Treinta y cinco

El timbre por fin sonaba marcando el fin de semana. La segunda primera clase luego de confesar su amor fue otro éxito. Ni siquiera Sandra se inmutó, solo le regaló una cálida sonrisa que le indicaba que ya sabía que se habían reconciliado. Emiliano no iba a mostrar felicidad de un momento para el otro, y más después del escándalo que armó en el curso de Penélope.

Era un maestro de la mentira cuando se trataba de ocultar su amor por Dolores.

A la salida, Dolores esperó a que Emiliano acompañara a Sandra hasta su casa, ya no había dudas, todo lo contrario. Quería encontrar el momento para hablar con la chica y agradecerle la ayuda que le brindó para vencer sus miedos e inseguridades.

Amenizó la espera poniendo música en el coche, todavía estaba puesta esa playlist de Spotify que la ayudaba a expulsar el dolor de no tener a Emiliano en forma de canto, y ya se sabía la letra de todas las canciones. La diferencia es que ya no dolía, sonreía mientras cantaba abrazada al volante.

Dime, ¿cómo hueles? ¿De qué lado duermes? Cuenta a qué le temes. ¿Qué haríamos los viernes? —cantaba con el mentón apoyado en sus brazos sobre el volante.

—Huelo a ese mismo perfume que te enloquece, duermo del lado derecho de tu cama, temo volver a perderte, y hay muchas cosas que podemos hacer los viernes, empezando hoy mismo.

Emiliano le respondió todas esas preguntas que estaba cantado por la ventanilla, parado en la calle. Dolores se apresuró a abrirle la puerta del copiloto, y Emiliano se subió antes de que los descubriera alguien. No emitieron palabra, solo se besaron antes de partir directo a recuperar los meses perdidos.

Si bien tenían mucho de qué hablar, el silencio siguió reinando entre ellos. El objetivo era el mismo para los dos: calefacción para el frío de julio y la alfombra nórdica de la sala. Luego, improvisar una cena y el postre final en la cama. La charla debida la pagaron cuando solo los vestía las sábanas, Emiliano mirando el techo y Dolores recostada sobre su pecho.

—No sé cuál de las tres visitas me sorprende más. Si tu mamá fingiendo ser la madre de un alumno de la matutina, Sandra estando re enamorada de vos, o Mauro, mi ex.

—Casate conmigo. —Emiliano la tiró así, sin rodeos.

—Obvio, bonito. Ahora que volvimos, el plan sigue en pie.

—Ahora.

Dolores se reincorporó y lo observó confundida, buscaba el chiste en su rostro, pero no lo encontró. Emiliano hablaba en serio.

—Emi... ¿En serio? Pero... ¿Y la escuela?

—Justamente por eso. —Emiliano acomodó el cabello de Dolores detrás de su oreja—. Primero, no quiero volver a perderte, por eso quiero darte mi vida como garantía de que nunca más me voy a separar de vos, y que confío en que lo nuestro es lo suficientemente fuerte para enfrentar cualquier cosa. Y segundo, si alguien se entera de lo nuestro en el colegio... Ya estamos casados, ¿que pueden hacer?

—No sé... Hacerme un sumario, expulsarte... —ironizó—. Nada cambiaría nuestra situación, bonito.

—¿Segura?

Dolores lo observó confundida, Emiliano sonrió de costado y se levantó de la cama. Fue en busca de su teléfono y volvió a acomodarse junto a ella. Entró a la galería, seleccionó un video y le extendió el aparato a Dolores. Era de la cámara de seguridad del local de Liniers, el lugar en que se conocieron.

—¿Somos nosotros? —preguntó con una sonrisa en sus labios.

—El día que nos conocimos, mirá la fecha de la grabación.

—No entiendo, bonito.

—Es la prueba de que nos conocimos antes de que empezaran las clases. Lo tengo desde que empezamos a salir, se lo pedí al de seguridad del local, un día que volví a cubrir personal. Si se descubre lo nuestro, es cuestión de mostrárselo a tu tío.

—No creo que esto cambie mucho las cosas —expresó desanimada, devolviéndole el teléfono—. Igual mentimos, nos van a reprochar que no fuimos a blanquear la situación el primer día. ¡Y ni siquiera lo sabíamos! —rio—. Nos volvimos a encontrar adentro del aula.

—Era nuestro destino, Dolly. Estamos predestinados a estar juntos, por eso no quiero esperar más. Decime que sí, preciosa. Seguiremos fingiendo, pero como marido y mujer.

—Sí, bonito. Hagámoslo. Quiero ser tu esposa.

Sellaron su compromiso volviendo a enredar sus cuerpos. No salieron de la cama hasta el día siguiente, en donde los planes cambiaron. Emiliano quería hablar con su familia, sobre todo con su hermano menor, que jamás supo que esa novia que nunca les presentó era Dolores, su ex profesora. Luego de desayunar, volvió a su casa en donde ya lo esperaban su madre y Javier, previamente le había avisado a Fernanda que necesitaba hablar con ellos.

Allí, compartió unos mates con su familia; su madre ya sabía que se había reconciliado con Dolores, y se veía la felicidad en su rostro. Buscó en su cabeza las palabras adecuadas para contarle a su hermano, y comenzó sin preámbulos.

—Javi... Imagino que mamá te habrá dicho que me reconcilié con mi novia. —El chico asintió con la cabeza—. Solo me falta decirte quién es ella, y ya es hora de que lo sepas.

