Capítulo 34

"La Gala - Parte II"

Farid Leister

El suelo se mueve, las luces se apagan y encienden a cada minuto que pasa y comienza la canción que conozco perfectamente bien. Estoy ebrio y no se que carajos estoy haciendo sentado en un sofá color rojo en un bar que ni siquiera conozco y que Declan me ha arrastrado hasta aquí.

—¡Ven hermano! Vamos a bailar —exclama Declan tomándome del antebrazo.

De un manotazo me suelto, estoy mal, me encuentro mal y las luces del lugar no ayudan a que me sienta mejor. Declan me manda a la mierda y yo siento mi cuerpo mucho más ligero cuando bebo y fumo. Si, estoy completamente ebrio.

Volteo a todos lados buscando a mi escolta que no deja de seguirme y olerme el culo a todo momento. Me levanto del sofá y vuelve a seguirme, eso provoca que me den agruras y quiera escapar de la seguridad cuando mi padre nos ponía escoltas a mi a Brandon.

La canción sigue, a mi esa jodida canción solo me recuerda a Charlotte entrando del brazo de su ex marido. Ardo y mi cuerpo hierve de celos al imaginarme las manos de ese imbécil en el cuerpo que he tocado tantas veces. Trago duro, la furia me gana y aviento una botella al suelo sin importarme que Declan se me quede mirando como si tuviera payasitos en la cara.

—¡¿Qué te pasa?! —espeta mi amigo —, ven vayámonos de aquí.

Está igual de ebrio que yo, me sostiene pasándome un brazo sobre sus hombros y comienzo a reirme como estupido.

—Vayamos por unas mujerzuelas —digo recordando la escena de una película cuando dicen eso.

Declan comienza a reírse y asiente.

—Vayamos por Ivana —responde riéndose empinándose una botella de tequila.

Comienzo a reírme. Caminamos entre el gentío y me voy directo a la pista cuando cambian la canción, Declan me sigue y a pesar de sentir que parezco un imbécil lo dejo pasar. Me muevo sin ganas, y lo siguiente que hago es caminar hasta la barra pidiendole al barman una botella de whisky. Éste la deja sobre la mesa y volteo el banco hacia la pista donde Declan se encuentra bailando reggaeton con una mujer que ni conozco. Muevo los hombros imitando su baile y comienzo a reirme como estupido. Estoy ebrio, y comienzo a marcar descontrolado el numero de Ivana para que me de algo de sexo. No responde, cuelgo y vuelvo a meter el móvil al bolsillo de mis pantalones. Ya no voy de traje, y ni siquiera recuerdo en qué momento me cambié de ropa cuando finalizó el evento.

—Hola cariño, ¿Estas solo? —pregunta una rubia posandose a mi lado acariciandome el bulto.

Volteo hacia ella y respondo.

—Tal vez.

—Juguemos un rato... —me provoca besándome el cuello.

Cierro los ojos, el mareo aumenta y el hedor a whisky comienza a ser sustituido por el sabor a cerezas de la mujer cuando me besa.

—Mi nombre es...

—Shhh... no quiero saberlo —respondo comiéndole los labios.

El pantalón comienza a estorbarme. El bulto me crece y la mujer comienza a acariciarlo sobre la tela. Pero la detengo, estas malditas ganas no las quiero saciar con ella. Las quiero saciar con la mujer de ojos claros.

—¿Qué sucede? ¿No quieres? —pregunta con la voz agitada.

—De ti no —respondo.

Me levanto del banco y salgo por una de las salidas de emergencia, con el escolta siguiéndome. Declan hace lo mismo cuando ve que me voy del lugar.

—¡Espera! —exclama.

—Maldita sea, parece que traigo niñera —respondo tajante sin dejar de caminar.

—Y tu eres un amargado, de verdad, ¡Ey, tu! —le habla Declan a uno de los escoltas — Traele a Charlotte, a ver si así se le quita lo amargado.

—No la necesito —espeto dándole un trago al whisky.

—Señor, lo multarán por beber en plena vía pública.

Declan se ríe, me quita la botella y le da un trago seguido de mi.

—Tatuate su nombre en el brazo, total, pizarrón ya eres y sirve no se te olvida que eres de ella —se burla.

