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« Candice »
Dejé la maleta sobre el escritorio de mi antigua habitación. Todo estaba tal cual lo recordaba. Me paré frente a Harry y abracé su cintura, haciendo un puchero, sintiéndome horrible por la manera en que mi madre le había tratado. Sin embargo, él me sonrió y besó mi frente.
— Lo siento mucho... intentaré hablar con mi madre.
— No te preocupes, muñeca. Sé que no es culpa tuya.
— Pero no me gusta que te haga sentir mal. Cuando he visto la carita que has puesto ahí abajo al oírla... quería morirme. ¿Puedo hacer algo para que te sientas mejor?
— Sí, creo que se me ocurre algo... – murmuró, acercándose a mis labios – unos mimitos me harían sentir mucho mejor.
— Bueno... solo un ratito, que tendremos que ir abajo...
— Vale, un ratito...
Harry agarró mi cintura suavemente y me inclinó para recostarme en la cama. Sonreí levemente sobre sus labios, y me apoyé en la almohada, mientras él se colocaba entre mis piernas. Sus manos se pusieron sobre mis mejillas, acariciándomelas muy suavemente, antes de empezar a besarme. Yo cerré los ojos y sonreí, dejando que su lengua se añadiera, acariciando mi labio inferior muy lentamente. Su respiración cálida acariciaba mi mejilla, haciendo que me estremeciera.
Me aventuré a colar mis manos debajo del suéter de Harry, acariciando su ancha espalda. Él gruñó al sentir mis manos rozando su piel desnuda. Me agarró las muñecas y me hizo bajarlas hacia su culo, por lo que las dejé sobre éste, sin atreverme a agarrarlo propiamente.
— ¡Pelirroja! – exclamó Max, entrando en la habitación de golpe – ¡Candy, por dios! – masculló, a la vez que yo soltaba a Harry y le apartaba.
— Uhm... dime... – susurré, incorporándome.
— ¡Vaya par de cerdos! – gritó, haciendo que me avergonzara por si mi madre llegaba a oírle.
— Cállate, Maxinne – gruñí, levantándome de la cama –. Ni siquiera estábamos haciendo nada.
— Oh vamos, ¡estabas tocándole el culo!
— ¿Qué quieres? – murmuré con el ceño fruncido, queriendo cambiar de tema.
— Vamos a salir a cenar todos juntos, mamá quiere que os arregléis.
— ¿Arreglarnos para salir a cenar?
— Que os pongáis decente y no con ropa tan... "moderna" – dijo, señalando las rodilleras rotas de Harry.
— Sí, está bien. Vete entonces.
Max sonrió ampliamente y salió de la habitación, cerrando la puerta tras ella. Yo di un largo suspiro, pensando en lo duros que iban a ser los siguientes tres días. Noté como Harry abrazaba mi cintura desde atrás, dando algún beso corto en mi cabeza. Yo enlacé mis manos con las suyas, y volví a suspirar.
— Tranquilízate, muñeca. Estamos con tu familia, ¿sí? Solo... no sé, no te preocupes.
— Es que es para preocuparse, Harry.
— Claro que no. Me da igual lo que diga tu madre, yo te adoro, y siempre lo haré.
Sonreí levemente y le di un pequeño beso en la barbilla, haciendo que él sonriera ampliamente y se agachara hasta poder alcanzar mis labios. Mis piernas casi temblaron cuando me besó, y es que todavía no me acostumbraba a sus besos, me hacían perder el sentido por unos segundos. Me abrumaban. Y no creía que eso fuera a cambiar nunca.
Solo unos minutos después, ya estábamos en uno de los restaurantes del pueblo. Harry estaba agarrando mi mano bajo la mesa mientras mi madre y mi hermana hablaban sobre varios temas de la boda. Estábamos esperando a que mi padre llegara, ya que estaba trabajando. Cuando la puerta del restaurante, le vi aparecer tras la puerta. Se quitó la boina que cubría su cabello pelirrojo, y pasó la mano por su barba, del mismo color, aunque con algunas canas ya. Sus vivaces ojos vinieron hacia mí y sonrió, acercándose a la mesa.
— Hola, cerecita – me saludó, usando el apodo que solía usar cuando yo era pequeña, haciendo que me ruborizara.
— Hola, papá... no me llames así – pedí avergonzada, a la vez que me ponía de pie para abrazarle. Él cernió sus brazos con fuerza alrededor de mi cuerpo.
— Me ha dicho tu madre que no has venido sola... – dijo al separarse de mí, haciendo referencia a Harry.
— Encantado de conocerle, señor – dijo Harry, poniéndose de pie de inmediato y tendiendo la mano hacia mi padre –. Soy Harry.
— Un placer, Harry – sonrió papá, dándole la mano y sacudiéndola cuidadosamente –. Soy Patrick – se presentó, antes de tomar asiento junto a mamá –. ¿Cuánto hace que habéis llegado?
