Dulce Príncipe

Por las escaleras del enorme salón del castillo se veía bajar a un chico de 28 años. Hermoso con su piel morena, su cabello negro bien peinado con una fina corona y un traje negro que acentuaba perfectamente su espléndida figura.

Todos admiraban las facciones perfectas del rostro del príncipe Kanawut, pero a pesar de que todo Bangkok admitía la belleza del futuro rey, todos le temían.

Gulf Kanawut había tenido que aprender a mostrar siempre un rostro frío, egocéntrico, calculador y firme, pues según su padre, Klan Kanawut, nadie podía verlo débil, pues eso lo hacía vulnerable a que se aprovecharán de él.

El príncipe se sentó en el trono que había junto al de sus padres y detrás de él quedó su fiel guardia, resguardando su seguridad. Mew Suppasit era el nombre de ese fornido hombre que cuidaba al príncipe, usaba un traje negro con algunas medallas que condecoraban su arduo trabajo hacia la corona.

-Hola, hijo.- saludó Mai Kanawut a su hijo, tomando su mano con delicadeza.

-Hola, mamá.- respondió el único heredero a la corona, regalándole una suave sonrisa a su progenitora.

-Bangkok.- habló Klan en voz alta, firme y que denotaba su poder. -Hoy celebramos 45 años en el trono, y mi querida Mai y yo queríamos agradecerles por su confianza, saben que nosotros trabajamos por ustedes y por mejorar nuestro país.- dijo su discurso.

-Gracias, Bangkok, espero que podamos continuar mejorando este país para ustedes.- agregó Mai con su dulce y característica sonrisa que a todos encantaba.

Gulf tan solo se mantenía en silencio, viendo a toda la gente desconocida que llenaba el salón del enorme castillo que vivía desde que tenía uso de razón. Nunca le habían gustado esas fiestas donde no hacía nada más que sentarse a ver gente pidiendo cosas a la realeza, otros reclamando, otros simplemente yendo a decirle cumplidos por su aspecto tan agraciado.

-Príncipe Gulf.- llamó una dulce voz que el nombrado ya conocía muy bien. -Que guapo luce esta noche.-

-Hola, señorita Hong.- saludó el príncipe con cortesía, pero sin mostrar alguna reacción en su rostro. Ni siquiera un atisbo de sonrisa podía ser visto en ese precioso rostro.

-¿Cuándo aceptará cenar conmigo?.- preguntó la linda chica que era hija de algún miembro de la corte real, pero que a Gulf no le importaba conocer.

-Señorita Hong, debe saber que soy un hombre ocupado.- le recordó el pequeño Kanawut, viendo finalmente a los grandes ojos de la chica de vestido lila y cabello largo. -Yo le avisare cuando pueda concretar una cita con usted, aunque debe saber que necesito saber el motivo de esa junta.-

-Sabe para qué quiero reunirme con usted, príncipe Gulf.- el tono coqueto de Hong molesto un poco al heredero de la corona, pero tuvo que controlarse para no hacer una cara de desagrado. Sabía de sobra que los padres de Hong querían que ellos se casarán, para tomar parte del poder de la realeza.

-Joven Kanawut.- habló el guardia que estaba firmemente de pie junto al trono del príncipe. Su grave voz hizo que la delicada chica se estremeciera y asustara un poco. -Su jardín está listo.- comentó Mew con la mirada fija hacia el frente.

El príncipe asintió y se puso de pie de inmediato.

-Oh, ¿irás al jardín?.- preguntó Hong con emoción, pero nadie le respondió. -¿Puedo acompañarte?.- dijo tomando el brazo de Gulf, a lo que este la vio de mala manera.

-Señorita Hong, debe saber que no puede tocar al príncipe a menos que esté lo permita.- le recordó el musculoso guardia, alejando con cuidado la mano de la chica.

-Claro, lo siento, príncipe Gulf.- dijo Hong haciendo una corta reverencia hacia el heredero al trono.

-Tengo que irme, vuelva con sus padres, ellos deben estarla esperando.- comentó el joven Kanawut con su usual tono neutro. Después caminó por un largo pasillo, siendo seguido por su fiel guardia.

Gulf se adentró en su habitación y Mew fue el encargado de cerrar la puerta detrás de ellos.

-Gracias por salvarme.- suspiró el moreno.

-Supuse que era el momento de intervenir.- aclaró el guardia.

-Y el código funciona a la perfección.- agregó Gulf con una sonrisa. Usar el código del jardín había sido su idea, lo cual resultó bien, aunque Hong hubiera intentado unirse a él.

-Si, funcionó bien.- dijo Suppasit encogiendo los hombros.

Gulf caminó hasta estar cerca de su cama, cuando notó algo inusual.

-Otro girasol.- murmuró el príncipe viendo en la mesita junto a su cama la hermosa flor. -¿Quién pudo haberlo dejado?.- se preguntó con una genuina sonrisa en los labios. -¿Suppasit, vio a alguien dejar esto en mi habitación?.- dijo dirigiéndose hacia el guardia que seguía en la puerta, tan solo viéndolo.

-No, no he visto nada.- respondió Mew tratando de suprimir su sonrisa.

-Pues eso deja en dudas su eficiencia como mi guardia personal.- se burló el menor colocando el girasol en el florero que ya estaba preparado para él.

-¿Va a despedirme, príncipe Gulf?.- preguntó el hombre 3 años mayor que el príncipe.

-Sabes que no, Mew, no puedo, ni quiero hacerlo.- dijo Gulf sentándose en su cama, soltando un suspiro.

-¿Por qué?.- preguntó el mayor acercándose lentamente hasta la cama, atreviéndose a sentarse junto al heredero.

-Porque eres mi único amigo, eres mi compañero, mi guardia.- respondió el joven Kanawut. -Haces que me sienta menos solo aquí.-

-Ese es mi trabajo, cuidarlo, hacerle compañía.- dijo Mew con sinceridad.

-¿Solo lo haces por trabajo?.- cuestionó el príncipe con algo de dolor. Solo frente a su guardia mostraba sus verdaderos sentimientos.

-Sabe que no, yo lo considero mi amigo, me gusta pasar tiempo con usted.- aclaró el guardia con nerviosismo. -Y además le agradezco todo lo que ha hecho por mi.-

El moreno suspiró con más tranquilidad y se atrevió a recargar su cabeza en el hombro ajeno. Suppasit sonrió y con delicadeza tomó la mano ajena, entrelazando sus dedos. Ambos disfrutaban esos momentos juntos donde podían ser ellos sin miedo.

-¿Recuerdas cuando nos conocimos?.- preguntó de pronto el príncipe.