Me detengo, ni siquiera pienso y como sé que estamos en un lugar donde hay de todo, busco un estudio para tatuarme. No pienso con coherencia, y solo escucho a Declan decirme que estoy loco y que soy un estupido pero ni siquiera me pasa por la mente razonar. Abro la puerta del lugar iluminado con luces neón, no tiene mala pinta así que le hablo al dependiente, y de una puerta sale un hombre robusto y tatuado de los brazos, seguido de una mujer de pelo negro, piel blanca y completamente tatuada del cuerpo. Declan habla y habla y yo solo me dedico a beber y beber. Tomo asiento y le indico al hombre donde quiero el tatuaje y lo que quiero que diga. Estiro el brazo mostrándole el antebrazo indicando dónde es que lo quiero, éste me muestra diseños y elijo el que más va con ella.

Comienza a tatuarme, el dolor aparece pero es uno soportable, o quizás así lo siento porque me encuentro borracho. Declan se sienta a un lado y dice:

—Anda, yo quiero el mismo tatuaje —le dice a la mujer.

—¡Estas pendejo! —exclamo.

La mujer le da otras opciones, y yo comienzo a sentir el dolor cuando los estragos del alcohol comienzan a pasarme factura. El escolta nos mira con pena, pero para ser sincero es lo que menos me interesa, trabaja para mi a mi es a quien obedece.

Dos horas más tarde noto que comienza asomarse el sol por una de las ventanas del lugar, mi cuerpo hiperventila, estoy quedandome dormido y cuando estoy por cerrar los ojos el tatuador es quien interrumpe:

—Listo, ¿Quiere verlo? —me pregunta y yo asiento.

Me levanto de la silla, camino hacia un espejo y volteo el antebrazo tan solo para ver el nombre de la mujer que me tiene como imbécil.

—Joder —susurra Declan —, me hicieron un payaso.

Volteó para ver su tatuaje en el mismo sitio que el mío, visualizando un payaso de por lo menos cinco centímetros de cada lado. Comienzo a reírme a carcajadas al ver tal estupidez, volviendo después la mirada hacia el tatuaje que me he hecho por esa mujer. En él aparece su nombre dibujado con caligrafía fina y delicada como ella...

(***)

La alarma retumba en mis tímpanos, haciéndome volver a la cruda realidad. Me duele el brazo, los ojos se sienten cansados y mi cuerpo deshidratado comienza a pedirme a gritos que le dé agua. Abro los ojos con lentitud recordando perfectamente que no cerré las cortinas, y que por ende, mis pupilas serán expuestas a la luz de la mañana. Decido abrir los ojos poco a poco tratando de no dañar mi visión. La cabeza comienza a exolotarme, y las ganas de vomitar aparecen de la nada.

Me levanto rápidamente de la cama con dirección al baño expulsando todo lo que bebí en la madrugada. Cuando termino, tomo un baño cambiandome después y salgo de la ducha caminando hasta la estancia de mi apartamento.

—Buenos días bello durmiente —dice Declan cuando me ve adentrándome a la cocina.

—¿Que mierda haces aquí? —pregunto cuando pociosiona frente a mi una taza de café.

—¿No recuerdas, cierto? —pregunta negando con la cabeza.

—¿Recordar qué? ¿Por qué mierda me duele el brazo?

Bajo la mirada a mi brazo cayendo en el precipicio de la realidad. El tatuaje sigue ahí, ni siquiera lo soñé y ahora es un nombre que durará conmigo toda la vida.

—Maldita sea... —susurro tallandome los ojos cuando me doy cuenta que me he tatuado su nombre.

—Yo te quise detener, pero tú insististe que no lo hiciera y mírate, ahora hasta su nombre lo llevas en la piel —se burla.

Vuelvo a mirar el tatuaje detallandolo y recordando que llegó con su ex marido colgada de su brazo. Ahora consciente vuelven los celos y mi mente comienza a preguntarse si estarán durmiendo en la misma cama, si estarán follando, si ella lo volverá a preferir a él y a mí no...

—Ya deja de atormentarte y ve a su departamento.

—Estara con su ex marido, estoy seguro.

—¡Joder, hombre! ¿Y cómo lo sabes? ¿La espías? —me pregunta Declan.

Me hago el imbécil dándole un trago al café, termino quemandome la lengua y Declan vuelve atacar con sus preguntas estúpidas.

—Responde, ¿La espías, cierto?

—Estas loco.

—Típica respuesta de hombre cuando está mintiendo. "Estás loca, no te engaño, es una amiga"...

Me levanto del taburete de la isla, camino hasta la sala acostándome en uno de los sofás. A Declan no lo hago imbécil, y se que en cualquier momento comenzará a joder con lo mismo y yo paciencia no tengo de nada ya.

