02. Reflejo


21 años después

Una tonada empezaba a despertarme, sin querer abrir los ojos extendí mi mano pegándole a todos los objetos del buró, excepto mi celular, escuché a mi madre quejarse un poco despertándose, yo abriendo los ojos de golpe agarraba mi celular apagando la alarma para no despertarla por culpa mía.

Abrazo mi celular rezando en no haberla despertado, pero sonreí aliviada al ver que estaba completamente dormida como diría ella soñando con los angelitos, puse mi mano sobre su frente verificando que no tuviera fiebre, en la noche se ha desvelado por los dolores y además que duró casi toda la noche en el baño.

Pero hago una corta sonrisa al no sentir que tuviera fiebre, le daba un beso en la frente y ella como si lo hubiera notado dentro de sus sueños sacaba una corta sonrisa, me iba incorporando pasando mis dedos sobre mi cabello, al igual que ella no pude dormir al estarla cuidando, fue otra noche difícil, pero no me importaba, mientras que fuera por ella le daría mi salud si pudiera.

Puse mis pies sobre mis pantuflas, me levantó arrastrando mis pies hacia el baño, porque extrañamente todas las mañanas hay un extraño magnetismo en el suelo que me quiere acostada en el, tristemente debo desafiar las reglas de la física para tener que ir a prepararme.

Me fui al baño manteniendo la puerta abierta, dejé caer mi camisón y me bajé mis calzones dejando que resbalaran sobre mis piernas. Abrí la regadera y extendí mi mano para verificar la temperatura, la aparté de golpe abrazándome a mí misma por el escalofrío al sentirla tan helada. No hay agua caliente, otra vez.

—Maldita sea... —dije en susurro y respire hondo como si fuera entrar a una batalla, daba un paso al frente con valentía y cerrando los ojos metía todo mi cuerpo recibiendo toda el agua sobre mi cabeza sin poder evitar sacar un pequeño grito agudo...

Me salía del baño entre maldiciones con una toalla encima yendo por mi ropa del cuarto, pero me detuve al ver a mi madre ya despierta teniendo su espalda recargada en la almohada y sus piernas extendidas sobre el colchón.

—¿Qué haces despierta tan temprano? —preguntó mi madre con una mirada exhausta con las ojeras bien marcadas, aunque desde hace cuatro años que ya han sido parte de su cara.

—Iré a trabajar doble turno —dije con una sonrisa fingida para que no se preocupara por mí, pero ella iba por hablar— Madre, ya sé lo que dirás, que me has dicho que no necesito hacerlo.

Me sentaba en la esquina de la cama sujetando mi toalla con una mano y con la otra mano libre la puse sobre su rodilla tratando esa parte del cuerpo como si fuera el más importante por el momento, pero ella me tomó de la mano mirándome con una mirada llena de tristeza, le tomó de su mano ya que hasta podía sentir que ni fuerzas tenía para cargar la mía.

—Te digo con toda la verdad que no me importara si vendemos el collar...

Yo me aparté de ella exhausta por esta discusión.

—No madre, ese collar te lo ha dejado la abuela, no la vendiste cuando trabajabas, pudiste hacerlo, pero no lo hiciste...

—Porque en ese tiempo podía trabajar Gemma, yo era la que conseguía el dinero para ti, ahora...has dejado tus estudios por mi culpa... —dijo ella con una voz tan apagada y pude notar cómo cambió su expresión repentinamente sabiendo la advertencia.

—Madre —dije yendo con ella sentándome ahora a su lado y le sujeté de su cabeza haciendo que tuviera toda su atención en mí, sus ojos parecían cristalinos y su tristeza era tan contagiosa que hacía toda una batalla para no ponerme a llorar enfrente de ella— No es tu culpa. Oye... —le regale una corta sonrisa— Si pudiste trabajar sin vender el collar de la abuela, yo también o acaso crees que no soy fuerte como tú —puse mi mano sobre mi pecho fingiendo gran ofensa.

