CAPITULO 31


CLARENCE





Seguía estacionado fuera de su apartamento. No sabía en qué piso estaba, ni mucho menos en que numero. Lo único que sabía era que vivía aquí, y con eso me era más que suficiente. Recargo la frente en el volante de mi coche aún con la adrenalina y la respiración entre cortada después de mi escena candente con Sam.

Era difícil mantenerla alejada de mi después del daño que me había ocasionado, porque quería que sintiera lo mismo que yo había sentido. Y para colmo, verla con el amiguito de Step hizo darme cuenta que los celos que sentía cuando alguien más le rondaba cerca, no se irían con facilidad.

Era egoísta. No la quería ver sonriente con alguien más, ni siquiera conmigo porque eso me ponía mal. No quería que pasara página porque si lo hacía, eso significaba su felicidad, mientras yo me quedaría aquí lamentándome como imbécil por haberle entregado mi corazón y mis sentimientos solamente a ella, y haber permitido que los hiciera añicos manejándolos a su antojo.

Porque para mí mala suerte el daño ya estaba hecho, y lo roto no se reconstruye nuevo.

Quería que lo supiera, quería que se diera cuenta que yo no la dejaría en paz si ella estaba cerca. Pero cuando me miró de tal manera para soltarme esas palabras con veneno diciéndome que la dejase en paz, me di cuenta que no podía seguir así por ella. Que ambos estábamos mal. ¡Yo estaba mal! Así que no dude en darle una oportunidad a Step, aunque mi corazón le perteneciese a Sam. Ella lo tenía en algún rincón del suyo destrozado y picado en cuadritos después de su traición, y seguramente ahí seguiría vagando en la oscuridad.

Decido emprender mi camino hasta el departamento de Step. Subo a su piso y ella se encuentra ahí frente al televisor sentada en el sofá con su diminuta ropa interior de encaje.

¿Por qué vine aquí otra vez?

Vuelve la mirada hacia mí esbozando una sonrisa alegre. Da unas palmadas al sofá indicándome que me siente junto a ella, pero no lo hago. Tomo asiento en el sofá de al lado. Hace un gesto breve por desagrado.

—Te lo dije Clar, es una niña que aún no sabe lo que quiere —inquiere Step volviendo la mirada al televisor. —Bueno, eso creí hasta que la vi con Álvaro.

¿Acaso quiere provocarme?

—Álvaro es un buen tipo, lo conozco de muchos años y sin duda le gusta Samadhi, mira que me ha mandado unos mensajes pidiéndome ayuda para sorp...

—Eso no lo sabes —la interrumpo. ¡Joder!

—No hace falta darse cuenta de ello Clar. Álvaro es un romántico, un buen tipo, así que... ¿Por qué Samadhi no le daría la oportunidad? Si contigo no funcionó, quizás funciona con él. Ya déjala en paz, o dime ¿No te da pena tener que buscarla sólo por lo que te hizo? Deberías quererte más...

La ignoro después de eso. Ni siquiera me digno a escuchar lo que dice. Fijo la mirada al móvil revisando algunos correos. Pero los celos afloran y lucho con ellos para dejar de sentirlos si es posible en este preciso momento.

No perdonaría a Samadhi por su traición. Por haberme engañado con el imbécil de Christopher, y tampoco por estar saliendo ahora con Álvaro. Tenía que aceptarlo. El tipo era guapo. Y eso hacía que mis celos por verlos juntos a ambos volvieran aflorar. Por imaginarme escenas de ambos en condiciones no gratas a mi visión... ¡Joder!

—En fin —suspira Step cuando termina de hablar, y yo vuelvo a mirarla. —Solo es mi humilde opinión.

¡Ja, claro! Humilde opinión.

Enarco una ceja viendo su cara de arpía, y después me abalanzo sobre ella para tomarla con veracidad.


(***)


Por tantas veces que estuviera con Step, la única en la que pensaba era en ella. Samadhi.

Había aguantado cinco largos meses sin verla. Pero ahora, ahora me carcomía la curiosidad de saber en dónde estaba. De saber con quién salía y de saber a dónde iba. Quería ir a su apartamento para dejarle en claro que no puede olvidarse de mí con facilidad. Yo sería su tormento a toda costa.

Y aquí me encontraba. Viernes por la noche fuera de su apartamento esperando a que saliera. Pero no lo hizo. No salió en ningún momento del edificio hasta su coche estacionado. Comenzaba a desesperarme, y mi humor empeoró cuando la vi llegar con el imbécil de Álvaro. Ambos enfrascados en una conversación por lo visto divertida, ya que Samadhi se encuentra sonriéndole al tipo ese.

