El diablo en los detalles
Se quedó congelada, viendo los ojos verdes del reploide fijos en los suyos.
– Hola, Chiyo. – la saludó X. La humana permaneció en silencio, todavía en shock. – ¿Te importa si entro?
La chica de cabello oscuro no le respondió. Sus ojos marrones seguían mirando inseguros al reploide parado enfrente de ella. Luego miró hacia las piernas de X, estudiando los componentes comparados con el resto de su cuerpo.
– Así que encontraste una.
X se quedó perplejo. – ¿Encontré qué?
– Una de las cápsulas. – respondió Chiyo. Notó que la expresión de X cambiaba a sorpresa, así que le explicó. – Era sólo una de las muchas cosas de las que mi querido padre hablaba en sus notas.
– ¿Notas? – preguntó X, sin entender.
– Por eso es que estás aquí, ¿verdad? – preguntó la humana. – No te preocupes por ser amigable, sólo sé honesto de por qué viniste.
– No, no tenía idea sobre eso. Quiero decir, sí, escuché que Zero y Trinity mencionaron algo al respecto, pero no vine aquí por eso. – aseguró el reploide azul. Luego se le acercó, y la humana lentamente se movió hacia la esquina de la habitación, sentándose sobre la cama que le proveyeron.
– Entonces ¿por qué estás aquí? No me dirás que es porque querías verme. – dijo Chiyo despectivamente, cruzando los brazos. X se quedó callado por un momento, inseguro de si la chica o no le creería.
– De hecho, esa es en parte la razón. Quiero decir, sí tengo algo de curiosidad por esas notas que mencionaste, pero quería comprobar que estabas bien.
Chiyo levantó una ceja, pero fuera de eso, permaneció con la cara de piedra. – ¿Por qué no iba a estarlo?
"No puedes estar bien después de todo esto," era lo que X quería decir, pero contuvo su lengua, no deseando ofender potencialmente a la joven mujer. – Bueno, es que... muchas cosas han sucedido, así que... – X se detuvo, inseguro de qué debía decir.
Chiyo parecía no estar segura de cómo responder. Cierto, se esperaba ver a X en algún momento durante su estadía aquí, pero no esperaba exactamente que viniera a verla.
– Bueno, si estoy bien o no, realmente no importa. – le respondió. – Así que no te preocupes por mí. Pero – se pudo de pie – como sea, seguramente no tienes idea de cómo llegué aquí, ni tampoco por qué estoy aquí, ¿verdad?
X no se esperaba del todo esa actitud fría de parte de ella, pero asintió a pesar de todo. Aunque no había visto mucho a Chiyo a medida que iba haciéndose mayor, parecía que ya no era esa pequeña niña a la que conoció cuando aún seguía en el laboratorio de su padre.
– No miento, ¿sabes? – le dijo. – Sólo... estaba preocupado.
Chiyo se mordió el labio y desvió la mirada por un momento. – Como sea, sobre las notas de mi papá. – Abrió la cremallera del bolsillo en su chaleco escolar, sacando un pequeño disco portátil de su interior. Lo sostuvo en su mano izquierda. – Sólo diré... gracias por lo que hiciste en la carretera. Aunque sólo pueda serte útil de esta manera, de no ser por eso... no habría podido entregarte esto.
X miró el dispositivo. – ¿Qué es eso?
Los ojos marrones de Chiyo se fijaron en el disco duro, mientras sus dientes mordían su labio inferior. – Cuando Roll vino a mi casa antes que irrumpieran los hombres de Sigma, escondí esto en mi chaleco. Aquí está todo lo que mi padre escribió en sus registros personales. No contiene los esquemas de todo lo que construyó o estudió, pero sí discute todo lo que hizo en los intermedios. – X notó que sus ojos comenzaban a llenarse de rabia mientras observaba el dispositivo en su posesión. – Hablaba mucho sobre ti, tu amigo rojo... – bajó la mirada hacia el suelo – ... y sobre mí.
X se quedó estupefacto, inseguro de qué decir al principio. En silencio pidió permiso para tomar el disco duro, extendiendo su mano y dándole a la humana una mirada inquisitiva. Chiyo miró a X, y luego al objeto que quería entregar a los Hunters. Tras unos momentos, cedió y le entregó el dispositivo al reploide (mayormente) azul.
– ¿De dónde sacaste esto? ¿Cómo lo conseguiste? – interrogó, con los ojos muy abiertos, comprendiendo lo que significaba que la adolescente tuviera esto en su posesión. – Podrías haberte metido en serios problemas si te atrapaban con esto encima.
Ella se quedó en silencio por un momento, y luego se rio. Era casi divertido poder encontrar algo de humor en ello. – Sabes, la verdad me sorprende que no me hayan matado todavía.
