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« Candice »
La suave voz de John Legend cantaba “All of me” a mis oídos através de mis auriculares mientras yo caminaba por las ajetreadas calles del barrio de Notting Hill. El cielo estaba más blanco esa mañana; un azul blanquecino puro, frío. Agarré los bordes de mi largo abrigo, cerrándolo por completo para cubrirme bien del gélido aire que corría a mi alrededor, chocándose con las pocas partes de mi piel que quedaban descubiertas. Miré hacia el cielo, que estaba completamente blanco. No había ni una sola nube que anunciara nieve o lluvia, pero tampoco ni rastro del cálido cielo azul. Me gustaba aquel tiempo. Frío y seco. Podía sentir mis propias mejillas y mi nariz sonrojadas por la baja temperatura. Podía sentirlas congelarse. Mis orejas estaban cubiertas por un negro gorro de lana, mis manos por unos gruesos guantes, y mis pies por unas viejas botas. Me encantaba el invierno, y sin duda el invierno inglés era el mejor del mundo.
Me adentré en el centro del conocido barrio, dirigiéndome al corazón de éste mismo. A Portobello Road. John Legend se calló para dejar paso a Mr Probz con “Waves”. Me encantaba escuchar música en días así. Por fin llegué al famoso mercado de Portobello, tras haber estado caminando un buen rato. La aglomeración de gente en aquel lugar era aún mayor. No me gustaba estar rodeada de tantísima gente, pero era un sentimiento agridulce, ya que me encantaba el lugar. Pero el sentir a otra persona rozando mi brazo mientras caminaba, hacía que mi corazón se acelerara con nervios y mi respiración se cortara por momentos. Aquello era horrible. Era horrible que mi cuerpo no tolerara estar rodeada de personas. Miré las paradas del lugar por encima, ya que las primeras eran puramente de ropa, cosa que realmente no me interesaba demasiado. Más hacia el centro, estaban las paradas realmente interesantes. Vi una de ellas repleta de viejos libros y quise dirigirme directa hacia ella, olvidándome de mi alrededor, haciendo que de pronto me chocara con una chica. Todo lo que ella llevaba en las manos, se cayó al suelo. Me disculpé repetidamente, sacándome los auriculares, notando mi pulso acelerado y mi garganta obstruída.
— Lo siento muchísimo, no te he visto – me disculpé, agachándome para recoger junto a ella lo que se le había caído, tratando de que no nos aplastaran.
— Tranquila, te entiendo, hay demasiada gente por aquí – me dijo con una sonrisa, apartando su claro cabello hacia atrás –. Gracias por ayudarme.
— No tienes que agradecerlo, es lo mínimo que podía hacer después de tirarlo todo.
Vi en el suelo una copia de “Great Expectations” de Dickens. Parecía una de las primeras ediciones, ya que se veía antiguo y muy usado, aunque estaba también bastante cuidado. Era de esos de los cuales la tapa es únicamente de un color, y con unas pequeñas letras grabadas aparecía el nombre del título. Estaba mas que segura que si lo abría, podía llegar a mi el olor a paginas viejas y desgastadas otorgándome un viaje en el tiempo. Me decidí y abrí el libro, viendo como, efectivamente, aquella era la primera edición del libro.
— Vaya, esto es una reliquia. Hace tiempo que busco una edición original de este libro – informé con expectación, no podía creer que tuviera ese libro en mis manos. Por fin.
— ¿Si? Pues iba a darlo a un puesto de segunda mano.
— ¿En serio? Pues... te lo compro.
— Oh, claro...
— ¿Cuánto quieres?
— Uhm... ¿una libra?
— ¿En serio?
— Sí, si este libro lleva en mi casa a saber cuánto tiempo y nadie de mi familia lo ha leído – rió.
— Está bien – acepté, sacando una moneda para dársela –. Muchísimas gracias.
— No es nada – sonrió –. ¡Adiós!
La chica siguió caminando con todo lo que tenía en los brazos hacia el mismo puesto que yo había visto, el de los libros, a la vez que yo me volvía a poner mis auriculares. Ojeé el libro que acababa de comprar, teniendo ganas de empezar a leerlo en aquel mismo instante. Lo guardé en mi bolso y caminé hacia el mismo puesto de donde se alejaba la chica. Una vez ahí, compré un par de libros más y una preciosa libreta con una tela floral en la tapa.