Vemos televisión un rato, no porque queramos, si no tratando de buscar en noticieros que no hayamos quedado expuestos después del enfrentamiento con Thomas Jefferson, quien llegó en pleno evento, ebrio y culpandonos por la muerte de su única hija. Para ser sincero, no siento culpa, eso es algo que con el tiempo se te va quitando cuando decides defender a los malos. Porque sí, he defendido a personas que no merecen ni siquiera estar en este mundo. Y aunque la hija de Jefferson no era una de esas, de la mente no me quita ni me quitará que, si él hubiese accedido desde un inicio a culpar al hijo del político, su historia sería otra.

Vuelvo a ver el móvil, Brandon nos ha citado por la tarde en casa de mis padres, y sé perfectamente que cuando lo hace es porque aumentará la seguridad.

—Vete en tu coche, Declan. Tengo cosas que hacer saliendo de ahí —le digo a mi amigo cuando lo veo acercarse al mío.

Le hace falta una chica, no deja de estorbar.

—¿Vas con Charlotte? —pregunta.

—No es de tu incumbencia —espeto.

—¡Ya sé! Le vas a ir a mostrar el tatuaje nuevo que te hiciste —se burla.

Ignoro su comentario estúpido y le digo que lo veré en casa de mi padre. Quiero pensar, necesito pensar lo que haré y la estupidez que hice. Vuelvo a mirar el tatuaje en el antebrazo y ya no se si sentirme estúpido o ir corriendo a mostrárselo para ver si reacción. Soy un imbécil, actúo como uno.

Para cuándo llego a la mansión, aparco el coche frente a la casa donde logro darme cuenta que mi padre se encuentra en casa al ver el suyo unos cuantos metros después del mío. Abro la puerta, y a la primera que veo es a Antonella con Christopher, su esposo.

—Farid —me saluda mi cuñado extendiendo su brazo hacia a mi.

Lo saludo, Christopher es un buen hombre, aún duda.

—¿De que me perdí? ¿Dónde está Brandon?

—No ha llegado, y papá está furioso —interrumpe Anto —. Está en su despacho, ve con él, a ver si así logras tranquilizar el humor de perros que trae.

Suelto un bufido. No me gusta tener que tranquilizar al hombre, es terco y obstinado, no escucha ni acata una orden y con la resaca que me cargo dudo mucho que sepa cómo convencerlo que no aumente la jodida seguridad. La cabeza comienza a exolotarme, tengo náuseas y no he comido nada en casi todo el día, seguro que no aguantaré mucho aquí.

Camino entre los pasillos de la casa, una casa que hasta hace apenas cinco años se llenó de gritos y peleas gracias a los monstruos hijos de mi hermana. Entonces y de la nada, las palabras de Charlotte refutan por si solas en mi mente.

"No quiero hijos si no es contigo..."

El estómago se me remueve y comienzo a sentirme un completo imbécil. La veo a ella teniendo esos hijos con otro hombre, jugando con ellos y no conmigo, se me cruza por la mente su ex marido y después Marcus. Aprieto la mano, respiro profundo y trato de pensar nuevamente con coherencia.

Trago duro, me paro frente a la puerta del despacho y la abro. Entro sin su permiso, y ahí lo veo como lo recuerdo cuando era niño. Sentado en su silla frente al escritorio de roble, el olor a madera del despacho nunca se va, y recuerdo que él mismo me lo decía de pequeño.

—Parece que ese aroma nunca se va —le digo cerrando la puerta.

Los cinco somos unidos, y agradezco rotundamente que los problemas del trabajo de mi padre nunca afectaron a nuestra familia cuando éramos más chicos.

—¿Lo recuerdas? —pregunta esbozando una sonrisa.

Se le ve nervioso. Sé que quiere fumarse un cigarrillo por la forma en la que mueve los dedos sobre su escritorio. Está nervioso, claramente, y ambos sabemos el porqué.

—Odio ese olor —le digo —, pero me he acostumbrado.

—Tu lo odias, y a Brandon le encanta ese aroma —contesta riéndose.

Mi padre sigue viéndose joven, tenemos ese parecido; es alto, de pelo negro y ojos azules. Todo lo contrario a Brandon, él es mucho más parecido a mi madre. De los tres el único parecido a ella porque hasta Antonella se parece a él.

—Brandon es rarito, ya sabes, controlador y ratito.

—Le gusta que no haya cabos sueltos —me responde —, tú eres más... Eres más extrovertido.

—Si, lo soy —respondo sentándome en una silla frente a él.

Ambos guardamos silencio. Sigo igual de nervioso que cuando entré.

—Hijo... El caso de Amanda se volvió a reabrir y... Éste chico, ¿Nerón, cierto? —asiento, tratando de guardar la calma —le dije que trabajaría exclusivamente para mí.