-Lo recuerdo perfectamente.- respondió Mew. -Porque me odiaba.- agregó riendo.

-No te odiaba.- se quejó Gulf contagiandose de la risa del mayor. -Solo no confiaba en ti.- explicó.

-Lo sé, entiendo porque.- dijo el guardia. -Pero mírenos, ahora soy la persona en la que más confía.-

-Pretencioso.- el heredero golpeó con delicadeza el brazo del mayor.

-No puede decir que miento.- Mew se rió con delicadeza.

-Tienes razón, eres mi confidente y mi único amigo.- afirmó Gulf apretando amistosamente la mano que tenía entrelazada con la suya. -Pero cuéntame de nuevo la historia de cuando nos conocimos.- pidió.

-De acuerdo, acomodese, le contaré una historia para dormir.- dijo el guardia ayudando al príncipe a recostarse en su amplia cama, aun cuando seguía portando su traje de gala.

Era una mañana tranquila. El pequeño Gulf de 14 años estaba jugando en el establo, montando a un caballo blanco, que había apodado Snow. Ese era su animal favorito de toda la granja que tenían en el Reino.

Los señores Kanawut miraban a su único hijo divertirse como nunca. Amaban esos momentos donde Gulf se veía tan radiante, como si su vida fuera perfecta, aunque ambos sabían que no era así.

-Sus majestades.- habló un sirviente para llamar la atención de los reyes. -Una señora con un joven y una niña están frente al castillo, dice que quiere verlos.- agregó.

-¿Quién es?.- cuestionó Mai confundida.

-No lo sabemos, pero traen ropa algo rasgada y sucia, el joven parece de 16 o 17 y la niña como de 12.- explicó el sirviente.

-Hágalos pasar al salón, en un momento vamos.- dijo Klan con un suspiro.

-¿Piensas ayudarlos?.- preguntó la reina.

-Claro, si son ciudadanos de nuestro reino, debemos protegerlos y ayudarlos.- afirmó el rey tomando la mano de su esposa.

-Gulf, querido.- llamó Mai a su hijo y este se acercó a ellos en su hermoso caballo blanco. -Iremos adentro un momento a resolver algo y volveremos, ¿de acuerdo?.- dijo con amabilidad la mujer, acariciando la mano de su pequeño.

-De acuerdo, yo seguiré jugando con Snow.- afirmó el chico, alejándose de nuevo en su corcel.

-Jai, quédate a cuidar al príncipe mientras volvemos.- indicó el rey al sirviente que les había anunciado la llegada de los inesperados invitados.

Dentro del salón ya estaban las personas que querían hablar con ellos. Se encontraban sentados alrededor de una mesa y se miraban entre ellos con pena.

-Buenos días.- saludó Klan para llamar la atención de los visitantes.

-Buenos días, su alteza.- dijo la mujer de mayor edad, poniéndose de pie para hacer una reverencia. -Hagan una reverencia a los reyes.- les pidió a sus hijos y estos de inmediato copiaron su acción.

-Siéntense, por favor.- pidió Mai al tiempo que ella y su esposo también tomaron asiento. -¿Quieren agua o comida?.- preguntó con su característica dulzura.

-Si, por favor, tenemos un tiempo sin comer.- habló la niña pequeña.

-Joom.- la regañó su madre.

-No se preocupe.- intervino el rey antes de hacer una seña a los sirvientes para que trajeran algo para la familia.

-¿Podría decirnos sus nombres?.- preguntó la reina con curiosidad.

-Disculpen, olvidé presentarme, lo lamento.- se apresuró a decir la mujer inclinando su rostro con evidente vergüenza. -Mi nombre es Pham Suppasit, ella es Joom, tiene 12 años y él es Mew, tiene 17.- presentó a cada uno la mujer.

-Mucho gusto a los tres.- dijo Mai y su esposo y ella tan solo inclinaron un poco la cabeza en señal de amabilidad.

-¿Que los trae a nuestro castillo el día de hoy?.- preguntó el rey demasiado curioso por la situación de esa familia.

-Nosotros venimos de China y como deben saber, alla no puedes tener más de un hijo.- comenzó a explicar Pham. -Escondimos a Joom por 13 años, pero hace poco nos descubrieron, Ling hizo todo lo que pudo por ayudarnos a salir de China, sacrificó su vida por nosotros y ahora no tenemos a dónde ir.- dijo entre lágrimas. Mai le pasó un papel para que se secara.

-Señora Pham, antes de saber si puedo ayudarla, tengo que saber su nacionalidad.- comenzó a decir el Klan. -Me temo que si su nacionalidad es otra que no sea Tailandesa, no hay mucho que yo pueda hacer.-

-Nací y crecí aquí en Tailandia, fui a China cuando tenía 15 años y esta es la primera vez que vuelvo.- explicó Pham entre lágrimas. -No tengo familia, hogar, no tengo nada.- sollozó y Joom no dudo en ponerse de pie para abrazar a su madre, mientras que Mew la tenía sujeta de la mano e intentaba no mostrar lo triste que lo ponía esa situación.

-Señorita Pham, no se preocupe, ahora está bien.- dijo Mai extendiendo su mano para tomar la de la mujer. -Nosotros los ayudaremos.- afirmó viendo a su esposo, quien asintió.

-Gracias, enserio les agradezco esto.- dijo la mujer. -Puedo trabajar si quieren, soy buena limpiando, cuidando niños, lavando y planchando, incluso se coser ropa.-

-Excelente, eso es muy bueno.- afirmó la reina.

-Les daremos una habitación a cada uno, pueden ponerse cómodos, asearse y pediré que les compren algo de ropa.- anunció el rey.

-No sabe cómo le agradezco su ayuda, prometo que trabajaré para devolverle este gran favor.- dijo Pham con agradecimiento.

-Siempre es un placer apoyar a nuestros ciudadanos.- afirmó Klan.

Los reyes sabían que tal vez era algo inusual dejar que gente desconocida se quedará en el castillo, pero no podían dejar ir a esa familia al saber que no tenían nada, ni siquiera un techo para dormir. Tal vez luego los movería a una casa cerca del pueblo, pero por ahora lo más fácil era dejarlos vivir en unas de las tantas habitaciones del castillo.

-Madre, ¿dónde estás?.- se escuchó la voz de Gulf por los pasillos.

-Ven aquí, querido, tenemos invitados.- respondió Mai.

-Ellos son Pham Suppasit y sus hijos Joom y Mew.- señaló el rey. -Se quedarán en el castillo un tiempo.-

-El es mi hijo, Gulf, el príncipe Kanawut.- lo presentó la reina.

