CAPITULO 16

CLARENCE


No podía dormir, y como no, si Samadhi me tenía en la incomodidad del suelo, dando vueltas por querer estar justo en esa cama con ella.

No sé en qué mierda estaría pensando hace un rato en aquel sillón. La tenía completamente para mí, expuesta, acorralada y sin salida. Me fascinaba la manera en la que me miraba con sus hermosos ojos miel, sinceros y sin intimidaciones, como si de una depredadora se tratase. Ver sus pupilas dilatadas por el mismo deseo que sentía yo por ella, me fascinaba. Pero lo peor fue quedarme con esas ganas, no de solo un sexo casual, sino, con las ganas de seguir devorando su boca, esa boca que me provocaba ir más allá de lo normal, ser el primero en su vida y ya...

¡¿Pero que mierda pienso?!

Me comenzaba a doler la espalda. Así que decidí levantarme del frio suelo para después acostarme a su lado.

El lugar, como siempre, es igual a ella. Exquisito, cálido e impecable.

Me recosté a su lado, admirando a la fierecilla que tenía frente a mis ojos, la cual estaba recostada de lado, quien apenas hace unas horas hizo que me tragase todo el maldito orgullo del mundo para venir a buscarla y poder estar un rato a su lado.

Y aquí me encontraba yo, otra vez... pidiendo disculpas por mi estupidez.

No me agradaba la manera en la que comenzaba acercarme más a ella. No podía permitir sentir algo más hacia ella, sabía que en cualquier momento, yo la lastimaría, y para ser honesto sentía que ella no lo merecía. Merecía mucho más que eso, ella merece mucho más que un acoston.

Con ella todo era diferente, haberla conocido hace unos años, y apenas haber hablado con ella, hace que me arrepienta por cada momento en el que he estado atrapado, atrapado en el pasado.

No podía dejar de verla. Sus pobladas cejas, su perfecta nariz respingona, y esas hermosas pecas que hacían volverme loco por ella.

No lo negaba, últimamente suspiraba mucho gracias a su existencia. Y para ser honesto mi humor se mejoraba de a poco cuando me encontraba cerca de ella.

La tenue luz de la mañana que entraba por la ventana, permitía que viera un poco más su rostro. Sin dudarlo, me permití contar sus pecas, que para ser exacto, conté veinte. Algunas tenues, otras marcadas, y así sucesivamente...

— Que me haces Sam — susurro por lo bajo.

No olvidaba lo burlona que era Hanna, siempre contando chistes de como hizo que yo me enamorara...

Pensar en ella me causaba un atisbo de emoción, que se invade después por el tenue dolor.

Decido sacar esos pensamientos de mi panorama, y centrarme en la pequeña imagen pecosa que tengo frente a mí. Era irresistible, hasta ahora era la única chica que me hacía querer dar la vuelta y regresar a ella mil veces cada vez que algo malo me pasase.

Contarle lo de mi padre fue un alivio, y una grata sorpresa para mí. Sentí la confianza hacia ella, tal vez ella no me juzgaría por lo que sea que haya pasado años atrás ¿O sí?

Nadie mejor que yo sabe lo que en realidad sucede en mi familia, claro, contando a Lucas y Samantha.

Decido observarla un rato más, pero sus irresistibles labios me llamaban, los quería besar, besar de verdad. Sentir su aliento y su respiración agitada cuando me besa es lo mejor del mundo. Ser el causante de sus malditos enojos me vuelven loco, la quiero para mi nada más.

Me frustra el pensar que aún puede estar enamorada de alguien más, y por otro lado, una maraña de celos se aparecen cada vez que menciona a Will, tal y como hizo el día de ayer. Me hizo sentir un imbécil, pero yo no era de los que se dejaban, sabia a la perfección que yo también le gustaba.

Me acerco más a ella, lentamente para no despertarla con mis movimientos. Y sin siquiera darme cuenta, le doy un casto beso en la mejilla izquierda. Dicha acción le causa cosquillas, pues se remueve un poco, haciendo un gesto arrugando la nariz. Me causa un atisbo de gracia y decido volver a ponerme en mi lugar.

¡No! No en el suelo, si no en la cama. Simplemente acomodarme y ya...

(***)


Un sonido agudo y escandaloso, retumba cerca de mi oído. ¿Será una alarma? Entre abro mis ojos, viendo a Samadhi también abrir los suyos. Por un momento me miró, pero después...

— ¡¿Qué haces en mi cama?! — gritaba como loca.

Eso no fue lo peor. Lo peor vino cuando me aventó al suelo con sus piernas.

