CAPITULO 24


CLARENCE



Lo pensé. Pensé demasiado si debía darle ese dije con un gran significado para mí. No quería confundirla, pues mi gesto hacia ella era noble.

Cuando Lucas pasó por el dije y el collar de la libélula personalizado a la joyería, sentí un estrujón en el pecho. Pues ese dije significaba la fuerza que necesitaba para seguir a todo momento.

El sentimiento de pérdida en mí no se iba, esa sensación de que alguien se fuese algún día de mi lado estaba siempre ahí, esa sensación era parte de mí vida.

— Esto dice: "Quiero algo más", Clar — confirmó Lucas, mientras se recostaba en el sofá. Yo me encontraba en la pequeña isla esperando el momento para ir por Sam.

— Es solo un regalo para Samadhi, Lucas — respondí tajante, detallando el dije plateado con cristales amarillos. Lucas no tenía por qué meterse en mis asuntos.

— Solo digo que, Samadhi es buena chica — sí que lo es —. Pero no necesita de tus mierdas si no te abrirás a ella Clar, si no la tomaras en serio, deberías dejarla ser feliz con alguien que la merezca de verdad —  ¡Imbécil! Como si eso fuese a pasar, Samadhi es mía nada más — . Estoy seguro que ni siquiera le has hablado sobre Hanna.

Debo admitir que el comentario de Lucas me dolió. Muy en el fondo sabía que no merecía a Samadhi, ella era perfecta, hermosa... era la única razón por la que me levantaba con una enorme sonrisa en las mañanas, la única razón por la que seguía fuera de la oscuridad que era mi maldita vida.

— ¡No te metas Lucas! — espeté enojado.

Tomé la pequeña caja negra con el dije plateado y me fui en busca de ella. De esa belleza convertida en mujer... de Samadhi, mi perfeccionista andante.

— ¡Clarence! — exclamó Lucas. Solo me detuve, más no voltee la mirada — Tú madre llamó otra vez.

Di un suspiro exasperado, y salí de ahí.

Quien decía ser mi madre, había estado llamando hace días, de ahí mi amargado humor ¿Quién mierda le pasó mi numero? ¿Sería mi padre?

— John — saludé ya estando en la recepción.

— Señor Johnson, pero que elegante — me elogio amablemente.

— Se hace lo que se puede John.

Me dirigí al coche negro aparcado en el estacionamiento, me subí en él y me dispuse a ir por Samadhi.

Las palabras que había dicho William hace tiempo, retumbaban aun en mi mente a cada instante: «La muerte de Hanna no fue un accidente...»

Pensar en Hanna me volvía una persona diferente. Pues hoy se cumplían exactamente dos años de su muerte.

No había un solo día en el que no soñara con ese día. Todos los días reviviendo la misma pesadilla...

¿Dónde está Hanna? — preguntaba a William, quien esperaba a que yo despertara.

Su mirada se nublo, y William se derrumbó...

Deshice por completo esos pensamientos que me atormentaban todos los días en sueños.

Aparqué el coche fuera de su casa. Bajé de él y toqué el timbre que indicaba mi llegada.

Pasaron menos de cuatro minutos, y Samadhi ya salía por aquella entrada...

Salió a la fresca noche con ese vestido amarillo, sentí como la mirada se me iluminó. No era una casualidad que la corbata combinara, yo la había escuchado hablar con su madre hace unos días.

Samadhi se veía tan perfecta, como de costumbre. Con ese vestido que se ajustaba y se moldeaba a su fascinante figura. Lo había notado, claro, que desde ese día en el que la hice mía sus caderas se ensancharon. Samadhi Stone, estaba cambiando.

No aguanté las ganas para besarla y decirle lo perfecta que era...

— Tú, Clarence Johnson, te ves delicioso — murmuró causando una dura sensación en mi entrepierna.

Sin pensarlo, le pedí que se diera la vuelta. ¡A la mierda lo que dijese Lucas! Samadhi lo merecía, por ser completamente bella.

Contemplé y toqué su piel con las yemas de mis dedos. Se sentía tan bien tocarla... su suave piel y su aroma, me excitaban.