—No debías...

—Lo hice —responde.

—Nerón es de mi gente papá, se suponía que no te meterías en el despacho—recalco levantando la voz.

—Lo hice, el bufete sigue siendo mío, Brandon y tú siguen siendo mis empleados.

—¡Ocupé tu oficina! —espeto.

—Y lo agradezco, pero el caso de Amanda es algo en lo que no quiero que te metas, no aún...

—¿Y por qué? ¡¿Eh?!

—Porque te sigue doliendo, eso es algo que todos sabemos.

Niego con la cabeza. Trato de guardar la calma pero pareciera ser que exploto.

—Eso es lo que ninguno de ustedes entiende —digo, sosteniéndome del escritorio —, no entienden que es un caso que yo mismo debo resolver, hace cinco años las malditas cosas no se hicieron bien y...

—¿Por qué no quieres mi ayuda? —me cuestiona.

—Porque cuando la necesite no me la diste, no accediste a las pruebas.

—Las pruebas eran otras, Farid, entiéndelo.

—¡Pues no lo entiendo! —espeto.

La puerta se abre entrando Brandon por ésta. Trae mal aspecto.

—Que ojeras —le digo —, ¿Qué hiciste anoche? ¿Te embriagaste? —lo ataco.

Cree que no me informaron de su discusión con Charlotte.

—No estoy para bromas, ¿Qué se te ofrece papá? —pregunta acostándose en uno de los sofás del despacho.

Declan entra en total seriedad.

—Oh ya... —comienzo a reírme —¿Por eso no te me despegaste en toda la puta noche, cierto? —pregunto tajante y él solo se encoge de hombros.

—Trabajo es trabajo, hermano. Yo solo acato órdenes.

—¿Órdenes? Estabas cuidándome ebrio, maldita sea, ¡fuiste mi niñero anoche!

—Ahí si te equivocas —se burla —, estaba fingiendo, tú eras el ebrio, yo solo fingía. Asi que si, fui prácticamente tu niñero.

—Brandon y tú necesitan la seguridad, al igual que Sara y Hannah, con ellas ya hablé hoy por la mañana y no tendrán inconveniente. Jefferson amenazó, y no creo que se vaya a quedar con los brazos cruzados después de la golpiza que le dio Nerón. No debemos tomarnos ésto a la ligera, si actúa no será solo.

—¿Y dónde está Nerón? —pregunto.

—Seguramente en casa de su hermana, le dijimos que le informara ya que él tambien trabaja en el caso y... bueno, es tu ¿novia? —se burla —, aunque quien sabe, Nerón en todo la apoya, ¿Sabías que él sabía que ella era la amante de Marcus?

La sangre se me calienta.

—¡¿Qué mierda te traes con ella?! —espeto, tomándolo del cuello de su playera.

—¡Hey, hey, tranquilos! —exclama Declan separándonos. —Hablemos como personas civilizadas. Siempre, todo se lo quieren llevar a los golpes.

La cabeza me explota, comienzo de nuevo con las náuseas y lo siguiente que hago es expulsar lo poco que he desayunado por la mañana en uno de los pequeños botes de basura en el despacho.

Escucho maldecir a mi padre y a Brandon, pero se les pasa al momento cuando Declan vuelve a comentar lo de la seguridad. Mis padres se irán por un tiempo con Antonella y los niños, Christopher se quedará, mientras Brandon y yo haremos exactamente lo mismo. Irnos levantaría sospechas de cualquier tipo, sobre todo por el caso de la hija de Jefferson, quien se coló en la madrugada al evento culpándonos de lo que le pasó a su hija. Sabía que ese caso desde un principio sería dolor de cabeza y aún así nos arriesgamos a tomarlo. Sara es la principal arrepentida, ya que es y sigue siendo su abogada.

Salgo del despacho, camino escaleras arriba y busco la habitación que fue mía hasta que cumplí los dieciocho años. Me aviento de espaldas a la cama, cierro los ojos y comienzo a soñar con esa mujer. Su sonrisa, su risa y la voz sensual que hace cuando follamos. La fantasía de todo hombre, y fue mía.

La amo...

***

Abro los ojos, estoy sudando y el corazón lo siento desbocado. ¿Dónde estoy...?

Escucho que tocan a mi puerta con fuerza, y la voz de Brandon se hace presente.

—Ven a comer algo, Antonella te preparó patatas rellenas.

