalarse entre ellos, pero no era para nada incómodo, de hecho, tenía ese toque de calidez y alegría. Sarada bajó la vista levemente apenada, y mirando sus manos recordó sus incesantes reproches al rubio de comer tantas hamburguesas, lo mismo que con las galletas, tal vez.
De ser así, quizás desde pequeños tuvo ese instinto de protegerlo, aunque fuera de comida grasosa.
—Quizás, pero no me haces caso. —refutó divertida, contagiando a Boruto de por medio.
El chico estaba seguro de sus palabras, pues aunque no recordaba a la bebé Sarada robándole sus galletas, si reconocía que siempre la chica de gafas rojas velaba por su bienestar, incluso con la comida. Muchas veces visitaba el local con tal de hacerla enojar, pero al final, siempre estaba ahí con él, aunque ella solo tomara una soda y lo mirara comer.
—Lo que si recuerdo es ese kunai de peluche que te robé. —expresó divertido, alzando su mano como si finjiese tomar un kunai antes de lanzarlo a la pared contraria.
—¿Era el verde o el rosa? —preguntó divertida, tratando de recordar ese momento.
—Ni idea, —expresó desinteresado —pero, ahora que lo pienso, fue tonto robártelo a ti. —y antes de lanzar su invisible kunai, miró de soslayo a la chica, quien lo miraba con atención. —Después de todo, eres mejor lanzándolos que yo —y aventó su mano finjiendo un lanzamiento perfecto —¿o no?
Sarada bufó en respuesta, aunque con el vago recuerdo en su cabeza, las palabras del rubio la hacían sentir especial, una emoción de alegría y alabanza bien recibida. La satisfacción se reflejó en el brillo de sus ojos, alzando la vista a las dianas de la pared contraria, algunas teniendo kunais clavados en un patrón interesante.
—No lo niego, —expresó con orgullo, ganándose una risa del contrario —pero no tiras mal tampoco.
Las risas volvieron a presentarse en la habitación. Lo que en la sala fue incomodidad, entre ellos era un bonito pasatiempo compartir experiencias del pasado, llevando las enseñanzas al presente. Boruto siguió fingiendo lanzar kunais al techo, Sarada desvió su vista a las dianas, pero ambos compartían el mismo sitio.
—Entonces, serás la primera Hokage en lanzar los kunais salvajemente.
El comentario de Boruto era una clara burla a su desenfrenado temperamento, arruinando la gracia del momento. Sarada mostró ofensa por el comentario, antes de cotagiarse de la risa y de los tontos intentos del Uzumaki por huir de sus garras, después de todo, él seguía apoyándola con su sueño, aunque algún chiste saliera de por medio.
Su relación era así, apoyo con burlas y risa con preocupación, era una combinación rara de reflejar sus emociones por el otro, pero eso estaba bien. De alguna forma, siempre sabían como romper con las barreras del silencio, evadir las tristezas y fortalecerse con sus sueños.
No era mentira que los ojos de Sarada plasmaran siempre la imagen de un Uzumaki fuerte, perseverante y terco. Su precipitado actuar siempre la hacían preocuparse, pero también tenía esa facilidad de hacerla sentirse segura de sus capacidades en las misiones, con una tremenda confianza.
Boruto, por otra parte, siempre recordaba a Sarada como una chica exigente y audaz, increíblemente temperamental y bondadosa. La hacía preocuparse más de lo debido, pero siempre estaba ahí para darle paz y confianza, un poder alucinante de seguridad. Seguía siempre sus pasos sin rebajarle sus hazañas, al contrario, las glorificaba.
—Eres realmente sorprendente como shinobi, Sarada. —su voz fue un eco que silenció la habitación. Boruto quiso borrar las palabras, se había dejado llevar por sus pensamientos.
Sarada quedó pensativa, con un leve rubor en sus mejillas. Los halagos nunca eran tan fáciles de digerir, por mucho que anhelaba escucharlos; pero la voz del rubio fue un susurro seguro, con un leve temblor en su pronunciación. Y por mucho que trató de pensar en el porqué de repentinas palabras, Boruto siguió:
—Realmente te admiro.
