Capítulo 36
Charlotte Harrison
Recordarla como la recuerdo es volver al pasado y darme cuenta de la estupidez que hice peleándome con ella por un hombre. La palabra ridícula se estampa en mi frente con un color verde fluorescente. La pelirroja toma asiento junto a Brandon, no sin antes presentarse como se debe con su padre y Antonella. Ella es mayor que Brandon, y lo sé porque es de la edad de Oliver, entre treinta y treinta y un años.
—Un gusto, y disculpen la demora pero comenzó a llover y bueno, el tráfico en ésta ciudad es terrible cuando llueve.
—Si que lo es, querida —responde Anto —. Ahora vuelvo, te pondré un plato para ti también, ¿Vale?
—Claro, muchas gracias.
Se hace el silencio, tomo asiento junto a Leister y logro notar que Tessa no deja de mirarlo y recorrerlo con la mirada. Se lo está comiendo con los ojos. Los celos se apoderan de mi cuerpo, no solía ser una mujer celosa con Oliver pero con Leister es completamente diferente.
—Charlotte, que gusto verte —comenta Tessa cuando ya se ha sentado en su lugar.
No respondo, solo me limito a sonreír de medio lado cuando lo dice. Brandon nos mira a ambas seguramente preguntándose cómo es que nos conocemos, pero ninguna opta por decirlo. La cena continua cuando Antonella llega con un plato más. El padre de los tres hermanos platica de todo contandonos anécdotas de los tres haciéndonos reír.
—¿Y donde viven tus padres Charlotte? —me pregunta el hombre con su voz autoritaria y con una pizca de sentido del humor.
—Ellos viven en Santa Mónica —le hago saber.
—Es un buen lugar, sobre todo por el parque de atracciones junto a la costa —responde Declan.
—Lo es, ahí crecí y es un lugar divino —digo sonriendo.
—Excelente lugar, y un pésimo cuerpo de seguridad —prosigue Declan, llevándose un trozo de tarta de chocolate a la boca.
—¿Seguridad? —cuestiono.
—Declan estaba anteriormente como agente en California —me responde Leister.
—Deberíamos ir —propone Antonella —, a los niños seguramente les encantará.
—Todos son bienvenidos, mis padres suelen estar solos debido a nuestro cambio de ciudad, les vendría bien una visita —respondo.
Tessa solo se dedica a escuchar, Antonella y Declan a hablar, mientras que los otros dos hermanos se miran de forma reprobatoria. Después de unos minutos nos levantamos de la mesa, acompaño a Antonella a la cocina dejando que los demás regresen a la sala. Se escucha el bullicio, y cuando pienso que Tessa también se encontrará con ellos la escucho detrás de nosotras ofreciéndose a lavar los platos.
—No te preocupes querida, solo los meteremos al lavavajillas —le informa Anto —. Si me disculpan, iré a llamarles a los niños.
—Adelante —le responde Tessa.
Me vuelvo al fregadero para lavarme las manos ignorando a Tessa. Sé que no se ha ido, siento su presencia y la mala vibra que desprende justo detrás de mí esa mujer.
—Siempre tan servicial, ahora comprendo el amor que sienten por ti todos los hombres que pasan por tu vida —dice —. Aunque bueno, con ese cuerpazo, quizás lo que buscan de ti es follar un buen rato.
—¿Qué quieres Tessa? —reprendo al encararla.
Ya basta de estupideces.
—Nada, fui invitada por Brandon, ¿Que no lo ves?
—Otra víctima más, seguramente. Pensé que ahora que Oliver está libre irías corriendo tras de él —me burlo.
Me hace un gesto demostrando desagrado, sé que le jode le hable de Oliver porque fue él quien la rechazó a ella por mi, por quedarse conmigo y aunque ahora no estamos juntos me alegra saber que hay alguien más y que no es ella la que ronda por la cabeza de Oliver.
