Capítulo VI

     Al llegar a mi departamento encontré a Laura, cruzada de piernas, mirando un programa de chimentos y comiéndose el helado que guardara para aplacar un día de furia. Giró la cabeza y me miró sin interés:

—¿Viste como bajó de peso? No es normal ¡Seguro que se operó! 

Yo no sabía de qué me hablaba, pero a veces ni ella se acordaba de lo que afirmara con certeza,  una hora después.

Con rabia me saqué los zapatos, los tiré contra la pared y me fui a la ducha. Laura no dijo nada, notando que no era un buen momento para comentarios. Después del baño—-ya más tranquila— me senté a su lado, traje otra cuchara y empecé a comer lo que quedaba del helado.

—Mal día —mordió, entre sus espaciados dientes.

—Pésimo —afirmé-—mientras me desinflaba en el sillón; ahora tengo que sufrir a dos imbéciles en lugar de uno. Gonzalo, no avanza en ninguna decisión y   el otro se toma libertades no se con qué derecho.

Laura se incorporó con atención.

—¿Libertades? —dijo, entre curiosa y emocionada—  ¿Te quiso besar? ¿Te besó? ¿Lo besaste?

—¿Qué? ¡Estás loca!... Me pregunta, me cuestiona, quiere informaciones personales. ¡No sé quién se cree que es!

—¡Ah! —dijo Laura, desilusionada— Lo de siempre. Alejando a todo el que no sea Gonzalo.

La miré fijo. Iba a contestarle pero me quedé sin respuesta. Ella tenía razón. Desde hacía 10 años repelía cualquier presencia que no fuese la suya. Aún sabiendo que se había casado, que tenía otra vida lejos de la mía. Era imposible para mí dejar nuestra relación en el pasado.

—Estoy cansada Lau, se me están escapando los años; no tengo las familia que soñé y creo que nunca la voy a tener.

—Tampoco estás jubilada, dejá que la gente se acerque. No asustes a los candidatos. Abrí los ojos, Gonzalo se fué: ¡Dejalo ir!

Era fácil de decir pero doloroso de sólo pensar. Gonzalo fué el único que se despertó a mi lado. Que dejé entrar en mis sueños. Él siempre había sido un misterio para mí, nunca dió indicios de querer volver, pero su pedido de colaboración me confundía. ¿En realidad era Ignacio? O solo el pretexto para acercarse nuevamente.

—Quedate conmigo, hoy no quiero estar sola.

—Dale amiga, dormite un rato. Yo te cuido.

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