Ella sonríe muy poco por las pocas fuerzas que tenía.

—Podemos hacer unas guerritas para comprobarlo —dijo ella extendiendo su mano preparando su pulgar y yo sacaba pocas risas preparando a mi pequeño luchador.

—Oh madre, estás cometiendo un grave error, mi luchador ha entrenado aplastando los bichos de la cocina —dije tomándole de su mano.

—Gemma —dijo ella en forma de llamada de atención, pero sacaba risas, yo trataba de tomar un video mental para guardarlo en los archivos de mis recuerdos, su risa era un coro...podría superar al mismo canario, pero se crasheo mi grabación cuando esa horrible tos invadía su prodigiosa voz.

Mi madre aun sosteniendo mi mano, con su otra mano tomaba del vaso con agua y le daba un largo trago. Ella puso el vaso en el buró sujetándose la garganta.

—Lo siento... ¿En que estábamos? —preguntó ella fingiendo su sonrisa y yo igual fingía una corta sonrisa.

—En que te iba a vencer —dije moviendo mi pulgar por los lados retando su pulgar y mi madre preparaba su pulgar moviéndolo como el mío— Uno...dos...tres.

Nuestros pulgares empezaban a luchar como verdaderos luchadores, mi madre movía lentamente su pulgar que en menos de un segundo podría poner mi pulgar sobre el suyo y ganar, pero se lo deje fácil pasando mi pulgar por debajo del suyo y ella me lo aplasto con su pulgar.

—Uno..dos...tres...gané —dijo ella y yo me dejaba caer sobre la colcha sujetando mi toalla sacando la lengua fingiendo mi muerte, mi madre produjo pocas risas— No creas que no me di cuenta, has hecho trampa dejándome ganar, traviesa —Yo me incorpore y le hacía una mueca de conejo como tanto le gusta ella, ella me sonreía picando mi nariz— Anda cámbiate, que ya te he dicho que no me siento segura que andes en toalla en el cuarto.

—Cierto el muro que nos tapa la vista del bellísimo Nueva York puede tener ojos de lujuria en mi —decía abrazándome a mí misma cubriendo más mi cuerpo fingiendo mucha pena y mi madre de nuevo se reía, pero de nuevo ella empezó a toser.

Mientras que ella trataba de tranquilizar su tos, yo agarre mi ropa junto con mis tenis, me dirijo al baño y una vez que estaba en el cuarto, me recargue en la pared sacando un suspiro de enfado apretando mis puños, enfadada al no poder hacer algo al respecto por su enfermedad, lo único en que la puedo ayudar es en hacerla reír, pero quisiera hacer algo más grande que eso.

Yo sin poder hacer algo al respecto en estos momentos me iba poniendo de la ropa interior, me metí la playera de polo café por la cabeza, me puse de los pantalones negros, cojeaba un poco al tratar de ponerme los tines en el pie y me ponía los tenis como proceso final.

Agarre del cepillo que estaba en la esquina del lavamanos haciéndome una coleta, baje mis brazos mirándome al espejo con seriedad, baje la mirada nada orgullosa de mi imagen y me salí del baño yendo a la cocina.

Fui a la alacena para coger dos platos hondos, agarre del cereal, al sentir el peso liviano fruncía el ceño sacudiendo la caja al escuchar del poco cereal, acerqué mis ojos a la caja para ver de la miserable cantidad, fui al refrigerador y al abrirlo notaba que solo teníamos la mitad de la leche, ya no queda despensa, necesito ir al mercado, pero necesito el dinero para la medicina.

Yo agarre la leche, deje el desayuno para mi madre en la mesa del comedor, me masajeaba los párpados tratando de averiguar la manera de salirme de este problema, sentía que en cualquier momento todo se me iba a derrumbar encima y no hablo de este mugroso departamento.

