Without Song
La más pequeña abrió la puerta y se adentró a la habitación en silencio, sus piernas se sentían más pesadas que nunca y el rastro seco de las lágrimas en sus mejillas volvía pegajosa cada brisa de aire que se colaba por la ventana pegada al techo.
— ¡Nimari! ¿Estás ahí amor?
A pesar de la tristeza y de lo que pensaba hacer, la nombrada asintió con la cabeza, apenas consciente de la ligera sonrisa que tiró de una de las comisuras de sus labios.
— Estoy aquí Hamoe.
Pero la bienvenida no era lo que se esperaba, no cumplía los parámetros de una normal.
Nimari como nunca antes, sintió ahí parada la imponente pared de grueso concreto que la separaba de Hamoe; miró el gris muerto queriendo ver los grandes ojos de su chica y como siempre avanzó par de pasos hasta detenerse al pie de la pared, seis pasos del costado derecho al centro, justo ahí quedarían frente a frente con tal de acercarse lo máximo posible. Recorrió dicha distancia y colocó la palma de su mano a la altura de su pecho, contra la superficie, la dureza tanto de la realidad como de la pared mellando su consciencia y piel.
— Pero ¿Estás bien? ¿Te hicieron algo? Juro que si alguien te hizo algo le voy a patear el culo.
La menor esperó en silencio a que Hamoe terminara de hablar y repitió la frase cientos de veces en su cabeza.
La voz que tenía grabada como la de su chica, no era la real, estaba levemente distorsionada por la gruesa pared. Era como si una voz clara y hermosa se convirtiera en un murmullo difícil de entender, pero para ella igualmente hermoso pues es todo lo cual tenía y, hasta el momento, podía recibir.
No había sido una sola las veces en que habían llorado juntas por lo injusto de todo; de no poder decirse te amo mirando a la otra a los ojos, de no poder susurrárselo al oído de la contraria mientras los propios labios acariciaban su oreja. El calor que habitaba ya en sus corazones, era más provocado por la imaginación, que por la realidad.
— En realidad me fue bien, estoy bien Hamoe. — Se quedaron en silencio unos minutos en los que Nimari esperaba ganar fuerzas y decir lo que ya estaba decidida a decir.
Notando el pesado silencio surgido de una clara traba en la garganta de Nimari, la chica del otro lado de la pared, en una habitación justo como esa, preguntó tensa.
— ¿Hay algo que quieras decirme?
Tomó asiento con la espalda apoyada en la pared, encogió sus piernas contra su pecho y alzó la voz para, a pesar de la posición, ser escuchada.
— Me dieron la posibilidad de salir de aquí, Hamoe, para siempre. — Sin hacerse de esperar tomó una rápida y temblorosa respiración. — M-me dijeron que... Si yo salía, también serían generosos y te sacarían de aquí.
—... ¿A dónde irás? ¿Y a dónde iré?
— Muy lejos la una de la otra, nuestro reencuentro sería casi imposible.
Ninari esperó haciendo sus uñas talco en el proceso hasta escuchar.
— Entonces me estás dejando ¿Es eso? No te podré ni escuchar ni recibir tu amor como hasta hora
— Dijimos que no pondríamos límites a nuestro amor. — Dijo sorbiendo de los mocos la más baja para continuar cabizbaja. — Pero esto nos supera, Hamoe. Hay un límite que no podemos superar porque no fue puesto por nosotras. Esta puta pared que no nos permite tocarnos, vernos, sentirnos, que no me permite vivir contigo.
— ¡Pero vives conmigo! Tal vez las condiciones no sean las mismas que las de una pareja normal. Pero yo te dedico todas las putas horas que puedo y que no podría ¡Sabes lo complicado que es para mí esto e incluso así...!
— Esto no es vivir Peach. — El susurro fue tan bajo que era más que notable el miedo de Nimari al decirlo, y más aún su pesar. — Vivir juntas no es luchar con la otra así, no es animarte después de las lágrimas, no es intentar que las seques desde aquí. Vivir juntas y luchar codo con codo es cuando yo me tropiezo y me raspo todas las rodillas frente tuyo, donde puedas ver la sangre brotar y me tomes en tus brazos para cargarme a cualquier banco. Vivir juntas no es imaginar que lo hacemos. — Nimari limpia sus nuevas lágrimas con un gesto aireado de su mano. — Es hacerlo.
Hamoe la sentía, y eso le congelaba hasta los huesos. Sentía la seguridad lejana con que hablaba, como si ninguna de sus palabras pudiera detenerla y eso, eso era aterradoramente frustrante.
— Tenemos poco, nena, lo sé. Sé que no puedo darte todo lo que mereces. Pero yo prefiero este poco de ti antes que nada ¿No puedes ser tú igual? Yo pensaba que sí.