Sin pensarlo, salgo del coche y me encamino al edificio pasando desapercibido de esos dos. Tomo todo mi autocontrol cerrando mis manos en puño, para no dar media vuelta e interrumpirlos. Me adentro a la entrada principal del lugar, y para mi mala suerte, me encuentro con Brad.

—Hermanito, que sorpresa —dice Brad con una enorme sonrisa. —Pensé que después del acoston de Samadhi con Chris la dejarías en paz, pero por lo visto te gusta que te traigan como perro faldero y con hambre.

Me hirvió la sangre con la sola mención de ello. Y no de lo que haya hecho Sam, si no la manera y la forma en la que Brad se expresaba de ella. De alguna manera me dio coraje, pero me contuve de golpearlo justo al momento en el que entró Sam.

Enlazó su mirada en ambos soltando un suspiro contenido. Lucia hermosa con ese vestido rojo. El color había vuelto a sus mejillas y las ojeras que tenía hace una semana comenzaban a desaparecer y verse tenues. Se veía diferente. Se veía más viva, se veía feliz. Y lo peor de todo, es que no era conmigo con quien compartía su felicidad.

Pasa por un lado ignorándonos. Brad pensó por un momento si salía o no del edificio, pero lo hizo. Así que lo siguiente que hice fue encaminarme hacia ella.

—¿Por qué huyes, Sol? —el apodo que yo mismo le había puesto la estremece, lo noto, pero no se detiene.

—Te dije que me dejaras en paz Clar. —Espeta volviéndose a mí, mirándome con sus ojos color miel.

—Y yo te dije que eso no sucederá. —Me acerco lentamente hacia ella. —Te ves, diferente...

—Me siento diferente. —Afirma con seguridad.

Muerde intencionalmente su labio inferior, y no puedo resistirme las ganas de acariciar su mandíbula con delicadeza. Suelta un suspiro, cierra los ojos y pega mi mano a su mejilla sintiendo la suavidad de ella. Abre los ojos, brillosos por las lágrimas que están luchando por no salir. Traga duro, y no derrama ninguna. Su posición cambia, y me cabreo al instante cuando su mirada se vuelve a una más dolorosa, a una más quebrada. Mi corazón se estruja y estoy consciente de lo que tengo que hacer. Soy egoísta, lo sé. Pero no la perdonaría, tal vez jamás lo haría. Me hacía más daño yo mismo queriendo verla siendo infeliz al igual que yo, sin darme cuenta que no era sano para ninguno de los dos.

Respiro hondo haciendo consciencia que el haber venido aquí fue un error. Que de alguna manera tengo que superar esto al igual que Sam. Pero cuando estoy a punto de dar la media vuelta para salir de aquí, me detiene, me envuelve en un abrazo que no correspondo, que quizás, jamás responderé de la misma manera en la que algún día respondí.

—No te vayas, por favor, no lo hagas —solloza, las lágrimas que había estado conteniendo ya estaban derramadas. —Aún me amas, lo sé porque lo siento, si no, no estuvieras aquí Clar, porque aún me amas...

¡Joder! ¿Aun podía amarla? Ese sentimiento para mi estaba enterrado. Ese sentimiento para mi ya no valía nada.

Ambos sufríamos tanto, pero mi maldito orgullo no podía con esto, no podía estar con ella. Las imágenes de ellos uniendo sus cuerpos se encontraban ahí, y ni siquiera podía detenerlas. Ni siquiera tenía el control de mí mismo para alejarlas de mi mente.

—Por favor Clar, sólo hoy —me mira a los ojos, los de ella rojos y llorosos —. Sólo por esta vez quédate a mi lado, por favor, solo por esta ves olvida que he cometido ese error, olvida por un momento que la he jodida... —Susurra sobre mis labios tomándome de las sienes juntando nuestras frentes.

La envuelvo en un beso embriagador, en el que solo estamos los dos. A duras penas asiento a su petición, asiento a lo que me pide y después, ambos subimos al elevador. Me encuentro tenso consciente del siguiente paso que daré, de lo siguiente que ambos haremos y que posiblemente jamás volveremos hacer.

Al llegar a su piso, nos adentramos a la última puerta. Sam abre el apartamento el cual aún se encuentra oscurecido y enciende la tenue luz del lugar impregnado con su dulce y fresco aroma. Cierro la puerta a mis espaldas, y la sigo como siempre lo he hecho a donde sea que me lleve desde que la conocí.

