CAPITULO 1


PRIMERA PARTE


SAMADHI


Desperté de golpe, pues los pequeños rayos de sol penetraron en mis parpados. Tardé en abrir mis ojos, pues los sentía pesados.

— ¡Hora de levantase Samy! — Exclamaba Camila — Hoy es un gran día — suspiró — ¡Feliz cumpleaños!

Exacto, hoy era mi cumpleaños número veinte.

Tenía exactamente dos años viviendo aquí, en casa de mi padre y la de Camila. La estadía era buena, tenía mi propia habitación, el coche para poder moverme a donde sea que quisiera, y los deliciosos postres de Camila. Esos postres eran de lo mejor. Siempre me consentía haciéndome mis postres favoritos de limón. Camila se había convertido en una gran amiga.

Hace unas semanas había iniciado mi tercer año en la universidad. Seguía siendo la misma persona, inteligente y perfeccionista en cuanto a la universidad se tratase, me metí de lleno en el estudio y los libros, pues eran mi única salida para mi desastre.

Mi madre, por otro lado estaba cargada de trabajo, y había decidido ayudarle desde la casa de mi padre. Pero al día de hoy iba en aumento, y como no tenía a alguien más de confianza, decidí ayudarle haciendo acto de presencia.

— No quiero ir — musité con la voz adormilada, debajo de las sabanas cubriéndome la cara. Lose, me comportaba como una niñata, pero la vida de adulta ya no era divertida y clara. Las responsabilidades iban en aumento conforme iba creciendo, dejando ver a una Samadhi mucho más directa, decidida y sensata.

— Tienes que hacerlo Samy, tu madre no puede estar viniendo a cada rato, además, tu padre y yo nos iremos a ese viaje, y después de lo ocurrido la última vez, no será buena idea dejarte sola en esta casa — forcé un suspiro.

Recordaba con exactitud lo ocurrido hace un mes. Los tres habíamos salido a cenar una noche, y al regresar a casa, estaba todo al revés. Las autoridades no supieron descifrar quienes habían entrado al hogar de mi papá. Rebuscaron en toda la casa, los daños eran menores, pero costosos. Ese día las cámaras de seguridad aparecieron como fuera de servicio, por lo tanto no se pudo visualizar quienes habían ingresado al domicilio.

— Hija, ¿todavía no te levantas? — entró mi padre vestido con un atuendo veraniego.

El verano había comenzado ya, y para mí, era hora de regresar.

Lo miré, sus ojos color miel reluciente de felicidad. Las pequeñas arrugas en sus ojos resaltaban por la edad. Mi madre y él eran de la misma edad. Le sonreí.

— Ya está por levantarse cariño — respondió Camila.

— No Camila, digámosle la verdad, estoy molesta porque me han excluido del plan — le dije a mi padre enarcándole una ceja, él aun permanecía recargado en mi puerta.

— ¡Oh vamos Samy! Suficiente tuvimos de ti todo este tiempo, ya es hora de tomarnos un descanso — dijo sonriendo, para después darme un abrazo — Feliz cumpleaños hija.

Puse la cara de indignada llevándome la palma de mi mano al pecho. Cuando estaba con mi padre, sentía la necesidad de comportarme como una niña mimada. Claro, solo con mi padre, porque con Camila y mi madre era completamente diferente. Le lancé una almohada antes de que saliera de mi recamara.

— Ahora mismo bajo Camila — ella asintió.

— Que sea pronto cariño, ¿no querrás emprender el viaje con el estómago vacío, cierto?

Simplemente me negué.

Estábamos en verano, una fecha complicada y difícil ahora para mí. Habían pasado dos años después de lo ocurrido con Clar. Lo enterré. Enterré los recuerdos, y como había dicho con anterioridad, enterré los sentimientos, dejando su recuerdo atrás. Yo no me iba a derrumbar, y mucho menos por alguien que no dio lo suficiente de sí para continuar con lo que se suponía teníamos. Suspiré, despejando de mi mente aquellos pensamientos tormentosos que, en ocasiones me visitaban por las noches de soledad.

Me metí a la ducha de mi recamara, ésta ultima era espaciosa y completamente blanca. Camila sabía que me gustaba el orden, así como el aroma a limpio por toda la casa, que, en cuanto llegué el primer día, tenía un cloro y un trapeador en sus manos. No pude evitar la carcajada que salió de mí, pues su impertinente acción me hizo reír. Ese mismo día limpiamos por completo mi habitación y todo el lugar. Ahora, simplemente me iba por un tiempo de aquí, pues mi padre y ella saldrían fuera del país. Claramente no estaba invitada, pero no porque yo no haya querido ir, sino que, ellos se irían por un largo tiempo gracias al bufete en el que mi padre es socio. Y yo debería de regresar a clases en la universidad. Pues mis vacaciones habían terminado ya.