Improvisare, por el momento debo preocuparme por mi madre, le preparó el cereal con leche, voy por un vaso y le serví más leche dejando caer la última gota en el. Acomodo el desayuno en un plato para servir y puse los cubiertos junto con la servilleta, agarré el plato largo y me metí al cuarto para poner la mesita para cama sobre sus piernas.

—Tadaa —dije agitando mis manos como clase de maga y madre se calentaba las manos al ver mi exquisito desayuno— La especialidad del chef, cereal con leche y un vaso con leche para combinar.

Mi madre se saboreó los labios.

—Mmmm se ve delicioso, pero...solo veo un plato —dijo ella volteando a verme nada alegre por ello.

—Madre lo lamento, pero en la cafetería me he quedado desayunar con una amiga —ella se me quedó viendo con sospecha— Hablo enserio madre, no quisiera desayunar dos veces, sería gula.

Madre me miró fijamente a los ojos inspeccionando cada movimiento mío, yo ya tengo varios años de experiencia en esto que estoy segura que no podrá atraparme, al final ella alargó su sonrisa poniendo una mano en su pecho.

—Ahora ya no quieres comer conmigo —dijo ella fingiendo ofensa con una mirada de burla y yo solo alzaba la mirada al techo con una pequeña sonrisa victoriosa.

—Come que necesitas comer tus tres comidas del día, desayuno, comida y cena, no podemos faltar con ninguna —dije metiendo la cuchara al plato hundiéndola sobre el plato y la elevé ayudándola a desayunar, ella abría en grande su boca y le metí la cuchara verificando que se la tomara toda...

***

Terminando de darle el desayuno, recogí el plato.

—Felicitaciones al chef —dijo ella dando un beso en los cinco dedos de su mano y una seña al mismo tiempo como si fuera de origen francés.

—Grazie —dije cómo italiana, fui a la cocina lavando los platos con prisa, regresé al cuarto cogiendo mi mochila para salir, me acerque con madre a darle un beso en su mejilla— Ya me iré a trabajar, recuerda si te sientes mal...

—Te hablaré, después le hablare a la vecina que es de toda confianza para que me ayude en lo que necesite y te esperare para que me salves como siempre —dijo mi madre con desesperación al que me tenga que repetir estas palabras todos los días.

—Bye, madre —dije y me acerqué dándole otro beso como premio e iba por irme.

—Espera ahí —dijo ella alcanzando a sujetar mis mejillas dándome un beso en la frente— Cuídate mucho y no quiero que regreses muy tarde Gemma.

—Lo haré madre, debo irme ya o si no mi gerente me va a llamar la atención, nos vemos después de las ocho, tu aprovecha el tiempo para descansar.

Ella me dio un asentimiento, yo pase por la pequeña sala, agarre el picaporte de la puerta quitando el seguro y me salí del departamento, camine derecho para estar enfrente de la puerta de nuestra querida vecina, toque la puerta y pude escuchar unos pasos acercarse quitando de los seguros a su puerta.

Abrían la puerta, daba un suspiro desviando mi mirada con desesperación al ver a Cody, el niñato se recargo en el marco de la puerta creyéndose algún personaje de los ochenta sobre todo con su vestimenta en que no parezca para su edad, me pregunto si no está en alguna investigación para checar si los coqueteos que hacen en la película ochentera funcionan en la vida real y me gustaría ser yo quien le diga que no es así.

—Vienes a hablar conmigo —dijo él moviendo sus labios de una forma tan extraña que al final de cada frase termina formándolos como el pico de un pato.

—Busco a tu madre Cody —dije yendo al grano.

—Vamos linda, una noche tu y yo —dijo el sujetándose su chaqueta de cuero poniendo una pose varonil y yo ponía mis dedos sobre mis párpados.

—Cody, ¿Te das cuenta que las cosas que pasan en las películas de los ochentas no funcionan en la vida real? —pregunté mirando con lástima a este pobre inocente.