Sería la última vez. Ya no podía verla más. Tenía que olvidarme de ella, y por más que me doliera, ella también tenía que olvidarse de mí. Ambos teníamos que hacerlo. A pesar de que mi vida no sería la misma sin ella, tenía que alejarla de mí. Tenía que dejarla ir, tenía que dejarla ser feliz. Mi comportamiento inmaduro ya estaba de más. Si no fuimos felices juntos teníamos que serlo con alguien más.

Nos encaminamos por un pasillo sin iluminación, adentrándonos después a la que supongo es su habitación. El lugar luce impecable, tal y como ha sido ella siempre y el recuerdo del día en el que hablé con ella por primera vez vuelve. Decido olvidarlo todo aunque me pese después el haber accedido.

La tomo del cuello con brusquedad volviéndola hacia mí, para después estampar mis labios sobre los suyos. Suelta el bolso que llevaba consigo misma, y la tumbo a la cama. Acaricio su muslo levantando lentamente el vestido. Bajo los tirantes del mismo dejando al descubierto sus senos expuestos. Gruño al verlos y darme cuenta que salió con ese imbécil sin sostén puesto. Rodea sus piernas a mis caderas, juntando mi masculinidad creciente a ella. Soltamos un jadeo con tan solo el leve roce de nuestra intimidad y el deseo palpable que siento por ella, sé que jamás se irá.

—Hazme el amor Clarence —susurra en mis labios con la respiración entre cortada, y sin dudarlo, me dejo llevar.

Ignoro mi dolor, ignoro las imágenes de meses atrás, y solo disfruto de nosotros dos. Quita mi camisa con suavidad, mientras yo me deshago de los pantalones. Le quito el vestido acariciando su cuerpo, con suavidad la recuesto en la cama y comienzo a besar y acariciar su delicada intimidad. Los gemidos en Sam no tardan en llegar y me toma del cabello, y sé con facilidad que le gusta y quiere más. Sin dudarlo sigo en lo mío trazando círculos con mi lengua hasta que estalla en un orgasmo placentero y me dejo caer con fuerza dentro de ella. Suelta un grito de dolor, y las paredes húmedas se sienten tan apretadas que le ocasionan un efecto placentero a mi querido amigo.

—¿No has tenido sexo? —pregunto mirándola a los ojos, esperanzado por su respuesta.

—No —susurra.

Me estremezco, y sigo dando embestidas suaves. Beso y succiono su cuello con tanta fuerza que ni siquiera me importa dejarle marca alguna. Los sentimientos se apoderan de ambos, y al ver el rostro hermoso y excitado de Sam, me estruja con fuerza el pecho. Un nudo en la garganta aparece junto con las putas ganas de llorar porque es un rostro que no volveré a ver jamás. Trago duro tratando de borrar eso, pero al besar sus mejillas y su cuello, es que me doy cuenta de las lágrimas que ha derramado Sam.

—Te amo Clar... —susurra con delicadeza en mi oído.

No respondo a ello. Las embestidas siguen y ambos llegamos al clímax en un orgasmo placentero, lleno de sentimientos. Las respiraciones agitadas resuenan por la habitación, caemos de espaldas a la cama, y cuando estoy por pararme para salir de su habitación, ella habla.

—Por favor, quédate esta noche.

Vuelvo la mirada a ella. Acaricio su mejilla y asiento sin decir palabra. La envuelvo en un abrazo quedando Sam a espaldas de mí. Siento su cuerpo desnudo, aspiro su embriagador aroma que me fascina y suelto mis amargas palabras.

—Ya no te puedo amar, Sam.

La abrazo con fuerza escuchándola sollozar. Estoy consciente de la lágrima que suelto y la limpio con poca brusquedad. Se vuelve hacia mí para mirarme a los ojos, y se acurruca entre mis brazos. Suspiro por dicha acción.

Después de un rato se ha quedado dormida y pienso si debo irme ya. Miro el reloj que se encuentra en su lado de la cama, marcando la una de la mañana. Pero decido quedarme hasta que amanezca para poder descansar...



La alarma suena con fuerza reventando mis tímpanos. Me remuevo en la cama preguntándome ¿Dónde estoy? Pero sin duda sé dónde me encuentro. Vuelvo la mirada a mi lado y no está. Me levanto poniendo mi ropa en su lugar. Por un momento se me pasa la estupidez de que Samadhi se encuentra en la cocina preparando algo, pero cuando llego ahí, no está.

Me acerco a la encimera donde me espera la nota que había dejado Samadhi justo al lado del jugo de naranja y un pan cake. La leo, y sin duda alguna después de hacerlo, sé que no la volveré a ver jamás.








¡Hola, hola!

No diré nada, más que darles las gracias por leer :') LES AMO

Esta canción me hace llorar, escúchenla porque es PERFECTA. Dedicación de Clar a Sam :c 


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