—Te sientes la indomable, la empoderada por estar con hombres como ellos pero ¿sabes que? No eres nada comparada conmigo —espeta.
Suelto una carcajada llena de burla.
—Habla y di lo que quieras Tessa, tu y yo sabemos que todo lo que hago, tengo y quiero lo obtengo sin mover ni un puto dedo. Todo lo contrario a ti, que no dejas de recibir las migajas que dejo en el camino.
—¡Jodete...!
—¿Joderme yo? Claro, me jodí a los dos.
—Y con ninguno te quedaste, debería darte pena.
—¿Pena a mi? —me burlo —. Esa es para ti que no dejas de rebajarte...
—Afortunadamente los niños se durmieron —dice Antonella adentrándose a la cocina —, ¿todo bien? —pregunta Anto mirando a una y después a la otra.
—De maravilla —respondo —, el postre te quedó delicioso...
(***)
Vamos de camino a mi departamento, Leister se encuentra serio, no ha dicho ni una sola palabra desde que salimos de su casa y comienzan a adentrarse dudas sobre lo que le pasa. Sé que tiene problemas gracias a Brandon con quien sigo sintiéndome extraña después de esa caricia en la mejilla. No sé cómo tomármelo, solo me pregunto por qué lo hizo.
—Te vi con Brandon, ¿de que estaban hablando?
Joder. ¿Qué habrá visto? No me gusta mentirle, no a él quien debo suponer es sincero. Me vuelvo hacia la ventana observando la oscuridad de la noche, vamos en plena carretera con dos camionetas; una frente a nosotros y otra más tras de nosotros, ambas siguiendonos.
—Otra vez te está molestando, ¿no es así?
Suficientes preocupaciones tiene Farid como para cargarle una más diciendole que me mandan rosas y que para terminar, ni siquiera sé quién es. Sigo sin descartar a Marcus, y maldigo a Leister por haber interrumpido el momento con él el día de la cena. No hablamos mucho porque cuando llegamos minutos después apareció Leister en modo celoso sacándome del restaurante.
—No, tranquilo, solo conversábamos sobre la fotografía de Amanda y tú —digo sintiendo un pinchazo en el pecho —. Se veían... felices.
—Lo éramos.
Nuevamente una presión aparece en mi pecho cuando me responde. Sé que era su prometida y que murió en las peores circunstancias, pero me es imposible no parar de preguntarme si en realidad la ha olvidado, si ha superado aquello o si simplemente soy una más con la que quiere estar para olvidar el fantasma de su recuerdo.
—¿Qué sucede? —me pregunta.
—Detente ahí —le ordeno señalando la carretera vacía.
Enarca una ceja, pero no se opone, aparca a un lado de la carretera que se encuentra vacía. Ha comenzado a llover, la noche comienza a sentirse melancólica y yo necesito respuestas a las preguntas que quiero hacerle sobre la relación que tenía con la que fue su prometida.
Leister aparca el coche, la lluvia se intensifica y cuando apaga el motor se vuelve hacia mí enarcando una de sus cejas exageradamente negras. En realidad, todo lo que tiene es exagerado; pelo negro, cuerpo de infarto y unos ojos azul cielo que me envuelven y me traen como imbecil cacheteando las banquetas por su jodida atención. No sé cómo definir lo nuestro, no sé definirlo porque no me ha quedado del todo claro qué quiere de mi. Me quiere cerca y a la vez lejos.
—¿Se puede saber por qué nos detenemos en medio de la nada, bonita? —me pregunta —. ¿Acaso quieres follar? —pregunta sonriendo con malicia.
Suspiro, consciente de que probablemente diré o diremos cosas que nos herirán a ambos. Le sonrío, recargo mi espalda al respaldo del asiento y tomo su mano derecha para enlazarla con la mía. Me la llevo a los labios dejandole un casto beso, después lo miro a los ojos que me miran extrañados seguramente preguntándose si lo mandaré a la mierda o seguiré con lo nuestro. Pero en realidad es que quiero seguir con lo nuestro, que esto funcione.