El moreno tan solo vio a la familia e hizo una leve inclinación con la cabeza. Pero su mirada quedó fija en el chico de mayor edad que él, tenía unos rasgos fuertes, pero que se veía amable y tenía una piel muy pálida.

Sus ojos se encontraron y el ceño del príncipe se frunció con algo de desagrado por esa inesperada visita.

-¿Es necesario que se queden en el castillo?.- preguntó Gulf sin alejar su mirada del joven de ropa rasgada.

-Es lo más conveniente en estos momentos y tal vez te sirva tener algo de compañía cuando no estamos.- explicó Mai.

-Claro.- murmuró el príncipe antes de irse por donde había entrado.

-El no nos quiere aquí.- dijo Mew en voz algo baja, pero que todos pudieron escuchar debido al silencio del salón.

-No se preocupen por él, no está acostumbrado a que haya gente en casa más que los sirvientes.- explicó el rey.

-Pero considerando que nosotros viajamos mucho, tal vez sea bueno que ustedes estén aquí, cuidando a nuestro hijo.- agregó Mai con emoción.

La reina sentía una confianza en esa mujer y quería ayudarla, pues no podía ni quería pensar en lo que ella sentía al haber tenido que huir de un país, dejando atrás a su esposo. Lamentaba un poco su destino y si podía ayudarla, con gusto lo haría.

-No sabe cómo le agradecemos esto, le prometo que no daremos problemas y que ayudaremos en todo lo posible.- afirmó Pham con sus manos juntas frente a ella. -¿Verdad que sí, niños?.-

-Si, mamá.- respondieron los dos menores Suppasit.

La mirada de Mew quedó clavada en aquel pasillo por el que el príncipe se fue. No entendía la actitud arisca del chico, pero algo le llamó la atención de ese niño.

-Pasen a asearse y después vayan a la cocina por algo de comida.- pidió Mai.

-Muchas gracias, sus majestades.- dijo Pham haciendo una reverencia.

Los reyes dejaron a la familia ahí, pues los sirvientes se encargarían de guiar a los invitados a sus nuevas habitaciones en el castillo.

El joven de 17 años se dio una larga ducha y se colocó la ropa que habían dejado para él. Un pantalón de mezclilla, una camiseta blanca y unos tenis.

Tan pronto estuvo vestido salió por los largos pasillos del castillo. No sabía qué buscaba en realidad, pero le sorprendía estar en un castillo y además esperaba volver a ver al pretencioso niño.

Mew continuó caminando sin rumbo hasta que terminó fuera del castillo, en los enormes jardines de este.

-Cuanta tranquilidad.- suspiró el joven estirandose. -La calma después de la tormenta.-

Con pesar se dejó guiar por los senderos de flores y árboles. Sin saber cómo, llegó a un pequeño campo de girasoles que pintaban de amarillo el lugar.

-Debe ser lindo vivir aquí.- murmuró Mew paseando sus dedos por algunas de las hermosas flores.

Sin dudarlo mucho tomo uno de los girasoles, teniendo muy claro a quien quería darle aquella flor.

Decidido camino de regreso al castillo, buscando con la mirada al arrogante príncipe. Tal vez la vida de Mew no había sido buena esos últimos meses, pero algo le decía que aunque el príncipe tuviera lujos, eso no hacía más fácil su día a día.

-Gulf, no puedes ser así de grosero con los invitados.- se quejó Mai, quien perseguía a su hijo por los largos pasillos.

-Yo no los invite a quedarse.- reclamó el menor cerrando la puerta de su habitación con fuerza, generando un estruendoso ruido.

La señora Kanawut suspiró y cuando se dio la vuelta para irse, vio al hijo de Pham ahí, viendo la escena con algo de asombro.

-Lamento eso, Mew, el usualmente no es así, no se que le sucede hoy.- comentó la mujer acercándose hacia el joven.

-No tiene que disculparse por nada, su majestad.- dijo Mew haciendo una corta reverencia hacia la elegante mujer. -Nosotros estamos invadiendo su hogar, es normal que el príncipe no nos quiera aquí.- agregó, restándole importancia al asunto.

-De igual forma, él no debería tratarlos así.- Mai no podía entender la actitud de su hijo contra los invitados, pero tampoco podía correr a la familia Suppasit sólo por los berrinches del príncipe. -¿Que haces con ese girasol?.- preguntó de pronto notado la flor en la mano del joven.

-La encontré en un jardín y pensé que tal vez eso animaría al príncipe.- explicó Mew repentinamente nervioso pues apenas si había visto al chico una vez y ya estaba llevándole flores.

-Bueno, puedes averiguarlo.- lo animó la reina antes de irse lejos, dejando solo al nuevo inquilino del castillo.

El chico de 17 años se quedó de pie un momento viendo hacia la puerta que daba al cuarto donde el joven Kanawut se había encerrado.

-Tienes que llevarte bien con él si vas a quedarte aquí.- se dijo Mew dándose ánimos. Porque aunque no sabía que les deparaba el futuro, por la conversación que había escuchado de su madre y la reina, suponía que durarían un tiempo ahí, pues Pham ahora trabajaría como parte de las sirvientas y cocineras, incluso como cuidadora del príncipe en ausencia de los reyes.

Tomando valor tocó la puerta de forma delicada, casi con miedo de la reacción que pudiera generar en el príncipe. Su llamado no fue respondido de inmediato, pero volvió a tocar y está vez la puerta si se abrió, dejando ver al chico de 14 años con el ceño fruncido.

La reacción de Gulf cambió notablemente cuando miro el enorme girasol que Mew traía en sus manos.

-¿Qué haces aquí?.- preguntó el príncipe tratando de sonar serio, aunque al mismo tiempo intentaba ocultar su sonrisa. Amaba los girasoles, así que no podía evitar sentirse feliz cada que alguien le regalaba una de esas lindas flores.

-Príncipe Gulf, se que no somos de su agrado aún, pero quiero darle este girasol en muestra de mi agradecimiento a usted y su familia por permitirnos quedar en su castillo.- dijo Mew inclinándose a la par que extendía la flor hacia el menor.

-Gracias...- dijo Gulf alargando la palabra, pues no recordaba el nombre del chico.

-Mew, Mew Suppasit.- se presentó con una sonrisa en los labios. -A sus órdenes.- agregó con un tono algo divertido que hizo al moreno sonreír.

Y sin pensarlo ni darse cuenta, se volvió una costumbre para Mew dejar flores frente a la puerta del heredero a la corona. Casi cada día había un girasol en su entrada, sin tarjeta ni nada, aunque Gulf sabía de sobra de quién eran y el porqué.

