H A N N A



Abrió sus sorprendentes ojos azul oscuro, despertando del trance en el que se encontraba justo en ese momento. Sabía que moriría, pues su cuerpo ya no le respondía, él, había acabado con su vida...

Las pesadillas la perseguían después de los años. A pesar que William le hubiese perdonado después de haberse enterado de la tragedia que su padre y el de Brad ocultaron a las autoridades, el sentimiento de culpa por haber matado a alguien inocente la perseguiría de por vida.

«El poder del dinero. Desafortunadamente siempre ganarían las personas con poder y dinero». Ese era uno de los miles de pensamientos que tenía Hanna. Su padre no era una persona poderosa, pero Falco tenía cierta fama de serlo por ser un buen abogado. Rachel, la madre de Brad, y él habían terminado su relación de la mejor manera, y por tener un hijo en común hacían lo posible por pasarla bien. Eso sin contar la enfermedad que Brad cargaba consigo mismo. Él mismo le había confesado a Hanna que, cada que se iba de «vacaciones», a donde en realidad lo llevaban era aquel centro de rehabilitación que se encontraba en otro estado. Pues éste recaía gracias al consumo de algunas drogas, y lo mejor era mantenerse alejado. En ocasiones Hanna sentía pena por Brad. Pues era un chico solitario, pero con un atisbo de maldad.

Hanna lo sabía, y aquel día en el que ella y su madre discutían en el coche por su abandono, y la inestabilidad y el problema de la bebida que tenía Hanna, la hicieron cometer aquel atroz accidente que acabaría con la familia de William. Ella lo recordaba, recordaba cada una de las escenas como si las estuviese viviendo en ese mismo instante de la realidad. Le dolía hasta el alma saber que había cometido algo atroz con lo que viviría de por vida.

Veía sus rostros al despertar, los veía al irse a dormir, los veía a todo momento. Las imágenes de esas tres personas permanecerían ahí hasta el día de su muerte.

Trató tantas veces de suicidarse y terminar con su vida. Sin embargo, Brad siempre estuvo ahí. Ella no lo odiaba, simplemente su presencia no le agradaba. Pues éste último desprendía aires de superioridad, eso sin contar que a su hermano Clar, no le agradaba. Sin embargo, fue un apoyo para ella, pues así no preocuparía a su hermano después de haberse ido de casa.

Quería a Clarence, pero él era una persona muy sobreprotectora, tal vez porque así lo había educado ella misma a lo largo de su infancia y de su adolescencia.

Los días para ella se tornaban cada vez más pesados y grises. El haberse hecho cargo de Clar casi toda su corta vida no era el problema, si no, el abandono de su madre y el alcohólico de su padre en ese entonces, era una de ellas. Sumándole la desastrosa vida que llevaba encima. Sabía lo que era. Siempre fue así, una rebelde con causa, y perdiendo poco a poco las ganas de vivir...

El haber conocido a William no le ayudaba mucho. Al contrario, en ocasiones ella misma maldecía el momento en el que él entró por aquella puerta con su hermano a su vida. Pues sin darse cuenta los dos se enamoraron, y cuando él se enteró de lo que había hecho con su familia, volvió a recaer en aquella depresión de la que alguna vez había salido gracias al perderlo todo. Sabía a la perfección el sufrimiento de William. Así que lo decidió. Los dos fueron a un grupo de apoyo para personas con depresión. Al principio ella pensaba que no le ayudaría, pero dicho grupo les ayudó.

El amor que sentía Hanna por William era incondicional, pues de cierta manera sabía que él también le correspondía, pues ella lo sentía, que a pesar de lo sucedido, William estaba en su vida. Se sentía correspondida por su amor. Sin embargo, la culpa nunca se iba. Lo miraba y al momento se arrepentía tanto de estar con él, de que algún día William la maldijera y se arrepintiera por estar a su lado, por ser la causante de lo que le arrebató a su familia.

Sabía que la culpa siempre estaría en su corazón, pero era egoísta, pues a pesar de lo sucedido amaba y quería a William en su vida. No le importaba si al día de mañana él fuese quien la dejara, pues sabría a la perfección cual sería la razón de su partida.

Como siempre, el hobbie habitual en ella cuando entraba en una tristeza profunda, era ir al centro comercial durante el día, pues la sacaba del trance de emociones que vivía su día a día observando a la gente que se encontraba a su alrededor. Era una chica observadora, y no pasaba desapercibido la infinidad de gente que tenía problemas con su autoestima, pues ella era una de esas personas que había arruinado de alguna manera su vida.

La conocía a ella, la había visto sólo en fotografías gracias a su hermanastro Brad, pues él tenía una a lado de la lámpara de noche en su habitación. Sabía que Brad estaba enamorado de esa chica, pues él mismo se lo había confesado al verlo en el centro comercial junto a ella, eso sin contar la infinidad de veces que llegó a verla en su casa. Lo que aún no comprendía de Brad, era ¿Por qué rayos se decidió por la amiga? Miraba a la rubia, y al momento supo el tipo de persona con la que estaba relacionado. Efectivamente, una chica engreída con aires de grandeza y desagrado. No le gustaba criticar y juzgar a las personas, pero con ella era imposible no hacerlo.

A quién no esperaba ver en ese grupo de cuatro amigos era a él...

Ese día dejó de lado aquello. Siguió con lo suyo, y después de un rato, él se acercó a ella en aquella banca donde tomaba un helado.

—¿No te aburres de estar sola siempre que vienes aquí? — le preguntó él con su gruesa voz.

—No — contestó Hanna irritada.

Para su mala suerte lo conocía, y muy bien. Pues antes de quedar con William, ella había quedado con él. Se habían liado unas cuantas veces. Pero él no lo superaba, y para ella ser honesta, ni siquiera lo tomaba en serio. Pues en algún momento había sido de las personas que desechaba todo al momento y sin remordimientos.

—Vamos Hanna, sé que sigues encantada conmigo — levantó sus cejas brevemente, y le sonrió, dejando ver su perfecta dentadura blanca.

—Eso, jamás — le contestó tajante mientras seguía comiendo de su helado.

—Sé lo que hiciste, Hanna.

Volteó hacia él, mirándolo sorprendida a los ojos por sus palabras. Tragó duro, quedándose por un momento congelada.

—¿A qué te refieres? — le preguntó, como si no le hubiese tomado la más mínima importancia. Éste esbozó una sonrisa de malicia, una que ella sabía Brad también tenía cuando mentía.

—Sé lo de William, sé lo de Brad... ¡Joder! Sé todo de ti y de Clar — Hanna comenzaba a hiperventilar. Si él sabía lo ocurrido con la familia de William, significaba que lo sabrían los demás —. Pero no te preocupes Hanna, que nadie más se va a enterar, tu secreto está a salvo conmigo — le miró con descaro los labios que ya muchas veces había besado, y después de mirarla siguió hablando —. Te espero hoy en mi departamento, de preferencia con esa lencería color negra que tanto me gusta.

Le guiñó uno de sus verdes ojos. «Maldita la hora en la que me metí con él», pensó Hanna. Si en un principio pensó que él estaba enamorado de la castaña por salir con ella, Hanna estaba completamente equivocada. Christopher, no la quería para nada.







¡Sorpresa!

Un capitulo corto y especial de Hanna ♥ denle amor, espero les haya gustado.

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