—¿Qué sucede con el caso de Amanda? ¿Por qué tanto misterio? ¿No crees que debería saberlo?
—No, de hecho no debimos ni siquiera detenernos —responde soltandome la mano.
—Habla conmigo Farid, ¿por qué te privas de hacerlo? ¿Por qué no quieres que sepa lo que sucede con tu familia? ¿Crees que no me doy cuenta? Tu madre y los niños de tu hermana ni siquiera estan en su casa como deberían de estarlo, la seguridad que tienes te sigue hasta para ir al puto baño y no quieres contarme —espeto.
Me remuevo en el asiento trepándome a horcajadas de él en el asiento. Con mis manos lo tomo de las mejillas incitándolo a mirarme pero éste termina negándose mirando hacia la ventana.
—Mírame —le ordeno con voz autoritaria y me mira pero no a los ojos, si no a mis labios.
Suspira, levanta el rostro y me mira con las dagas azules que carga en sus ojos. Se le oscurecen, sobre todo cuando me muevo rozando su miembro con mi intimidad.
—Tenemos problemas con un caso Charlotte, recibimos amenazas de muerte, ¿qué más quieres que te diga? Te pedí vivir conmigo precisamente por eso y no quisiste, bueno pues ahora te jodes porque la seguridad también estará tras de ti pisándote los talones y siguiéndote hasta el baño.
—¿Por qué de mi? Yo no tengo nada que ver en esto.
—Estar conmigo es suficiente para hacerte daño, y no pienso arriesgarme.
—¿Arriesgarte a que Farid?
—¡A perderte, joder! —exclama —, ¿quieres que lo diga? Ya está, no quiero que te pase algo por mi jodida culpa y termine como antes de que llegaras a mi vida. No estoy dispuesto a exponerte, primero muerto antes de que alguien te toque.
El pecho se me oprime, y aunque sé que hay más cosas que sigue ocultando decido dejar todo por la paz. Al menos por el momento. Trato de analizar todo y comprender un poco de lo que esta sintiendo en estos momentos.
—Si eso te hace sentir mejor, entonces si, acepto vivir contigo —le hago saber.
Enarca una ceja, sonríe de lado con su sexy sonrisa maliciosa y eso me provoca golpearlo en el hombro. Acerco mis labios a los suyos y lo beso envolviendo mis brazos a su cuello mientras él masajea mis glúteos con sus manos. Mi lengua juega con la suya sintiendo el sabor a vino. Mi corazón late con fuerza cuando refriega su miembro con mi entrepierna y comienzo a hiperventilar. Las ventanas comienzan a empañarse, y el sonido intenso de la lluvia con nuestras respiraciones agitadas es lo único que nos acompaña en el espacio reducido del coche. Trato de no moverme tanto, no me gustaría exponerme frente a los escoltas que lo acompañan hasta para ir al baño.
—¿Cuando te mudaras? —pregunta besándome después la barbilla direccionandose a mi cuello.
—Dame unos días para buscar a alguien más que viva en mi apartamento.
Mis manos viajan al dobladillo de su camisa, la levanto con cuidado y al final adentro mis manos para tocar lo firme que es su pecho. Dejo de besarlo, su aliento choca con el mío y roso mis labios con los suyos. Su aliento choca con el mío inundandome en un deseo por su cuerpo. Siento la dureza de su miembro y no dudo en abalanzarme sobre éste sintiendo el delicioso roce de su dureza sobre mi punto de nervios. Vuelvo a prenderme de sus labios mientras él me aprieta los glúteos con ambas manos. Los abre y al final me da una nalgada cuando le muerdo el labio inferior.
—Me fascinas. —Susurra en mis labios volviendose a prender de ellos.
—¿Cuanto señor Leister? —le pregunto soltando un jadeo cuando me hace a un lado la prenda diminuta que llevo como ropa interior.