-Mew, los reyes quieren que cuides a Gulf mientras toma su clase de equitación, ya que ellos no podrán estar.- comentó Pham a su hijo.

-De acuerdo.- aceptó Mew sin quejas, pues aunque él y el príncipe no compartían muchas palabras, le gustaba verlo y hacer un poco más alegres sus días.

Con el año que llevaba ahí, el joven Suppasit ya conocía de memoria cada rincón del enorme lugar, se movía por los pasillos como si toda su vida hubiera estado ahí y extrañamente no le molestaba, le gustaba estar ahí, trabajar en la granja, tomar clases de defensa.

Pronto se vio parado frente al establo donde Gulf corría sobre Snow, riendo feliz, con el aire alborotando su cabello. A Mew le gustaba ver al príncipe en esos momentos donde parecía olvidarse de todo y disfrutar su adolescencia, con tan solo 15 años ya estaba lleno de responsabilidades, por lo que apenas tenía tiempo para sentirse un chico común.

-Es un lindo chico.- murmuró Mew recargándose en las barandillas que separaban el campo de carreras y el resto de la granja. -Un chico.- se recordó.

-Snow, calmate.- gritó Gulf alertando al chico de 18 años. -Snow.- el miedo era evidente en la voz del príncipe y Mew pudo ver como el menor jalaba las riendas del caballo para calmarlo.

El pálido no dudó ni un segundo en brincar la barandilla y correr hasta donde estaba el gran caballo blanco, parándose en dos patas, siendo jalado por el menor con notable miedo.

-Mew, ayúdame.- gritó el pequeño Kanawut con terror, llamando al chico que solía cuidarlo desde lejos cuando sus padres no estaban con él.

El nombrado no sabía bien que hacer, nunca había estado en una situación así, pero sabía que debía cuidar al chico que ya tenía lágrimas en los ojos.

-Gulf, brinca, yo te atraparé.- pidió Mew estirando sus brazos hacia el menor, olvidando hasta los formalismos debido al miedo de que algo le pasara al príncipe.

El chico de cabello negro no dudo en soltar las riendas de Snow y lanzarse hacia donde estaba el hijo mayor de la señora Suppasit.

Al lanzarse a los brazos del pálido, ambos cayeron a la tierra, Gulf sobre el cuerpo ajeno. Escucharon a Snow correr lejos de ellos y Mew aún así les dio la vuelta para cubrir con su cuerpo el del príncipe.

-¿Estás bien?.- preguntó Mew con verdadera preocupación.

-Creo que sí.- murmuró el menor con la respiración agitada.

-Disculpeme.- dijo el chico de cabello castaño poniéndose de pie y ayudando al príncipe a hacer lo mismo.

-¿Por qué te disculpas?.- cuestionó Gulf sacudiendo su ropa.

-Por haberle hablado de forma irrespetuosa.- explicó el pálido agachando la cabeza.

-No te disculpes, me salvaste de que sucediera algún accidente.- dijo Kanawut poniendo su mano en el hombro del mayor. -Gracias, Mew.-

-Es un honor, príncipe Gulf.- Mew hizo una reverencia mientras decía aquello.

A lo lejos, los reyes veían la escena de los dos chicos, estaban listos para correr hacia el lugar cuando notaron que Mew ya estaba actuando. Pham también veía con orgullo a su hijo, pues lo había visto adentrarse al área sin miedo a salir lastimado, con tal de salvar al príncipe.

-Mew es bueno cuidando a Gulf.- dijo Klan con un tono interesante.

-¿Qué quieres decir con eso?.- preguntó Mai a su esposo.

-Me gustaría que Mew sea el guardia oficial de Gulf.- explicó el rey. -Claro, si es que ellos aceptan.-

-Estoy segura de que Mew aceptaría encantado.- afirmó Pham. Sabía que su hijo siempre estaba cuidando al príncipe sin motivo aparente, por lo que estaba segura de que no habría problema con eso.

Gulf estiró su mano hacia el mayor y este la vio con algo de dudas, pues no sabía si se consideraba irrespetuoso tomar la mano del príncipe.

-¿Dejarás mi mano al aire?.- preguntó el moreno con una delicada sonrisa en los labios.

-No, yo lo siento.- respondió a la par que tomaba la mano del castaño. -Solo creí que sería algo irrespetuoso tomar su mano.-

-Muchas gracias por salvarme, Mew.- dijo el príncipe apretando de forma amistosa la mano del mayor.

-Lo haría de nuevo si fuera necesario.- murmuró el mayor bajando la cabeza. No sabía porque sentía que debía cuidar al menor, pero había tenido tanto miedo de que algo le sucediera, que él mismo había arriesgado su vida por salvarlo.

Gulf suspiró cuando escuchó esa última parte de la historia. En algún punto se había metido debajo de las cobijas y Mew estaba a su lado acariciando su cabello para ayudarlo a dormir.

-Y siempre eres tú quien me salva, Mew, muchas gracias.- dijo el menor regalándole una dulce sonrisa a su guardia.

-Siempre ha sido y será un honor cuidarlo.- afirmó el pálido. -Pero lo dejaré descansar, hoy fue un día agotador.-

-Nos vemos mañana, Mew.- se despidió el moreno.

-Descanse, príncipe Gulf.- fue lo último que dijo el mayor antes de salir rumbo a su propia habitación.

Dentro de su habitación Mew finalmente soltó el suspiro de puro pesar, dejándose caer en su cama. Los días solían ser pesados aún cuando sólo tenía que cuidar al príncipe, pero sin duda era difícil para él ver cómo Gulf cambiaba frente a todos y pretendía ser tan frío, cuando él sabía que por dentro era un chico sensible.

-Yo voy a protegerte, así sea lo último que haga.- se prometió Mew a sí mismo.

👑💞

El príncipe paseaba por el castillo sin rumbo fijo, tan solo relajando su mente pues sus padres se irían de viaje a Japón para cerrar tratados con otros reyes y el se quedaría a cargo del reino, lo que era aún gran peso para él.

-¿A qué hora se van mis padres?.- preguntó Gulf al hombre que lo seguía de cerca, como siempre.

-En media hora estarán en la entrada del castillo para despedirse del pueblo.- respondió Mew con formalidad.

-De acuerdo, vamos de una vez.- suspiro el menor acomodando su traje blanco.

-Hijo.- exclamó Mai con emoción, abriendo sus brazos para recibir a su pequeño. -Te voy a extrañar.-

-Yo también te extrañaré, madre.- afirmó el moreno abrazando con cariño a su progenitora.