— Tranquila — le dije calmado, ya que no quería alarmarla más —. Sabes, el suelo es incómodo cuando llevas dormido algunas horas.

— Si pues, yo no te dije que vinieras a quedarte en mi casa — confirmó ya más tranquila —. Y te di opciones ¡Clar! No solo el suelo.

Bien, estaba completamente cabreada, pero para ser honesto a mí me causaba gracia verla enfadada.

— Vamos nena, ya quisieras dormir conmigo en la misma cama — le digo acercándome de a poco hacia ella.

¿Quién no querría?

Samadhi enarcó una ceja, y sé que el comentario con sarcasmo se acerca.

— O tu dormir en la mía Clar — musita, para acercarse a mí —. Te recuerdo que no era yo la que termino durmiendo en el suelo — explicaba tan cerca de mis labios, que por un breve momento quise besarlos...

¡Joder, me va a matar!

Depositó un casto beso sobre los mismos, y corrió al cuarto de baño que se encontraba en una esquina de su habitación.

— ¡Desaparécete de mi habitación cuando salga de la ducha Clar! — gritaba.

Me aventé a la cama, quedando boca abajo. El sueño ya se me había ido gracias a la persona que yace en el cuarto de baño.

Bien, ahora lo que tengo que hacer es esperar a que salga Sam, llevarla al instituto e irme al apartamento a tomar una ducha y recoger el material para ir a lo del director Lawrence.

Sí, todo en ese orden.

¡Dios! ¿Pero que mierda me pasaba?, nunca había sido del tipo organizado si no era por Hanna, y aquí estaba yo de nuevo...

Decido bajar, pues no quiero despertar a la fierecilla que es Sam.

Bajo las escaleras, admirando cada pared blanca del lugar. Blanco, otro de mis colores preferidos, mas no mi favorito.

Si bien la arquitectura era lo mío, siempre lo seria. La forma que tendría cada una de las paredes de cualquier edificio, claro, estas paredes no eran para nada sofisticadas, era un modelo de años atrás, cuando comencé a estudiar. Los modelos de ahora eran más modernos, menos antiguos. Sin contar que lo antiguo, en ocasiones era lo mío. Pero eso eran hoy, modernos y futurísticos. La arquitectura es una manifestación, quizá la más tangible, de nuestro impulso como especie de imaginar mundos que no existen.

Iba bajando las escaleras, cuando escuche la voz de alguien, al parecer hablando por el móvil. Me detuve a mediación, y la silueta de una persona dando la espalda, no más de algunos treinta y ocho años, se dejó ver. Todas curvas, cabello rubio oscuro con algunos mechones más claros. Vestía un traje sastre, no de marca ni tampoco caro, pero se le veía el porte de ser una persona seria. Hablaba con gran fluidez el francés al teléfono. ¿Quién rayos era? ¿La mamá de Sam?

Decidí regresar a la habitación de Samadhi, abriendo la puerta como si nada.

— ¡Clar! — espetó. Se podría decir que casi corrí para callarle esa bocaza, con la cual nunca para de hablar.

No había notado, pero estaba semidesnuda. La miré de arriba hacia abajo con un conjunto muy mono en color negro y blanco. Tragué.

¡Estoy jodido!

— Mi rostro está arriba Clar — masculló entre dientes —. Que mierda — ¡Wow! Mala palabra Sam, hizo un gesto extraño con la nariz, sopesando la palabra que acababa de decir, y volvió hablar —. Te dije que salieras de...

— No conozco a tu madre, pero creo que es ella y está justo abajo.

Los ojos querían salirse de sus orbitas. Me reí gracias a su expresión.

— Se suponía que llegaba el sábado...

— Pues ya vez que no.

— ¡Sam! ¡Hora de almorzar!

— Mi mamá — susurró Sam —. Escóndete.

— ¿Qué? No gracias, la quiero conocer — le dije en broma.

— ¡Estás loco! — decía entre dientes, lo más bajo posible.

Escuchamos los leves golpes cuando suben por los escalones. Sam y yo nos miramos.

— ¡Debajo de la cama! — hablamos al mismo tiempo.

Me dispuse a esconderme debajo, cuando la mamá de Sam abrió la puerta.

— Madre — habló Sam — ¿En qué momento llegaste?

— Si madre, que bueno que ya estás aquí... — le respondió indignada, y con voz suave. Escuché a Sam suspirar.

— Lo siento, no te esperaba hoy, se suponía llegabas el sábado. Solo... me tomaste por sorpresa.