– ¿Qué quieres decir? – preguntó X.
– Fue un infierno conseguirlo. Y debo admitir que tuve que hacer algunas cosas cuestionables para asegurarme que se quedara escondido. – replicó Chiyo. Luego hizo una pausa. – Me cuestionaba si valía la pena o no el riesgo, considerando lo que hay en esos registros.
X seguía sin entenderlo del todo. – ¿Y qué es lo que hay en estos registros de tu padre?
– Tus amigos todavía no los han revisado todos, y yo sólo alcancé a ver los más recientes. – explicó Chiyo. Sus ojos de pronto se pusieron más serios. – Pero si es verdad, entonces todo esto no fue algo que Sigma decidió hacer en el calor del momento. Él y mi papá habían estado planeándolo durante años.
En las calles de Abel City...
– Firefly, ¿cuál es tu situación? – preguntó Zero por el comunicador. El motociclista de armadura verde se encontraba a poca distancia, explorando el área.
Desde su posición actual, Firefly vigilaba con cautela, más allá de los límites de los edificios y estructuras destruidos de la otrora vibrante metrópolis, que ahora estaba envuelta en completa oscuridad, contrario al océano de luces que poseía antes durante la noche. En su tiempo libre, una de sus actividades favoritas era ir a pasear por las carreteras y pasos superiores que llevaban a varias partes de la isla y la tierra principal, observando la ciudad desde lejos. Y cuando estaba disponible, le gustaba llevarse también a Ai. La navegadora rubia de armadura roja se sujetaba de la cintura de él mientras aceleraban, con su coleta danzando con el viento. Ahora, todo eso se había ido en un solo día. Y más todavía, él y todos los demás se habían quedado teniendo que recoger los pedazos.
Pero no era tiempo de recordar ahora, tenía un trabajo por hacer.
– Por lo que puedo ver, sí parece estar pasando algo en el área sospechosa. – respondió Firefly a su comandante. – Hay alguna forma de actividad, aunque no sé si sea o no a nuestro favor.
En efecto, desde lejos, el motociclista divisó la planta de energía a kilómetros de distancia de Abel City brillando en la oscuridad de la noche, como si quisiera revelarse para que los Hunters la vieran. Desde la posición actual de Zero, otro de sus hombres, una unidad Hunter construido específicamente para la organización, preguntó:
– Señor, ¿deberíamos hacer algún movimiento? Parece ser que los reportes en relación a la planta de energía son ciertos.
– Claramente. – Zero estuvo de acuerdo. Luego se dirigió al motociclista. – Ya vamos en camino, Firefly. Trinity, vamos a entrar. Parece que este asunto no puede esperar.
Para decepción de Firefly, Ai todavía estaba bajo revisión de los médicos, así que la navegadora pelirrosa tenía que ser la que los guiara con esto. Con todo, Trinity le respondió al nuevo comandante. – De acuerdo, trataré de obtener tantos detalles como sea posible. Nuestros ojos espías en el cielo no pueden ir muy lejos, así que trataré de obtener una vista general del perímetro antes de que puedan entrar. Por ahora, intentaré ver de dónde están saliendo los mecaniloides que patrullan las calles.
– Grandioso, te veremos allá. – le dijo Zero a Trinity.
– Y mantengan los ojos abiertos por cualquier humano. No se están quedando en sus refugios y han salido a vagar por la ciudad. – reportó Trinity. – Hay un pequeño grupo que hace excursiones regulares durante la noche, y parecen estar moviéndose de nuevo.
– ¿Y cómo se relaciona eso a nuestra situación actual? – preguntó Zero, genuinamente curioso.
– No podemos estar seguros, pero la última vez que se les vio parecían ir dirigiéndose hacia la Planta de Energía. – respondió Trinity. – Aunque, lo que están haciendo exactamente sigue siendo desconocido.
Zero se quedó callado, cruzando los brazos sobre su pecho. – "Humanos. Grandioso." – fue lo que pensó.
– Intentaré mantener un ojo sobre ellos, y los mantendré informados. Por el momento, vayan hacia el área de interés lo más rápido que puedan.
– Lo haremos. – dijo Zero antes de terminar la llamada. – ¡De acuerdo, muévanse!
– ¡Sí señor! – respondieron los demás Hunters, siguiendo a su líder por las calles, aunque él era bastante más rápido que ellos.
Zero no se atrevería a decirlo en voz alta, pero esperaba poder mantener a X fuera de esto. Y aunque el deber dictaba sus acciones, rezó por no tener que lidiar con ningún humano que anduviera por allí.
Cuartel general subterráneo...
– Roll te lo mencionó, ¿verdad? – le preguntó Chiyo a X. – Que puedes utilizar las armas de otras máquinas.
