⛱️ Capítulo 37
❝Y me colé por la puerta del jardín/
And I snuck in through the garden gate
(Taylor Swift, 2019, 2m58s)
╰──➢Cruel Summer.
Una amplia puerta de jardín se mostraba frente a lo que pudo ver, en cuánto abrió los ojos. El pasto era verde y pleno, lleno de arboles y arbustos. El sonido de los pájaros eran hermosos cánticos, pero lo más hermoso que pudo notar en todo ese expendido paisaje fue la espalda de una pelirroja que bien conocía desde ya.
«Aurora...»pensó e intentó acercarse.
Pero lo siguiente, lo paralizó. Escuchó su llanto y en cuánto estuvo frente suyo, ella lloraba sin remedio alguno. Sosteniendo su mejilla derecha con su mano, se podía notar perfectamente la bofetada que se tornaba cada vez mas roja, las lágrimas se percibían como agua salada del mar. Sus ojos se encontraban cerrados con dolor.
Sin embargo, una voz le habló desde atrás, una sombra oscura.
—Esa era yo, a mis quince años. Una inocente chica, luchando por sus derechos y por su libertad. Pero no me di cuenta que mis padres solo deseaban tener más posición económica y yo simplemente era parte del ganado —habló la sombra oscura sin rostro.
Edward se quedó con un malestar creciendo en el fondo de su corazón. Aquello no le estaba gustando, pero así era el tiempo en las épocas antañas.
—Soñé tanto con tener un amor verdadero. Trabajaba en una floristería, era feliz ahorrando un poco de dinero, añorando ver el día que pudiera marcharme de esa casa. —el tibte de ilusión se sintió pero en aquella imagen donde podía verse a la pelirroja en un patio verde, se empezó a marchitar en cuanto esta se levantó corrió directamente a la casa—Pero un día solo me llegaron obligaciones sin entender su motivo desde abrir botellas de vinos para los adultos, cocinar, hacer los quehaceres como toda una dama de hogar... Hasta hacer caso a cada orden de una persona adulta e incluso hacer cosas desagradables... Solo pasaron... Y no me dieron tiempo justo para comprender el ruin destino—volvió a decir la sombra.
Se podía ver nuevamente a la misma pelirroja pero esta vez cenando con sus padres, y un señor corpulento, mayor de cuarenta años, con barba bien perfilada y con ojos puestos solamente en la joven. Toda la vista se mostraba en un color gris y blanco pálido.
—Esa noche de mis dieciocho recién cumplidos, mis padres me arreglaron un matrimonio con Robert Gordon, un señor muy adinerado, de buena familia social y por sobre todo en busqueda de una joven dama ideal. Tenía el aspecto perfecto, el color de cabello exótico para poder matar libremente a todo aquel que pudiera quererme y hacerse con el dinero, e inclusive sumisa tal como le gustaba a él. —expresó nuevamente la sombra con esa voz sin vida y sombría.
La forma en la que describía esa escena cada vez hacía que Edward sintiera un prisión alrededor de su corazón, su cuerpo no podía moverse y se callaba todas las ganas de intervenir, reconfortarla como parecía necesitar pero estaba haciendo caso a la recomendación mas leal de la Reina Vulturi, por ende, se estaba sintiendo pesado al no estar siendo como era habitualmente, un metiche.
—Esa noche me dijeron que la boda se celebraría al día siguiente, que por necesidad del Lord Robert, se había hecho esta cena donde oficialmente nos conoceríamos como futuros marido y mujer —empezó a decir nuevamente, pero esta vez se pudo notar como la pelirroja se estaba haciendo daño en la mano, quería huir, quería estar lejos de allí. Su vida no podía ser sentenciada así — Esa noche, creí que estaría lejos de ese hombre mayor, pero... Me equivoqué, yo solo era otro ganado para él, y pagó a mis padres para que callaran el hecho de que antes de la boda... Los honores de un matrimonio no se harían: no ver a la novia antes del casamiento, no verla en vestido blanco y no sentirla. Todos esos sueños que alguna vez atesoré y quería que no solo fueran rumores fueron rotos ese día.
La puesta de escena cambió, pudiendose ver a la misma pelirroja un poco mayor con ese aspecto de mujer adulta con tanto maquillaje, maquillaje que ocultaban todos los golpes que el hombre dio antes de cerrar la puerta.
—Me golpeó tanto aquella vez, por haberle degenerado, por negarme a darle mi primer beso, por patearlo entre los testiculos tras querer tocarme una teta. Peleé por cuidar mi virginidad, también para que borre esa idea de que yo fuera sumisa, yo parecía serlo tras cumplir cada orden pero no porque yo lo fuera, sino porque eran gente que debía respetar. Si hubiera sido mejor hombre, tal vez me hubiera comportado y tal vez esa noche no hubiera sido mi último aliento —expresó la sombra mientras se acercaba a su recuerdo, queriendo hacerla dormir y sanar cada herida sangrante. Sangre que no podía ser oculta por maquillaje.
Cada punto que le revelaba a Edward, la angustia y molestia iba creciendo. Por lo que tomó la mano de la silueta negra y buscó su atención.
