05 | Desilusionada
La semana pasa más rápido de lo que imagino, y cuando me quiero dar cuenta ya estamos a sábado. Lorie se encuentra sentada frente a su escritorio, con el cuaderno de dibujo abierto y todas las pinturas esparcidas por la mesa. Desde mi cama puedo apreciar las expresiones de su cara y la veo bastante concentrada.
Como no quiero molestarla, tomo de mi mochila los apuntes de «Ciencias planetarias» que me pasó Lorie del año pasado y después saco un subrayador del estuche. Observo el montón de folios y dejo escapar un suspiro. Definitivamente estoy muerta en esta asignatura. ¿Cómo voy a lograr aprenderme todo eso? Además, en menos de un mes va a ser mi cumpleaños y voy a tener que pasarlo en la residencia estudiando para el maldito examen de Gilliam.
Mi mente divaga y no noto que Lorie me lanza una mirada rápida antes de volver a posar la vista en su cuaderno.
—Deberías relajarte un poco, ¿sabes? —Suena su voz por toda la habitación, alejándome por un momento de mis pensamientos—. Queda con Elijah... O Ralen —No puedo verla porque se gira para rebuscar algo en un cajón, pero apuesto lo que sea a que está sonriendo.
—Que te den, Lorie.
—Eso es lo que te gustaría a ti. —Ríe burlona.
¿Por qué se empeña en asumir que me gusta Ralen? El caso es querer emparejarme con alguien. Estoy segura que si ahora mismo me asomara por la ventana y viera pasar a un chico, también me diría «Puedes salir con él, parece guapo». A Lorie le cuesta entender lo que significa disfrutar de la soledad y yo estoy bien así. No quiero forzar nada. No quiero obligarme a sentir.
Prefiero que las cosas fluyan solas.
—No me gusta Elijah y no me gusta Ralen —digo, aunque mi consciencia asuma que estoy mintiendo.
Es complicado de explicar, pero esos dos chicos generan ciertos sentimientos que me resulta difícil alejar y, sobre todo, eliminar. Elijah, con sus ojos verdes, parece que tiene la capacidad de bucear en lo más profundo de mi alma, como si una mirada suya bastara para descubrir todos mis miedos y secretos.
Ralen, por el contrario, tiene ese aire de misterio y solitario que de alguna forma logra encajar conmigo. Me veo reflejada en él y eso me causa cierta tristeza, porque percibo desde fuera lo que la gente puede llegar a captar de mí. Borro todos esos pensamientos de mi cabeza y me concentro en lo importante: seguir estudiando.
—No ganas nada engañándote a ti misma —habla, antes de volver a centrar su atención en el cuaderno de dibujo.
Niego con la cabeza, pero Lorie ya no puede verme. Mi mente se sumerge en el mundo de los planetas y pierdo por completo la noción del tiempo durante las próximas horas. Tengo el cuerpo entumecido por la mala postura y tardo varios minutos en librarme de los calambres. El silencio envuelve el cuarto, lo único que perturba esa paz, es el golpeteo del lápiz de mi amiga sobre su escritorio. Suele hacerlo cuando trata de concentrarse en algo.
Observo la hora en mi móvil y casi pego un brinco de la cama al ver que marca casi las diez en punto. Mierda. El comedor de la residencia está a punto de cerrar y nosotras ni siquiera hemos cenado aún.
—Mueve tu culo de la silla, Lorie. Tenemos que buscar un sitio para cenar.
Ella parece no haberme oído, así que cojo un cojín y se lo lanzo. Este choca contra su espalda y enseguida provoca que se dé la vuelta. No sonríe, es más, creo que intenta hacerme pedazos con sus ojos. Trago saliva. No suele enfadarse con frecuencia, pero he visto a mi amiga cabreada y no es ninguna fiesta, sino todo lo contrario.
—¿Me has tirado un maldito cojín? —Se gira a toda velocidad.
Por alguna razón, su mirada seria que parece lanzarme dagas con los ojos, me hace reír y eso la cabrea todavía más. Tardo varios segundos en comprender que va muy en serio y cuando mi vista se posa en el instrumento que sostiene en su mano derecha, me aparto un poco hacia atrás en la cama. Es mala idea enfadar a Lorie cuando sujeta un compás. Tomo los apuntes que descansan sobre mi cama y los coloco delante de mi cara.
Si algo va a sufrir, mejor ellos que yo.
Alzo la mano y la agito en el aire.
—Son de paz, ¿vale?
Despacio bajo los apuntes y me topo con mi amiga de brazos cruzados. Al menos el arma ya no se encuentra en sus manos, así que puedo respirar tranquila.
—Casi me estropeas un dibujo —se queja—, pero te salva el que no haya pasado nada.