El nombre me asquea a pesar de ser mi comida preferida, pero negarse a una comida de Anto es irse al mismísimo infierno así que me levanto. Salgo de la habitación y camino hasta el comedor donde Brandon, mi papá y Declan están por terminar de comer. Saco el móvil observando la hora y la duda por saber que estará haciendo Charlotte comienza a atacar mi mente. Quisiera estar con ella, compartir con ella, pero es que ese jodido sentimiento de perdida no se va.

Declan, Brandon y mi padre me dejan en el comer con Antonella. Tomo asiento junto a ella y noto que ésta se me queda viendo raro.

—¿Qué pasa? Soy hermoso ya lo sé —digo, tratando de hacerla reír.

—¿Qué sucedió con Charlotte? No es por nada pero hace tiempo te Vi observando una foto en tu móvil, y cuando la ví ayer en el evento supe que era ella.

El pecho se me estruja pensando en ella.

—No funcionaremos, no así y lo sabes.

Suelta un bufido.

—Deja esa estupidez Farid, sí, claramente no eres un buen prospecto para ella, pero ¿Y que? ¿Prefieres que esté con otro a qué esté contigo? ¿Enserio?

Trato de ignorar sus palabras, de ignorar lo que dice pero a pesar de ello simulo no escucharla mientras como.

—Sabes los riesgos que corremos, ¿Qué necesidad tiene ella de tener que andarse escondiendo? —respondo.

—Ninguna, claramente. Pero si te das cuenta hasta Christopher aceptó el reto y no se ha ido, siempre ha estado para mí, para nuestros hijos. No seas imbécil y trata de arreglar las cosas Farid, porque te aseguro que la mujer es hermosa y no tardará en reemplazarse.

—No se reemplaza fácilmente a quien se ama —espeto.

—¡Oh sí, claro! Eso crees tú, ¿Quieres pruebas de ello? Te aseguro a qué te reemplazará en segundos.

—Cállate Antonella.

—¿Qué? ¿Te celas? Ahora imagínatela siendo feliz con otro y no contigo, enserio, que flojera me darías, ojalá y se consiga otro...

Dejo que desaparezca por el pasillo que la direcciona a la cocina. Ni cenar agusto me deja. Es una mujer que sabe y piensa con coherencia pero cuando de mi se trata pareciera que lo único que quiere es joderme.

Dejo la cena a medias, me levanto de la mesa y vuelvo a la estancia donde Brandon y mi padre se encuentran.

—¿Te vas? —me pregunta mi padre.

—Si, ya no tengo nada que hacer aquí.

Camino a la salida, no sin antes escuchar a Brandon decir que a partir de que salga de la mansión me seguirá la gente de Declan a dónde sea que vaya. No le respondo, eso es algo que ya lo preveía. Salgo de la casa y subo a mi coche, tecleo el número de Hannah y espero a que responda mientras conduzco.

—Hannah, querida ¿Cómo estás? —pregunto cuando me contesta.

—Yo estoy bien, ¿Tú qué te traes? Algo quieres...

—Me descubriste, ¿Tú informante sigue vigente con lo que te pedí?

Suelta un bufido.

—Enserio que no comprendo como es que la gente guapa y millonaria se las arregla para seguir a la gente, enserio.

—Vamos, sabes que no me gusta ligar —respondo.

—No me jodas Farid, eres experto en eso. Cómo amiga te diré que estás mal, sobre todo porque creo que la mujer vio a mi amigo.

—Mierda.

—Si Leister, mierda. Y no sólo eso, le preguntó que quien lo mandó y como no supo a quien delatar le dijo que tú.

—Maldita sea, ¡¿Y me lo dices ahora?! —espeto acelerando el coche. —¿Dónde mierda está?

—En el restaurante The Pink Door, con Marcus Meyer.

La furia me corroe el cuerpo entero, aprieto las manos al volante y acelero.

—¿En cual está? —espeto —, hay como mil de esos en toda la puta ciudad.

—Tranquilízate Leister, que vas a volcarte en la carretera —responde Hannah —, está en uno a las afueras de la ciudad, te mando la dirección al móvil.

Cuelgo la llamada, acelero y ni siquiera es necesario que me mande la dirección porque me sé perfectamente el camino hasta ahí.

—Que se cree ese imbécil con mi mujer —espeto para mi mismo.

Ardo de celos tan solo con imaginarme sus asquerosas manos sobre la piel de Charlotte. Veo por el retrovisor a los escoltas siguiéndome, y eso ni siquiera hace que me sienta mejor sabiendo que de cierta manera o forma la sigo poniendo en riesgo. A lo mejor está mejor sin mi y... ¡¿Que coño pienso?! Mejor sin mi no estará.