-Cuídate mucho, hijo.- habló Klan uniéndose al cálido abrazo que compartía su pequeña familia.

A pesar del tipo de vida que llevaban, llena de responsabilidades y trabajo, siempre habían demostrado ser unidos y amorosos el uno con el otro.

-Mew, te dejo lo mas valioso que tengo, protégelo, por favor.- pidió el rey dirigiéndose al guardia de su único hijo.

-Lo protegeré con mi vida, su majestad.- afirmó Mew poniendo una de sus manos sobre su corazón a señal de promesa.

-Confiamos en ti, Mew.- dijo Mai al hombre de piel pálida. -Volveremos en una semana, querido.-

-Nos vemos en una semana, madre.- suspiró Gulf sin soltar el apretado abrazo en el que mantenía a Mai. -Suerte en su viaje, padre.- se dirigió a su progenitor y también lo abrazo.

-Nos vemos pronto.- fueron las últimas palabras del rey, antes de que él y su esposa salieran del castillo junto a algunos sirvientes.

El joven príncipe vio las puertas cerrarse y soltó un largo suspiro.

-¿Sucede algo, príncipe Gulf?.- se atrevió a preguntar Mew.

-Nada en realidad, Mew, solo que sé que serán unos días pesados sin mis padres.- explicó el príncipe dándose la vuelta para comenzar a caminar hacia su estudio, donde solía leer libros o los contratos que el reino de Tailandia tenía con otros países.

-Pero me tiene a mi para hacerle compañía.- afirmó el guardia siguiendo al príncipe hasta el estudio, viéndolo sentarse detrás de su escritorio y él quedándose junto a la puerta, resguardando su seguridad.

-Lo sé y agradezco mucho que estés a mi lado.- Gulf le regaló una sonrisa amable a su compañero y este sintió que su corazón daba un vuelco en su pecho.

No dijeron nada más, pues el menor se puso a trabajar en sus usuales actividades y Mew tan solo miraba atento todo lo que el príncipe hacía, como era su costumbre, aunque de vez en cuando se paseaba por el estudio y se detenía a ver el enorme jardín desde el ventanal.

Unas horas después la puerta del estudio fue tocada. Mew la abrió un poco y divisó a su madre con una amable sonrisa, como siempre.

-La cena está lista, querido, pregúntale al príncipe si bajara a cenar o comerá aquí en el estudio.- dijo Pham a lo que su hijo asintió.

-Príncipe Gulf.- lo llamó Suppasit con sutileza, pues no le gustaba molestarlo cuando este estaba trabajando. -¿Quieren saber si bajara a cenar o si prefiere cenar aquí?.- cuestionó una vez el menor volteó a verlo.

-Comeré aquí.- respondió el moreno. -Además pide que traigan tu comida también, quiero que compartas la cena conmigo.- agregó mientras devolvía su mirada hacia los documentos que tenía frente a él.

El guardia no pudo evitar sonreír, pues aunque Gulf siempre prefería comer solo o con sus padres, solía pedirle a Mew estar con él en esos momentos en los que necesitaba sentir algo de compañía.

-De acuerdo, príncipe.- dijo el mayor volviendo a abrir un poco la puerta para ver a su madre que seguía esperando por una respuesta. -Dice que quiere comer aquí y que por favor también traigan mi comida, quiere compañía hoy.- murmuró bajo.

-Entendido.- Pham sonrió y se fue para traer los alimentos de ambos chicos. La mujer incluso quería al príncipe como otro hijo, aunque su relación no fuera muy estrecha pues con poca gente Gulf entablaba conversación.

En poco tiempo ambos hombres estaban comiendo en la mesita que se encontraba en el estudio, no compartían muchas palabras, pues Mew no solía iniciar las conversaciones, siempre esperaba que el menor lo hiciera pues no quería interrumpir el rumbo descontrolado de su mente, más ahora que estaba a cargo del castillo.

-Mew.- lo llamó el moreno de pronto.

-¿Qué sucede, príncipe?.- preguntó el guardia.

-¿Tu crees que seré un buen rey algún día?.- cuestionó con cierto toque de tristeza.

-No tengo dudas de que será uno de los mejores, príncipe Gulf.- aseguró el pálido. -¿Pero a qué debo su pregunta?.-

-Es solo que no me siento listo, no creo ser ni la mitad de bueno que mi padre, además él tiene a mi madre a su lado para ayudarlo, yo no tengo a nadie junto a mi.- murmuró Gulf casi como si estuviera hablando para sí mismo.

-Me tiene a mi.- dijo Mew sintiendo un dolor en el pecho al escuchar las palabras del heredero Kanawut.

-Sabes a lo que me refiero.- aclaró el pelinegro jugando con la comida de su plato. -Tengo 28 años y aun no tengo una novia con la cual casarme para poder convertirme en rey.-

-Sabe que a sus padres no les importa si se casa o no.- recordó el mayor tratando de suprimir los feos sentimientos que le causaban esas conversaciones.

-Lo sé, pero seré una vergüenza para la dinastía Kanawut si no tengo una pareja con la cual reinar.- dijo Gulf. -Y no puedo hacer esto yo solo.- suspiró, recargando su cabeza en el hombro del mayor, como era su tierna costumbre.

-Mejor no piense en eso, tan solo disfrute el momento y seguro llegara alguien perfecto para usted.- comentó Mew intentando animar al príncipe, aunque odiaba la idea de ver al menor al lado de alguien que no amara, o que no lo amara como él amaba al dulce príncipe.

Ese dulce príncipe que solo él tenía la dicha de conocer en realidad y que todos tachaban de arisco, frío y hasta grosero, pero que en el fondo era un hombre amoroso que necesitaba cariño.

-Tienes razón, el amor llegará cuando tenga que llegar.- afirmó Kanawut soltando un largo suspiro para alejar sus penas.

No dijeron nada más, se concentraron en terminar sus comidas. Mew llevo los platos hacia la cocina, mientras el moreno se quedó viendo más documentos y leyendo algunos libros de utilidad para su futuro próximo como rey de Tailandia.

Cuando Suppasit estaba por entrar a la cocina, escuchó el estruendoso ruido de un objeto de cristal rompiéndose.

-¿Qué sucede?.- preguntó entrando rápido al lugar. Ahí se encontró a su madre con el teléfono de la casa en una mano y la otra al aire, pues había dejado caer el vaso que traía consigo.

-No puede ser.- masculló Pham tapando su boca, algunas lágrimas ya mojaban sus mejillas y eso asustó aún más al pálido. -De acuerdo, daremos el aviso.- dijo antes de terminar la llamada.