Después de ducharme, me cambie. Me puse un vestido veraniego en color amarillo y unas sandalias blancas a juego con las florecillas del vestido. Me miré al espejo que yacía frente a mí, y no pude evitar las lágrimas recorrer de nuevo en mis mejillas sonrosadas. Sollocé, pues el recuerdo de Clarence en mi vida en ocasiones me fastidiaba. Encerré en mi puño la libélula que aun colgaba en la fina cadena que rodeaba mi cuello. Después, mire el pequeño dibujo que llevaba tatuado en la piel, ese tatuaje que con un reloj oculté. La respiración se comenzaba a dificultar y empecé a hiperventilar.

Aun me dolía saber que hubiese creído esa estupidez, pero, ¿Cómo no lo iba a creer? Si Brad se había encargado de disfrazar todo a su beneficio, pues en algún momento Lucas se lo comentó a Sara, y ella como buena amiga, me lo informó a mí.

Tenía tiempo sin saber absolutamente nada de Brad. Lo último que supe de él fue que, al finalizar su carrera se había ido a vivir a otro lugar. Algo extraño en realidad, pues al haber cambiado de móvil, la comunicación con él se desvaneció.

Miré mi cabello desaliñado implorando que en algún momento fuese cortado, pues las ondas largas se enredaban una con otra. Los colores permanecían extraños en diferentes tonos color castaño.

¡Samadhi! — escuché gritar a Camila.

Tomé dos de las maletas para bajar algunas antes del desayuno. Claro, las más pesadas primero. Salí de la habitación para después caminar por el corredor dirigiéndome a las escaleras en forma de un enorme caracol. La casa de mi padre tenía buena construcción y decoración. Paredes blancas y tonos dorados, un patio trasero enorme con un pequeño lago. Todo lo contrario a la casa en la que vivíamos mi madre y yo. Pues ésta se ajustaba a solo nosotras dos.

Las primer navidad me la había pasado con Camilla y mi padre, mientras la segunda, me la pasé por completo sola. Pues mi madre y Falco habían decidido pasarla en un crucero y mi padre en otro lugar que, en realidad ni siquiera recuerdo. Me habían invitado en esas dos ocasiones, pero como siempre, me negué a acceder.

Me dirigí a la cocina que se encontraba cerca del recibidor bajando de las escaleras a la derecha. Ésta era enorme, una exageración, pues esa mesa si no estuviera yo, solo comerían dos.

Camila era joven, cinco años menor que mi padre. Ese "viejillo guapo" como lo llamaba yo. Me hubiese gustado que mis padres aun estuvieran juntos, justo como lo estaban los papás de Sara, pero eso era otra historia, pues mis padres juntos ya no estaban. Sin embargo, él era feliz con Camila, y eso me alegraba. Me senté a lado de mi padre, y me serví de todo lo que pude, pues el camino a casa era extenso y largo. Mi padre había insistido que me fuese en avión, pero en realidad lo que quería era manejar y despejar mi mente de lo que me esperaba a partir de hoy.

En ningún momento me había percatado que, estaba por volver a mi hogar. Al lugar donde había crecido, al lugar donde había hecho amigos, al lugar donde conocí a Clar. De un momento a otro mi humor dio un cambio radical. No estaba malhumorada, si no, nostálgica. Me sentía en un hoyo oscuro de soledad. Si bien dicen que la soledad es mala, pero yo la tomé cariño, como si fuese un refugio para mí. Sara y yo nos seguíamos viendo en la universidad. Bueno, por ratos cortos de apenas veinte minutos, pues había decidido que mis clases durante el año fuesen cargadas y pesadas de proyectos, todo para mantener mi mente ocupada y olvidada de recuerdos. Aún tenía contacto con William, quien, después de su confesión no volvió a retomar el tema de lo último que me hizo ruido. No lo quise molestar con ello, pues sabía que el recuerdo de Hanna seguía siendo doloroso para él. Él, Lucas y Sara eran los únicos que sabían dónde me encontraba y donde vivía mi padre, pues había ocasiones o fines de semana en el que los tres me visitaban. Ellos comprendían por completo que yo no quería regresar al lugar, donde había conocido a Clar.