Aparco el coche en el restaurante, bajo rápidamente y cuando llego a la recepción se me atraviesa una mujer de pelo rubio que me sonríe de oreja a oreja con su labial llamativo en color rojo.

—Buenas noches, ¿Tiene una reservación, señor? —pregunta la dependienta.

—No, vengo con unos amigos —le respondo con amabilidad.

—Por supuesto, ¿Apellidos?

—Meyer, vengo con Marcus Meyer.

—Oh, claro, el señor y la señora Meyer.

¡Que le den! Aprieto los nudillos, respiro profundo y vuelvo a sonreírle a la mujer quien revisa en una tableta la reservación.

—Los señores Meyer solo reservaron dos asientos, señor...

—Leister, mire... —carraspeo y me acerco un poco más a la mujer —. La señora que está con el señor Meyer es mi mujer, así que... usted me comprenderá, ¿cierto? 

La mujer se sorprende, suspira y hace una mueca mirándome con pena. Debo simular pena también.

—Una pena que lo engañen señor, si alguien pregunta, yo no fui ¿Vale?

—Gracias, señorita... Carolina Lawrence. Muchas gracias —respondo al ver su apellido en la playera —¿En que parte del restaurante se encuentran?

—En el segundo piso señor Leister, en la mesa numero cuatro.

—Se lo agradezco.

Pongo cara de pena y me voy caminando escaleras arriba con el jodido corazón en la mano. Palpita con fuerza, y la ira aparece cuando los veo sonriendo juntos en una mesa apartada del resto. Charlotte sonríe por alguna estupidez que ha dicho Marcus, y éste le acaricia la mejilla acercándola más a su rostro. El mundo se me paraliza, y solo leo los labios de Marcus diciéndole que ha extrañado su sonrisa.

Camino a zancadas  hasta posarme junto a su mesa.

—Buenas noches —saludo, al mismo tiempo en el que acerco una silla a la misma.

Tomo asiento, me recargo en el respaldo y cruzo los brazos mirándolos a ambos.

—Los he pillado —digo, y tomo la copa de Marcus dándole después un sorbo —, joder Marcus pésimo gusto, mala elección de vino. De hecho, en éste restaurante sirven un pésimo vino, y ni hablar del bourbon, ¿Te has dado cuenta que es mi favorito, Charlotte? —espeto mirándola a ella.

Va con top rojo y falda, y eso solo hace que mi enfado siga al siguiente nivel cuando recuerdo que a Marcus le gusta que vista de rojo.

—¿A que has venido Farid? Nos estas interrumpiendo —pregunta Marcus.

—Oh, disculpen, ¿esto es una cita? —cuestiono dramático.

Me levanto de la silla, Charlotte no deja de escudriñarme con la mirada y eso me hace preguntar si está molesta porque he  interrumpido su momento.

—Una disculpa Marcus, pero tengo que llevarme a mi mujer.

—No me jodas Leister —espeta Charlotte cuando la tomo del codo levantándola de la silla.

—La lastimas imbécil —interviene Marcus levantándose de la silla.

Charlotte le hace una seña con la mano haciendo que éste se detenga.

—Hablamos en otro momento, ¿Vale? 

—Charlotte...

—Por favor Marcus, yo te llamo.

Marcus se queda callado, y a pesar de que quisiera golpearlo pongo todo de mi parte para no perder el control. Charlotte se suelta de mi agarre y camina delante de mi. No puedo evitar detallar su cuerpo esbelto, las curvas de su perfecto culo y...

—Deja de mirarme el culo —espeta.

—Miro a donde se me da la gana —respondo —, sabes tu también  deberías de hacerlo, así que mírame sólo a mi.

—No.

—¡Mírame y dime que mierda hacías con tu amante!

Se detiene a medio andar, no ha venido en su coche, y eso lo confirmo cuando comienza a mirar para todos lados.

—¡¿Que mierda te sucede?! ¿Cómo te atreves a poner gente a seguirme?

—¡Es por tu jodida seguridad!

—¡¿Seguridad a que?! ¡¿A que me maten a mi también como lo hicieron con ella?! ¡Eh! —el pecho se me oprime cuando dice aquello, y me imagino un mundo sin ninguna —. Me lo contó Nerón, Farid. No necesito que me sigas, no necesito que me pongas gente porque yo no pienso quedarme contigo, espero lo entiendas y comprendas, así que deja de seguirme.

Guardo silencio.

—Aún no sabemos si fue provocado o no, así que mejor cállate. —Espeto.

—Haya sido provocado o no, yo no pienso luchar por ti si no estas dispuesto a hacer lo mismo por mi.