X asintió, todavía con algo de incertidumbre. – Yo... asumí que era porque soy, bueno, técnicamente estoy emparentado con Mega Man. Pero también porque el Dr. Light pensó que el mundo necesitaría de alguien como Mega Man en el futuro. Al menos, eso fue lo que pude deducir por lo que me dijo.
Aun así, si bien el Bombardero Azul original no estaba aquí y él sí, X encontraba muy difícil asumir un rol que, por lo que Roll le había contado, Rock había aceptado con mucha facilidad.
– Espera, ¿qué? ¿Qué fue lo que te dijo? – preguntó Chiyo, y fue entonces que se dio cuenta de lo ridícula que sonaba al decirlo. – ¿Qué decía el mensaje de la cápsula?
– Bueno... – dijo X. – Parecía que el mensaje no era totalmente pregrabado.
– ¿A qué te...? – se detuvo antes de preguntar y luego murmuró: – No... imposible.
Inmediatamente descartó la noción de que la imagen del Dr. Light, mucho menos el propio doctor, pudiese hablar a través de un dispositivo antiguo. Los hologramas no poseían conciencia, eran sólo ilusiones creadas por luz y color.
– ¿Qué es imposible?
– Nada. – respondió Chiyo rápidamente, intentando desviar la atención de lo que acababa de murmurar en voz alta. – Como sea, ¿tomaste el chip del arma de Chill Penguin? ¿Dónde está ahora?
X observó su Buster, manifestando el arma para inspeccionar por sí mismo. A continuación, sintió una chispa de culpa al ver a la humana tensarse una vez que expuso su arma enfrente de ella. Chiyo trató de mantener su compostura.
Si él hubiera querido, si cualquiera en este lugar lo hubiera querido, ya estaría muerta, estaba segura de ello. Pero no pasó nada todavía. Y ese "todavía" seguía balanceándose en la mente de Chiyo.
– Ahora mismo está siendo examinado por el personal navegador que tenemos disponible. – le dijo X a Chiyo. – Ya que es un objeto externo, está siendo inspeccionado en caso de que contenga algún potencial malware o virus.
– Están perdiendo el tiempo. – replicó Chiyo. – Si leyeron los registros, ya deberían saberlo. Pero supongo que cualquier cosa que haya hecho mi padre debe pasar bajo escrutinio. – Volvió su atención hacia X. – Pero el chip del arma es seguro de utilizar. De hecho, creo que papá lo diseñó para que así fuera.
– ¿A qué te refieres? – cuestionó X.
– ¿No es obvio? – dijo Chiyo, encogiéndose de hombros, como si las implicaciones fueran tan claras como un cristal recién pulido. – El buen doctor quería que tú estuvieras a su lado y le ayudaras a Sigma a apoderarse del mundo.
X se quedó en silencio. – ¿Q-qué?
– Él diseñó a todos basándose en tus habilidades. – continuó la chica de cabello oscuro. – Casi todos los que fueron construidos para la organización de los Hunters, al menos aquellos que han logrado ascender a los altos rangos, tienen un chip de armas instalado. Para que tú puedas utilizarlos, en caso de tener que encargarte de ellos más tarde. – Se quedó en silencio por unos momentos. – Tenía planes también para tu amigo de pelo largo. Para eso eran todas aquellas pruebas con armas.
X se quedó callado, incapaz de responder al principio. – ¿A qué te refieres?
Chiyo exhaló ligeramente. – Dada la fama de tu creador, era natural que mi padre y el Dr. Cain tomaran referencias de su trabajo para la construcción de reploides futuros. Eso por sí solo no es el problema.
– ¿Entonces cuál es?
Chiyo se mordió el labio. – Por lo que he leído, parece ser que papá tenía un interés muy particular en las otras creaciones de Light aparte de ti. Específicamente, los ocho Robot Masters originales.
Ah, sí, X había escuchado de ellos. Aunque fue Roll fue la que le pasó la mayoría de los detalles, solía decir cosas muy buenas de ellos fuera de los que fueron creados por Wily. De hecho, aquellos como Cut y Guts Man los consideraba como parte de su familia. Aunque Ice Man siempre la miraba de forma peculiar, si bien ella no estaba segura de lo que significaba.
– Y luego investigó a los robots construidos por el Dr. Cossack y aquellos que fueron parte de la Asociación Mundial de Robots. – explicó Chiyo. – Pero, y aunque no sé cómo lo hizo, logró descifrar el método de Wily para construir sus creaciones.
X se sentía como un idiota, pero seguía sin poder entender a dónde quería llegar Chiyo. – ¿Qué quieres decir?