-Mamá, dime que sucede.- pidió Mew llegando hasta la mujer, la cual lo tomó en brazos y sollozó con profundo dolor,

-Hijo, los reyes han fallecido.- murmuró Pham entre hipidos.

-Eso no puede ser.- jadeó el castaño, sintiendo que su corazón se apretaba en su pecho.

-El barco en el que viajaban pasó por una tormenta y se hundió, no hay ni rastro de ellos.- explicó la mujer lo mejor que pudo, pues estaba destrozada con la noticia.

-No, no, mamá, eso no puede ser.- Mew negaba con la cabeza. -No le puede suceder esto a Gulf.- se quejó con impotencia, pues sabía cómo sufriría ahora el menor al haber perdido a sus padres.

-Tenemos que dar el anuncio oficial y sabes que el tiene que hacerlo.- informó Pham, dando a entender que era el único heredero de la dinastía Kanawut quien debía dar ese doloroso e importante anuncio.

-¿Cómo voy a decirle eso?.- preguntó el castaño alejándose de su madre, pasando la mano por el cabello con desesperación.

-Tienes que hacerlo, si no lo haces tú puede que no reaccione peor.- alegó la mujer, aunque sabía que era demasiada responsabilidad para su hijo darle esa noticia al príncipe.

-No hay forma de que reaccione bien a esa noticia, mamá, ¿entiendes eso?.- la voz de Mew elevó su tono, pues no tenía ni idea de como decirle a Gulf que ahora estaba obligado a convertirse en rey, pues sus padres habían muerto.

-Lo sé, Mew, pero tenemos que decirle.- Pham no pudo decir más, su hijo se fue de la cocina y caminó directamente hacia el estudio del príncipe.

-Te tomó mucho tiempo ir a dejar los platos.- se burló Gulf sin despegar la vista de sus papeles, pero al no recibir otra broma de regreso, como era usual, volteó a ver a su guardia. La expresión preocupada en el rostro del mayor no le dio buena espina. -¿Qué sucede, Mew?.- cuestionó.

-No se como decirle esto, príncipe Gulf.- dijo el guardia acercándose más hasta el escritorio donde estaba el menor.

-Me estás asustando, Mew.- confesó el moreno poniéndose de pie. -¿Qué sucedió?.- preguntó una vez más.

-Lo siento mucho, Gulf.- fue lo primero que dijo Mew y eso asustó aún más al príncipe, pues pocas veces le hablaba de esa forma, sin formalismos. -Tus padres fallecieron en su viaje a Japón, su barco se hundió y no hay señales de ellos.-

Un silencio sepulcral los rodeó. Mew no sabia que hacer pues Gulf se había quedado totalmente estático, viendo hacia un punto que el mayor desconocía.

-Gulf.- lo llamo de nuevo el pálido.

-No, no no.- con cada "no" la voz de Gulf iba incrementando su tono. -No.- gritó con todas sus fuerzas, golpeando el escritorio frente a él.

Las lágrimas no tardaron en mojar su rostro, la impotencia recorrió su ser y tiró los papeles que tenía en el escritorio. En menos de cinco minutos el moreno ya había tirado cuadros, libros y destrozado papeles sin importarle nada, todo mientras sollozaba con dolor. El castaño no se atrevió a detenerlo, pues sabía que de alguna forma tenía que sacar su dolor.

-¿Por qué?, ¿Por qué me pasa esto?.- preguntó parándose frente a su amigo y guardia, golpeando su pecho apenas con fuerza, pues ya había agotado sus energías en destrozar el estudio. -¿Por qué mi vida tiene que ser así?.- se quejó entre sollozos.

El mayor tan solo abrazó el tembloroso cuerpo del príncipe, acariciando su espalda y su cabello para calmarlo un poco. Le dolía tanto ver al pelinegro de esa forma, pues aunque siempre había intentado hacerlo feliz, esta vez la situación no estaba en sus manos.

-Lo siento tanto, Gulf.- murmuró con suavidad, soltando una que otra lágrima al seguir escuchando los sollozos del menor.

-Mew.- suspiró el príncipe antes de que su cuerpo perdiera las fuerzas, desmayándose en brazos de su guardia.

-Gulf.- exclamó preocupado el mayor. Usando su fuerza lo cargó y lo llevó hasta la habitación.

Con delicadeza lo recostó en la cama, tapando su cuerpo con las cobijas.

-No mereces esto, Gulf.- suspiró el castaño inclinándose a dejar un dulce beso en la frente del príncipe.

Estaba por irse para dejar al menor descansar, cuando una delicada mano tomó la suya, apenas con algo de fuerza.

-¿Qué sucede, Gulf?.- preguntó el guardia con genuina preocupación.

-Quédate a mi lado esta noche, por favor.- suplicó. -No quiero estar solo.-

-De acuerdo.- aceptó el mayor acomodándose junto al príncipe en la enorme cama.

Mew se encargó de acariciar el suave cabello del príncipe hasta que este se quedó totalmente dormido, aun llorando, incluso en sueños soltó bajos sollozos que partían el corazón del castaño.

Apenas si pudo pegar el ojo en toda la noche, pues al mínimo movimiento del menor, reaccionaba para ver si este estaba bien, aunque no eran más que las pesadillas que lo aquejaban después de la impactante noticia.

Al despertar, Gulf estaba solo en la cama, cosa que no le sorprendió, pero aun así sintió el enorme vacío de su corazón. Al voltear a ver su reloj encontró un florero con varios girasoles y una nota que tomó entre sus temblorosas manos.

-Nunca estarás solo, mi dulce príncipe.- se leía en el papel y no tenía que pensar mucho para saber de quién eran. Mew siempre tenía esos detalles con él y desde años atrás solía llamarlo dulce príncipe, cosa que le encantaba, aunque no entendía mucho el porqué.

Sabiendo que tenía que enfrentar su nueva realidad, dejó la nota junto a las flores y se dispuso a tomar una ducha caliente para calmar sus nervios al saber que lo tendría que hacer tan pronto saliera de su habitación.

-¿Está listo, príncipe Gulf?.- preguntó Mew desde afuera de la habitación.

-Pasa, Mew.- respondió el moreno terminando de acomodar su traje negro. -¿Me veo decente?.- preguntó, pues no quería lucir totalmente destruido ante los habitantes de Bangkok, el lugar del que ahora era rey,

-Se ve perfecto, príncipe Gulf.- respondió el guardia dándole su más sincera sonrisa al menor.

-Deja de hablarme de usted, en estos momentos te necesito como mi amigo.- dijo Gulf acercándose hasta el mayor para abrazarlo y sentir un poco de alivio.