Y el mundo de los dos se detuvo. El corazón de Boruto latió con un frenesí que lo obligó a levantarse de golpe, recibiendo ese pequeño golpe de calor en sus mejillas, mirando nerviosamente, y de reojo, a la chica que le daba la espalda, para su suerte. Mientras, Sarada apretaba sus ropas con descaro, ante la inesperada pena que la consumió, sintiéndose vulnerable por palabras sinceras, con un martilleo incesante en su pecho.
Su pequeña burbuja comenzó a oprimirse, casi obligándolos a respirar ahogadamente. Aquel ambiente era nuevo para ambos, pues pronto la incomodidad se instaló en ellos con el rubor de sus mejillas, un brillo especial en sus ojos, los nervios en la piel, la garganta formando un nudo y la cobardía haciéndose presente.
¿Había razón para decir tales palabras en ese momento?
Quizás si, tal vez no. Habían salido naturalmente de su boca, al parecer, la coordinación de su mente y de su corazón falló esta vez, cometiendo dicho crimen del silencio asentándose entre ellos. Aunque la palabra «huir» se instaló en ambos, había una especie de atracción que los mantenía firmes en su lugar, a la espera de alguna palabra, o tal vez, algún gesto.
—También eres increíble, —comentó Sarada en un susurro, dejando un rostro de sorpresa en el ojiazul —te admiro mucho, Boruto. Más de lo que te imaginas.
El volar de las aves continuó, al igual que el viento y las risas de la gente, pero ellos ya no escuchaban nada. Ambos quedaron atrapados en un mundo donde ella pensaba exageradamente en él, y él, no dejaba que otro pensamiento viniera a su mente, que no fuera nada relevante más que ella.
Llámenle mecánica, atracción, gravedad de polos, o la cosa que sea; ambos giraron a verse, perfilando ese nerviosismo en el temblor de sus labios y manos, en lo esporádico del brillo de sus ojos, en la ansiedad de sus pies que los obligaron a tenerse de frente, mirándose con una determinación y atracción increíble.
Eran amigos desde su infancia, después se volvieron rivales en la academia, hasta tener que compartir nuevas aventuras como ninjas, la rivalidad quedó atrás en un sano distanciamiento, pues ahora valoraban mucho los esfuerzos del otro. Y siendo compañeros de equipo, compartían más de lo que debían, volviéndose extremadamente cercanos.
¿Era algún tipo de señal el que quisieran romper las reglas y acortar ese distanciamiento en ese momento?
Se atrevieron a rozar sus manos, apenas entrecurazon sus dedos con cierto salto en el tacto, y ante ello, se dedicaron una sonrisa exageradamente bella a ojos del otro, mostrando esa complicidad, incluso, de sus sentimientos.
—¡La cena está lista!
Intuyeron que la interrupción vendría tarde o temprano, por eso decidieron esperar, quizás no era el momento para quebrar ese lazo de compañerismo bastante cercano.
Boruto le guiñó el ojo y salió primero de la habitación, escondiendo dentro de su chamarra la fotografía de una bebé Sarada, y poniendo en alto los papeles que debía leer, soltando un largo suspiro para recuperar su cordura y no levantar sospechas.
Sarada escondió entre sus libros la fotografía de un tierno Boruto bebé, sonriendo de soslayo enternecida, para después golpearse con suavidad las mejillas, tratando de despabilar esa emoción anterior y recuperar su postura, pues en la cena debían finjir que solo hablaron de cosas de shinobis.
Fotografías eran la evidencias de recuerdos del pasado, experiencias que suelen dejar una marca y mensaje a futuro. Tanto Sarada como Boruto, aprovecharon dicho descubrimiento de las mismas, para expulsar un poco de sus ocultos sentimientos.
Pues lo acontecido en aquella habitación debía proseguir en algún momento, y no convertirse en algo como las fotografías, sólo en recuerdos.
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No quise adelantar las cosas entre ellos, pero me encantó la idea de escribir sobre ellos como bebés y niños ❤️ ojalá algún día nos animen ese tipo de escenas 🥺.
Espero que les haya gustado y haya cumplido sus expectativas ❤️. Gracias por sus lecturas, votos y comentarios.
Nos vemos pronto. ❤️💛
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