—¡Quién es, Cody? —preguntó su madre dando un grito.

—¡Soy yo, señora Miriam! —grite tratando de buscarla al fondo de su departamento, pero Cody se hizo de puntillas bloqueándome la vista y yo rodeaba los ojos estresada.

—Gemma, dulzura, buenos días —dijo ella saliendo de un cuarto para venir a verme— Cody, termina tu desayuno que en poco tiempo debes irte al colegio.

Cody solo dio un pequeño gruñido, pero me regaló un guiño antes de irse y yo fruncía el ceño, todos los días me esfuerzo para olvidarme de cosas como estas, el niño se fue retirando a donde dijo su madre dejándonos a solas.

—Señora Miriam solo vengo a pedirle que cuidé de mi madre como todas las mañanas, por favor —dije juntando mis manos en forma de súplica.

—No tienes que pedírmelo, dulzura —dijo ella con un tono sereno que se me hacía algo extraño de ella— Pero...he estado batallando últimamente con el dinero.

Ya se me hacía extraño, esta señora puede parecer gentil y lo es, no me quejo, pero siempre te pide algo a cambio, yo agarro mi mochila, abría del pequeño bolso de enfrente sacando mi monedero con forma de cabeza de conejo de tela, antes de abrir mi monedero mire a Miriam que miraba del ciper con una mirada llena de avaricia.

—¿Cuánto necesita? —pregunte ante todo antes de ver la cantidad de mi dinero, aunque es poca, pero aun así debo ser cautelosa.

Ella borró su sonrisa al saber de su plan.

—Cinco dólares —dijo ella extendiendo su mano y yo abrí mi monedero, sacando los cinco dólares entregándoselo y ella volvió a sonreír obteniendo lo que más deseaba— Adiós, dulzura, tú no te preocupes por tu madre, tendré mis ojos y oídos pegados a ella —dijo ella sacando su cartera mostrándome el poco montón de billetes que tenía, no era millonaria, pero...me gustaría tener esa cantidad.

Ella se dio cuenta de donde mis ojos miraban, guardó su cartera mirándome de una manera cuidadosa como si realmente fuera alguna ladrona con malas intenciones, yo mostré enfado a ello.

—Adiós señora Miriam, de nuevo le agradezco de sus servicios —dije cortante dándome la vuelta para irme al trabajo y así poder dejarla.

Al llegar al lobby del edificio hice una mueca como siempre cuando sentí del desagradable olor entrar por los orificios de mi nariz, miré al encargado que estaba dormido sobre su silla con los pies sobre el escritorio sin pena ajena mostrando sus calcetines sucios y maltratados.

Salí del edificio soportando los chiflidos de todas las mañanas, seguí caminando con una mirada al frente como un caballo de carruaje para no tener distracciones por mis lados.

—Nena, ¿Quieres probar? —preguntó un chico extendiendo su mano ofreciendo droga y yo solo le mostré mi palma negándoselo apartándome de él sin ni siquiera mirarlo.

Me topé con una mujer del cual ella siendo de la esquina de la calle me miró con algo de enfado teniendo su cigarro entre sus dedos y me exhalo el humo a mi rostro como forma de venganza, yo tosía un poco separándome de ella.

—Lo siento... —dije con una voz temblorosa abrazándome a mí misma yendo a pasos más de prisa.

Dulce Nueva York, algún día me largare de este maldito lugar con mi madre, no sé el tipo de milagro, ganarme la lotería, que me contrataran para algún trabajo profesional, que llegara mi padre para poder sacarnos de esta miseria, sacaba pocas risas a lo último, es el más fantasioso, aunque acepto cualquier tipo de milagro para irme de este infierno, llevar a mi madre a una casa decente, que pueda contratarle el mejor doctor que se conoce, a miles de enfermeras si es necesario y si hay una cura que terminara mi fortuna llevándome a la quiebra, lo aceptaría, lo que sea.