Samadhi me tenía vuelto loco.

Al girar hacia mí se le iluminó la mirada. Sabía lo que era esa mirada, una mirada diferente, una mirada de satisfacción, una mirada de lo que podría ser... amor.


(***)


Samadhi si que era terca por naturaleza, como decirle que no a esa belleza. Un chico se encontraba en la entrada tomando fotografías de los asistentes a la velada. Samadhi no se cohibió para nada, le rodeé la cintura para que nos tomaran esa fotografía que mi chica quería.

¿Mi chica?

Sentí una presión en el pecho cuando Samadhi me confesó que sus padres no vendrían el día de hoy. No sentía pena por ella, si no ternura. Una ternura que desprendía por los poros de su perfecta piel y de su corazón. Agradecía que sus padres no vinieran, así pasaría mucho más tiempo con ella.

Me gustaba su compañía, me gustaba pasar todos los malditos días a su lado, que estos últimos dos de trabajo, se me hicieron eternos para volver a su lado.

¡Maldita sea!

No quería, no podía enamorarme de Samadhi. La sensación de pérdida seguía en mi jodido corazón. Aquella sensación que no sanaba ni con el mejor doctor.

Vi su mirada, la misma mirada que veía en Samantha, a diferencia de sus ojos, pues los de Samadhi eran penetrantes y hermosos.

¡Mierda! Samadhi estaba enamorada. Lo deduje cuando sus labios se abrieron para decir mi sobrenombre y sostenerme la mirada...

Clar — musitó sobre mis labios — Me estoy enamorando de ti...

¡Joder!

Por un momento se me pasó la idea de alzarla con mis manos, envolverla en un apasionado beso y hacerla mía otra vez. Pero nada de eso sucedió. La respuesta que le di, la derrumbó.

Sabía que con una confesión así, no se debía bromear. Pero en este momento, no era lo que yo quería escuchar.

Quería hacerla feliz hoy, llevarla a mi apartamento, o invitarla a dormir en mi cama, hacerla mía hasta que se cansara, pero nada de eso sucedió. Esas cinco palabras me afectaron, me quemaron con el alma, no era lo que yo quería, no era lo que yo buscaba.

Decidí dejarla en su casa, no podía mirarla a los ojos y aceptar la realidad, que yo también me estaba enamorando de Sam.

Me subí al coche tan pronto como pude. Ni siquiera voltee a verla, simplemente arranqué el motor y dejé a Samadhi en la puerta.

Quería regresarme y volver a ella, besarla y decirle que me diera tiempo, tiempo para pensar. Decirle que mi pasado era doloroso y que tenía miedo, miedo a perderla de mi vida, miedo a perderla a ella...

¡Maldita sea!

Mire el reloj de la pantalla el cual marcaba la una de la mañana. Después de media hora llegué al estacionamiento del apartamento. Bajé del coche y subí.

La recepción estaba vacía, y un escalofrío me recorrió por completo.

— Hermanito — Brad se encontraba a mis espaldas, siguiéndome el paso —. Vamos, ¿sigues enojado? — preguntó justo cuando entrabamos en el ascensor.

— Déjame en paz Brad, no estoy de humor para soportar tu estupidez.

Marqué el piso 20, y después de que el ascensor cerrara sus puertas, éste se movió.

— Por lo visto tu noche termino igual que la mía — declaró — Sabes, Samadhi es especial para mi Clar, y después del beso que me dio, despertó en mi querer más.

Mi cuerpo se calentó como nunca antes, sus putas palabras salían como veneno para mi alma, pero sobre todo para mi humor de perros que traía justo en este momento. Pero no me dejaría llevar, Samadhi era mía nada más, y después de su confesión, no permitiría que se quedara con alguien más.

Solté un bufido, seguido de una risa y le respondí:

— Sabes Brad, tuviste la puta oportunidad ante tus ojos todo éste tiempo, y lo dejaste ir. Así que apártate de mí puto camino, porque yo no pienso dejarla ir.

Mantenía los puños cerrados, para en algún momento soltarle un puñetazo.

— Ya lo veremos Clar — murmuró cerca de mi rostro.