— No mucho, te estábamos esperando para pedir la comida, papá – le explicó Max.
— Muchas gracias.
El camarero, un hombre ya mayor que llevaba toda su vida en el negocio y aún así no se cansaba de él, vino a atendernos con una amable sonrisa, saludándome después de estar años sin verme. Recordando mi nombre. Yo también le saludé, intentando sonreír sin que se viera forzado. Tomó nota de todo lo que queríamos y marchó hacia la cocina. Entonces Max volvió a empezar a hablar, intentando centrar la atención en el día siguiente, el día del gran evento.
— ¿Y Harry... cuántos años dices que tienes? – aprovechó papá para hablar en el momento en que Max estaba bebiendo un poco de vino para poder seguir hablando, por lo que mi hermana le miró con el ceño fruncido.
— Veintitrés – respondió Harry, cordialmente. La mayoría de chicos se ponían nerviosos al conocer a sus suegros, sin embargo él parecía estar tranquilo y confiado.
— ¿Eres de Londres, no? – asumió papá, siguiendo con su interrogatorio. Como no parara y mamá se metiera en la conversación, Harry terminaría pasándolo mal.
— Sí, de Londres – asintió –. Deberían ir a visitarla algún día. La ciudad es preciosa, y Candy sería muy buena guía.
— Las ciudades no son buenos lugares, ni para vivir, ni para visitar – interrumpió mamá.
— Ni caso – rió papá –. Definitivamente, cuando podamos tomarnos unas vacaciones, iremos a visitar Londres. ¿Y qué has estudiado, Harry? – papá cortó a mi madre antes de que pudiera replicarle.
— Oh, no... No he ido a la universidad – negó con la cabeza –. Acabé el instituto, pero ya está.
— ¿Estás trabajando, entonces? – preguntó mamá. Ella pensaba que la universidad era una pérdida de tiempo, así que probablemente Harry, con esa respuesta, había ganado algunos puntos a su favor.
— Estaba... – asintió – pero ahora lo he dejado. Buscaré algo diferente.
— Oh... – se iluminó papá de repente – hoy publicaban tu libro, ¿no cerecita?
— Papá, que no me llames así... – murmuré, bajando la mirada al suelo, escuchando como Harry reía levemente.
— Hoy lo han publicado – respondió él por mí –. Es un libro buenísimo. Estamos tan seguros, todos, de que va a ser un best-seller... – afirmó, haciendo que volviera a ruborizarme – Su hija es súper talentosa. Deben estar muy orgullosos de ella.
— No sé si "orgullosos" es la palabra – escupió mamá, haciendo que Harry frunciera el ceño y quisiera replicarle, pero agarré su rodilla por debajo de la mesa, pidiéndole que no lo hiciera.
— Iris, por favor, no digas eso – le dijo mi padre, serio –. Sí estamos orgullosos de Candice y nos alegramos de que le vaya bien en el camino que ella decidió tomar – afirmó papá, serio –. Así que cambiemos de tema... ¿te gusta el deporte?
— No soy un apasionado, pero sí... me gusta.
— ¿De qué equipo de fútbol eres?
— Bueno, como he dicho, no soy un gran apasionado... pero creo que el Southampton es un equipo interesante. El cuatro cero contra el Arsenal del otro día fue intenso – contestó Harry, sorprendiéndome, ya que no tenía ni idea de que él viera fútbol... no le pegaba.
— Southampton – aprobó papá –. Mientras no apoyes al Chelsea... todo bien – rió, antes de dar un trago más a su cerveza.
Entonces, en aquel momento, harta de que toda la atención estuviera dirigida a Harry, Max fingió marearse, haciendo que todas las miradas se dirigieran de nuevo hacia ella. Mamá se levantó corriendo y le dio algo de agua para que bebiera, hasta que Max decidió acabar con el paripé y decir que ya se encontraba bien, para luego seguir con el tema de su vestido, de su boda, su peinado, su maquillaje. Ella, ella y ella... aquellos eran sus temas favoritos para hablar. Pero al menos aseguró que la comida fuera tranquila, porque ya dejaron a Harry en paz, centrando su atención solo en ella.
Así que cuando volvimos a casa, que ya era bastante tarde, simplemente me despedí de mis padres, dándoles las buenas noches, antes de ir directa hacia la habitación con Harry. Al llegar a ésta, me aseguré de cerrar la puerta, y luego fui a la cama, dejándome caer sobre ésta.
— Venga, no ha sido para tanto. A tu padre le caigo bien.
— A mi padre le cae bien todo el mundo... mi madre es el hueso duro de roer... – suspiré – Voy a ponerme el pijama y nos quedamos un rato dándonos mimos, ¿sí? Tengo tantas ganas de abrazarte y acariciarte.