Lo guardé todo en mi bolso y fui hacia el final del mercado, ya que en uno de los pequeños callejones del lugar, estaba la mejor cafetería en la que había estado nunca. Nada más entrar, el camarero me saludó con la mano. Le sonreí y apagué la música en mi ipod. Me acerqué a la barra, apoyándome sobre ésta como lo haría en mi casa, de hecho, aquella cafetería se estaba volviendo mi segunda casa, ya que pasaba más tiempo ahí que en ningún otro sitio. El olor del café me ayudaba a inspirarme.
— ¿Lo de siempre? – preguntó, ya preparando la máquina de café.
— Sí, para llevar.
— Marchando.
En menos de dos minutos ya tenía mi café grande. Café con una gota de leche fría. Le sonreí, pagando el café, y volví a ponerme la música, saliendo de la cafetería. Salí a la calle y me fui hacia la parte trasera de una vieja casa. Empecé a subir las escaleras de emergencia que había ahí hasta que llegué al tejado de la casa. Me encantaba estar en aquel lugar, que nadie más parecía conocer. Me senté en el suelo y me apoyé en la pared, bebiendo un largo trago de mi caliente café.
Saqué el libro que le había comprado a la chica para empezar a leerlo, cuando de éste cayó un papel doblado en varias partes. Aquello parecía algo personal, y sin embargo no pude evitar abrirlo y leerlo. Observé con detalle aquella carta. El papel estaba algo arrugado, pero no se veía tan antiguo. La caligrafía de ésta no era de la más perfecta, pero era bonita. Empecé la lectura. Era una carta de amor –algo predecible–. La leí con detenimiento. La prosa era fina y las palabras eran las más dulces y románticas que había leído en mi vida. Quedé boquiaberta ante aquella escritura, ante aquella dulzura. ¿Cómo podía un chico haber escrito algo tan bonito? Estaba firmada con un “Styles”.
Vaya... ¿y si aquella carta era de la chica a la que había comprado el libro y se había olvidado de que estaba ahí? Debía encontrarla y devolvérsela.
Guardé la carta en mi bolso y, mientras tomaba mi café, empecé a leer el prólogo del libro adquirido. Inmersa en mi lectura, acabé con mi cálida bebida. Me puse de pie, mirando hacia el cielo, que empezaba a oscurecerse. Bajé las escaleras de metal, saltando levemente, haciendo que las pesadas suelas de mis botas resonaran y pudiera oírlas por debajo de la música de mis auriculares. Cuando llegué abajo, tiré el vaso de cartón del café a una basura y caminé de nuevo hacia el centro del mercado de Portobello. Busqué la parada donde la chica de la carta había dejado los libros y me quité mis auriculares, esperando a que el chico que estaba como dependiente estuviera libre. Al mirarme, me dedicó una sonrisa.
— Hola, ¿en qué puedo ayudarte?
— Verás, antes ha venido aquí una chica a dar unos libros. Era... alta, con el cabello muy claro, casi blanco. Joven... Cejas oscuras...
— Sí, sé de quién hablas – dijo, asintiendo con la cabeza.
— Pues ha perdido una cosa, y me gustaría devolvérsela. ¿Podrías decirme su nombre, dirección o algo...? – a la vez que hablaba me daba cuenta de lo psicópata que sonaba.
— Eso es algo raro... – murmuró, arqueando una ceja – ¿Sabes lo extraño que suena, no?
— Sí, sí... lo sé – hice una mueca – Mira... – saqué el libro que le había comprado a la chica – Este libro era el suyo – dije, mostrándoselo –, dentro de él había una carta muy personal y me gustaría devolvérsela.
— Sí, bueno... Lo único que puedo decirte es que se llama Gemma Anne Styles – ¿Styles? ¿Como el que firmaba la carta? Quizás ya estaban casados.
— Me sirve, muchas gracias – pronuncié con una sonrisa.