– Lo que estoy diciendo, es que una gran cantidad de los reploides en los que trabajó mi papá siguen las mismas funciones. – explicó la humana de cabello oscuro. – Seguro, tendrían que ser extraídas primero, pero varios reploides, varios Mavericks, fueron construidos con armas y habilidades similares a las de los Robot Masters que los precedieron. Y si alguno de ellos llegara a caer, tú podrías usar sus componentes como si fueran tuyos. Sólo que, en ese entonces, fue un ejemplo de la falta de planeación de Wily. Ahora, parece que todo esto fue intencional.
X miró hacia el suelo, procesando las numerosas revelaciones que le estaban descubriendo ahora. – ¿Por qué Fujiwara pensó que yo haría algo así? – preguntó.
– Eso era sólo lo que él creía. – respondió Chiyo. – En sus propias palabras, si alguno de ellos se rebelaba, tú serías uno de sus ejecutores. Dijo también que te dejaría conservar una pequeña colección de todos aquellos que se atrevieran a desafiarlo.
El Hunter azul estaba totalmente horrorizado. ¿El Dr. Fujiwara realmente había hecho todo eso? ¿Planeaba que X tomara partes de sus colegas Hunters y las utilizara para sí mismo? El pensamiento era perturbador. De hecho, si no fuera por la insistencia de Chiyo, ¡jamás habría tomado consigo el chip de Chill Penguin!
– ¿Crees que eso es malo? – Chiyo soltó una risa medio desganada. – Sólo espera a que veas lo que tenía planeado para tu amigo rojo. – Cerró sus ojos y soltó un suspiro de estrés, pasándose los dedos por el pelo. – Tenía planes para todo y para todos, incluyendo a Sigma. Pero parece ser que Sigma decidió tomar las riendas y llevar a cabo el Día de la Independencia sin él. Aunque tal vez siempre estuvo planeando deshacerse de papá cuando llegara el momento.
El reploide azul se quedó sin habla. – Pero... ¿hace cuánto que sabes todo esto?
Pronto se arrepintió de su pregunta cuando vio que unas lágrimas empezaban a formarse en los ojos de Chiyo, aunque ella trataba de evitar demostrar ni una pizca de su actual angustia.
– Oh no, no quise decirlo de esa manera, yo...
– No, está bien. – Chiyo le dio la espalda al reploide. – Todos aquí me han hecho esa pregunta. Pero honestamente, la verdad yo... no lo sabía. Quiero decir, cuando encontré esos registros por primera vez, sabía que significaban algo, pero no había suficientes detalles para sacar alguna conclusión. – Se quedó rígida, y X pudo escuchar algunos sollozos mientras continuaba ocultando su cara de la vista. – Pero hey, la retrospectiva es veinte-veinte, ¿no?
X trató de acercarse a ella, pero cuando pasó a su alrededor para verla, la humana volvió a darse la vuelta. Se quedó tratando de pensar en algo qué decir, con un peso de culpa en su núcleo por haberla hecho llorar. Incluso si no lo admitía abiertamente, incluso ahora se notaba que trataba de mantener su cuerpo inmóvil y su voz apenas era más fuerte que un suspiro. Tenía que hacer algo, ¿pero qué?
– Bueno... – X comenzó a hablar. Cierto, podría haber sacado a la superficie otras cosas desagradables, pero quería saberlo. Y más todavía, Chiyo tenía que saber lo que él quería saber. – Lo que tengo curiosidad es saber cómo llegaste aquí.
Chiyo se giró, ya habiéndose secado los ojos. – ¿Qué clase de pregunta es esa? ¿No deberías estar más preocupado sobre cómo conseguí esta información en primer lugar?
– Sí, admito que eso también es información importante. – dijo X. – Pero eso puede esperar. Lo que quiero saber ahora es por qué abandonaste el refugio. ¿No es peligroso?
Chiyo miró hacia el piso. – No tuve opción. Sabía desde el momento en que bajé allí, que no me podía quedar. No pasaría mucho antes de que descubrieran quién era yo. – Se mordió el labio. – No le llevaría mucho tiempo averiguarlo a los reploides que guiaban a todos a sus lugares. Aunque no soy una celebridad, no necesito decirles que ahora mi nombre carga consigo algo de infamia.
Desafortunadamente, X no podía negar que esa era la pura verdad. Aun así no podía evitar preguntarse muchas cosas al respecto.
– Pero ¿a dónde irías entonces? ¿Dónde podrías conseguir, bueno, ya sabes, comido o agua? ¿Y cómo sabías dónde estaba el cuartel subterráneo?
– No lo sabía. – respondió Chiyo. – Tenía la sensación de que sería una sentencia de muerte si salía, pero... llámalo auto-preservación. Pero incluso, aunque supiera que mis posibilidades fueran muy pocas fuera de la seguridad del refugio, preferí arriesgarme a eso que quedarme en un lugar donde todos supieran quién soy. – Hizo una pausa. – Aunque en realidad todos aquí saben quién soy, al menos hay menos posibilidades de que tú quisieras volarme en pedazos.