Nimari encerró las manos en puños hasta sentir las uñas cortas clavadas en su piel.
— Si nos seguimos conformando con este poco, nunca saldremos de aquí y no podremos vivir juntas.
— ¡Pero si sales y me putas dejas tampoco vamos a vivir juntas! ¡¿Es que eres estúpida tú?!
— Eso no lo sabes. — Dijo Nimari. — Vi en tu expediente las coordenadas a donde serías enviada y queda en el mismo país que yo, casi al otro extremo pero...
— No te atrevas a hacer promesas si te vas a ir, es estúpido y no quiero cargar con eso día y noche, esperando a un maldito fantasma que siempre me dijo que luchara por ella cuando es ella quien se va.
Con eso Nimari guardó silencio y agarró otra respiración que fue como si absorbiera polvo de hierro puro.
— No es una promesa, Hamoe, son mis esperanzas.
Y siguieron en silencio otro largo rato, una demasiado temerosa de levantarse, y la otra con un buche de vómito atrapado en la garganta a punto de escapar.
Hamoe pensó todo ese rato, miró la habitación, su refugio de cuatro meses y su prisión de mucho tiempo. Antes de Nimari había otra chica en la habitación consiguiente, una chica que la ilusionó y acabó dejándola... ¿Cómo mierda pudo cometer el mismo error de enamorarse de una chica del otro lado de la pared? Es tan estúpido...
Entonces pensó en la carcajada de bruja de Nimari, una a la que le costó mucho acostumbrarse porque era literal Ja-Ja-Ja, pero a velocidad hipersónica. Pensó en la sonrisa que solo ha podido ver en una imagen congelada, una que encontró en los archivos de forma secreta. Y supo que nada era falso, que la despedida por parte de su enana no era indolora o una decisión tomada a la ligera.
Su pequeña la estaba dejando.
— ¿Por qué... ahora? ¿Por qué no ayer o mañana? ¿Por qué sales de esta habitación hoy?
— Quiero una despedida limpia. — Sorbió sus mocos y continuó deshaciéndose de las lágrimas a palmazos. — No quiero que después te preguntes cuánto tiempo estuve diciéndote te amo aún pensando dejarte porque no lo hice ni una vez; el último te amo f-fue sincero y-y sin pesares. Y justo ahora todo es tan injusto porque me tengo que despedir del lazo más hermoso que he formado con una persona a-así; sin mirarla, sin tocarla y sin poder hacer nada.
Cubrió su boca con sus manos y detuvo con ellas los sollozos justo como una segunda pared. Hamoe estaba en un estado de shock demasiado enorme como para reaccionar siquiera.
— Entonces sí te irás... Yo en cierto modo lo sabía, que te irías. — Apoyó la parte trasera de su cabeza a la pared y miró al techo con una mueca adolorida. — No sé cómo aún sabiéndolo me mantuve sin dudar.
— Me iré. — Nimari dio un sollozo más y apretó la garganta para asegurar de nuevo. — Saldré de esta habitación y voy a vivir, sin promesas, solo con la esperanza de encontrarte allá afuera sin una pared de por medio. Si en ese momento me odias solo espero... Solo espero recuperar tu amor de nuevo.
— Mhm... Vete.
Nimari miró por encima de su hombro como si pudiese encontrar algo aparte de la división entre ambas.
Más que la frase, fue el tono vacío, la voz rota; el desinterés y la frialdad.
— Hamoe...
— ¿Puedes ponerte de pie?
— Mmhjum.
— Hazlo.
La menor asintió en silencio, aún siendo vista por nadie, y cumplió la orden. Apenas pudo pararse sobre sus propios pies, débiles, temblorosas rodillas con apenas marquitas de nada; solo con inexperiencia e inocencia se puso de pie agarrando fuerzas hasta poder separarse del soporte que era la pared.
— Y-ya.
— Da tres pasos.
Los dio tomando más impulso aunque algo dudosa.
— Ya...
— ¿Ves? Puedes andar sin mí, siempre has podido y yo todavía pensando que aún así te quedarías.
Y se rompió, la pequeña Nimari.
Sin poder contener un segundo más el te amo en su garganta y pecho, el cual parecía empujar contra el interior de sus labios a cada bombeo de su corazón. Si se quedaba un segundo más, si titubeaba un poco, se quedaría.
Por eso sacó fuerzas de donde no la tiene y salió de la habitación sin mirar atrás.
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No se le ocurrió más que castigarse a sí misma intentando derribar la pared con sus puños y sollozar con frustración.
Las lágrimas de rabia quemaban en sus mejillas en lugar de refrescarle el rostro. Los gruñidos ya habían vuelto mierda su garganta y sus nudillos estaban a esa altura destrozados.