— Se me hace tan raro que seas tú la que lo pide – carcajeó –. Pero claro, yo encantado.
— Ahora vengo.
Fui hacia el cuarto de baño con el pijama en las manos y me cambié en apenas un momento, regresando luego a la habitación. Harry ya se había acostado, y había dejado encendida solo la lamparita que había en la mesa junto a la cama, por lo que la luz era muy tenue. Su cabello seguía recogido en el moño que se había hecho al llegar, solo que algunos cabellos rebeldes ya se habían escapado. Su torso estaba desnudo, y no podía ver sus piernas, porque las había cubierto con las sábanas, pero probablemente también lo estaba y solo llevaba ropa interior. Sin embargo aquello ya no era algo que me molestara.
Al verme de vuelta, sonrió, apartando un poco la sábana y dando ligeros golpecitos sobre el colchón, para que me acercara. Yo dejé la ropa sobre el escritorio, pensando en que ya la guardaría al día siguiente, y fui hacia la cama, estirándome al lado de Harry. Nada más terminar de recostarme, Harry me tapó con la sábana y pasó su brazo alrededor de mi cintura, girándome poco a poco hasta dejarme totalmente boca arriba, con su cuerpo sobre el mío.
— Te adoro, muñeca... – susurró sobre mis labios – eres lo mejor que me ha pasado en la vida. Y quiero estar siempre contigo.
— ¿Siempre? Es una palabra muy fuerte, Harry... – susurré, con miedo de que más tarde fuera a arrepentirse.
— Sé lo que significa siempre, Candy... Y quiero estar siempre contigo.
No pude evitar sonreír inmensamente al escuchar sus palabras. Sabía que el pensamiento humano era volátil, y quizás Harry me querría siempre. O quizás se acabaría en una semana. Pero sabía que, en aquel momento, me querría para siempre, y eso era lo que contaba. Sabía que en aquel momento me lo estaba entregando todo, y que me quería de una forma verdadera y pura. Y era todo lo que necesitaba saber.
Sus finos labios lentamente atraparon los míos, dejándolos sin más escapatoria que responder el lento y dulce beso que habían empezado. Yo sonreí, cerrando mis ojos para poder tener toda mi atención única y exclusivamente en aquel beso. Extrañaba sentir sus manos acariciando mi piel, y el contraste del calor que éstas desprendían al tocar mi piel fría, pero sus brazos estaban sujetando todo su peso para no dejarlo sobre mí, así que no podía acariciarme; por lo que me aventuré a ser yo la que se encargara de ello.
Tímidamente, subí mis manos, las cuáles sentía mucho más pequeñas en comparación a su cuerpo. Primero me dediqué a su amplia espalda, sintiendo los músculos que tenía tensados para sujetarse a sí mismos y los que estaban relajados, pero se tensaban al tacto de mis dedos. El beso mantenía el mismo ritmo, incluso cuando la lengua de Harry entró delicadamente entre mis labios y tanteó hasta encontrar la mía, empezando a juguetear lentamente. Poco a poco, pasé mis manos hasta su torso, sintiendo como una fina capa de sudor empezaba a cubrir sus abdominales, que estaban todavía más duros de lo normal al estar haciendo fuerza para no ponerse directamente sobre mí.
De pronto, sentí mi labio inferior acorralado por sus dientes, y como tiraba levemente de éste; haciendo que se me escapara un jadeo y me agarrara de lo primero que encontré, que fue de la tela de sus bóxers, ya que me encontraba acariciando la zona más baja de su abdomen. Harry gruñó, tirando algo más fuerte de mi labio, y puso una pierna entre las mías, obligándome a separarlas levemente para luego pegarse a mi pierna, haciéndome sentir su anatomía. Toda mi piel se erizó al sentirlo, a la vez que un escalofrío recorrió mi cuerpo. Me sentía tan lista para entregarme por completo a él, y tan frustrada por no poder hacerlo.
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Holaaaaaaa
Oh dios mío, en serio, mil disculpas. Llevo más de diez días sin actualizar esta historia. Pero lo fui dejando pensando que estas fiestas tendría tiempo para escribir pero como no hemos celebrado nada en mi casa ni nada, pues he estado súper ocupada y no he podido escribir absolutamente nada, más que por la noche un rato en la cama antes de irme a dormir ;-; so sorry, srsly
pero bueno, ¿qué os ha parecido el capítulo? la madre de candy es una perraaa a a a aa a a a y el padre es muy gracioso, me lo imagino así pelirrojo con barbita y bajito, tipo un duendecillo o algo, y me río yo sola JAJAJA ¿creéis que ya al fin van a hacerlo o tendréis que esperar un poquillo más? Solo doy una pista: tendréis lo que queréis antes de que estos dos vuelvan a Londres, i promise.
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