8

Hibari bajó la mirada, notando la caja que llevaba en la mano, era claro que su vista iba para largo y prefería marcharse antes de verse envuelto en una aburrida conversación, se quitó el mandil que Nana le había prestado para que le ayudara con la cena y se lo entregó a la mayor que estaba a sus espaldas. —Lo siento, mamá, debo irme. 

— ¿Mamá? —Repitió Gokudera derramando drama a montones, se sujetó del brazo de Yamamoto para no caer al suelo y tomó tanto aire como pudo, llenando los pulmones que dejó vacíos después de escucharlo.

Debía ser un mal sueño, no quería creer que se trataba de la realidad misma; era imposible que el idiota que estaba tratando de huir tuviera tanta cercanía con ella en tan poco tiempo. 

— ¿Gokudera? —Reborn se asomó por detrás de la castaña, dibujando una sonrisa llena de malicia en su rostro tras ver a ambos jóvenes en el exterior—. ¡Entren, son bienvenidos! —Rodeó a ambos jóvenes con sus brazos, conduciéndolos al interior, haciendo a un lado al de ojos grisáceos—. Ya han estado en Italia, ¿verdad? 

Hibari apretó los puños al escuchar el nombre del país europeo; después de que el castaño le suplicó su ayuda para hablar de lo sucedido y tras haber hecho una investigación sobre aquel hombre sabía que no era una buena idea permitirle que volviera a hacer mención de su país natal. 

— ¿Por qué no te quedas a cenar, Kyo-kun? —Interrogó la adulta con curiosidad, no le agradaba la idea de que se fuera así sin más después de que le brindó su ayuda para la elaboración de los alimentos, pero estaba consciente de que era un joven ocupado, no podía mantenerse en un mismo lugar por mucho tiempo y que odiaba de manera sobrenatural estar rodeado de tanta gente. 

Estaba hambriento e imaginaba las consecuencias de no impedir la absurda idea sobre Italia, pero tenía que regresar a la escuela para ayudar a Mukuro y Chrome para el plan de mañana. 

Observó los ojos castaños que eran casi idénticos a los de Tsuna, reflexionado profundamente en la decisión que debía tomar. ¿En serio lo podía dejar todo en manos de aquel par? 

Su mirada se desplazó hacia el trío de amigos que estaban hablando animosamente en la sala, al menos había invitado a Tsuna al festival, dando como excusa de que podría ayudarle algo de aire fresco. 

Por eso había convocado a una reunión, no quería que lo fueran a recibir con estúpidos comentarios sobre lo ocurrido en el baile, eso solo le daría razones para pensar seriamente en la desquiciada propuesta de su tutor. 

Aunque le aseguró que nada malo iba a suceder durante su visita, no consiguió una respuesta concreta; quizás todavía era pronto para ver de frente los rostros que se burlaron de él. 

Contempló por un momento su rostro sonriente, deleitándose de tan bella imagen, y volvió en sí cuando Nana lo llamó por su nombre; el que se estuvieran haciendo más cercanos empezaba a ser un problema para mantener ocultos sus verdaderos sentimientos. 

—Lo siento —cedió ante la segunda opción, se colocó la chamarra del uniforme y abrió la puerta, sintiendo como varias miradas caían en él—, debo arreglar un asunto. 

♡   ♪   ♡   ♪   ♡

Al llegar a la sala del comité tropezó con un par de cables en el suelo, había olvidado que la mitad del lugar lo ocupaba Mukuro y su computadora, sin hacer mención al resto del equipo que requería para la ejecución del plan de Kyoya. 

— ¿No es una preciosidad? —Tomó de la mano a la de cabellos azules y, ayudándola, le hizo girar para darle una vista completa de la ropa que llevaba puesta—. Una auténtica copia del uniforme, ku, fu, fu. 

Chrome sintió un bochorno en su rostro, creyendo erróneamente que el halago había sido para ella, hizo una reverencia para saludar al azabache y de la mochila que llevaba sacó un par de prendas, entregándoselas. 

— ¿Hm? —Tras ver que la ropa de la chica coincidía con el uniforme reglamentario de la escuela Midori agarró lo que se le estaba dando y alzó su mirada al darse cuenta de lo que era, queriendo matar al joven que lo miraba con una sonrisa de diversión en su rostro.

—No te molestes —el de cabellos azules se levantó del sofá para tomar una prenda de sus manos y la colocó por encima, verificando que fuera de su talla—, es en caso de emergencia, ku, fu, fu, fu. 

—Primero muerto —contestó con irritación, le dio un empujón para que dejara de tocarlo, lanzó el tonto uniforme de la escuela Kokuyo al último cajón de su escritorio y sacó su celular al sentir que le llegó una notificación nueva, suavizando con rapidez su expresión en el rostro. 

— ¿Oya, oya? —Mukuro intentó asomarse para ver qué había sido lo que al contrario le cambió el humor, pero fue empujado nuevamente—. Hmph. 

Volvió al sofá en el que estaba y acomodó una pantalla sobre la mesa para tenerla frente a él; de alguna u otra manera conseguiría ver lo que a Hibari lo ponía de tan buen humor. 

—Ah… Hibari-san —la joven se acercó a pasos lentos, sintiéndose nerviosa de tan solo percibir el agradable aroma que el mencionado desprendía, le entregó unos anteojos falsos junto a una peluca y dio un paso hacia atrás al notar la sádica mirada que le lanzó a su familiar—. Es el plan B, no se preocupe mucho, dudo que tengamos que recurrir a esto. 