Y solo habían pasado diez minutos de la salida de Nimari por la puerta.
¿Cómo estará ella del otro lado? Seguro está muerta de risa mientras ella continúa ahí con cada te amo trastornándole la cabeza.
Estaba descansado de rodillas en el suelo, su frente apoyada contra la superficie de la pared y el vértigo de todo volviéndole la cabeza un lío. Solo quería dormir y descansar de la vida misma.
Abrió los ojos encontrándose con el vacío gris de la pared y destelló en un fondo de su mente la tentación por estrellar su frente contra dicha pared, justo como había hecho con los puños segundos antes.
Pero un inesperado suceso le interrumpió el proceder.
Sintiendo un movimiento en el bolsillo derecho delantero de su pantalón bajó la mirada a dicha dirección; y lo que se encontró detuvo todo llanto por el shock.
Una versión diminuta de Nimari sacaba la cabeza por dicho segmento de tela, sus deditos estaban rojos por el esfuerzo para salir del bolsillo. Hamoe tragó con fuerza cuando sus ojos chocaron con los de la contraria, ojazos más rasgados que grandes la miraban brillantes.
— No iores Peachy.
Al escuchar eso un sollozo poco sonoro provocó un temblor en su pecho, se separó de la pared y se reclinó sobre sus pantorrillas para ver mejor al diminuto ser.
— ¿Q-qué carajos?
La Chibi de Nimari logró salir arrastrándose por la tela del pantalón y ascendió hasta colocarse sobre su bragueta, un peso casi imposible de sentir. Hamoe observó más asustada por la desconfianza que otra cosa, como las manitos se abrían a abrazar la parte baja de su abdomen con gran esfuerzo.
— No iores bebé, estoy aquí.
— N-no entiendo nada...
— Lo sé, puedo explicarte lo que quieras.
Hamoe la tomó asustada y vulnerable entre sus manos y se acomodó para cambiar la posición. Esta vez apoyó la espalda en la pared y colocó a Nimari Chibi sobre su abdomen con cuidado de no lastimarla.
— ¿Quién... Eres?
— Veamos... Soy tu medio melocotón, tu bebé, tu pequeña esposa, tu corderito, tu novia y protectora. Soy la chica que más te ama y te ha amado en el mundo, Nimari frijolito.
Hamoe arrugó el entrecejo.
— No, ella se acaba de ir.
— Nope, la que se acaba de ir es Himari, la de verdad. Yo soy la parte suya que tienes.
Acaricia sus dedos con un puchero.
— Pensaba que lo tenía todo.
— Sabes que no. — Frijolito asciende un poco más pero la tela la hace deslizarse hasta abajo, dejándola con una muequita molesta. Pero regresa la mirada hacia los ojos de Hamoe y continúa. — Hasta ahora has sido más la dueña de su futuro que de su presente.
— ¿Eh?
— Claro, piénsalo. — Empieza a enumerar con sus deditos. — Vivir juntas, estar juntas; su primer beso, su primera noche, su primera cita, su presentación a sus padres. El primer salario para el regalo de la contraria, los regalos en general. La primera caricia, la primera lágrima que secarías, el primer abrazo. Nada de eso es posible ahora ¿Te has preguntado por qué?
— ¿No es obvio? La puta distancia que ah...
— Eso es solo la razón, pero el punto aquí es, Hamoe. — Saltó y la mayor notó su intención pues le tendió el dedo índice para que esta lo tomara con ambas manos. — No hay espacio para ustedes dos en el presente, simplemente no lo hay.
— Ahora que se fue tampoco lo habrá en un futuro.
— Sabes lo impredecible que es, pero más que eso. — La pequeña la miró con profundidad. — No tienes ni la más mínima idea de lo que significas para Himari o el impacto que has tenido en ella.
— Por supuesto que lo sé, yo también...
— No. — La interrumpe. — Esto sí que no te acercas a imaginarlo, no puedes.
Hamoe hunde sus hombros en señal de rendición.
— ¿Entonces? Ya no está... Está afuera, me dejó sola otra vez.
— Yo estoy contigo.
— Ya, pero yo no te quiero a ti, la quiero a ella.
— Exacto. — Y Nimari sonrió. — Ahora solo puedes tenerme a mí, que me tienes en tu mente y corazón. Porque solo puedes imaginar su sonrisa y el brillo en sus ojos al escuchar que la amas; porque justo ahora solo puedes acariciar tu nuca al dormir pensando que es ella quien lo hace. Justo como hace ella con respecto a ti. Imagina si se quedan por siempre en estas habitaciones, separadas y buscando siempre el más que no podrán encontrar. Ella se fue para encontrarlo. — La miró triste. — Se fue pero no puede dejarte, Hamoe, por eso me dejó a mí en su lugar. Para siempre que me necesites.