—Demasiado, me tienes hechizado y no dejo de imaginarte bailandome en un escenario simulando ser una stripper.
Suelto una risa, y me excita la forma en la que su voz me habla al oído.
—Tenemos una habitación en el Hotel Meyer —me susurra, frotando con sus dedos mis pezones sobre la tela del vestido —, y no pienso rechazarla, pagué un dineral por ella.
Refriego mi intimidad con su miembro, sonrío ante su propuesta indecorosa y le muerdo el labio cuando vuelve a azotarme los glúteos. Nuestras lenguas danzan, su sabor me embriaga y me enciendo como una maldita hoguera que no se sacia del hombre que quiero montar. Sus manos viajan a mi cintura levantandome el vestido, con una mano me acaricia uno de los pezones, mientras la otra juguetea con el liguero de las medias.
—¿De quién eres? —me pregunta cuando el roce de su dureza se intensifica mientras le restriego mi entrepierna.
—Tuya —jadeo.
Echo la cabeza hacia atrás cuando sus dedos viajan a mi clítoris estimulando cómo se debe, gimo cuando tres de éstos me penetran, y digo su nombre al sentir el glorioso placer que me provoca tenerlo de ésta forma. Me recargo en el volante provocando que el claxon suene y me sobresalto. Comienza a reírse de mí al mismo tiempo en el que suelto la carcajada. Entonces, uno de los escoltas toca la ventana. Leister se tarda en abrir, y el espectáculo que hace me excita cuando se lleva los dedos a la boca para chuparlos.
—Sabes deliciosamente rico.
Me muerdo los labios. El escolta vuelve a tocar la ventana y Leister gruñe dejándome un casto beso. Enciende el coche, me vuelvo a mi lugar y cuando me acomodo Farid baja la ventana.
—¿Qué quieres? —pregunta el grosero, está claro que no le agrada el tipo que le cuida el culo.
—Señor, su padre lo ha estado llamando y me pidió que le avisara.
El hombre se está mojando.
—Dile que no esté...
—Que le llama en unos minutos —me entrometo —, gracias por avisarnos.
Asiente esbozando una sonrisa de agradecimiento. Leister cierra la ventana y pisa el acelerador cuando la camioneta negra de enfrente comienza a moverse.
—No tienes porque ser grosero —le digo acomodándome el vestido.
—Abróchate el cinturón Charlotte —me ordena y él hace lo mismo.
—Lo que ordene mi general.
—Si de órdenes hablamos, te ordeno que me des unas mamadas —dice sonriendo sin dejar de mirar la carretera.
—¡Leister! —exclamo riendome —. Sus deseos son ordenes —respondo —. Pero tengo una mejor idea —le digo.
Me remuevo pasandome al asiento trasero, me acomodo en medio del mismo y me levanto el vestido hasta la cintura.
—¿Qué haces? —me pregunta.
Vuelve la mirada hacia mi.
—Joder cariño, harás que me detenga —dice.
—Sólo quiero tocarme un poco, me ha dejado caliente señor Leister y no creo aguantar las ganas de llegar aquí a su departamento.
Se muerde los labios, vuelve la vista hacia el frente y acomoda el espejo retrovisor para poder observarme desde éste mismo. Bajo el cierre de mi vestido que se encuentra a mi costado derecho, me descubro los senos y acaricio los pezones erectos. Leister se remueve en el asiento, pero no deja de manejar y fijar la vista de vez en cuando a la carretera.
—Tocate ricura —me ordena y como soy obediente lo hago.
Comienzo a estirar las puntas erguidas con los dedos al chuparlos. Abro las piernas haciendo después a un lado la fina tela de las bragas, comienzo a masajearme el clítoris inundandome de placer, Leister me mira, los ojos se le oscurecen y nuestras respiraciones se agitan. Entre abro mis pliegues y la humedad de mi entrepierna mancha el asiento de piel. Gimo, jadeo y me muerdo los labios cuando al cerrar los ojos siento los dedos de Farid penetrandome por unos segundos que me dejan con hambre de más. Abro los ojos cuando deja de hacerlo y lo observo mirando hacia el frente.