Escuchaba caminar a Sam de un lado a otro, como loca, al parecer buscando atuendo para ponerse.

— Pues, precisamente, ya tenemos nuevos proveedores para nuestras telas de calidad. Así que eso ha permitido que llegue muchísimo antes.

— Madre, eso es genial — Solo escuchaba lo emocionada que se encontraba Sam.

— Lo se hija, algún día tú me ayudaras con esto de los proveedores y negociaciones sobre el diseño, para poder tener el tiempo necesario y diseñar todo lo que quiero.

— Estaría más que agradecida madre — le respondió Sam entusiasmada.

¿Así era? ¿Así era que tus padres te apoyaran en lo que de verdad querías y te gustaba?

Sabía que ya era algo mayor, estaba por cumplir veintidós y la carrera que había elegido estaba por terminarla, pero desafortunadamente nunca sentí el apoyo de mi padre, al menos no el de él.

— Por cierto, ¿de quién es la motocicleta que está en nuestra cochera? — ¡mierda! ¡Mi bebé!

Samadhi balbuceó por un momento, para después responder a la pregunta de su madre.

— Es de un amigo.

— ¿De Brad? — vaya, comenzaba a caerme mal su mamá.

— Si — bien, ya me caían mal las dos — Si, ayer vino, y después Sony llegó, estuvimos tomando algo y ya sabes cómo es Sony...

— Vino su padre. — confirmó su madre.

— Si.

— Bien, entonces te espero abajo, que ya son las siete en punto y no quiero que llegues tarde para tu último examen. ¿Supongo que es hoy? ¿no?

— Si madre, es hoy.

— Bien, termina de cambiarte y te espero abajo con el desayuno.

Escuché la puerta cerrarse, y por fin me salí de ahí.

— ¿Así que ahora mi bebé, es de Brad? — dije.

— Si bueno, no iba a decirle "sabes que madre, hay un chico bajo mi cama que justamente ayer me quería follar en tu sillón blanco favorito".

— ¡Wow! Hubiera sido una buena respuesta — con ésto me gane un golpe en el hombro.

— Tienes que salir — miró a todas partes, y la única salida coherente que encuentró era salirme por la ventana.

— ¡Oh no nena, eso sí que no! — le dije, justo cuando comenzaba a ver la ventana como una buena opción.

— Vamos Clar — decía, mientras me empujaba por la espalda directo hacia la ventana.

— Lo haré solo si me dejas ir por ti al instituto — le hice saber. Claro, yo no me aventaría gratis.

— No estaré en el instituto después del examen — ¡¿Y con quien mierda si no?!

— ¿Con quién estarás? ¿Con William? ¿Con Brad? — espeté enojado. Tenía que hacer algo para que dejara de ver a William y de pensar en Brad.

— No, trabajo en la biblioteca de la universidad a la que estoy por ingresar. Sabes, es bueno ir ganando puntos.

Señorita perfección. Le esbocé una sonrisa y me dispuse a salir por la ventana. Pues ahora que lo sabía mi humor cambió.

— Bien, entonces cuando llegues a casa, pasaré por ti.

— Oh no querido, esa ya me la sé — me hizo saber. ¿Tan mala reputación tengo contigo cariño?

— Vamos Sam, estoy por saltar de una ventana, en la que no sabemos si sobreviva a la caída ¡Y además! ¿Sin haber tenido sexo?

Samadhi se burló por completo de mí. Claro, sabia lo mucho que me atraía.

— La vida es un riesgo — ¡Dios! Pero claro que si lo es, ¡y el doble estando a tu lado mujer!

Me rodeó el cuello con sus brazos, y se acercó a mí para después plantarme un beso.

¡Mierda! Me sorprendió. Besaba tan bien...

No me contuve, la tomé de la cintura y profundicé el beso metiendo la lengua para poder jugar con la suya. El sabor era exquisito, menta, y claro, labial de cerezas.

La respiración comenzaba a faltarnos, y mi fiel amigo amenazaba con ser despertado. Sam tomó la iniciativa para parar el beso que yo no quería terminar. La deseaba. Deseaba mucho más.

— Hoy, a las ocho de la noche — me hizo saber, a lo cual asentí.

Me giré hacia el frente, mientras Samadhi cerraba la ventana. Bien, al menos la caída no sería fuerte, tenía la suerte de que justo en el suelo hubiera arbustos. Salte al vacío, y caí entre ellos.

¡Diablos! Me sentí como un estúpido. ¿Cuándo andaba yo saltando por la ventana de una chica?

¡Nunca!