—¿Porqué no huiste? ¿O pediste ayuda?—preguntó Edward.
Sin embargo una sonrisa demoniaca, lúgubre y sarcástico, una muy grande entre el rostro de esa sombra se explanó tras escuchar aquello. Soltando una risa tan carente de emoción.
—¿Crees que no lo hice? ¿Crees que no supliqué ayuda? ¿Crees que no lo intenté? ¡Me iba a casar en contra de mi voluntad con un maltratador!—gritó tan frustrada, molesta la sombra.
Tanto que todo aquello que los rodeaba se ensombreció precipitadamente. Dejando escuchar un repiteo nervioso y asustado de un corazón. Siendo ayudada por una mujer de la servidumbre, esta le abría la puerta para que ella pudiera escapar por atrás de la mansión. Alrededor de ese terreno solo se veía grandes colinas de frondosos arboles tupidos, un camino largo que separaba a la Mansión del pueblo más cercano.
La noche oscura la abrigaba en frío, con su respiración errática. Con la idea de poder salvarse de ese cruel destino.
Corrió descalza, sus pies parecían dar pasos cansados después de ver como la pelirroja se estaba alejando de la mansión. Pero no, el silencio antes de la tormenta llegó justo cuando paró a recuperar aliento.
—¿REALMENTE CREÍSTE QUE ESCAPAR EN EL DÍA DE LA BODA SERÍA TAN FÁCIL? —exclamó aquel hombre de cabellera corta, barba tupida y ojos celestes envueltos en ira, con sus venas rojas marcadas en las zonas blancas.
La tomó del brazo, justo al cruzar el sendero solitario de aquella nocturna noche de verano en Londres, París. Asustada, su grito resonó por el ambiente más nunca podría ser auxiliada, la mano gruesa y desagradable del hombre de unos cuarenta años, la arrojó al suelo sin importarle su salud física. Se montó encima suyo, evitando cualquier vía de escape, lo arañó, mordió y pataleó con llanto nublando sus ojos.
Edward horrorizado quiso ir a ayudarla, pero sus pies y cuerpo solo se entumesieron en el lugar. Mientras que la sombra empezaba a soltar lagrimas rojas como si fuera sangre ante aquella escena tan traumática.
—Nunca confíes en la servidumbre que alguien más ha cosechado. Porque todo lo que siembro, será fiel a mi hasta el final…—susurra la voz ronca al oído y marcada de ira, mordiendo con fuerza su oreja y estirando de esta sin cuidado. La rabia lo estaba corrompiendo, la herida ya estaba hecho.
El miedo, la repugnancia y el dolor parecían impulsarla para seguir gritando aunque se rompiera sus cuerdas vocales en ello. Alguien tenía que escuchar sus súplicas, suplicaba que alguien la salvara.
—¡SUÉLTAME! ¡SUÉLTAME! ¡NO ME TOQUES! —gritó afonica. «¡AYUDA!»
Sin embargo, por más que luchara, nada llegó para salvarla del ruido de las telas de su vestido largo rasgarse por la fuerza empleada, ni mucho menos de los tirones del resto de tela que rasparon con brutalidad su piel inocente y pura. La sucia boca del hombre mayor manchando su lienzo y su vida para siempre, desde el monte de sus senos hasta la mano empuñada como el mango de un palo de repasar entrando sin ninguna disculpa ni arrepentimiento a su cueva virginal, ardor, dolor, y un líquido espeso caer entre sus muslos sintió.
Edward en varias oportunidades tuvo una gran necesidad de taparse los ojos, de vomitar y por sobre todo atacar al monstruo que había ensuciado a su compañera de vida.
Sus gritos ya no tenían sonido, su boca ya no tenía fuerza para dañar la piel áspera del hombre rubio de ojos azules, horrible cuarentón que la está matando en vida. Sus ojos engrandecieron al escuchar su risa, ver el regocijo en su rostro y ninguna piedad al estar quitándose la ropa frente a su víctima.
—In-intenté escapar... Aún cuando moverme dolía horrores, e-era insoportable pero si... si no... luchaba por alejarse, hasta en la otra vida me sentiría inútil por no haber luchado hasta el fin por mí misma —volvió a narrar la sombra oscura de Aurora.
La joven de diescisiete años luchó, se arrastró como pudo, rasguño la tierra pero el estirón brusco de su tobillo izquierdo llegó como el agudo y peor dolor en vida llegó.
El ardor y calor fue tan intenso, que su respiración se cortó, sus venas delinearon su piel pálida por desnutrición, sudada por la pelea y miedo, y de un jadeo lleno de terror
Edward vio como la destrozaba y violaba brutalmente hasta matarla con apuñaladas limpias en su espalda. De milagro parecía no haber dado al corazón, pero tras terminar ese crimen solo la dejó moribunda en aquel sendero. El coraje y molestia del cobrizo eran inmensas, se sentía tan débil y roto tras haber sido obligado a ver aquella atrocidad.
El escenario se ensombreció y solo allí pudo ver como nació el don de Aurora. Tras la intervención de Carlisle y Esme, aún con las buenas intenciones, el alma pura e inocente había sido corrompida por un ser humano deplorable.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top