Las puertas del ascensor se abrieron, y salió Brad huyendo.

Siempre me contenía a golpearlo por Rachel, pero ahora que vive aquí mismo no tiene por qué enterarse.

Caminé a paso lento detrás de él, esperando a que se metiera por la puerta de su apartamento. La puerta del mío estaba abierta, así que entré.

Un aroma dulce me inundó las fosas nasales, un aroma no conocido para mí. Entré despacio, lento y con curiosidad a mi apartamento.

— Hijo — susurró la persona que se encontraba sentada en el sofá.

El enojo y la furia se apoderaron de mí. Suficiente había tenido con el enfrentamiento de hace un momento con Brad, que ahora tenía que soportar la presencia de quien decía ser mi mamá.

Se puso de pie, era tal y como la recordaba, ojos verdes, facciones perfiladas, piel tostada, y una imponente e impenetrable mirada. Si definitivamente era ella, Isabela.

— Que mierda haces aquí — espeté entre dientes. No pude omitir la furia que sentía en mi interior.

Sus ojos se cristalizaron al escuchar mis palabras llenas de veneno, pero a eso no le tomé importancia.

— ¿Podemos hablar Clar? — preguntó. Solté un bufido.

— ¿En realidad estas preguntando eso, Isabela?

Miré a Lucas, acompañado de Sara en la pequeña isla de la cocina.

— Por favor, solo pido unos minut...

— Yo te pedía una vida — interrumpí con tranquilidad —.  Dime, ¿ahora cómo te apellidas? La última vez ya ibas por el cuarto o quinto apellido Isabela.

Mis palabras le dolieron, pues Isabela levanto la mirada y salió de mi apartamento huyendo.

— Gracias por recibirme Lucas — sollozó, dirigiéndose hacia él.

Al escuchar el azote de la puerta, por fin pude recostarme en el sofá. Me encontraba molesto, y no con Lucas por dejarla pasar, si no por mi estupidez. La estupidez por haber dejado a Sam.

Era uno de esos días importantes para ella, en el que sus padres le fallaron, y yo había hecho exactamente lo mismo que ellos.

— ¿Dónde está Sam? — preguntó Sara preocupada.

Tallé mis ojos, sin objetar respuesta. No quería hablar después del trago amargo que acababa de pasar. Si ya me sentía una mierda, ahora me sentía más por dejar a Sam.

— ¡Eres un imbécil Clar! — espetó Sara. Tomó su bolsa que yacía en un sofá, para después salir del apartamento.

— Te lo dije Clar, si no pensab...

— ¡Lárgate Lucas! No quiero hablar.

Los dos salieron, azotando la puerta.

Me había enamorado de Samadhi Stone. Si, lo aceptaba, pero no podía aceptarlo ante su mirada.

Me había enamorado como un loco de la perfección, me había entregado a ella en cuerpo y alma sin excepción, regalándole lo más preciado para vivir, mi corazón...


(***)


Pasaron dos semanas después de lo ocurrido. Samadhi me había llamado al siguiente día, pero yo no le había respondido.

¿Qué le iba decir? ¿Qué podía decirle yo?

Lucas y Sara al parecer estaban saliendo, pues hace unos días los encontré muy acaramelados en el sofá y riendo.

Estas semanas habían sido de mucho trabajo para Lucas y para mí.

"Al menos él tiene con quien relajarse de tanto estrés y cansancio"

Maldito pensamiento, estaba claro que mi cuerpo extrañaba a Sam. Quería tocarla, y sentir su humedad. ¡La extrañaba como un puto loco! Pero mi maldito orgullo no me dejaba aceptarlo.

Era sábado en la noche, y entró un Lucas muy animado a la cocina. Traía puesta ropa de fiesta encima.

— ¿A dónde vas? — pregunté serio, mientras llevaba unos trozos de fruta a mi boca.

— Saldremos con Sam — solo mencionar su nombre, hizo que el jodido corazón se me acelerara como un loco. Hice caso omiso, pues no quise preguntar a donde iban con Samadhi —. Y con los demás, ya sabes cómo es Leonard a la hora de organizar. Iremos al bar que está en el centro de la ciudad — dijo, mientras tomaba su chaqueta color negra —. Invitamos a William y a Brad.

