quince

Lalisa

Gruñí mientras salía de casa a pasos fuertes y decididos. Eran cerca de las 5 a.m y yo llevaba mi mochila al hombro. Tenía un gas pimienta y una navaja por si las dudas. Sabía que en realidad era estúpido salir de mi casa a altas horas de la noche, sin embargo ¿era para asustarse si yo prefería estar varada bajo un puente con un drogadicto que con el imbécil de Jungkook? No lo sabia.

Rechiné entre dientes sin saber exactamente que hacer. ¿Debería seguir? ¿regresar? ¿si seguía a donde pararía? ¿Y si volvía con que faceta de Jungkook me encontraría? No quería hablar más sobre el tema con el. Pero lo conocía. Insistiria hasta saber con quien estuve y cuando. Y no puedo decir que fue una de mis mejores noches. Porque no lo fue.

Seguí caminando deseando que hubiera algo abierto para pasar el resto de lo que me quedaba de las horas de martirio. Y mi suerte fue buena, porque terminé encontrandome con un boliche. En mis labios se formaron una sonrisa mientras terminaba por entrar al lugar. No sabía si era obligatorio jugar a los bolos, pero si era lo que necesitaba para descargar mi ira, sabia que este era el lugar indicado.

Así que entré decidida abriendo las puertas y saque de el bolsillo de mi buzo el dinero para pagar por unas rondas. El chico que trabajaba estaba de espaldas a mí. Aunque me dio una sensación de que lo conocía de algún lado por el cabello y anatomia, ignoré el pensamiento.

Pero no lo tuve que haber ignorado realmente.

Porque al darse media vuelta, creo que a ambos los ojos casi se nos salen de sus órbitas.

—¿Tú?—pregunté

—¿Tú?—dijo al mismo tiempo que yo. Genial, eramos idiotas.

Tragué saliva y carraspeé rápidamente, no quería hablar demasiado con mi vecino lento. Aunque me sorprendía que estuviera trabajando ahí, lo admitía.

—Quiero unas rondas.—dije, directa.

El asintió, aunque por su mirada pude ver que la curiosidad por saber que hacia yo ahí a esa hora le ganaba más.

—Puedes... puedes cambiarte los zapatos allá.—me dijo, con voz dificultosa. Y creo que su vista se concentró en mi mejilla. Frunció el ceño y lo miré con rostro fulminante, harta de verlo analizandome.

El al ver que me estaba disgustando terminó por desviar sus ojos de mi rostro.

Que idiota.

Luego de ese mal intercambio de palabras salí de ahí y me senté en un banco a ponerme los zapatos entre gruñidos malhumorados. Luego me incorporé y fui a las pistas.

Para mi total sorpresa, si había, a pesar de la hora, unas personas en los bolos. Pero nadie que conociera bien. Un señor grande junto a su nieta y un chico tomando una cerveza. Lo miré más de cerca y lo reconocí al instante. Era él chico que se había quedado charlando con Jisoo hace tan sólo unas cuantas horas. El mismo idiota que dijo que me quitara los auriculares el primer día de clases.

¿Hoseok? Leí en su campera de rugby.

Él como si hubiera sentido mi mirada se dio media vuelta alzando una ceja.

—Qué interesante que la hermanita de Jungkook esté sola a estas horas.—se burló y yo apreté mis puños.

—¿Siempre que abres la boca eres así de irritante? ¿O es que acaso te divierte ser un idiota?

—Si no contestaste a mi pregunta significa que estoy tocando un tema delicado.—adivinó y yo contuve las ganas de propinarle un golpe.

—Bien. Quiero que te calles. ¿me harías ese favor?

—De acuerdo.—sonrió tomando otro sorbo de su cerveza—a este lugar sólo vienen los ancianos, los tontos y los que quieren huir de algún lado. Y lo digo por experiencia propia.—explicó ofreciéndome su lata de cerveza.

La tomé sin dudar ni agradecer, y sin esperar le di unos cuantos sorbos.

Una vez terminada se la devolví y me limpié los labios con la manga de mi buzo. El asintió con la cabeza en aprobación, como diciendo nada mal.

—¿Tienes intenciones de ir a la escuela hoy?

—La verdad no.—negué

—Yo tampoco. ¿Te gustan las motos?

—Sí.—respondí—¿Porque esa pregunta?

—¿Te gusta la adrenalina?

Lo miré con el entrecejo fruncido, confundida. El que ignorara mis preguntas me molestaba más de lo que alguna vez admitiría.

—Sí. ¿Qué con eso?—me quejé

—Iré a una carrera de motos. Y por regla debo llevar a una chica conmigo para el juego. No es que me agrades pero no veo opción más viable.—se asinceró—¿aceptas?

En mis ojos y en mi rostro se pudo ver el brillo de satisfacción.

—No es broma ¿cierto?—inquirí ocultando la fascinación que me daba.

Él negó.

—Prometo que no miento.

—Mas te vale que no mientas—amenacé y sonreí.—de acuerdo, acepto tu estúpida propuesta.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top