Corrí a la cochera lo más disimulado posible, para poder salir de ahí antes de que Samadhi saliera con su madre. Al poco tiempo, abrí el portón de metal para salir y después cerrarlo con sumo cuidado.

— Pan comido — musité para mí mismo.

Coloqué el casco y arranque el motor de la motocicleta para dirigirme a la transitada calle de la ciudad. Sentía la ligera brisa que había hoy por la mañana, algo extraño, ya que no solía llover en éstas épocas de julio.

Media hora después aparque en el estacionamiento, para dirigirme a mi departamento. La mañana era fresca, algo desconcertante.

Tenía que planear a donde llevaría a Sam...

— John — saludé.

— Señor Johnson, han estado preguntando por usted — me respondió.

Solo asentí, no le pregunte quien. Subí al ascensor marcando mi habitual piso. Y al salir, me encontré con ella.

— ¡Clar! — Samantha se encontraba fuera del apartamento, a punto de tocar la puerta.

— Samantha — fue lo único que respondí.

Verla aquí no me agrado para nada, y menos si mi día apenas comenzaba. Saqué la tarjeta del bolsillo izquierdo, para poder abrir la puerta de mi apartamento.

— Rachel no ha parado de llamarme desde ayer en la noche ¿Dónde te has metido? — ¡Que te importa Samantha! Pero como no soy descortés, claro que no le respondí eso.

— Ocupado Samantha — fue lo único que le dije tajante.

— ¿Ocupado? ¿Con alguna chica? — preguntó, justo antes de que abriera la puerta.

Su compañía hoy no era grata para mí. Así que me detuve antes de abrir la puerta y evitar que se metiera tras de mí.

— Si Samantha, ahora si me disculpas...

Le hice señas claras, que demostraran mi humor en este momento hacia ella, pero seguía insistiendo.

— Tal vez podemos pasarla bien un rato ¿no crees? — decía, con su sensual voz. La que siempre hace para envolverme y tener sexo de ocasión — Y así me cuentas que es lo que te sucedió ayer. Rachel llamó preocupada preguntándome si no te había visto, ¿Qué sucedió Clar?

¡Cielos, pero que desesperación! ¿Qué parte no entenderá? Es obvio que la estoy despachando de mi hogar.

— Samantha, agradezco tu preocupación, pero de verdad, tengo algunos deberes que hacer. Y el recordar lo que sucedió ayer con mi padre, está excluido de la lista. Ahora, si me disculpas...

Cerré la puerta tan pronto como pude, de verdad que ya no soportaba verla. Últimamente se había vuelto demasiado pegajosa hacia mí, y eso, comenzaba a irritarme.

Lucas no estaba, claro supongo se encontraba en la entrevista con un futuro cliente llamado Eliot. Según Lucas, éste era un cliente fuerte que nos haría tener un buen proyecto. Él se encargaba de eso un setenta por ciento, el otro treinta, yo.

Me dirigí a la ducha para tomar un baño rápido, ya que muy pronto serían las nueve, y a las diez tendría que verme nuevamente con el director Lawrence y su hija en el lugar donde se encuentra la construcción de su nuevo hogar.

(***)

Tomé el Cadillac de Lucas para ir a la reunión con el director. Estacioné el coche justo frente al terreno que se encontraba cerca de la playa, donde se estaba llevando a cabo la construcción para la nueva mansión.

Di gracias al cielo que aún no llegaran, solo estaban las personas dedicadas a la construcción. Algo muy fácil y la vez difícil de conseguir.

Lucas y yo nos la pasamos un buen de tiempo en buscar a ingenieros civiles y entre otras personas para que llevasen a cabo la construcción. Si bien no éramos millonarios para pagar tanto, pero contábamos con lo necesario para el trabajo.

Después de media hora llegó George Lawrence con su hija. Una rubia ojos marrón de por lo menos un metro setenta, claro, no más alta que yo.

— Te presento a mi hija Blair Lawrence — la mujer de algunos veintisiete años estrechó su mano para tomar la mía y saludarme. Un saludo firme, por supuesto. No nos habíamos conocido, Lawrence se encargaba de llevarle los planos hasta que accediera a alguno de ellos.

— Un gusto. Clarence Johnson — me presenté después.

Comencé a mostrarles el avance que teníamos de la mansión, pues el diseño de la misma nos atrasó gracias a que su hija no se le notaba muy convencida de lo que en realidad quería. Se le diseñaron tres planos exactos de su futuro hogar, tomando el último como la mejor opción. Claro, eso fue hace poco menos de un año. Al día de hoy todo avanzo.