Se da la media vuelta, y pareciera que mis pies se van por si solos sin mi autorización.

—Te voy a seguir, entiéndelo.

—¡Jodete! Pondré una denuncia y mi abogado será tu hermano, para que veas lo contento que se pondrá cuando se le diga que no te quiero cerca.

—Ni siquiera es su fuerte —me burlo —. Su fuerte es el derecho familiar, bonita. Primero investiga. 

—¡Te gusta joder! —exclama volviéndose hacia mi —. Te gusta joderme y ni siquiera mueves un puto dedo por mi.

La tomo de la cintura arrastrándola a mi pecho. Se derrite en mis brazos, así como mi cuerpo la ancía y no dudo en besarla. Con una mano la tomo del pelo empujándola a mis labios, mientras la otra la llevo a su glúteo magreandolo.

—Te odio —le digo cuando comienzo a ponerme caliente con el simple roce de su cuerpo al mío —, estos dedos si los muevo por ti, ricura —le susurro a los labios acariciándole los pezones por encima de la tela.

—Me amas —responde enredando sus dedos en mi pelo —, me amas desde el momento en el que me viste, y yo igual solo que me di cuenta después.

Me mira a los ojos y vuelve a besarme con urgencia, como si lo hubiese estado deseando y para mi es suficiente. La arrastro a una de las camionetas de los escoltas quienes siguen dentro, tomo el dobladillo de la falda elevándolo y sin dudar meto la mano bajo la misma. Charlotte gime al sentir mis dedos acariciar su exquisito botón, se aferra a mi camisa arrugándola cuando me gime en la boca. Ambos nos detenemos, respiro profundo y subimos juntos a la parte trasera de la camioneta.

—Largo —les ordeno. 

Estos obedecen sin rechistar y aunque suene grosero la urgencia de tenerla a ella me puede más. Charlotte se acomoda a horcajadas sobre mi. La falda se le eleva hasta los muslo.

—¿Qué color son tus bragas? —pregunto con la respiración entrecortada sin dejar de besarla.

—Rojas —responde sonriendo.

Detengo el beso, le subo la falta y le bajo el top que lleva puesto tan solo para comprobarlo.

—Son negras, señor Leister.

Mis manos rodean su espalda acariciando cada centímetro de ésta. Le beso el cuello, los hombros, hasta llegar a las puntas erguidas de sus senos. Mi lengua juguetea con ellos mientras ella lo disfruta echando la cabeza hacia atrás.

—Hiciste todo lo que quise —habla jadeante —, me invitó y acepté, y tú me has seguido hasta aquí —prosigue desabrochándome los pantalones y jadea —. Todo fue planeado, lo use para celarte y funcionó.

Toma el falo, lo acaricia y de la nada se hace a un lado la tanga de encaje envolviéndome con su humedad sentándose sobre éste. 

—Joder, cariño... —gimo cuando siento la humedad y no dudo en trazar círculos en su clitoris.

—Así me pone señor Leister, me pone saber que solamente me amas y me amarás a mi.

Me jala el pelo echándome la cabeza hacia atrás, me besa con urgencia, llevándose los besos a mi cuello y a mis pectorales. cuando desabrocha tres botones de mi camisa. Después se deshace de ella por completo, y no duda en detenerse cuando observa con detenimiento el tatuaje. Sonríe, y ahora mismo comienzo a sentirme un completo estúpido. La tomo de los glúteos mientras ella se mueve y balancea envolviéndome la polla con sus jugos.

—Te faltó poner que eres solo mío —susurra en mi oído cuando la tomo de las caderas arremetiendo en su canal.

—No lo soy —jadeo aspirando el olor a sexo y loción.

—Lo eres, ¿recuerdas? Eres mío, yo soy tuya.

—No te quiero con él, ni con Oliver —gimo arremetiendo, clavando mis uñas en su carne. 

Los gemidos de Charlotte comienzan a volverme loco, incitando a que me acerque al orgasmo. 

—Eso es algo que no podrás impedir jamás.

Mi mano rodea su cuello detallando sus senos desnudos, arremeto dos veces más observando como estos rebotan y...

—Joder, no quiero aún —gime cuando le acaricio los pezones con la lengua.

—Pero yo si...

Vuelvo a embestirla, se muerde los labios y enrosca sus brazos a mi cuello. Dice obscenidades que me vuelven loco cuando se corre, provocando que mi derrame la llene.

Apoya su cabeza en mi hombro, su respiración se acompasa con la mía y me permito acariciar su espalda con la yema de mis dedos. Comienza a dejarme castos besos en mi hombro, y cuando pienso que me besará al acercar su boca a la mía, se hace a un lado acomodándose la falda y el top.