La última parte no la dijo en voz alta, pero el murmullo todavía fue audible. X se quedó en silencio por unos minutos, inseguro de qué decirle.
– Yo... lo siento. – dijo finalmente. – Siento mucho que hayas tenido que pasar por eso.
– No hay nada por qué disculparte. – respondió Chiyo. – A la realidad no le importa si te arruina la vida o no. No puedes controlarlo todo. – Se abrazó a sí misma como si de pronto fuese invadida por un frío mortal. – Aunque no estés en el cuerpo de algo mecánico, tienes un cuerpo de carne, sangre, músculos, nervios, todo lo que te hace lo que eres. – se detuvo por un segundo. – Y aun así, no tienes autonomía sobre ti mismo. Tú eres igual a todo lo que él ha hecho. – Se quedó en silencio de nuevo. – E incluso si no te creó como los creó a ellos, él no te veía de manera diferente.
– Chiyo... – dijo X, preguntándose si había cruzado alguna línea de nuevo. Ella rápidamente decidió intervenir de nuevo, y redirigir la conversación al tema que hablaban antes.
– Pero, de vuelta a tu pregunta sobre cómo llegué aquí. Bueno, la verdad es que tal vez fue sólo gracias a un golpe de suerte que llegué aquí.
– ¿Qué quieres decir? – preguntó X.
– La verdad es... que probablemente no debería estar aquí en absoluto. – le dijo Chiyo.
Días antes...
Ella miró hacia el Gun Volt que estaba arriba de ella, listo para dispararle, listo para terminar con su miserable existencia y dejarla como poco más que otra víctima en la declaración de Sigma contra la humanidad. Pero su muerte nunca vino, nada de luz ni total oscuridad que supuestamente vendría a continuación. Pero, irónicamente, una luz cegadora abrumó su visión por un breve instante, emitida desde el disparo cargado de un plasma concentrado. Un enorme agujero se abrió en el mecaniloide, luego que el disparo le atravesó por el metal y sus circuitos internos, haciendo que el Gunvolt cayera de rodillas antes de desplomarse.
No le dio a Chiyo por apenas unos centímetros.
– ¡Chiyo! – Al escuchar la voz, la chica se giró para ver a dos figuras de pie a poca distancia, ambas muy familiares y con cabello rubio. – ¡Estás viva!
– ¡¿Roll?! – exclamó Chiyo, pero se vio interrumpida cuando la reploide del lazo la abrazó.
– ¡Cuánto me alegra que estés bien! – le dijo Roll. – ¡Estaba tan preocupada!
Chiyo se quedó callada, con los ojos fijos en el que había exterminado al Gun Volt. Zero se venía aproximando a ambos. La chica de cabello oscuro observó al Hunter rojo con confusión. – ¿Cómo me encontraron? ¿Cómo supieron dónde buscarme?
– Para ser honesta, fue idea de Zero. – aclaró Roll, girándose por un momento para dirigir su mirada al recién nombrado comandante de los Hunters. – Aunque inicialmente habíamos planeado empezar por una de las entradas del refugio, no esperábamos encontrarte aquí en las calles.
– No pasó mucho tiempo antes que trataras de salir huyendo.
Chiyo miró a Zero. – ¿Quién dijo que estoy huyendo?
– Es verdad, ¿o no? – Chiyo se quedó en silencio. – Como sea, parece que no estás sola por aquí. Parece ser que Sigma decidió enviar algunas de sus fuerzas a seguir patrullando en este lugar.
Zero escaneó el área buscando otras amenazas potenciales. En ese momento fue que Roll comenzó a ponerse nerviosa.
– En ese caso, ¿no deberíamos marcharnos? – le preguntó al otro reploide rubio. – Entre menos posibilidades haya de toparnos con otro mecaniloide, mejor.
– Concuerdo. – Zero asintió, luego se giró y empezó a caminar en la dirección por la que vino. – Muy bien, tráela contigo. Tenemos que salir de aquí.
– ¡Espera un minuto! – exclamó Roll, deteniendo a Zero donde estaba. – ¡Chiyo no puede quedarse en el cuartel general! ¡No tiene ningún objeto esencial!
– Podemos ocuparnos de eso después. – respondió Zero. – Por ahora, es más importante llevarla en una pieza para que tenga una oportunidad de utilizarlos.
Roll asintió, aunque las necesidades específicas de la humana, a comparación de las suyas propias, todavía le pesaban en la mente. Aun así, Zero tenía razón, no le haría ningún bien seguir aquí afuera.
– Vamos. – le urgió Roll a Chiyo, arrastrándola. – Tendremos que caminar un poco, pero no está muy lejos.