Me llevo una mano al corazón y después me levanto de la cama, haciendo una reverencia, pero casi termino golpeándome con la mesilla de noche.
—Gracias su alteza, por perdonar mi miserable vida.
Las dos estallamos en carcajadas ante lo estúpido que ha sonado mi comentario. Me empiezo a replantear el compartir espacio con Lorie, porque tengo la sensación de que se me está pegando su tontería.
—Oye, ahora hablando en serio —digo, cambiando de tema—. Tenemos que buscar un sitio para cenar. El comedor de la residencia ha cerrado hace un rato.
Veo como Lorie si gira para recoger sus utensilios de dibujo. Pese a que es un completo desastre en cuanto a organización, cuida bastante sus pinturas. Supongo que porque le han costado lo suyo. Hago lo mismo con mis apuntes y los meto de nuevo en la mochila. Mi mente necesita descansar de la universidad por un largo rato.
—Si quieres podemos mandar un whatsapp por el grupo para que se apunten estos —dice como si nada.
Su sugerencia no me desagrada, pero después de haber sacado a relucir mis pensamientos sobre los dos chicos que conviven con Jena, no estoy muy segura de querer toparme con ellos. Al menos no en este momento. Lorie parece darse cuenta, porque las comisuras de su boca se alzan mostrando una sonrisa. Sabe con total claridad hacia dónde ha viajado mi mente cuando ha soltado ese comentario, pero puesto que no quiero ser bombardeada con más preguntas relacionadas con chicos, asiento.
—Por mí no hay problema —aseguro—. Aunque quizá ya han cenado. O han salido por ahí —añado.
Sueno muy poco convencida, pero Lorie opta por no insistir. Teclea durante varios segundos en el móvil, y después escucho vibrar el mío, señal de que sus mensajes han sido enviados. La respuesta no tarda en llegar, y mentiría si dijera que una pequeña parte dentro de mí desea que sea «no». La sonrisa de mi amiga se alza cuando los lee. Eso sólo significa que han aceptado. Mi mirada se pierde en el dibujo de la luna envolviendo al sol y de manera automática mi mente viaja al pasado. Justo al instante exacto en que lo compré.
Estas últimas semanas he tenido poco contacto con mis padres, y sobre todo con mi abuela. Tengo ganas de hacer videollamada con ellos, verles la cara y sentir que no se encuentran tan lejos de mí. También tengo pendiente una sesión de Skype con Margaret. He estado retrasándolo debido a mi bajo estado de ánimo, porque tampoco quiero preocuparles.
—Sabes que no muerden, ¿verdad? —Escucho la voz de Lorie y me obligo a apartar mis pensamientos a un lado.
—¿Qué has dicho?
—Elijah y Ralen, no muerden. ¿Tanto miedo te da estar cerca de ellos? —pregunta con la mirada seria. Después veo como camina hasta sentarse al borde de mi cama. Yo me incorporo para estar a su lado—. Aunque bueno, sí me interesa un poco saber con quién quieres echar un polvo —dice, guiñando un ojo.
Lorie es un caso. Pensé que había entrado en modo «soy tu amiga y me preocupo por tus sentimientos», pero nada más allá de la realidad. Su intención siempre es vacilarme. Decido pagarle con la misma moneda.
—Tanto meterte conmigo, al final voy a pensar que me tiras ficha —contesto, levantándome de la cama y dejándole con la palabra en la boca.
La risa proveniente de mi amiga retumba por toda la habitación y me termino sumando a ella. Me giro antes de entrar en el cuarto de baño.
—Más quisieras, mon amie —responde, lanzándome un beso al aire.
Niego con la cabeza y entro en el baño para prepararme antes de la improvisada cena con nuestros nuevos amigos.
☆
El camino hasta el restaurante lo hacemos en silencio. Lorie se ha decantado por un lugar donde preparan, según ella, las mejores hamburguesas del mundo. El aire acaricia mi cara, y en Londres ya se empieza a notar el frío de principios de invierno, a pesar de que hemos comenzado el otoño hace unos días. Mi amiga camina con prisa, yo en cambio trato de alargar lo máximo el paseo. Me siento un poco idiota por estar nerviosa por la situación.
Tengo que empezar a controlar mis hormonas.
Y mis sentimientos.
Eso me hace recordar a Nina y me lleva a mi época del instituto durante el fracaso amoroso con un chico de clase. «No puedes cerrar tu corazón, Siena. No hay candado que retenga los sentimientos». Sé que tiene razón, pero es inevitable no estar aterrada y el problema es que no sé exactamente cómo me siento.
¿Me gusta Elijah?
¿Y Ralen?
—Siena —La voz de Lorie me trae de vuelta a la realidad—. ¿Dónde estaba tu mente? —pregunta, analizando las expresiones de mi cara.