—Me tienes mal —habla con la respiración agitada.
—Así es como me tienes tú —respondo.
Enarco la espalda en el respaldo del asiento trasero, mis dedos viajan a mi centro y comienzo la tortura que es no sentir el miembro del hombre que viaja en el asiento delantero.
—Correte Charlotte —dice con la voz entrecortada.
Me penetro con mis dedos y masajeo mi centro esparciendo la humedad de mi coño. Gimo, jadeo y digo el nombre de Leister cuando el orgasmo comienza a apoderarse de mi cuerpo. Contraigo las paredes húmedas, mis piernas se tensan y llego al éxtasis cuando abro los ojos y veo como me mira el hombre que devora mi cuerpo con sus orbes azules.
(***)
Los ojos me pesan, no quiero abrirlos pero sé que debo hacerlo, levantarme de la cama y tomar una ducha es una buena opción. Pero los brazos de cierto ser hermoso me tienen prisionera. Disfruto del momento, sigo sin abrir los ojos y repaso las escenas de la madrugada en mi mente donde, después de ir por ropa a mi departamento se hundió en mi cuantas veces se le dio la gana.
—Buenos días —dice aspirando el aroma de mi pelo.
—Buenos días —le correspondo.
Me atrae a su pecho rodeando sus manos a mi cintura. Le restriego los glúteos en su potente erección matutina y disfruto del roce de ésta. Sonrío como tonta cuando deja castos besos en mi cuello y vuelve a aspirar el aroma de mi cabello. Los momentos con Leister son perfectos, nunca que quiero que terminen y me doy cuenta que si quiero tener una vida a su lado.
Me levanto a duras penas de la cama cuando abro los ojos, Leister se queja, pero se queda en la misma acostado boca abajo. Me meto a la ducha y observo con detenimiento el cuarto de baño. Es enorme, mucho más grande que la estancia de mi departamento. Abro la puerta corrediza y el grifo. El agua tibia cae en mi cuerpo empapándome de lleno, es reconfortante y comienzo a repasar en mi mente una lista de lo que podríamos hacer el día de hoy. Pero entonces, un pinchazo en el vientre me interrumpe y abro los ojos dejando de disfrutar del momento. Trago duro recordando lo que también es importante y para cuando salgo envuelta en una toalla decido mandarle un mensaje a Nay.
—La he jodido —susurro cuando mi dedo presiona "envíar".
El corazón me palpita con fuerza, recargo las manos en el lavabo del baño y las ganas de devolver la cena de la noche anterior se hacen presentes. ¿Vivir con él? ¡Por Dios! ¡Primero tengo que saber si estoy o no embarazada!
Me seco el cuerpo, unto crema corporal y me pongo la ropa que he traído; unos simples jeans y remera de lana holgada. Coloco las zapatillas deportivas y salgo a la habitación de Leister. Sigue boca abajo y con los labios entreabiertos. El pelo despeinado le cae por la frente y así, con las sábanas envueltas tapandole el trasero, no deja de verse sexy. Trago duro, la yema de mis dedos le acaricia la espalda sintiendo su suavidad. Tiene unos cuantos lunares que termino besando uno por uno siguiendo el recorrido hasta la nuca. Leister se remueve en la cama cuando me siento en la orilla de la misma. Vuelvo a acurrucarme en sus brazos cuando se endereza sintiendo la seguridad que nunca sentí con alguien más. Recuesto la mejilla en su pecho, escuchando el palpitar acelerado de su corazón. Sonrío, levanto la mirada estrellandola con sus ojos azul cielo hipnotizantes. Le acaricio la poca barba que le ha salido, me sonríe de lado dejandome un casto beso en los labios y no puedo evitar decirle que lo amo porque es cierto, lo amo como nunca amé a Oliver, y lo amo como nunca amé a Marcus. Quizás éste último fue el capricho de un momento, o simplemente el rato que destruyó mi matrimonio y le abrió paso a con quién sí debo estar.