Las estructuras y los muros de la mansión eran de buen material, el plano de la entrada era con un enorme portón y cercado alrededor. Por lo que noté, a Blair le gustaba que la vieran desde el exterior.

El día se me pasó volando, daba gracias al cielo que las clases en la universidad se hayan pospuesto ya desde hace un tiempo, para ser exacto dos semanas. Lo que seguía era mi último año, y no lo dejaría pasar a la decidía.

— Bien, mi hija se encuentra fascinada con este avance.

Asentí brevemente.

— Para servirle director Lawrence — respondí.

— Hombre hijo, llámame George.

Esbocé mi mejor sonrisa, pues sabía que Lawrence atraería muchos más clientes para "Deep Constructions Inc.".

Nos despedimos, dirigiéndonos cada quien a su vehículo. Ya dentro del Cadillac, me puse a pensar a donde sería bueno llevar a Sam. Bien, yo quería conocerla más. Pero tampoco quería que pensará mal.

La carretera estaba desierta para ser jueves a las cuatro de la tarde, pero no me sorprendió. Lo que si me sorprendía era tener que ir a pedirle ayuda a Leo.

Aparqué el coche justo en la entrada, no me gustaba meter el coche a su casa. Sus cuatrimoto y motocicletas deportivas siempre estaban estorbando, así que me quise evitar ese problema. Toqué el timbre del portón, y éste se abrió, claro, el vigilante ya conoce a la perfección mi rostro. Leo es hijo único, sus padres son muy buenos abogados, por eso es que era un niño mimado. Siempre le gustó la velocidad, como todos los demás, pero después de su confesión, pensó que lo habíamos echado del lugar.

Llegué a la entrada, y Leo salió por la puerta de su casa.

— ¡Hermano! — dice emocionado, dándonos nuestro habitual abrazo. — Que grata sorpresa. No te esperaba.

— Si, bueno aquí me tienes — le digo.

— Eso que ni qué. Ven vayamos adentro.

Nos adentramos a la casa, muy sofisticada y moderna, claro, un trabajo hecho por Lucas y por mí. El color de las paredes blanco, los muebles blancos, la cocina... En fin, todo en color blanco, y muy, pero muy iluminado. "Al cliente lo que pida": era la frase que siempre utilizábamos Lucas y yo. Le habíamos hecho el favor de la remodelación.

— Necesito tu ayuda — le hice saber, mientras éste me servía uno de sus tragos raros de colores.

— ¿Necesitas mi ayuda? — respondió alegre y con voz algo aguda, por no decir chillona, haciendo énfasis en las últimas dos palabras.

¡Joder! ¿tan difícil era pedirle ayuda?

— No te emociones Leo — comencé a decirle. Bien, allá voy —. Quiero... — carraspeé, no muy convencido de proseguir — Quiero sorprender a una chica.

La reacción de Leo fue digna para una fotografía. Lástima que no traía el móvil en mano.

— ¡Wow! Eso sí que es nuevo Clar, y... ¿Quién es la desafortunada? — bromeó. Le puse mala cara y se carcajeó — Es una broma, ¿Quién es la afortunada?

— Bien, mmm, no la conoces aun.

— La quiero conocer — comenzó a decir.

¡Claro, era el primero a quien le decía esto!

— No por hoy Leo, solo quiero que me ayudes ¡¿Puedes o no?! — exclamé, comenzaba a fastidiarme. No quería su bombardeo de preguntas.

Leo sonrió mientras agachaba su cabeza, para después levantarla y dar un absurdo suspiro.

— ¡Si puedo! Yo, te ayudaré. —  Bien, ya estaba aquí. — Y dime, ¿Qué tienes en mente? — me preguntó.

¡Mierda! De eso sí que no tenía ni idea.

Nunca había invitado a una chica a salir conmigo. ¡Dios! lo mío no era esto, yo solamente las veía en alguna fiesta y ese era mi clavo de la noche, no esto de salidas y cursilerías. Jamás había tenido que sorprender a nadie, y menos a una perfeccionista como ella.

Al menos sabía su color favorito. El amarillo, ¿ya era un avance no?

— Su color favorito es el amarillo — le dije a Leo, quien se le veía una cara feliz y contento, como si estuviese fascinado por el momento —. Quita esa puta cara Leo — le hice saber, comenzaba a irritarme su estupidez.

— Lo siento hermano, es inevitable.

Su tono de burla me causo un poco de gracia, ¿Qué mierda me ocurría? Yo no era así, yo solo era de los que follaba... pero con Sam... con ella todo era diferente.



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