010. confesiones

Tomados de la mano, Harry y Ruby tomaron rumbo a la sala común de Gryffindor. Ninguno de los dos hablaba pero el silencio era suficiente para ambos. Al entrar, estalló un jaleo y todo pasó muy rápido. 

―¡Tendrían que habernos dicho que iban a participar! ―gritó Fred. Parecía entre molesto e impresionado. 

―¿Cómo se las arreglaron para que no les saliera barba? ¡Increíble! ―gritó George. 

―No lo hicimos ―respondió Harry. 

―No sabemos como... ―dijo Ruby. 

Angelina se abalanzó hacia ellos. 

―¡Ah, ya que no soy yo, me alegro de que al menos sea alguien de Gryffindor! 

―¡Ahora podrás tomarte la revancha contra Diggory por lo del último partido de quidditch, Harry! ―chilló Katie Bell, otra de las cazadoras de Gryffindor. 

Ruby logró escaparse y entrar a la habitación que compartía con Hermione y Evie. Al entrar, las dos chicas estaban sentadas en la cama hablando, pero al verla, sus miradas se fueron a ella inmediatamente. 

―Tú me prometiste que no ibas a meterte ―espetó Evie cruzándose de brazos. 

Ruby tragó saliva sin saber qué hacer. 

―Te juro por todo lo que amo que yo no puse mi nombre en el cáliz ―dijo Ruby temblando ligeramente―. Debe haber alguien en Hogwarts que quiera matarme a mí y a Harry. 

―Pero nadie sabe tu tema con los dioses ―dijo Evie. 

Ruby se mordió el labio y un sonrojo apareció en sus mejillas. 

―¿Quién más sabe? 

―Le conté a Harry ―murmuró Ruby. 

―¿Tú qué? ―preguntó Evie muy sorprendida. 

―¿De qué hablan? ―se metió Hermione. 

―Le voy a contar  ―sonrió Ruby, olvidando por unos segundos sus problemas. 

Hermione la miró curiosa. 

―¿Contarme qué? 

―¿Toda la historia o solo tú parte? ―preguntó Evie. 

―Mi parte ―aclaró Ruby―. Bien, Mione, ¿crees en los dioses? 

―Soy atea ―murmuró Hermione, pero en ese momento Hermione supuso que Ruby no hablaba exactamente de la religión. 

―Bueno, em... yo soy hija de Poseidón y antes de venir acá estaba en un campamento para semidioses llamado "campamento mestizo" ―explicó Ruby brevemente―. Me crees, ¿cierto? 

Hermione suspiró. ¿Le creía? Todo sonaba tan... irreal. Pero el poco tiempo que conocía a Ruby formó una confianza que nunca antes. 

―Te creo ―dijo finalmente―. Que eres una semidiosa y que no pusiste tu nombre en el cáliz. 

Ruby, muy feliz, abrazó a Hermione con ganas. 

―Eres un ángel caído del cielo, Hermione Granger ―chilló Ruby en el abrazo. 

A la mañana siguiente, Ruby bajó a la sala común casualmente al mismo tiempo que Harry, y los que habían vuelto del desayuno, prorrumpieron en aplausos. Ruby, cansada, siguió a Harry y al estar a su lado, tomó su mano. 

―¿Qué pasó con Ron? ―preguntó Ruby al pasar por el cuadro. 

―¿Por qué? ―murmuró Harry. 

―Porque usualmente ustedes salen casi al mismo tiempo de la habitación ―contestó Ruby―. Se enojó por lo del cáliz, ¿cierto? 

Antes que Harry pudiera contestar, Evie y Hermione ya estaban a su lado. 

―Hola ―saludó Hermione, que llevaba unas tostadas envueltas en servilletas en la mano―. Les he traído esto... ¿Quieren dar un paseo? 

―Buena idea ―le contestó Harry, agradecido. 

 Bajaron por las escaleras. Era una mañana fresca. Ruby no dejaba de mirar a Harry, y como el les explicaba a ella, Evie y Hermione lo que había ocurrido después de abandonar la noche anterior la mesa de Gryffindor. Hermione aceptó su versión, como había hecho con Ruby, si un asomo de duda. 

―Bueno, estaba segura de que ustedes no se habían propuesto ―declaró Hermione cuando Harry terminó de explicar lo que había pasado―. ¡Si hubieran visto la cara que pusieron cuando Dumbledore leyó sus nombres! Pero la pregunta es: ¿quién lo hizo? Porque Moody tiene razón, no creo que ningún estudiante pudiera hacerlo... Ninguno sería capaz de burlar el cáliz de fuego, ni de traspasar la raya de... 