En ningún momento llegué a ver a Clarence en la universidad. En ocasiones esperaba verlo aunque sea de lejos, pero después Lucas fue quien me lo dijo. Clarence había dejado la universidad. Se había cambiado de departamento cerca de la casa de su abuelo y las clases las llevaba de manera no presencial. Un millón de veces quise llamarle, mandarle un mensaje, dejar mi orgullo de perfección atrás y demostrarle que no había sido yo quien lo engañó. Pero nada de eso sucedió, pues el recordar a Samantha semidesnuda en su apartamento me hacía retroceder dos pasos hacia atrás.

— Termina cariño, que se enfriará — musitó Camila. Simplemente le sonreí.

No quería volver. Me era difícil aceptar la cruel realidad. Sabía que mi regreso sería difícil, pero no podía posponerlo más, en algún momento tenía que regresar a vivir con mi mamá, o vivir en algún otro lugar. Y después de ello, olvidarme por completo de Clar.

Terminé mi desayuno y después me dirigí al baño del primer piso a lavarme los dientes. Y en menos de diez minutos, las maletas restantes ya se encontraban a un lado de las escaleras.

— Te ayudo hija — se acercó mi padre cargando unas cuantas maletas.

Los tres salimos al frente de la casa, y con dos maletas en mis manos, me ayudo a ponerlas en la cajuela de mi auto. Suspiré mirando a mí alrededor. No volvería a incomodarlos, lo siguiente que tenía que hacer, era buscarme un buen trabajo. Yo era lista, que me hayan destrozado el corazón no tenía nada que ver con mi calificación, así que trataba de aprender lo suficiente.

— Bien — musité hacia mi papá y Camila - ¿Esta es la despedida? — pregunté.

Los dos sonrieron. Mi padre me envolvió en un cálido abrazo. Después, me dirigí a Camila quien también imitó a mi padre. Estaba nostálgica, pues después de todo este tiempo haciéndoles compañía, sabía que, aunque lo negaran, me extrañarían.

— Vendré nuevamente — les dije a los dos — No se van a deshacer de mi tan fácilmente.

— Ya lo veremos — musitó mi padre con una sonrisa.

Los dos me acompañaron al coche hasta que me subiera. Arranqué el motor, y las puertas del portón eléctrico ya se estaban abriendo. Al arrancar el coche, los miré por el espejo retrovisor. Camila se quitó una lágrima que caía por su mejilla. Era una mujer muy sensible aunque siempre lo tratara de ocultar.

Al salir por aquellas puertas de metal, emprendí mi viaje para regresar de nuevo a mi hogar. Era viernes y mi móvil sonó con la llamada entrante de Sara. No respondí hasta que paré a medio camino en una gasolinera para cargar mi coche, pues el regreso seria largo. Y como sus llamadas habían dejado de sonar, decidí llamarla.

— ¡Samadhi! — al tercer tono respondió gritando – ¡Dios mío! Pensé que te había sucedido algo.

— Estoy bien Sara — respondí sonriente, por un lado me alegraba saber que ya estuviese por llegar a casa para ver a mi amiga Sara – ¿Qué pasa? Tenía alguna llamada tuyas...

— Que no respondiste en realidad — me interrumpió tratando de evitar el sarcasmo en su voz.

— Lo sé, venia conduciendo. Estoy a una hora de llegar.

— ¡Ah!

Escuché al otro lado de la línea, gritar a Sara. Después de eso dijo algo inaudible y colgó la llamada. Terminé de cargar el coche de gasolina, para adentrarme de nuevo a la carretera.

La hora que me faltaba para llegar a casa, se había pasado volando. Estaba ansiosa por ver a mi madre, la cual no me había visitado en todo un mes por la carga que tenia de trabajo, ya que la nueva empresa de ropa se abriría en Nueva York, y los viajes que hacia eran constantes a ese lugar. Mi madre y yo con la poca experiencia que poseíamos, habíamos logrado mucho en estos dos años, pues su marca de ropa comenzaba a valorarse más en el mercado.

Me interesaban los negocios, y trabajar en una empresa reconocida sería un buen punto para mi expediente de trabajo. Pero por el momento lo que haría sería ayudarle a mi madre, pues "Stone Dresse's" comenzaba a formarse pesado. La marca de "Stone Dresse's" empezaba a reconocerse en algunos estados, y mi madre ahora sí que tenía una enorme carga de trabajo, pues las ventas en línea, las páginas que tenía que administrar de la marca, entre otras cosas administrativas de los empleados, comenzaban a formarse tediosas para que ella siguiera diseñando. Mi madre había decidido rentar un pequeño lugar de tres pisos con un almacén de ropa incluido, donde, tranquilamente se hacían los envíos.

Por eso, es que ahora estaba de regreso, para poder ayudarle con ello.







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¡Sorpresa! Primer capitulo de PERFECTOSº2

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