-Lo que tú pidas, Gulf.- aceptó el pálido aunque no estaba seguro de si sería prudente que alguien escuchara la confianza con la que el simple guardia le hablaba al futuro rey. -No estás solo, dulce príncipe.- repitió Mew lo que decía la nota de las flores, abrazando con delicadeza la cintura del menor.

-Te tengo a ti a mi lado.- suspiró Gulf escondiendo su rostro en el cuello del mayor por un momento, respirando su masculino aroma para tranquilizarse un poco.

-En cada momento.- afirmó el guardia alejándose para que finalmente pudieran partir hacia el salón, donde televisarían la gran noticia de que los reyes habían fallecido y que tristemente Gulf era quien debía hacer el anuncio.

En el salón ya había varios reporteros y algunas personas de la ciudad que habían sido admitidas dentro para dar el triste anuncio. Gulf se paró justo frente a los micrófonos que ya había acomodados y detrás de él estaba Mew, alerta por si cualquier cosa sucedía con el, ahora rey.

-Buenos días, Tailandia.- saludó con formalidad. -El día de hoy quiero compartir con ustedes el trágico fallecimiento de mis padres, el rey y la reina Kanawut.- anunció tratando de controlar las lágrimas.

Los jadeos de sorpresa y los murmullos no se hicieron esperar. Algunas personas incluso comenzaron a llorar por la noticia.

-Sufrieron un accidente en su viaje a Japón y desgraciadamente no hay rastro de ellos.- agregó Gulf. -Y tal como dicta la ley, ahora yo, Gulf Kanawut ascenderé al trono como el nuevo rey Kanawut.-

-Disculpe su majestad.- habló uno de los reporteros. -¿Ascenderá al trono sin una pareja?.- preguntó con curiosidad.

-Con todo respeto eso es algo irrelevante en estos momentos, yo subiré al trono y después me cuestionare esa situación.- respondió con cortesía el joven rey.

-Viva el rey Gulf.- gritó alguno de los ciudadanos y todos le siguieron. -Larga vida al rey Gulf.-

A coro se escuchaban los gritos en apoyo al moreno chico que aparentaba estar calmado, pero que por dentro quería gritar y llorar. Mew podía ver cómo el menor escondía sus manos detrás de su espalda y las apretaba con fuerza para contener todos los sentimientos que estaba reteniendo.

-Prometo que ayudaré a Tailandia y a todos sus habitantes tal y como mis padres lo hicieron por tantos años.- prometió el rey levantando su mano. -Gracias por su confianza.- agregó haciendo una corta reverencia.

-Viva el rey Gulf.- gritaron todos a coro antes de que el nombrado saliera del salón, refugiándose en su habitación, donde se lanzó a la cama a llorar.

-¿Cómo se encuentra, mi rey?.- preguntó Mew acercándose a la cama para acariciar el cabello del pelinegro.

-Triste, siento que me arrancaron una parte de mi corazón.- sollozó el menor. -Duele mucho, Mew.- confesó sin importarle lo vulnerable que se veía frente al mayor.

-Ven aquí, mi dulce príncipe.- el pálido se sentó contra la cabecera y abrió sus brazos para recibir al menor, quien no dudó en acomodarse a su costado y abrazar su cintura, recargando su cabeza en el amplio pecho de su guardia.

-Ahora soy tu rey.- le recordó entre sus dolorosas lágrimas.

-Siempre serás mi dulce príncipe y yo tu caballero de resplandeciente armadura.- dijo Mew queriendo animar un poco al menor.

-Tonto.- se quejó Gulf, pero no dijo ni hizo nada mas, tan solo disfruto la calidez que le brindaba el cuerpo ajeno contra el suyo.

👑💞

Los días pasaban muy lento para Gulf. Cada mañana despertaba con el mismo dolor insoportable en su pecho, aunque también con un girasol en su mesita de noche, siempre con una nota escrita a mano.

Cosas como "no estas solo", "siempre me tendrás a tu lado", "eres el rey más dulce" eran unas de las tantas frases que Mew había dejado.

-¿Quien podrá ser el que deja esto en mi habitación?.- preguntó el menor un día que despertó de mejor humor.

-No lo sé, mi rey.- respondió Mew como siempre, haciéndose el que no sabía.

-Pues si descubres quien es, dile que gracias por los girasoles y las hermosas notas, hacen mi día un poco menos triste.- afirmó acomodando las flores en el enorme florero, donde apenas si cabían ya.

-Yo pasaré su mensaje al que esté dejando esas cosas en su habitación.- afirmó el guardia con una ligera sonrisa que contagió al joven rey.

-Bajare a desayunar.- comentó de pronto, sorprendiendo a su guardia, pues llevaba varios días sin salir de su habitación debido a la tristeza que sentía. -Pero quiero que tu me acompañes.-

-Siempre a tu lado, mi dulce príncipe.- dijo con seguridad el pálido.

Al entrar al gran salón donde se encontraba el comedor, Gulf se detuvo de pronto al ver ahí a una persona que no esperaba y no quería ver en esos momentos.

-Rey Gulf.- exclamó la chica acercándose rápidamente hacia el nombrado.

-Señorita Hong.- advirtió Mew al ver que la mencionada estaba por abrazar al rey.

-¿Qué hace aquí, señorita Hong?.- cuestionó Kanawut con simpleza.

-Quería darle mis condolencias personalmente.- respondió la linda chica, siguiendo al rey hasta que este se sentó y ella tomó el lugar a su lado, donde debía ir la reina, que no había en esos momentos. -Lamento tanto su pérdida.-

-Gracias, señorita Hong.- murmuró el moreno sin ánimos.

-Y ya que estoy aquí quería comentarle que mi padre dice que es el momento perfecto para que hablemos de los planes de boda.- comentó Hong con evidente emoción.

Tanto Gulf cómo Mew voltearon a ver a la chica como si acabaran de ver a un fantasma por el comentario que había hecho tan repentinamente.

-¿Disculpa?.- cuestionó el rey esperando haber escuchado mal.

-Si, mi padre dice que necesita tener una buena mujer a su lado para reinar y que yo sería perfecta para usted.- repitió la chica con un tono que denotaba que era obvio lo que acababa de decir.

-Señorita Hong, creo que he sido bastante claro con usted desde la primera vez que se acercó a mí.- comenzó a explicar Gulf. -No tengo interés en entablar una relación con usted, además, puede reinar Tailandia solo, no hay necesidad de que me casé para ser un buen rey.- agregó con firmeza, demostrando un poco lo molesto que lo ponía esa situación.