Leister me toma de las mejillas atrayéndome a sus labios. Me besa con ternura, y después deja un casto beso en mi frente haciéndome sentir plena. El beso sube de tono y me trepo encima de él a horcajadas sin dejar de besarlo. Me como sus labios con urgencia refregando mi entrepierna en su miembro endurecido. Jadeo y él gime cuando le acaricio el abdomen con los dedos. Sonríe entre el beso y no puedo evitar morderle el labio inferior de nuevo.
—Me excitas ricura —dice, y mi boca sigue el recorrido bajando hasta su abdomen —. Joder, ¿Haremos un mañanero?
—Si lo quieres si —respondo mirando a sus ojos.
Bajo lamiendo y chupando los cuadritos que se le forman en el abdomen, suspira y disfruta del como mi boca lo acaricia, y cuando estoy apunto de liberarle el miembro que se esconde en las sábanas, el móvil vibra y suena sobre el buró.
—Mierda —gruñe.
Me detengo por un momento y le pasó el móvil mirando de reojo quien lo llama; es Brandon. Leister lo toma y decido acomodarme a su lado en la orilla de la cama.
—Clínica para pendejos, le atiende Leister —le responde.
Suelto una risita por lo bajo, le acaricio la mejilla y éste toma mi mano llevándose los nudillos a sus labios.
Se queda callado, enarca una de sus espesas y oscuras cejas mientras hace un gesto que comienzo a conocer hace cuando algo no le agrada. La nariz se le arruga y...
—Resuelvelo Brandon, dile a Declan que le bloqueen el paso —escucho los gritos inaudibles de su hermano al otro lado de la línea —. ¡Para eso se le paga, joder! Y un puto dineral —espeta molesto.
Guarda silencio y después cuelga la llamada.
—¿Todo bien? —le pregunto.
Algo estúpido, ya que claramente nada está bien.
—Jefferson intentó entrar al despacho, sigue inconforme, no hemos avanzado en el caso de la muerte de su hija y Declan deja mucho que desear.
Suelta el aire contenido. Me deja un beso en la frente y se levanta de la cama tal y como Dios lo trajo al mundo. Me lamo inconscientemente los labios al ver lo que le cuelga entre las piernas y al darse cuenta me sonríe con malicia, me da la espalda, y el espectáculo de sus glúteos es completamente diferente, dan ganas de darle una nalgada con tan solo verlo. Abre la puerta del baño y de un azote la cierra sin decir palabra alguna.
La temperatura se me eleva a cien grados con tan solo verlo. Me tiró boca arriba a la cama y cierro los ojos quedándome dormida no sé cuánto tiempo, porque cuando vuelvo a abrirlos Leister ya se encuentra frente a mi con jeans casuales, botas caras y chaqueta que parece ser de cuero.
—Te llevaré a tu departamento, recogerás lo necesario para que te quedes por lo pronto unos días y por la tarde te recojo —dice, trepando su cuerpo encima del mío.
Me acomodo en él rodeandole la cintura con mis piernas.
—¿A dónde vas? —pregunto colgando los brazos a su cuello.
—Al despacho, paso por ti...
—No es necesario, yo llego ¿Vale? Tengo que dejar mi coche aquí mismo, si no ¿cómo iré a trabajar?
Se queda pensando unos segundos y al final asiente. Ambos nos levantamos de la cama, pedimos el desayuno y después de un par de horas ya me encuentro en mi departamento con Nay esperándome en el pasillo. Trago duro y entro en pánico al ver la bolsa de farmacia que sostiene con su mano. Comienzo a hiperventilar y por un momento me veo huyendo a Cuba.
