El Rey griego

Aquella tarde en la casa de la doctora Mayo, a mi habitual apertura de Gambito de Dama, ella respondió con el caballo del rey iniciando una defensa india.

—¿Usted diseñó los primeros extraterrestres? —pregunté.

—No, le confieso que no fui yo la creadora de los primeros europanos—dijo tranquilamente la ancianita mientras avanzaba el peón del caballo del Rey con la intención de preparar el fianchetto del alfil negro.

—Defensa india de Rey. Tendremos una partida emocionante. ¿Quién diseñó entonces los primeros extraterrestres?

—Se llamaba Dimitris Kiriazis, un joven de origen griego...

—¿Kiriazis? No me suena.

—Todo el mundo le llamaba Dioscórides.

—Dioscórides, como en la Avenida Dioscórides de La Ciudad de la Luna.

—Ése mismo.

***

Durante aquella partida de ajedrez memorable (la verdad es que intenté alargarla todo lo posible), Hortensia Mayo me contó la historia extraordinaria de Dioscórides, el primer gran sembrador del sistema solar.

Él nos llevó a un nuevo mundo. De hecho, muchos le consideran el creador del segundo Génesis. Dioscórides, el hacedor de Vida, fue una de las más grandes figuras de la historia de nuestra civilización.

Aunque permanece envuelta en el misterio —ya que son muchas las incógnitas que quedan por aclarar—, su figura marca un punto de inflexión en el desarrollo de nuestra civilización. De hecho, algunas comunidades tribales europanas aún lo recuerdan como un profeta religioso y, como tal, le rinden culto:

Llegaste sembrando los mundos,
y hoy los mundos siembran
el recuerdo de tu nombre,
Dioscórides.

Cánticos europanos. Salmo 7. [TRADUCTO 2.3]

La juventud y la pasión son cualidades que a menudo van de la mano. Yo también fui joven y sentí pasión. Yo también luché por mis ideas. Me creía capaz de cambiar el mundo, pero, reconozcámoslo, esto rara vez se consigue. Con el curso de las décadas uno se transforma, la pasión cede ante la reflexión y la prudencia.

Sólo algunos jóvenes (sólo unos pocos, la verdad) consiguen cambiar las cosas realmente. Dioscórides fue uno de esos elegidos por el Destino. Tuvo una vida breve pero intensa, no llegando a superar los cien años. Un corto periodo de tiempo durante el que el mundo tal como se conocía cambió para siempre. Él fue un atrevido aventurero, un apasionado de la naturaleza. Demasiado apasionado quizá, porque ese gusto suyo por la aventura terminaría costándole la vida.

Hay acuerdo entre los historiadores en que Dioscórides era de origen griego. Según la leyenda que envuelve sus orígenes, su madre, embarazada de él, dio a luz en el barco de emigrantes que trasladaba a la familia desde El Pireo a Colombia en busca de oportunidades en el año 2513.

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Quizá él era así porque nació en medio del océano. Él no nació en ningún país ni en ninguna tierra o, mejor dicho, su país y su patria de nacimiento fueron la mar océana y el primer suelo por el que gateó fue la cubierta balanceante y en continuo movimiento de un barco. Es posible que algo tan casual como eso condicionara toda su vida. Quién lo sabe.

Lo cierto es que Dioscórides vivió con sus ojos mirando al mar. El mar, siempre quería estar cerca del mar. De niño le gustaba sumergirse y bucear. Cuentan que decía que para él las profundidades no eran sino un mundo dentro de este mundo. Cuando traspasaba su superficie y se adentraba en lo más profundo, se sentía en completa libertad; para él, era como adentrarse en un entorno alienígena, extraterrestre. Se pasaba los días buceando, al principio en apnea; luego, cuando empezó a hacerse mayor, con sus inseparables agallas artificiales.

Por el contrario, en tierra se sentía perdido. Se aburría y no sabía qué hacer. Simplemente, no era su lugar. Cuando pasaba demasiado tiempo lejos del mar le invadía la melancolía o se volvía arisco y era difícil de tratar; y es que Dioscórides no siempre fue una persona fácil. Dicen que cuando estaba así, era mejor dejarlo solo.

Gracias a una modesta tienda de animales domésticos en el barrio del Progreso en Cartagena, Dimitris crece ayudando a sus padres en el negocio, estableciendo sus primeros contactos con otros seres vivos. Poco a poco, la familia Kiriazis prospera y consigue la estabilidad suficiente para enviar a sus hijos a la universidad. Logra acceder a la prestigiosa Universidad de Cartagena, en la que cursa estudios de Biología marina.