—¿Qué haces? —le pregunto cuando veo que comienza acomodarse la ropa.

—Deberíamos vestirnos.

La veo extrañado, espera a que me acomode la ropa cuando ella lo ha hecho y abre la puerta de la camioneta.

—¿Qué te pasa? —le pregunto cuando llegamos a mi coche.

Está por abrir la puerta, pero no lo hace. Al contrario, se detiene y mi mente divaga pensando que ahora misma se arrepiente. Para ser honesto yo no, y mi ego crece cuando ahora sé que me prefiere a mi y no a él.

—Ya basta de estupideces y dime que no quieres que me vaya Leister, dilo —espeta volviéndose hacia mi para mirarme.

La miro a los ojos, están llorosos y me maldigo en la mente sintiéndome culpable por ello.

—Me alejas cada que se te da la gana y... y yo ya no pienso aguantar más porque si no quieres estar conmigo a pesar de tu pasado, entonces no eres para mi.

Me acerco a ella, la acorralo entre mi cuerpo y el coche colocando ambos brazos en cada uno de sus lados.

—¿Por qué no olvidas lo que fui, lo que hice...?

—Porque vuelves y haces lo que quieres, ellos siempre te harán caso porque también te quieren y eso es algo que tu no comprendes —respondo —. Ardo en rabia porque si tu les dices que vayan tras de ti lo harán y...

—Y tu no lo haces, ¡tu no lo haces y te odio por eso! —espeta soltando un sollozo.

Traga duro y se recompone. Quiere empujarme hacia atrás pero no dejo que lo haga. 

—Maldita sea Charlotte, voy por ti hasta la puta luna si así lo quieres.

—¡No lo demuestras! —responde tajante —. Te importa una mierda lo que haga por ti, dejé mi pasado atrás porque se suponía que me aceptabas.

—Y lo hago.

—Demuestras lo contrario Farid Leister, y yo ya no estoy para estupideces, tengo veintiséis años, quiero casarme, tener hijo y... comienzo a creer que tu no eres bueno para mi porque no lo darás todo por mi como lo dan ellos.

—Cállate, no sabes lo que dices.

—Dices bajar la puta luna por mi, ¿Y que has bajado? ¡Ni siquiera me dices lo que pasó con Amanda y  tengo que enterarme por mi propio hermano!

—Eso es algo delicado, compréndelo, no me gusta hablar de ello, no en este momento cariño.

Acaricio su mejilla, beso sus labios rosados y cuando cierra los ojos detallo su perfecto rostro. Mi corazón late despavorido sintiendo esa sensación de llenura.

—Démonos la oportunidad, ¿vale? Sólo... dame tiempo.

Suspira, abre los ojos mirándome y se cuelga de mi cuello besándome.

—Te la pondré difícil Leister —anuncia, sin dejar de besarme —, saldremos como una pareja normal, iremos al cine y veremos películas, nos desvelaremos los fines de semana y haremos el amor en la madrugada.

—Acepto el sacrificio —le respondo besándola.

—Te odio Farid.

—Me amas hoy y me amaras siempre —digo.

—Que romántico.

—Sabes que lo soy.

Me empuja riéndose. 

—Ahora... ¿Qué hacías aquí con él? 

Hace un gesto, y a mi no se me olvidará el numerito que tuve que hacer para sacarla de ahí si era posible a rastras.

—Lo vi en la tarde y... —piensa un momento —, quedamos de vernos aquí para charlar como amigos.

—Amigos nunca serán, eso deberías saberlo.

—No lo sabemos.

—¿Y que tiene de especial éste lugar? —cuestiono —. Digo, habiendo miles de lugares vinieron a éste alejado de la ciudad.

Traga duro, y a duras penas me responde.

—Aquí... aquí nos conocimos, no en éste, si no en otro pero era el mismo.

No sigo el tema, de hecho, trato de dejarlo por la paz proponiéndole una visita algún otro lugar al cual ir. Su presencia me llena, me hace sentir completo, y todo se va al carajo en ratos cuando veo a los escoltas siguiéndonos. Recibo un mensaje de Brandon, haciendo que mis nervios crezcan.

"Fue provocado."

Tomo la mano de Charlotte, le beso los nudillos y cuando detengo el coche en un semáforo en rojo digo:

—Quiero que vivas conmigo.

Siento que espero una eternidad por su respuesta, pero me responde:

—Acepto.

¿Me extrañaron? Porque yo si mis Perversas L_L, un capítulo largo, espero mañana subir el siguiente.

LES AMO♥






Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top