―¿Has visto a Ron? ―interrumpió Harry. 

―Está desayunando ―contestó Evie de inmediato. 

―¿Sigue pensando que yo eché mi nombre en el cáliz?

―Bueno, no... no creo... no en realidad ―murmuró Hermione.  

―¿Qué quieres decir con «no en realidad»? ―preguntó Ruby frunciendo el ceño―. ¿Porqué se enojó tanto a todo esto? 

―¿No lo ven? ―dijo Hermione―. ¡Está celoso!

―¿Celoso? ―repitió Harry igual de incrédulo que Ruby―. ¿Celoso de qué? ¿Es que le gusta hacer el ridículo delante de todo el colegio? 

Ruby asintió con la cabeza, apoyando cada palabra dicha por Harry. 

―Miren ―dijo Hermione―, siempre eres tú, Harry, el que acapara la atención, lo sabes bien. Sé que no es culpa tuya, sé que no lo vas buscando... pero el caso es que Ron tiene en casa todos esos hermanos con los que competir, y tú eres su mejor amigo, y eres famoso. Cuando te ven a ti, nadie se fija en él, y él se lo aguanta, nunca se queja. Pero supongo que esto ha sido la gota que colma el vaso. 

―¿Y yo? ―espetó Ruby―. Pensé que éramos amigos y ahora me mira mal. 

―No lo vez, ¿cierto? ―dijo Evie. Ruby negó, confundida―. Llegaste y te hiciste tan popular como Harry. Ron debe estar celoso de eso. 

―Si quiere mi popularidad se la regalo ―murmuró Ruby cruzándose de brazos―. De paso le regalo el que hablen de ti en los pasillos. O sea, entiendo lo de Harry (un poco)... pero yo... No llevo ni medio año acá en Hogwarts y ya piensa que soy popular. 

―Genial, realmente genial ―dijo Harry con amargura―. Dile de mi parte que me cambio con él cuando quiera. Dile de mi parte que por mí encantado... Verá lo que es que todo el mundo se quede mirando su cicatriz de la frente con la boca abierta a dónde quiera que vaya... 

―No pienso decirle nada ―replicó Hermione―. Díselo tú: es la única manera de arreglarlo. 

―¡No voy a ir detrás de él para ver si madura! ―estalló Harry, asustando a unas lechuzas de un árbol cercano―. A lo mejor se da cuenta de que no lo estoy pasando bomba cuando me rompan el cuello o... 

―No digas eso ―murmuró Ruby. 

―Eso no tiene gracia ―dijo Hermione en voz baja―, no tiene ninguna gracia. He estado pensando, Harry. Sabes qué es lo que tienes que hacer, ¿no? Hay que hacerlo en cuanto volvamos al castillo. 

―Sí, claro, darle a Ron una buena patada en el... 

―Escribir a Sirius ―dijo Hermione olvidando que Ruby y Evie escuchaban―. Tienes que contarle lo que ha pasado. Te pidió que lo mantuvieras informado de todo lo que ocurría en Hogwarts. Da la impresión de que esperaba que sucediera algo así... 

―¿Quién es Sirius? ―preguntó Ruby mirando a Harry fijamente―. ¿Hay algo que no me estés contando, Harry Potter? 

―Hay que contarles ―murmuró Harry. Hermione asintió―. Hay que hablar... en privado... los cuatro. 

Encontrar un lugar completamente privado les costó unos 15 minutos a los cuatro chicos. Finalmente encontraron un salón vacío. 

―Evie, ¿recuerdas que el año pasado Sirius Black escapó de Azkaban? ―le preguntó Hermione a Evie. 

―Sí ―respondió Evie―. Y que a fin de año escapó de nuevo... Espera, ¿ustedes tuvieron algo que ver con eso? 

―Lo que nadie sabe es que Sirius en realidad no mató a Peter Pettigrew y no traicionó a los Potter. Sirius Black es inocente y el padrino de Harry ―explicó Hermione. 

―¿Nos crees? ―preguntó Harry. 

Ruby le sonrió y tomó sus manos. 

―Tú me creíste cuando te dije que era una semidiosa; ahora yo te creo sobre la inocencia de Sirius Black ―le dijo con calma a Harry. 

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