Pero me detuve al ver el club nocturno escondido entre el callejón, me abrace a misma avergonzada para ver el letrero de luz neón con una animación de la típica mujer en tubo dando vueltas alrededor con una larga sonrisa, mire de los hombres quienes entran con una sonrisa esperando su programa favorito.

Yo bajé la mirada, son puras fantasías esos deseos mios, madre me enseñó que la vida no es fácil y para sobrevivir debes hacer todo tipo de cosas, como ser una pole dance escondiéndolo a mi propia madre por tres años, pero no me fui al extremo como ella lo hizo.

—Gemma.

Subí la vista para ver al gerente, el señor Ned asomado en la entrada señalando el reloj de su muñeca indicando que se me hacía tarde, mi gran jefe, sobre todo con ese bigote que lo hace ver como un hombre amable, pero uno no se imaginaría que es el gerente de un club de pole dance.

Yo subí la mirada al cielo, pero con valentía iba entrando al club, a pesar de las horas del día al entrar pareciera que es de noche por la oscuridad del lugar y las luces parpadeantes de múltiples colores para ser utilizadas para un concierto, el olor espeso a alcohol y no podía faltar la de los hombres.

Se encontraban cuatro barras con tubo, una de mis compañeras ya dando su espectáculo, los sillones alrededor de la barra con pocos hombres, pero ellos ya le avientan los billetes como premio por su talento.

Yo caminé hacia los vestidores, los dos grandulones al verme me daban paso conociéndome, yo pase entre ellos entrando al cuarto donde podía ver a mis compañeras en los tocadores o viendo qué ponerse para su baile en tubo.

—Hola Gemma —me saludaba Ruby sin apartar su vista al espejo retocándose el rostro con tonos intensos que era su especialidad.

—Muñequita, pero ¿Qué haces a estas horas? —preguntó Eiza mientras que se decidía si ponerse algo brilloso o de encaje.

—¿No te enteraste?, a la pobrecilla la despidieron de la cafetería al que uno de los hombres la reconociera que era una estrella en este lugar —dijo Piper poniéndose los mallones sonriendo como si estuviera alegre por ello.

Yo hice un pequeño gruñido, Piper era la más chismosa y metiche entre todas, aunque no me sorprende al ser la mayor de nosotras, además que ella fue quien me aconsejó trabajar aquí cuando trabajaba en la cafetería y se dio cuenta de lo poco que me pagaban.

No era una mala mujer, al contrario, se preocupa por todas nosotras, es como una madre en este lugar, si necesitas algo ella hace todo lo posible para conseguirlo, excepto cuando se trata de dinero, pero ella fue quien me enseñó todo lo que sabe, todas las tardes era ir a su casa y me entrenaba para hacer pole dance, aunque no es algo que yo hubiera deseado.

Mi deseo aún sigue vivo, ser bailarina de ballet, recuerdo todas las películas de la Musa que me ponía mi madre de pequeña y como yo trataba de seguir los movimientos de la bailarina animada, mi madre se dio cuenta de eso, antes de su enfermedad ahorraba dinero para meterme clases de ballet, desde los once a los dieciséis tuve clases en un local en Chinatown, pero cuando se enfermó le dije que este absurdo sueño mio tenia que frenar para utilizar el dinero para los doctores, las medicinas, ella no quería, pero la obligué y me dolió, porque podía ver que ella sufrió más que yo.

Agarre mi vestuario oscuro de dos piezas, la parte de arriba era una blusa sin mangas de ombliguera con cuello y tenía de diamantes artificiales incrustados, la parte de abajo eran unos calzones hipster oscuro, agarraba mis mallones oscuros transparentes con brillo y me hinque agarrando mis tacones altos de charol.

Me metí al vestidor empezando a desvestirme, guardé mi ropa en mi mochila y me senté en el pequeño balcón poniéndome los calzones, la blusa, los mallones y metía los pies en los tacones, agarré mi mochila y me salí del vestidor dirigiéndome a un tocador.