– He estado corriendo toda la noche. – respondió Chiyo. – Puedo andar unos cuantos kilómetros más.
De cualquier manera, sus piernas estaban muy débiles y se desplomaban debajo de ella. Sus pasos se estaban volviendo algo lentos y torpes. A pesar de todo, continuó caminando por su cuenta, siguiendo a Zero y Roll mientras el Hunter rojo las guiaba por las oscuras calles de las ahora manchadas ruinas de Abel City.
...
– Roll logró colarse de vuelta en el refugio y te consiguió algo de comida. – le dijo Chiyo a X. – Pero no se quedó mucho tiempo. Lo único que les dijo fue que tenía a una humana enferma bajo su cuidado, y que no podían traerla con los médicos presentes allí. – Luego suspiró. – Pero la verdad es que no he tenido mucho apetito para comer.
X se quedó allí, sin saber exactamente qué decir. Hasta ahora, no había hecho otra cosa que hacerle revivir recuerdos dolorosos. Con todo, había un detalle que atrapó su atención.
– ¿Por qué tuvo que meterse a escondidas? – Aunque ya supiera, pero no iba a decir por qué Chiyo no podía quedarse, seguía sin entender por qué su hermana no podía. Más bien, preferiría que ella estuviera allá en lugar de aquí.
– ¿No lo sabes? ¿De verdad? – preguntó Chiyo. – Desde que los misiles impactaron, las cosas se han puesto muy tensas entre humanos y reploides.
– ¿Tensas? – cuestionó X. – ¿Por qué?
Chiyo simplemente lo miró, perpleja. – Wow, Ai tenía razón. En verdad ERES ingenuo.
– "Eso me han dicho." – pensó X, sonrojándose.
– En realidad es bastante simple. – dijo la chica. – Un reploide causó parte de esto, y se deshizo rápidamente del humano culpable enfrente de todos. Así que, ¿quién mejor para dirigir tus miedos y frustraciones que aquellos a quienes todavía puedes considerar responsables, independientemente del rol que hayan tenido en ello? No es como que pudieran haber hecho algo al respecto, pero los humanos se han vuelto más agresivos con los reploides. Ellos no tienen la fuerza física, pero el miedo y la rabia pueden impulsar a cualquiera a hacer lo que sea. Aunque, ustedes aquí me superan en número, así que no sería un problema encargarse de mí.
– No tienes que preocuparte por eso aquí. – le aseguró X. – Nadie aquí siquiera pensaría en hacerte eso, y nadie aquí te odia.
– Estás mintiendo. – respondió Chiyo rápidamente.
– No, no lo estoy. – replicó X. – Y no es sólo por las Tres Leyes. Nosotros... – Se detuvo por un momento. A decir verdad, no estaba seguro de lo que los demás pensaban de que la chica estuviera en este lugar, mucho menos si le guardaban algún resentimiento. Aun así, necesitaba decirle algo. – Bueno, al menos... yo sí quiero ayudarte.
– Te estoy proveyendo algo de utilidad, claro que lo harías. – respondió ella lacónicamente.
– Tampoco es por eso. – replicó X.
– ¿Entonces por qué? No puede ser porque... – Se quedó en silencio, ya que la posibilidad jamás se le habría ocurrido antes. – ... realmente te preocupas por mí.
X se puso algo ansioso ante el silencio de Chiyo. – ¿Y si te dijera que sí lo hago? ¿Me creerías entonces?
Chiyo no estaba segura de cómo responder. Sus ojos marrones se ensancharon con confusión e intriga, aunque todavía había un deje de reticencia a aceptar lo que el reploide azul acababa de decirle. Esto no estaba bien, era lo que pensaba. Estas máquinas no se estaban comportando como su padre quería. Cierto, algunos le habían seguido el juego con su plan y el de Sigma, pero había un número sorpresivamente alto de los que buscaban restaurar el orden.
En las notas del Dr. Light decía que, si X elegía utilizar sus habilidades en contra de la humanidad, no habría fuerza en la Tierra que podría detenerlo. Y el comportamiento de Zero siempre fue indicativo de ciertas tendencias violentas, algo que su padre alimentaba siempre que podía. Ella había confiado en eso para emitir sus juicios al respecto, siempre manteniendo su distancia con las máquinas que la rodeaban.
Entonces ¿por qué? ¿Por qué no le daban la espalda? Mejor aún, ¿por qué se preocupaban? ¿Por qué X se preocupaba?
De repente, una alarma comenzó a sonar. La alerta era muy clara y todos fueron llamados a la sala principal del cuartel subterráneo.
– Lo siento. – se disculpó X con Chiyo. – Después seguiremos hablando. Pero te aseguro que lo que dije era en serio. Hay alguien que se preocupa por ti. Y no sólo es por las Tres Leyes.