Solté un bufido cuando cerró la puerta.

Me hervía la sangre de solo pensar en Brad. Odiaba al imbécil de Lucas, porque seguramente invitó a Will, y ahí va Brad de guardián.

No me lo pensé dos veces, tenía que ir por mi chica para desaparecerla de esos dos buitres.

Estaba por buscar mi cazadora negra, pero recordé que aun la tenía ella. Me vestí elegante para el momento, pues era un lugar caro al que solía ir Leonard con los demás. Y después de un tiempo que se me hizo eterno, me encontraba fuera del bar.

El hombre robusto de seguridad, sin pensárselo me dejó entrar.

La música, como siempre estaba a reventar, y el lugar, ni se diga más. Siempre que venía me sentaba en una de las salas VIP contemplando el alrededor, viendo como chicos y chicas se liaban entre ellos y se iban a la oscuridad.

Ahora, yo me sentía en la oscuridad.

Fui a la barra, no solía tomar, pero hoy por primera vez en mucho tiempo, se me antojaba.

El barman colocó una cerveza en mis manos como se lo había indicado. Me senté en uno de los taburetes cercanos a la barra, visualizando el ambiente y el perímetro. Pues mis ojos solo buscaban a una persona entre las masas de cuerpos que bailaban.

Y no tardé mucho en encontrarla.

¡Que mierda traes puesto Samadhi!

La visualicé con un diminuto vestido rojo escotado, dejando ver la superficie de sus pechos. Los celos aparecieron, al ver que seguramente la deseaban otros.

Un imbécil frente a ella no le despegaba la mirada de encima. Sin pensarlo decidí ir por ella.

Me adentré a la pista de baile con pasos lentos, contemplando a la fiera que se encontraba ahí dentro. Sus movimientos eran suaves y delicados para la sensual canción que sonaba en ese momento. Después, comenzó lo bueno.

Samadhi bailaba animadamente con Sara. Me paré justo al lado del imbécil que no le quitaba la mirada.

— Disfrutando la vista — murmuré cerca del tipo.

Éste me miró de reojo y sonriendo dijo:

— Como no tienes una puta idea...

Me lamí el labio inferior, cerré mis manos en un puño conteniendo las ganas de estamparle los nudillos en su rostro. Lo siguiente que hice fue dirigirme a donde se encontraba Samadhi, que al mirarme, lucia sorprendida con la mirada.

Me quité el saco que traía puesto, para poder alzarla a mi hombro derecho, y poner el saco sobre su trasero.

— ¡Pero que mierda! — espetó, arrastrando las palabras. Era obvio que estaba ebria — ¡Bájame Clarence Johnson!

Me la llevé de ese lugar, saliendo del bar.

— ¿Ya me puedes bajar? — preguntó nuevamente, pero no le respondí.

Me sentía enfadado con ella ¿Por qué mierda permite que otros la vean? Tal vez estaba loco, o tal vez estaba mal. Pero me importaba una mierda ya.

La lleve directo a mi coche, y la recargué en la puerta del copiloto.

¡Mierda! Pero que buena se veía con ese atuendo.

La acorrale colocando cada uno de mis brazos sobre sus costados.

— ¿Por qué le bailabas a él Samadhi? — la voz me salió gruesa. Vi cómo se le erizó la piel desnuda. Estaba furioso por su impertinencia.

¿Qué Samadhi? ¿Creíste que no me di cuenta?

Al principio pensé que solo la estaba mirando a ella, pero no fue así. Pues Samadhi estaba fascinada que él la viera.

— Eso no debería importarte a ti Clar ¿O sí? — su aliento era una mezcla de fragancia fresca con alcohol. Samadhi me excitó.

— Creo haber dicho que no me gusta que me provoquen — susurré cerca de sus labios.

Cerró los ojos, tal vez esperando un beso de mi parte. Acerqué mi cuerpo más a ella. Sentí su calor recorrer, y la electricidad. La maldita electricidad que había en los dos.

— Samadhi — hablé con delicadeza en su oído, lamiendo su lóbulo derecho — Te deseo...