Me senté viendo mi reflejo con tristeza, agarre las sombras grises junto con las brochas y empecé a ponérmelo en los párpados, pero ¿Esto es lo que me espera?, ser una bailarina de tubo, sé que Piper me consuela diciéndome que este baile es único, que no cualquier chica podría hacerlo, pero no es algo que me apasione como debe ser, no de esta manera, usando mi cuerpo como entretenimiento para esos cerdos, por algo a este lugar lo llamó el granero.

Deje las sombras agarrando el delineador haciéndome una fina línea de gato, Piper se sentó al lado mío sabiendo mi tristeza, no hay día en que le pueda esconder algo, ella me sujeto de los hombros masajeándolos como su único consuelo.

—¿Cómo sigue tu madre? Gemma.

Yo bajé la mirada a que ese tema no ayudaba.

—Tuvimos una noche difícil.

—Sí, se te notan mucho las ojeras, muñequita, ponte corrector —Eiza señalando su corrector y se lo aplicaba en su rostro.

—¡Gemma tienes cinco minutos! —gritó Ned desde afuera del cuarto y yo gruñía desesperada.

—¡Ya va hombre! —gritó Ruby con enfado protegiéndome y después pegaba su rostro al lado del mío observando nuestros reflejos, ella sí parece estar orgullosa del suyo y me sujeto de la barbilla como si me tratara como el pétalo de una rosa— Quizás no estás disfrazada de princesa para una importante obra en broadway sobre el ballet, pero no debe tener el mismo valor que esta imagen, una mujer fuerte que haría cualquier cosa por su madre, siendo su ángel de la guardia que no necesitas alas para que te identifiquen como una con esa resplandeciente belleza.

Yo le sonreí con gratitud a sus palabras.

—Gemma —dijo Ned asomándose al cuarto y yo agarre el lápiz labial con enfado casi embarrándomelo en mis labios, pero cuidando que no pareciera alguna payasa, casi aviento el labial en su lugar estando lista.

—Ya, ya estoy —dije caminando a mi sección dando pisotones fuertes en el suelo, pero que impaciente es este señor.

—Suerte, Gemma —hablaron las chicas al mismo tiempo y yo las volteé a verlas con una sonrisa de agradecimiento.

Me puse detrás de las cortinas plateadas cruzándome de brazos.

—Démosle un aplauso a nuestra piedra preciosa del lugar —dijo el presentador del club con una voz exagerada de emoción— Gemma —me daba la señal y se abrían las cortinas.

Mi barra estaba llena del cual había algunos que tienen que estar parados para verme, ellos me aplauden y me chiflan, yo fingía una sonrisa como me lo obliga mi trabajo caminando de una forma lenta y con formalidad al tubo.

Agarró el tubo acariciando el metal como si fuera el torso de un hombre, tratando de confundir ese frío metal con la calidez de una piel, trato de desaparecer todo lo de mi alrededor, las personas se desvanecen lentamente, la luz se opaca estando rodeada en la oscuridad, escucho solo el tono de la música electrónica, solo este tubo y yo.

Respiro hondo, sujeto el tubo haciendo fuerza cargándome a mí misma abriendo mis piernas convirtiéndome así en una v, bajo mis piernas estando cruzadas escuchando el ruido del tacón al llegar al suelo e iba dando pasos grandes dando una vuelta con lentitud de una forma coqueta para que pudieran apreciar cada movimiento con detalle.

Rodeé el tubo sin despegar mis manos del palo usándolo como herramienta para dar saltos rápidos extendiendo mi pierna haciendo que mi tobillo estuviera a la altura de mi cabeza y me dejaba caer dando vueltas sin bajar de nivel mi pie alto, hasta sentir mi parte trasera en el suelo y bajar mi pierna haciendo un split.