Miré la hora. Eran la siete y cuarto. Estaba bien, me daba tiempo a ir a la biblioteca y consultar las anticuadas guías que ya nadie usaba y que solo podían encontrarse ahí. Fui caminando a paso rápido hacia una biblioteca que estaba ahí cerca, la cual frecuentaba mucho, sobretodo en época de estudio. Busqué la guía más nueva y busqué en la “S” de Styles. Busqué hasta encontrar el nombre de Gemma Anne Styles. Había dos mujeres llamadas así en el área de Londres. La primera vivia en la calle St. Martin, y la otra en Picadilly. Era tan fácil como ir a ambas casas a ver en cuál de las dos vivía la Gemma Styles que yo buscaba.
Miré nuevamente la hora, ya era demasiado tarde para ir a acosar a dos mujeres, así que decidí dejarlo para el día siguiente. Opté por regresar a mi apartamento y descansar. Fui en metro hacia el barrio de Camdem, donde estaba situado mi pequeño estudio. No era gran cosa, pero para mí sola era suficiente. Una quinta planta –si tuviera ascensor no sería tan malo– en el barrio bohemio de Londres. Una pequeña estancia considerada salón y cocina, un viejo pero decente baño, y una pequeña habitación con un balcón hacia la ajetreada calle. No era quizás tan bueno como a mí me gustaría, pero era mi piso, lo pagaba yo gracias a mi esfuerzo, y estaba orgullosa de ello.
A la mañana siguiente, después de desayunar, guardé la carta dentro de mi inseparable libreta y la metí dentro de mi bolso. Antes de salir de casa, me abrigué bien con una chaqueta, un gorro de lana a conjunto con un par de guantes y una bufanda. Al salir de casa fui hacia la parada de metro para tomar el primero que pasó, y que me llevó hasta Picadilly. Busqué la casa número 137 y piqué al timbre, esperando a que me abrieran la puerta. Abrió una mujer... bueno, un hombre... bueno, un hombre vestido de mujer. Era enorme, tanto alta como ancha.
— ¿Sí? – dijo con una profunda voz masculina.
— ¿Gemma Styles?
— Sí, soy yo.
— Oh, perdón... he debido equivocarme de casa... – me disculpé.
Sin mediar más palabra, cerró de un fuerte portazo justo en mi cara. Fruncí el ceño y me dirigí de nuevo a la parada de metro. Esperé un par de minutos hasta el siguiente convoy que me llevó hasta la parada más cercana de la calle St. Martin. Caminé un buen rato por la larga calle hasta llegar al portal 86. Me detuve delante de la puerta antes de picar. No quería otra grosería como contestación, yo solo estaba intentando ayudar. La verdad, si el hombre del puesto de Portobello no me había mentido, la Gemma con la que me había cruzado no podía vivir en otro lugar. Suspiré y piqué al timbre suavemente. Esperé unos minutos ahí hasta que abrieron la puerta. Un chico se acercó a la puerta de la calle. Era un chico bastante alto. Su cabello rizado caía sobre su pálido rostro y sus dos grandes ojos verdes se enfocaron en los míos, dedicándome una amplia sonrisa, mostrando dos hoyuelos en sus mejillas. Su rostro era suave y agradable. Debía rondar los veinte años. Se acercó hasta mí y se apoyó en el muro de piedra que había justo delante mío.
— Hola, ¿en qué puedo ayudarte? – sugirió con una voz ronca.
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¡HOLA A TODAS! ♡♡♡♡♡
AYSHDFJKASDLFKADSUGHSDIGJKAISDJG ESTOY SÚPER EMOCIONADA CON ESTE FANFIC, ¿VALE? O SEA, DE VERDAD QUE TENGO TANTÍSIMAS GANAS DE QUE LO LEÁIS. Bueno, ya, me calmo. Okey, por ahora subiré los domingos, quizás más adelante suba dos veces por semana. Depende de la gente que lea y eso ♡
Todas las que queráis un capítulo dedicado, podéis decírmelo y apuntaré a gente bonita en una lista para ir dedicando y eso ♡ y bueno, uhm, antes de que me lo preguntéis, NO sé cuántos capítulos tendrá este fanfic, lo estoy escribiendo aún y bue.
Espero que comentéis mucho y y y y no sé. Este primer capítulo es bastante aburrido, pero bueno, en cuanto Harry entra a la acción, la cosa cambia;) JAJAJAJ así que a partir del capítulo siguiente las cosas serán más entretenidas. ¿Qué creéis que va a pasar con Harry y la chica y con la carta de amor? ahsdjfkasdkfj
→ capítulo dedicado a @xlouishairx
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