Se giró para abrir la puerta, pero ésta se abrió sola cuando estaba a punto de salir.
– ¡Espera! – lo llamó Chiyo. Necesitaba obtener la atención de X. – El chip de Chill Penguin, llévatelo contigo.
X se sintió incómodo ante la sugerencia. – Pero...
– Ai me dijo que casi siempre te metes en problemas, así que probablemente lo necesitarás.
X se quedó en silencio por unos momentos, contemplativo de las palabras de la humana. – Yo... lo consideraré. – le dijo finalmente.
Con eso, dejó a la joven mujer a solas. La chica de cabello oscuro se sentó en su cama temporal, asimilando las palabras de X en su mente, le gustase o no.
Más tarde, en las afueras de Abel City...
El edificio con forma de torre cilíndrica se alzaba con orgullo enfrente de ellos. Los generadores y cargadores situados afuera de la entrada emitían destellos e iluminaban toda el área, momentáneamente cegando al grupo de Hunters que se acercaban a él.
– Bueno. – dijo Firefly. Su comandante y el resto del escuadrón ya lo habían alcanzado. – Este es el lugar.
Zero levantó la mirada hacia la estructura, con varias luces brillantes saliendo desde el interior. Aunque la planta de energía estaba situada fuera de la ciudad, tanto por espacio como en caso de un ataque directo a la metrópolis, había una planta más pequeña localizada dentro de la ciudad, pero esta había sido destruida durante el ataque de los misiles. Así, todos los que quedaban, humanos y reploides por igual, debían depender de los generadores tanto en el cuartel general como en los refugios. Sin embargo, Zero pensaba que, si podían de alguna forma ocupar este lugar, tendrían acceso a una fuente de electricidad directa. Ciertamente los salvaría de vivir con límite de tiempo debido a las fuentes de reserva que debían utilizar.
La única pregunta era ¿cómo se encargarían del problema de adentro para poder utilizarla?
– ¿Y bien, Comandante? – le preguntó otro de los Hunters a Zero. – ¿Deberíamos entrar ya?
Zero observó la entrada, que estaba cerrada y con el seguro puesto. Se podría encargar de eso rápidamente, pero ni él ni sus hombres tenían idea de los peligros que aguardaban en su interior. Pero antes de poder soltarle un disparo cargado a la puerta que bloqueaba su camino, escuchó una voz familiar. Una que deseaba no haber oído.
– ¡Zero!
– ¿X? – Zero se giró para ver a un reploide con armadura azul y blanca dirigiéndose hacia donde estaban él y su equipo, viajando a un paso mucho más rápido de lo que recordaba haberlo visto. Aun así, eso no cambiaba nada. – ¿Qué estás haciendo aquí? Te dije que me encargaría de esto.
– No, no vine aquí por eso. – dijo X a su amigo, o más bien, Comandante. – Quiero decir, no estoy aquí por eso, señor.
A pesar de la situación actual, Zero encontró algo de humor en la forma en como X se dirigía a pel. Honestamente, no estaba seguro de si querría que X lo llamara. – ¿De qué se trata entonces? – cuestionó.
– Nuestros ojos espías en el cielo detectaron que una banda de humanos que ha migrado hacia la frontera oeste de la ciudad. – respondió X. – Lo que estarán buscando, nadie lo sabe, pero estamos tratando de rastrearlos y llevarlos de vuelta al refugio antes de que algo suceda.
En efecto. Zero pensaba que no necesitaba un recordatorio de los peligros que rondaban por la ciudad en este momento. – Aun así, eso no explica por qué estás aquí. – le dijo. – Si los humanos están en la ciudad, ¿qué fue lo que te trajo aquí?
– Hay humanos esparcidos por toda la ciudad, y algunos han tratado antes de abandonarla, así que me enviaron a patrullar los límites. Pero... – Los ojos de X cambiaron, y sacó un pequeño chip de color azul claro y amarillo. – Bueno, la verdad es que quería darte esto.
– ¿Qué es esto? – cuestionó el Hunter rubio.
– Creo que es algo que tú podrías utilizar mejor que yo. – respondió X, extendiendo el chip para que Zero lo tomara. Sin embargo, el reploide rojo no hizo ningún movimiento para tomarlo.
Antes que X pudiese cuestionarlo, tanto él como Zero y los demás Hunters recibieron otra alerta del cuartel general.
– Habla Trinity, ¿pueden oírme? – preguntó la navegadora pelirrosa por el comunicador.
– Fuerte y claro. – Zero fue quien respondió. – ¿Qué sucede?
– Desafortunadamente, les tengo malas noticias. – La voz de Trinity sonaba preocupada e intranquila.
– ¿Qué sucede? – preguntó X.