— ¿De qué me sirves tú?
— Hump, pues no estás sola ¿No?
— Quiero estarlo, vete.
— Nio. — Nimari asciende por la manga de Hamoe hasta detenerse en su hombro y agarrarse de su oreja. — Tú también tienes que salir.
— ¿Yo? Esa fue su decisión, no la mía.
— ¿Entonces te quedarás a esperar a que otra persona llene la habitación de al lado?
Hamoe toma aire.
— ¿Si eso sucede, continuarás aquí?
— Pft, por supuesto. Y me la pasaré recordándotela con gusto. Tal vez antes de Himari llegaron otras, incluso apuesto que después de ella llegarán más, pero que al menos su sacrificio valga la pena. Sal de esta habitación y encuentra a las que quieras, Hamoe, solo pido que vayas a un sitio donde ella pueda encontrarte.
— Mhm... No la voy a esperar.
— No lo hagas, ella no te espera. Ella vive, tú has lo mismo. Pero no vivas en el futuro, Hamoe. Aunque el presente sea una mierda estresante, vívelo, llegarán tiempos mejores. Y tal vez...
— No lo digas...
Pidió en un susurro.
— Hum... Salgamos, órale.
Hamoe dudosa se dirigió a la puerta y se detuvo frente a esta.
— ¿Y tú...?
— En tu bolsillo, siempre que me necesites solo knock knock y aquí estoy.
— Entonces ni así me deja en paz esta enana molesta... Siento que esta ha sido la ruptura más rara que he vivido.
— Yo lo siento como un final abierto, Himari se desprendió de ti cuando salió por esa puerta, pero hay como un cordelito que dejó. Y que suceda lo que tenga que suceder a partir de ahora. Si estarán juntas, de verdad juntas, lo decidirán ustedes cuando llegue el momento. Pero este no es... No es el momento.
Hamoe suspiró con pesar y alzó la mirada para estudiar la habitación.
— "There's a room in my heart with the memories we made."
— No cantes eso, enana molesta.
— Never not de Lauv. Sabes que viene bien ahora.
— ... Esperemos que solo esa parte.
— ¿Tienes esperanzas?
— No lo sé.
— ¿Le dirás algo más a Himari?
— No lo sé... ¿Realmente no la conozco y solo está en mi imaginación?
— En parte... Como ya te dije, solo puedes imaginar su sonrisa y carcajadas, sus susurros, el brillo en sus ojos o el sonrojo de sus mejillas. No has visto lo importante. No has visto el lunar de nacimiento en el costado de su cuerpo con forma de continente, no sabes de la cicatriz en su rodilla que luego de curar nunca agarró el color de su piel y ahora es como... blanco total, no has tenido oportunidad de contar los lunares en su barbilla o admirar los del pecho.
— ... Hum... ¿Es eso tan importante?
— No la conoces, Hamoe. No la has visto proyectarse para con el resto. Ella no te conoce tampoco. Solo quiere enamorarse de la Tomoe de verdad, no de la que está en su imaginación que es una cercana a la realidad pero no completa ¿Cómo no sería importante sentir su cintura bajo tus dedos cuando la hales contra tu cuerpo con posesión?
— ¡¿Pero podemos estar así antes de...?!
— Es todo o nada. Ya Himari apostó, si ganó o perdió lo sabrá segundos antes de morir. Eres tanto que has sido su decisión más complicada, pero así son las cosas. O vivir juntas, o vivir separadas. Ahora solo pueden vivir separadas soñando con vivir juntas.
— Quiero vivir con ella...
— Y así no lo conseguirás, ya se fue, ya está lejos de la habitación allá fuera. Trastabillando y apuesto a que se tropezó nada más pisó tierra. Ahora sal de aquí, buscarán su todo hasta encontrarse de nuevo.
— ¿Y si no lo hacemos?
— Si no se encuentran pues con más razón deberían separarse.
La Chibi la pellizcó
— YAH
— Sal de aquí, seguiré contigo, pero búscala a ella mientras vives tu vida, Hamoe.
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El amor nos hace ciegos, no solo por la apariencia. Nos hace querer lo que sin esa droga de felicidad alterando nuestro sistema no desearíamos ni jugando. El amor nos hace entregarnos sin lugar a dudas, nos hace saltar por la cuerda floja y en lugar de caer nos encontramos volando. El amor correspondido nos hace ciegos, y cuando dejamos amor por amor, estamos ciegos todavía. Es estar ciego y apagar por propia voluntad la única luz que nos guía, por querer ir solos y agarrar esa luz, encontrarla otra vez desafiándolo todo. Solo para entregar todo de nuevo, recibir todo de nuevo, solo para amar con más fuerza.
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