—¿La conozco? No me digas que es alguna de mis ex...

Emiliano rio con ganas, mientras su madre se tapaba la boca, también risueña.

—Sí, la conocés, pero no es ninguna ex tuya. ¿Me viste cara de degenerado, pendejo? No... No soy un degenerado, aunque algo de prohibido hay en mi relación con ella. Por eso no te dije nada. —Tomó una respiración profunda, y lo soltó sin rodeos—. Es Dolores, mi profesora de la nocturna, tu ex profesora de lengua.

El chico quedó mudo, abrió sus ámbares mientras paseaba su mirada entre su madre y Emiliano, en busca de una explicación.

—Guau... ¿Te levantaste a la diosa de lengua?

—¿Perdón? —Emiliano soltó una risa con una ceja en alto.

—¡Y sí! En el curso estábamos todos calientes con ella —confesó con total sinceridad—. La de pajas que le habrá dedicado más de uno...

—¡Hijo! —Fernanda lo regañó con un golpecito en el brazo, mientras Emiliano estaba recostado sobre sus brazos en la mesa, muerto de la risa.

—¡Mamá! Dejalo, son adolescentes. Es lógico que sean así.

—¡Pero es su cuñada! Más respeto por la chica, ¿qué va a hacer el día que la traigas a casa?

—Tranquila, vieja —intervino Javier—. No hablaba de mí, yo solo admití que está buena y ya. Llegaba a mirarla en clase como lo hacían los pibes y Lara me hubiera matado, todas las pibas del curso la odiaban, estaban re celosas de ella.

—Que interesante todo esto que me decís, eh —acotó Emiliano, ladeando levemente la cabeza.

—¡No le vas a ir a contar, eh! ¡Te mato! —amenazó con un dedo en alto.

—Tranquilo, pendejo. Que de cosas académicas no hablamos. Y si hablamos, sabemos fingir. Estamos saliendo desde julio del año pasado, después nos separamos a principio de este año por temas que ahora no vienen al caso, y ahora nos reconciliamos. Pero eso no es todo. —Emiliano hizo un silencio antes de continuar con lo que su madre tampoco sabía—. Nos vamos a casar. Ahora, apenas encontremos fecha.

—Emito... ¿En serio? —Fernanda comenzó a llorar cuando Emiliano asintió con la cabeza—. ¡Ay, hijo! Me pone tan feliz que empieces a hacer tu vida y dejes de vivir para nosotros.

Fernanda se puso de pie y abrazó a su hijo mayor, mientras Javier todavía estaba estático en su lugar. Emiliano lo notó, y temió que no le haya caído en gracia la noticia.

—Javi... ¿No me vas a felicitar?

—Es que... Guau... —repetía con los ojos bien abiertos—. Te levantaste una profesora.

—En mi defensa, y mamá lo sabe, nos conocimos antes de que empezaran las clases, y encontrarnos en el aula fue un baldazo de agua fría para los dos. Fue flechazo instantáneo, por eso nos arriesgamos. No fue que me chamuyé a la profesora ni nada de eso, fue cosa del destino.

Javier se levantó de su lugar, se paró frente a su hermano, y le extendió la palma. Emiliano la chocó, y luego tiró de su brazo para abrazarlo.

—Bien, hermano —expresó Javier—. Me gusta la cuñada... ¡Pero en el buen sentido, eh! No quiero que pienses que me la voy a estar jalando con tu mujer.

—Ya sé que no, pendejo. Eso sí. Necesito que me jures que mientras estés en esa escuela no le vas a decir a nadie, pero a nadie —enfatizó—, que ella es tu cuñada. Tenemos que mantenerlo en secreto hasta que los dos nos graduemos. A mí me queda este año, pero a vos te faltan dos más todavía.

—Soy una tumba, prometo no decir nada a nadie.

—Ni siquiera a Dolores —remarcó—. Si te la cruzás en los pasillos, «Hola, profe» y nada más. Así fue como sostuvimos el secreto todos estos meses, indiferencia y relación académica. Nadie lo notó ni sospechó, y vos tenés que hacer lo mismo, ¿sí?

—Tranquilo, yo ni siquiera saludo a los profesores cuando me los cruzo, y menos a los que ya no lo son.

—Entonces... ¿Ahora sí la vas a traer? —intervino Fernanda—. Yo le prometí que la próxima vez que nos encontremos iba a ser en un almuerzo familiar.

—De eso después hablamos vos y yo —amenazó a su madre con un dedo en alto—. No sé si matarte o agradecerte por lo que hiciste, pero sí. Si ella quiere... Mañana al mediodía, me parece bien.

Todo era felicidad en el hogar Herrera. Emiliano acordó algunos detalles para el almuerzo del día siguiente, y luego tomó una pequeña muda de ropa, mientras su hermano lo molestaba planeando las remodelaciones que iba a hacer en la habitación cuando finalmente se mudara.

Con todo blanqueado y planeado, volvió al departamento de Dolores con las buenas noticias. Era hora de buscar la fecha más cercana y planear una boda sencilla.

Y esta es la que cantaba Dolores adentro del auto mientras esperaba a Emiliano. ¿Ahora ven por qué es la canción principal del libro? Es la tercera vez que la pongo, y es la que mejor lo resume. Además, una canción preciosa. 💖

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top