—Emm... En nada —Niego con la cabeza, alejando todo el tema Elijah-Ralen, al menos por un rato. Después observo el cartel del restaurante «Golden Chips»—. ¿Entramos?
No se la ve muy convencida con mi respuesta, pero decide no insistir, y tras animarme a pasar la primera, sigue mis pasos. Echamos un vistazo por el local y no está nada mal. No se encuentra muy concurrido y el ambiente que se respira es agradable. La iluminación es cálida, hecho que me produce cierta paz. Me llama la atención la decoración, muy en tonos dorados y con un toque industrial. Lo dicho, nada mal.
—Está guay el sitio —hablo en voz alta. Lorie me responde con su típica mirada de «Yo siempre escojo lo mejor».
—Mira —Señala hacia una mesa al fondo, justo en un rincón—. Allí están.
Mis ojos se desvían hasta ese punto, esperando toparme con los rostros de Elijah y Ralen, pero al primero no le veo. ¿Acaso ha rechazado el plan? ¿Tendría algo mejor que hacer? Mi cabeza vuelve a llenarse de esos estúpidos pensamientos que sólo causan agobio. Mentiría si dijera que no siento curiosidad por saber dónde está.
—Uy, uno de tus crushes no ha venido —susurra Lorie en mi oído, unos metros antes de llegar a la mesa.
Le doy un leve codazo en las costillas. Suelta un quejido de dolor, pero sé que ni siquiera le he hecho daño. No me está a ayudando a relajarme, es más, creo que pretende que mis nervios aumenten. La idea de lanzar sus pinturas por la ventana vuelve a mí. Se supone que las amigas están para apoyarte.
—Vete a la mierda, Lorraine —pronuncio su nombre completo saboreando cada una de sus letras. No soporta que la llamen así, pero oye, ella se lo ha buscado.
Escucho un quejido proveniente de su parte, seguido de una risa, señal de que le parece divertida la situación. Cuando llegamos a la mesa donde están Jena y Ralen, estos nos reciben sonrientes, la primera más que el segundo, eso sí. Yo ocupo el sitio enfrente de Jena y Lorie se sienta a mi lado. No me atrevo a romper el silencio, porque en mi cabeza flota una pregunta que no quiero hacer.
—¿Y Elijah? —inquiere Lorie, dándome una leve mirada y aprecio como las comisuras de su boca se alzan en una sonrisa.
No sé por qué me genera tanta curiosidad conocer la respuesta a esa pregunta. Ni siquiera pretendo que me importe Elijah. Ni Ralen. Ni nada que tenga que ver con relaciones amorosas, porque soy un completo desastre en ellas. El amor no es zona segura, sino imprevisible, y a veces tremendamente doloroso. Vuelvo mi atención al «Golden Chips». Ralen me dedica una mirada fugaz cuando mi amiga pregunta por el paradero del otro hermano Steed. Mis ojos hacen contacto con los suyos, pero enseguida desvía la vista.
Llevo las manos a mis piernas y las froto sobre el pantalón para eliminar todo rastro de nervios. Después, carraspeo antes de animarme a hablar, pero la voz de Jena me obliga a detenerme.
—Bueno... —Se ve que está tratando de encontrar las mejores palabras—. La verdad es que...
—Joder, Jena. Tenía una cita —suelta Ralen de pronto.
La mesa se llena de un completo silencio.
—No es una cita —le corrige Jena—. Tan sólo ha quedado con una buena amiga, que resulta que está estudiando en Londres.
—Baylee una buena amiga, sí. Siempre ha estado colada por él.
Sabía que era una mala idea venir aquí. Hubiera preferido hacer ayuno y meterme directamente en la cama, antes de presenciar este bombardeo de información. Las palabras se me atascan en la garganta con la confesión de Ralen. Me llama la atención la forma de hablar sobre las relaciones de su amigo... Es como si Elijah no le agradara mucho. Asumo que es una percepción errónea mía causada por el momento.
Llegué con miedo al restaurante sabiendo que me iba a topar con ellos dos, pero ahora todo ha cambiado.
Ya no estaba nerviosa.
Ni aterrada.
Tan sólo desilusionada.
¡Hola!
Estas últimas semanas me ha costado encontrar la inspiración para esta novela, creo que he entrado en un bloqueo. Pero al menos os traigo un capítulo cada quince días, que como digo «menos da una piedra» 😊
¿Qué os ha parecido el capítulo?
¿Esperabais la ausencia de Elijah en la cena improvisada?
¿Por qué Ralen tiene esa especie de rencor con su amigo? ¿Qué habrá ocurrido entre ellos?
PD: En el siguiente capítulo nos visitará un personaje de #BajoElLuceroDelAlba. ¿Quién será? 🤐
¡Os leo en comentarios! 🥰💙
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