Su respiración se agitó, y vaya que me excitó. Su fragancia me invadía por completo. Quería hacerla sufrir un rato, pero el que sufría era yo, pues el deseo por ella era palpable en mis manos.

— Pues yo no — murmuró besando ligeramente mi cuello.

Solté un gruñido, y lo siguiente que hice fue tomarla de la cintura, subirla al cofre del coche y rodear sus piernas en mis caderas. Jugó con mi cabello, y después de eso, le planté un beso. Un beso que necesitaba con intensidad después de ver la estupidez que había hecho, quería sentirla solamente mía.

Profundicé el beso para sentir su dulce sabor mezclado con el alcohol, sentí el calor que emanaba a nuestro alrededor. Acaricié su muslo derecho y gimió. Una sensación placentera para mis oídos. La extrañaba, extrañaba mucho discutir con ella, y escuchar su voz.

— Samadhi — nos interrumpió Lucas y Sara. Los dos nos separamos con las respiraciones agitadas —. Se te olvidó tu chamarra.

Por un momento me enfurecí, pero después sonreí, pues era mi cazadora lo que le dejaba Sara. Ayudé a que Samadhi se bajara, y después tomó la prenda.

— Nos vemos hermano — musitó Lucas, tomando de la cintura a Sara.

— Sigues en mi lista Johnson — vaya, que protectora salió Sara. Dijo esto último apuntándome, como si fuese una advertencia.

Samadhi se colocaba la cazadora. Comenzaba a refrescar y sin quejarse ni decir palabra alguna le abrí la puerta del coche.

Ésta vez no dijo nada. Solo se limitó a subir.

— Eres una ladrona — le dije ya dentro del coche.

— Estaba en mi casa — ¡Vaya! Por fin hablaba.

— La robaste de mi apartamento.

Esbozó una sonrisa, y sólo me di cuenta porque lo vi en el reflejo de la ventana.

La llevé a mi apartamento, sabía que Lucas no dormiría ahí esta noche.

— Pensé que me llevarías a casa Clar — me miró con esos ojos hermosos, por supuesto furiosos.

— Mi plan nunca ha sido llevarte a casa Samadhi, ni siquiera cuando te traje aquí por primera vez.

Suspiró y bajó del coche. Y ahí voy nuevamente, atrás de ella como si fuese su perrito faldero...

— Buenas noches señor John — saludó Sam, tambaleándose en la recepción.

— Señorita Stone — respondió, y después me vio —. Señor Johnson.

— John — asentí, y nos metimos en el ascensor.

No me dirigió la palabra ni un segundo. Ni siquiera cuando esperó a que abriera el apartamento. Y cuando lo hice, simplemente se metió. Quitó la cazadora que la cubría, y visualicé su hermoso cuerpo. No era de esas chicas que tenían de todo, no, era sencilla, con lo suficiente para mi satisfacción.

¡Maldita sea Clar! Contrólate, que Samadhi está borracha.

Se dirigió a mi habitación. Me quede en la cocina buscando analgésicos para Samadhi y su resaca de mañana. Tomé una botella de agua y me dirigí a la habitación donde Sam me esperaba.

Se veía adorable con mi camisa blanca puesta, recostada boca abajo sobre mi cama. Una excelente vista al contemplarla.

— Ven, duerme conmigo Clar — musitaba, azotando ligeramente la cama para me acostara.

Me acerqué, quitando mi camisa y lo que restaba de mi ropa, para dormir a lado de ella.

¿Qué me haces Sam?

Me recosté en la cama, y ella rodeo mi cintura colocando después su cabeza sobre mi pecho. Aspiré su aroma. Quería decirle, decirle que yo también estaba enamorado de ella, que me volvía loco su forma de retarme siempre, que me fascinaba todo, absolutamente todo de ella...

— ¿Algún día me contaras quien es Hanna? — susurró con calma.

Mi corazón dio un vuelco de decepción.

Contemplé a Samadhi, quien aún se encontraba ebria y ahora relajada en mi pecho con los ojos cerrados. Y por un momento, me quedé preguntando... ¿William le habrá comentado algo?




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