Me incorpore, pero levantando primero mi parte trasera y pegaba mi pecho contra el tubo haciendo para atrás mi cabeza, levantándome completamente, agarrando el tubo con mis piernas como si fueran dos dedos deseando suerte, despegue mis manos del tubo extendiéndome, dejando caer mi espalda manteniéndome firme e iba haciéndome girar, antes de llegar al suelo, extendí mis manos agarrando el tubo de nuevo y trepando con ayuda de mis piernas.

Al llegar a la cima estando de pies a cabeza, abrí mis piernas dejándome resbalar lentamente mostrando mi barbilla junto con mi cuello, pude sentir como el tubo acariciaba de mi entrepierna que me mordí los labios sin poder evitar una excitación por ello, bajando mis piernas como si fuera hacer una voltereta y al sentir los tacones en el suelo, solté del tubo incorporándome completamente, los sonidos me volvían a mí, la multitud resonaba en mis oídos, entrecierro un poco los ojos al recibir la luz directo a mis ojos dañándose y pude ver los billetes cayendo por el aire como si fuera el confeti de un festejo.

Los hombres me aplaudían, otros me siguen aventando dinero como si fuera algo infinito para ellos, yo les hice una pequeña reverencia y me daba la vuelta mostrándoles la espalda regresando a los vestidores, alguien más se encargará de recoger la propina que me han dado.

—Démosle más aplausos a nuestra gema —dijo el presentador y yo seguí con más prisa a los vestidores para alejarme de ese lugar— Démosle la bienvenida...

Llegue a los vestidores agarrando mi mochila sacando mi celular, no hay llamadas perdidas, perfecto.

—Ten —dijo Piper ofreciéndome una manzana y yo me sorprendí un poco— Conociéndote no debiste haber desayunado, otra vez.

—No sé lo que haría sin ti —dije con una sonrisa aceptando esa manzana cómo así fue la tentación a Eva.

—Para empezar, no estarías aquí —dijo ella con gracia en su voz y yo empezaba a reírme un poco.

—Gracias Piper.

Le daba una gran mordida a la manzana enfrente de ella indicando que no fue en vano lo que hizo, ella como una abuela me pellizco de los cachetes cuando ve la oportunidad de hacerlo, camino a la salida de los vestidores ya que era su turno.

***

Pasando el tiempo, acomodaba mi vestuario en el tubo de ropa, di un suspiro agotador.

—Adiós Gemma —dijo Eiza con prisaponiéndose su saco largo.

—Adiós chicas —dije haciendo unas señas de despedida a cada una y agarre de mi mochila para irme yo también.

Me formé en la fila para que Ned repartiera nuestra propina, al ser mi turno me puse enfrente, Ned me dio mi monto y yo lo iba contando. Abrace los billetes como si fueran un hijo mío sacando una sonrisa llena de alivio, cincuenta dólares, mi sufrimiento no es en vano.

Yo sin esperar más fui a mis vueltas antes de llegar al departamento, debo llegar antes de las ocho o sino mi madre me regañara y es algo que temo que suceda.

***

Salí de la farmacia con esfuerzo al que mis brazos estuvieran repletos de bolsas de mercado incluyendo la de las medicinas, dirigiéndome a la parada de autobús haciendo maniobras con mi cabeza para poder ver entre el espacio de las bolsas y no toparme con la multitud.

Me detuve al sentir un resplandor en mi mirada, mire de la tienda de joyería "Astrea" los cristales eran implacables para que no haya mancha alguna que estorbe la vista de los hermosos collares, relucientes como las mismísimas estrellas, por algo el nombre, mi madre me lo ha contado, Astrea es la diosa de las estrellas en la mitología griega, a mi tatarabuela le apasionaba la mitología y las joyas, con eso hizo de esta empresa, tiene una gran historia.