Kyoya asintió con un suspiro, guardando los nuevos objetos en el mismo sitio donde el uniforme; aunque el plan original era perfecto, nunca estaba de más tener otro por si algo llegaba a fallar. 

Mukuro sonrió al lograr acceder a los mensajes del azabache, intuía que se trataba de aquel castaño enclenque, se desplazó por la conversación para leerla completamente y un gesto de decepción apareció en su rostro tras ver que había únicamente poco más de una decena de mensajes. 

Se preguntaba qué clase de persona era ese tal Tsunayoshi como para lograr que la persona más seria que conocía sonriera de esa manera; bueno, aunque no era una sonrisa tal cual, sino una diminuta curva en sus labios. 

—Alondra-kun —despegó su mirada de la pantalla para alzarla y ver al azabache, realmente quería indagar más en su vida privada, pero debía de ser inteligente para hacerlo hablar—, el sujeto del video… 

—Sawada —su prima lo corrigió sin vacilar, atrayendo la completa atención de ambos sujetos provocando que se encogiera de hombros y creyera que había pronunciado mal el nombre—. ¿N-No era así? 

—Sí, él —se apresuró en hablar antes de que Hibari pudiera decir algo al respecto y se levantó del sofá para rodear con uno de sus brazos a la joven, protegiéndola de la fría mirada que estaba recibiendo—. ¿Sabe lo que estás haciendo? 

— ¿Hm? —Arqueó una de sus cejas, sin comprender con exactitud a lo que se estaba refiriendo. 

—Le ordené a Tetsuya que me diera información de ustedes —confesó sin mostrar arrepentimiento de lo que había hecho—, al parecer está bajo tu protección, ¿no? —Su característica risa escapó de entre sus labios muy suavemente como quien juega sabiendo que va a ganar—. Lo de la mañana ya lo habías hecho antes, pero para que dejaran de molestarlo tanto —dio un par de pasos a su alrededor, sin quitarle la mirada de encima, queriendo examinar sus posibles reacciones—. Ku, fu, fu, incluso hiciste tratos con sus mayores agresores —se detuvo al notar lo que creyó que era un titubeo en él—. Y ahora esto… Me da curiosidad si él lo sabe. 

—No, y prefiero que así… 

—Ku, fu, fu, fu, eso significa que puedo llevarme todo el crédito —mostraba aires de superioridad, manteniendo firme la sonrisa en su rostro—. Seguramente se enamoraría de… 

Kyoya simplemente no le permitió terminar de hablar, actuó rápido para acorralarlo contra la pared, poniendo una de sus tonfas en su cuello y empujándola en un intento de estrangulamiento. Estaba cansado de su charlatanería. 

Rokudo, a pesar de que su espalda había azotado en el muro y estar sintiendo el frío metal en su piel, no borró la sonrisa que llevaba, sabía bien que no se atrevería a hacer más. 

— ¡Hibari-san! —Chrome estaba paralizada de miedo, recordaba temerosamente la última pelea que ambos habían tenido y rogaba para que la situación no fuera a repetirse. 

— ¿Oya, oya? —Aunque se le dificultaba hablar, hacía su mayor esfuerzo para escucharse aunque fuera un poco—. ¿Celoso…? 

Chasqueó la lengua con irritación y dio un par de pasos hacia atrás, convencido de que morderlo hasta la muerte no era una opción viable si quería su ayuda. Y tenía razón. 

Conocía a la perfección al idiota que estaba tomando bocanadas de aire, siendo auxiliado torpemente por su familiar; Tsuna cumplía con los requisitos para gustarle. 

Era claro que por ningún motivo podía permitir que él lo conociera más. 

—Aléjate de él —sentenció con seriedad, guardando la tonfa que había usado para atacar, tomó un par de papeles para fingir leerlos y alzó su vista un momento, viendo fijamente a los del contrario—. Tú lo dijiste, está bajo mi protección y si te le acercas no dudaré en morderte hasta la muerte. 

♡   ♪   ♡   ♪   ♡

—Salud, décimo —se apresuró Hayato cuando escuchó su estornudar, buscó en su mochila un paquete de pañuelos desechables y se los entregó con rapidez, dedicándole una pequeña sonrisa. 

—Gracias, Gokudera-kun, pero no lo necesito —rascó nerviosamente su nuca—. Alguien debe estar hablando de mí. 

Yamamoto se puso de pie, estirándose un poco antes de despedirse, y su mirada cayó en un cartel llamativo que había en la cómoda junto a un pequeño montón de dulces. — ¿Vas a ir al festival, Tsuna? 

—No estoy seguro —respondió con un suspiro, recordando avergonzadamente la atenta invitación que Hibari le hizo; tal vez debería considerarlo si él se había tomado tanta molestia—. La gente se burlará de mí… 

Los dos intercambiaron miradas, recordando que después del misterioso anuncio que hizo el líder del comité disciplinario dejaron de escuchar comentarios respecto a lo ocurrido en el baile. 

Gokudera seguía incrédulo, era imposible que alguien como él se tomara el tiempo para hacer algo así, creía firmemente que era una coincidencia más. Yamamoto se limitó a encogerse de hombros, si decía algo haría enojar al peli plateado y eso provocaría en quedarse más tiempo de lo necesario. 

—Nosotros estaremos en el salón —comentó con una sonrisa en su rostro, rodeando con su brazo a Hayato para hacerle entender que se refería a ellos dos—. Si vas, podemos salir a divertirnos. 

El castaño asintió con la cabeza, agradeciendo mentalmente por tener tan buenas amistades a su lado, convenciéndose un poco más para asistir al festival. 

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