—Te tardaste mil años Charlotte —gruñe cuando me ve.
—Estaba ocupada —le digo, abriendo la chapa de la puerta.
—Ajá, claro, no me digas y esa ocupación tiene nombre y apellido, ¿No es cierto?
—Y un alias también —me burlo.
—El bombón asesino —dice riéndose cuando se adentra a la sala —. Su polla ha de ser mágica para no contestar mis mensajes.
—No me quejo, es deliciosa y es...
—¿Enorme como la de mi príncipe? —responde tumbandose en el sofá.
—No le llega ni a los talones.
—Eso porque no la has visto, puedo asegurarte que...
—¡Nay! Joder, a lo que hemos venido. En estos momentos no me apetece hablar de penes y glúteos.
—Nunca mencioné glúteos —se ríe.
—¿A no? Pues los de Leister se siguen paseando por mi mente.
Suelto un suspiro. Me siento en el sofá y Nay saca de la bolsa plática cuatro cajitas diferentes.
—¿De cuánto tiempo es el retraso? —me pregunta sin dejar de mirarme y colocando a la vez cada cajita en la mesita de centro.
—Yo... No lo sé, ¿Tres, cuatro días?
Nay pone cara de angustia y eso solo me eleva los nervios que estoy sintiendo. Se supone que el periodo debió llegar en ésta semana, y el retraso ya lleva más de tres días. Suelo ser regular, por lo tanto mi preocupación aumenta el doble.
—Joder conejita, ¿Hace cuánto te follaste a Oliver? ¡A Leister!
El pánico comienza apoderarse de mi sistema cuando lo menciona. Comienzo a respirar con dificultad y las manos me empiezan a sudar frío. Vuelvo la mirada a la ventana y por mi mente solo cruza el aventarme de ésta y pasar a mejor vida, una dónde los hombres que me persiguen no sé encuentren y solo esté yo.
—Joder... Nay —la voz me tiembla, el cuerpo entero me tiembla y...
—Maldita sea Charlotte pero... ¡¿Cómo mierda se te ocurre?! ¡Joder! Existiendo Miles y Miles de anticonceptivos.
Sus manos viajan a las sienes que termina masajeando, se talla los ojos y el verla solo me provoca angustia y unas ganas inmensas de llorar.
—¡La he jodido! —grito.
Me levanto del sofá y camino de un lado a otro sin parar.
—No puede ser, si estoy embarazada...¡no sabré de quién mierda es! —exclamo —, no puede ser, ¿Que voy hacer? ¡Soy una zorra, una estúpida! Oliver... Oliver me mandará a la mierda seguido de Leister y me quedaré sola por imbécil.
Mis pies no paran, pareciera que estoy en una maratón cuando no dejo de dar vueltas y rodear los sillones.
—La he jodido Nay, ¡Me jodí sola, y por estúpida! Yo... No sé que haré, no se que haré...
—¡Reacciona, maldita sea!
El impacto de la palma de su mano a mi mejilla me hace adentrar a la realidad. Estoy temblando, las piernas me fallan y mi cuerpo comienza a flaquear de los nervios que comienzan apoderarse de mi sistema. Aunque nervios no son, he entrado en pánico y...
—Es un puto retraso Charlotte, ¡Ten, toma esto! —dice estrechando de su mano a la mía un frasco de plástico vacío —. Orina en él y mete las malditas pruebas de embarazo, que para eso las compré. Y resale a Dios, a los santos o si quieres al maldito demonio de los hombres sexys que no estés embarazada de quién no amas.
Asi es como me imagino a nuestra querida Nay L_L
Disculpen la tardanza, pero no podía dejar pasar éste capítulo.
Les amo mis Perversas ♥️
Tengo una pregunta, y me gustaría saber, ¿De que otro personaje les encantaría una historia? Las leo 👀
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