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Él no era un joven como los demás. Era llamativo e inquietante, apuesto, aunque no por su estatura, pues era más bien bajo (apenas superaba un metro ochenta); tampoco su pelo negro y largo y su tez morena destacaban especialmente. Eran sus ojos, negros y brillantes, agudos, que denotaban una lucidez poco común. Su presencia intimidaba. Los que le conocieron decían que tenía un modo especial de mirar cuando algo le rondaba en la mente, que cuando te miraba muy fijamente es que andaba tras algo.

Se desconoce por qué a Dimitris Kiriazis le llamaban Dioscórides. La historiadora Verónica Castro plantea que fue el apodo que recibió en la universidad del resto de estudiantes por ser de origen griego y...

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Dioscórides no fue ajeno a los movimientos culturales de su tiempo. En aquellos momentos la facultad de biología de la Universidad de Cartagena estaba en plena efervescencia intelectual y él se sumergió de lleno en aquel ambiente fabuloso. En los pasillos, en las cafeterías, en los despachos, en todas partes se comentaban las nuevas ideas. Una revolución científica. Era el nacimiento de la teoría de la Evolución Natural Acelerada. Se estaban descubriendo —y esto era apasionante— numerosas nuevas especies de seres vivos. Lo cierto es que los estudios mostraban que la tasa de evolución biológica había aumentado vertiginosamente, en varios órdenes de magnitud.

El terror atómico de la Edad del Ocaso (siglos XXII y XXIII) había dejado zonas contaminadas por todo el planeta, sobre todo en el norte. Era algo terrible. A menudo, se capturaban en los mares especies que habían vivido en aquellas zonas, y mostraban enfermedades y mutaciones producidas por la radiación que no les permitían vivir mucho tiempo. Sin embargo, era excitante comprobar que, de vez en cuando, algunas de las mutaciones producían especímenes viables y aparecían nuevas especies: era la teoría de la Evolución Natural Acelerada.

A veces a las personas les suceden en su vida hechos extraordinarios que los marcan para siempre. Este fue sin duda el caso de Dioscórides cuando, siendo un joven estudiante, participó como ayudante en un crucero de investigación a bordo del Celestino Mutis. El propósito del barco oceanográfico no es otro que realizar una pequeña singladura científica que investigue la biología marina del Caribe. Era un proyecto rutinario que se realizaba cada dos años y del que nadie esperaba demasiado. Dioscórides participó como ayudante, asistiendo a los investigadores con las capturas de tortugas. Al principio, el viaje es un poco monótono: las clasifica, las pesa, las mide, toma muestras de su sangre, obtiene sus ADN y las inserta un pequeño radiolocalizador para después liberarlas...

Y en esto llegó Kasandra.

Durante una inmersión rutinaria del equipo de buceadores científicos del Celestino Mutis, a unas 500 millas al noreste de la Isla Providencia, un delfín manifestó un comportamiento anormal. Era especialmente sociable, mostrando mucha curiosidad por los buceadores, que comentaron la situación por sus intercomunicadores:

—Este es muy simpático —dijo uno de ellos.

Lo siguiente dejó atónitos a todos. Simplemente, el delfín hablaba:

—¡ShhPTK! —balbuceó torpemente una hembra de delfín, mientras se movía de forma vacilante.

—Simpático —repitió el sorprendido buceador.

—¡ShhPTK! ¡ShhPTK! —el delfín acompañaba el sonido de clics y silbidos, mientras se agitaba con gran excitación.

Kasandra —como enseguida fue bautizado el prodigioso cetáceo— era un milagro. Una nueva especie. El crucero de investigación cancela todas las tareas planificadas y se centra en la investigación del extraordinario delfín.

***

Así me lo explicó la doctora Hortensia Mayo mientras me derrotaba de manera aplastante jugando aquella partida de ajedrez:

—Kasandra fue el nombre del primer espécimen conocido de superdelfín. El superdelfín (Tursiops Sapiens), aunque morfológicamente muy similar al delfín mular (Tursiops Truncatus), es mucho más inteligente y con el entrenamiento adecuado ha demostrado mejorar drásticamente su capacidad para vocalizar los sonidos que le permiten comunicarse con el ser humano. El análisis de su genoma muestra diferencias en genes muy concretos con el delfín común, algunos de los cuales son los de la inteligencia...

***

Apenas era un joven estudiante, pero Dioscórides estaba allí, viviendo aquel momento histórico en el buque oceanográfico Celestino Mutis; realizando tareas secundarias, sí, pero respirando el ambiente de gran excitación producido por el extraordinario descubrimiento científico. Esta atmósfera de fascinación y euforia le marcaría profundamente —y durante el resto de su corta vida—, convirtiéndose en su forma de hacer ciencia. En el futuro, debido a su carácter rebelde encontraría muchas dificultades para integrarse en equipos científicos burocratizados, más atentos a cumplir las normas que a hacer ciencia. Él era, por encima de todo, un científico aventurero y para él las normas eran algo secundario.

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