Vi en mi reflejo como si alguno de esos collares estuviese encima de mi pecho, pero el joyero agarro de ese collar en específico y pude ver dentro de la joyería como se lo mostró a una mujer con ropa de marca, teniendo una piel de zorro como bufanda y al lado suyo al parecer su esposo con traje.

La mujer tuvo un brillo en sus ojos al ver del collar, ella habló con su esposo señalando a sí misma, no podía oirlos, eran como mimos para mi en ese momento, pero lograba entender con sus movimientos, él esposo hizo un asentimiento como afirmación, el hombre le hizo una seña al joyero que él con una pequeña reverencia iba dirigiéndose algún cuarto especial del lugar con el collar, la esposa alegre extendió sus brazos abrazando a su esposo y después lo beso con gran cariño.

Yo desvié la mirada con seriedad, madre ya no pertenece a esa empresa, ni siquiera a su propia familia, como yo nunca podré permanecer en ella, pude ver como paso mi camión a lado mío dirigiéndose a la parada y yo reaccionando con prisa trate de alcanzarlo.

***

Empuje la puerta gruñendo con cansancio, solo quiero llegar a acostarme, dejé las cosas en la mesa caminando hacia al cuarto, aventándome a la cama pegando mi cara en la almohada, sentí palmadas en mi espalda.

—¿Cómo te ha ido? —preguntó ella y yo volteé a verla haciendo todos mis esfuerzos para sonreír.

—Bien, he comprado tus medicinas y un poco de mandado.

Madre sonrió llena de alegría.

—Gemma, desde que te dieron ese aumento todo ha salido bien, no falta poco para que te den otro y ya lo hubieran hecho desde mucho antes —dijo ella cruzándose de brazos al que no se haya hecho lo que ella dice.

Yo fingí una sonrisa bajando la mirada nerviosa.

—¿Quieres cenar? —pregunté cambiando de tema levantándome.

—Gemma, acabas de llegar, ya debes de soñar con tantas comidas que haces al día, además tengo nauseas, no se me antoja comer algo —dijo ella sujetándose del estómago.

—En ese caso, déjame darte tus medicinas, pero ¿si comiste? —pregunte con amenaza y ella me asintió algo asustada por mi mirada.

—Miriam me ha preparado bistec con verduras.

—Yumi —dije saboreando los labios, aunque mi acto no mentía, como desearía haber comido lo mismo que ella.

—Tú, ¿Qué comiste?

—Un croissant, uff, como tú dices hasta sueño con ellos al comerlos. Me iré a preparar algo de cenar madre, segura que no quieres.

—No Gemma, ve a prepararte algo.

Yo camine a la cocina, antes de hacerme de cenar, ponía la despensa en su lugar, como me sentía mal por mentirle, es como si cada mentira que le dijera es una gota veneno que cae sobre mi boca como castigo, ella siendo tan católica me diría que mi castigo es directo al purgatorio, pero...si es por bien, no vale como pecado, ¿Cierto? Solo había un silencio que ignoraba mi pregunta.

Yo tratando de desviar mis preocupaciones seguí con mis responsabilidades.

***

Apagué las luces, verificó que las ventanas estén bien cerradas, regreso al cuarto donde madre me espera acostada como cucharita y dio golpecitos a la colcha para acostarme junto con ella, yo me acosté con ella siendo cucharitas y pude sentir como me acariciaba el cabello.

—Buenas noches mi piedra más preciosa, como todas las noches te lo digo, eres mi orgullo y mi estrella más radiante.

Yo le tomé de su mano como si fuera un peluche mío abrazándola

—Y tú eres mi única razón de vivir y eres el brillo que ilumina el vacío de mi corazón.

Sentí un beso de ella en mi cabeza, para mi ese era el mayor premio de todos los días, al sentir el leve peso de sus labios sobre mi cabellera, sintiendo el poco movimiento de mis pelos a causa de su aliento cálido, iba cerrando los ojos sin soltar de su mano sintiendo la suavidad de su piel y sin faltar la de su dulce presencia.

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