– Una enorme concentración de mecaniloides renegados se dirige hacia la zona oeste de la ciudad. – reportó Trinity. – Todos van en la misma dirección que los humanos que fueron vistos por última vez viajando juntos.
X se quedó en silencio, sintiendo que el núcleo se le enfriaba. – ¿Cuántos hay? – preguntó.
– Diría que alrededor de quince o veinte. – respondió Trinity. – No sabemos si están actuando bajo las órdenes de Sigma o no, pero considerando que demuestran agresión hacia los humanos que han encontrado, creo que es seguro asumir que no dudarán en acabar con quien tenga la mala suerte de atravesarse en su camino.
Todos se quedaron en silencio, sin saber qué decir. Efectivamente esto era un problema. No había muchos que hubieran sido enviados a buscar al grupo de los humanos, y los mecaniloides los superaban ampliamente en número en ese momento. ¿Qué podían hacer?
Fue entonces que X miró hacia la entrada sellada en la planta de energía, y luego a Zero. Se debatía si debería o no siquiera preguntar esto, pero considerando todas las cosas, podría no tener más opción que hacerlo.
– ¿Puedo hacer una sugerencia, Comandante? – le preguntó X a Zero, preparándose para la respuesta del Hunter rojo.
– Procede. – respondió Zero. X se tomó un momento para prepararse.
– Tal vez... yo debería ocuparme a partir de aquí.
Zero se quedó en silencio por lo que el Hunter azul acababa de decir. – Espera, ¿que tú qué? Quieres decir, ¿quieres encargarte de lo que sea que está sucediendo allí dentro? – Señaló a la planta de energía, y X asintió en respuesta. – ¿Por qué?
– Eso... – comenzó X, pero se encontró incapaz de articular por completo lo que quería decir. Cierto, no lo había olvidado, pero aún se le hacía difícil aceptar lo que Chiyo había dicho. – Mira, Trinity dijo que hay una gran cantidad de mecaniloides que inevitablemente se cruzarán con los humanos, ¿verdad? ¿Y cuántos de ustedes son Hunters de alto rango que no tendrían problemas para acabar con ellos?
– X, eso está fuera de discusión. – le dijo Zero. – Tú harías mejor ese trabajo.
– Hay muy pocos de nosotros, y ustedes son de los mejores. – argumentó X. – Y justo ahora, los Hunters que fueron enviados necesitarán toda la ayuda que puedan conseguir, sin mencionar poder de fuego. – Señaló el buster de Zero. – Por favor, déjenme hacer esto. No se preocupen, puedo hacerme cargo.
Zero se preguntaba qué se le habría metido. Aun así, pensó en las palabras de X. Efectivamente, si había tantos mecaniloides en las calles de Abel City, tenían que acabar con ellos tan pronto como fuera posible.
– ¿Cuál fue el último lugar donde se les reportó vistos? – le preguntó X.
– En el área más al oeste de la ciudad. De hecho, más hacia el suroeste, no están muy lejos de aquí. – X se dirigió hacia el resto del escuadrón. – Firefly y el resto de ustedes podrán llegar en poco tiempo.
Zero guardó silencio un momento, considerando lo que había escuchado. En efecto, X podía ver que tenía sus dudas, pero tras un breve período de quietud, finalmente cedió.
– De acuerdo. – le dijo al Hunter azul. – Nos encargaremos de los mecaniloides. Tú investiga lo que sea que esté sucediendo en la planta de energía.
– Sí señor. – asintió X.
Y luego, sin más, Zero se giró y abrió la puerta de un disparo, atravesando el metal para abrirle un pasaje a X. – Oh, y respecto a ese chip.
– Sí, es tuyo. – dijo X, volviendo a extenderlo en dirección hacia Zero.
– No, tú consérvalo. – le dijo el Hunter rojo.
– ¿Qué? – X se quedó perplejo.
– Acorde con las notas de Fujiwara, te pertenece a ti, ¿no? – preguntó Zero. – Al menos, ahora sí.
X miró el chip en su mano, y quiso protestar. – Pero...
– No hay más nadie que pueda utilizarlo. Nadie excepto tú. – le dijo Zero, y empezó a alejarse del área. – Nos veremos después. ¡De acuerdo, muévanse!
– ¡Sí señor! – respondieron Firefly y el resto de los Hunters. El motociclista verde de inmediato arrancó primero, y Zero de inmediato lo siguió, sorprendentemente logrando seguirle el paso.
X se quedó solo, con la planta de energía frente a él, junto con una puerta oscurecida y destrozada, invitándole a entrar en la oscuridad. Observó el chip en su posesión de nuevo.
– Espero no tener que usar esto. – dijo quedamente. – Pero... tal vez si pueda convencer a este, podríamos prevenir a otra víctima.
Esta historia continuará...
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