-Pero, su majestad, nosotros haríamos una gran pareja.- afirmó Hong haciendo casi un puchero triste al ver cómo estaba siendo rechazada.

-No, Hong, basta.- gruñó el rey poniéndose de pie de forma abrupta, golpeando sus manos contra la mesa. -Entiende que no quiero nada contigo y que no te necesito para ser rey.-

-Es usted muy grosero.- la chica soltó un bajo sollozo antes de salir corriendo del castillo.

-Maldita sea.- se quejó Kanawut dejándose caer en la silla donde antes estaba sentado. -Esa chica hará mi vida imposible ahora.-

-¿Que cree que haga?.- cuestionó Mew con curiosidad.

-Hablar con los medios sobre mi, decir lo que todos dicen, que soy un grosero, frío y arisco.- explicó el menor masajeando su sien debido al dolor de cabeza que comenzaba a darle.

-Pero yo sé que eres un dulce príncipe.- comentó el guardia para animarlo.

-Solo tu piensas eso, Mew.- dijo poniéndose de pie para volver a su habitación, pues hasta el apetito había perdido.

El pálido dejó al rey irse solo, pues sentía que a veces pasaba demasiado tiempo con él y no lo dejaba sacar su tristeza por completo. Sin más que hacer fue a la cocina, donde estaba su madre.

-¿Cómo estás, hijo?.- preguntó Pham sin dejar de cocinar.

-Preocupado por Gulf.- respondió con sinceridad.

-Todos estamos preocupados por él.- afirmó la mujer mayor.

-Mamá, acaban de llamar de la policía.- anunció Joom entrando a toda prisa a la cocina.

-¿Qué sucede, Joom?.- preguntó el pálido a su hermana.

-Dicen que tienen grabado el último mensaje de la reina que llegó a tierra.- explicó la chica.

-¿Te dijeron qué decía?.- preguntó Pham con curiosidad.

-Era para el príncipe Gulf, bueno el rey Gulf.- dijo Joom corrigiéndose a sí misma.

-¿Que decía, Joom?.- preguntó Mew desesperado por saber qué mensaje había dejado Mai para su hijo.

-Decía que lo amaba y que buscara en su habitación un libro dorado, que ahí encontraría todo lo que necesitaba para ser feliz sin ellos.- dijo finalmente la chica.

-Tengo que decirle a Gulf.- Suppasit se puso de pie y a paso apresurado llegó a la habitación del moreno, tocó la puerta y recibió un "pase" como respuesta.

-¿Qué sucede, Mew?.- preguntó al ver que este no decía nada.

-Tu madre dejó un mensaje para ti.- soltó sin pensarlo un segundo.

-¿De qué hablas?.- cuestionó el moreno muy confundido, dejando de acomodar los libros de su estantería.

-Ella dejó un mensaje diciéndote que te amaba y que en su cuarto hay un libro dorado que te ayudará a ser feliz después de haberlos perdido.- repitió Mew lo que su hermana había dicho.

El rey no dudó ni un segundo en salir corriendo hacia el cuarto que no había querido pisar desde que supo la terrible noticia. El guardia fue detrás de él, preocupado por su seguridad, pero al llegar encontró al pelinegro sentado en la cama, con el misterioso libro dorado en sus manos.

-Estaré afuera por si me necesitas.- fue lo único que dijo antes de salir del cuarto, cerrando la puerta para darle privacidad al menor.

Gulf abrió el libro con sus manos temblorosas y empezó a leer las palabras que había escrito su madre para él.

"Mi querido hijo, te amo.

Si estás leyendo esto significa que ni tu padre ni yo estamos más contigo. Lamento haberte dejado, mi bello girasol.

Pero se que eres fuerte y que tienes a alguien a tu lado que te va a proteger de todo mal.

En este libro encontrarás mis mejores consejos para ti, mi niño.

Pero hay uno especial que quiero que tengas siempre presente.

No cierres tu corazón a aquel que te ama con el alma.

Puede que no lo sepas aún, pero sé que hay algo especial entre él y tú. Sé que él es tu amigo, tu confidente y algo mas que ni tu entiendes aun, pero puedo decirte que el te ama y seguro tu también lo amas.

Abre tu corazón para él.

Tu padre y yo sabemos que no hay nadie mejor para reinar Tailandia que tú y él.

No pienses en los prejuicios o lo que dirán los medios.

Sabemos que serás el mejor rey de Tailandia, con él a tu lado.

Tal como ha sido desde hace años.

Sean felices, Gulf. Se que él es tu persona especial".

Las lágrimas mojaban el rostro del rey. Su corazón latía con fuerza en su pecho y sentía tantas emociones combinadas dentro de él que era incluso confuso.

Las piezas de su rompecabezas comenzaron a calzar a la perfección. Nunca se había detenido a pensar en lo que sentía por Mew, pues no sabía lo que era el amor, menos sabía que podía sentirlo por otro hombre.

De lo que estaba seguro era de que con nadie se sentía tan tranquilo como con su guardia. Solo junto a él se permitía ser realmente el, reír, llorar y hacer bromas.

No sentía interés en nadie más porque tenía a Mew en su vida y no necesitaba nada más que eso, tener a Mew a su lado, cuidándolo y animándolo.

Con una llama de esperanza en su pecho Gulf limpió sus lágrimas y apretó el libro dorado contra su pecho antes de salir de la habitación.

-¿Estás bien?.- preguntó Mew al ver los ojos rojos del rey.

-Estoy feliz.- respondió Kanawut con una sonrisa tímida.

Sin decir nada más extendió su mano hacia quien había sido su amigo por tantos años y este la tomó con dudas, pues nunca antes habían tenido ese tipo de contacto, aunque fuera amistoso, fuera de la habitación del rey.

-¿Sabes lo que estás haciendo?.- preguntó Suppasit dejándose guiar de regreso a la habitación del menor.

-¿Te gusto, Mew?.- cuestionó el moreno una vez cerró la puerta y estaban totalmente solos.

La pregunta tomó por sorpresa al nombrado. Su corazón se detuvo un segundo y pensó en todos los horribles escenarios que podían ocurrir si finalmente aceptaba aquel hecho, pues había pasado bastante tiempo negando sus sentimientos para no salir herido.

-Responde, Mew.- pidió Gulf dejando el libro en la mesita cercana, tomando entre sus manos el rostro ajeno. -¿Me quieres?.- preguntó esta vez.

-Te amo con todo mi corazón.- confesó Mew en un suspiro tembloroso, lleno de miedo por lo que el rey pudiera decirle.

Una sonrisa llena de dicha fue puesta en los gruesos labios del pelinegro y antes de que el guardia pudiera preguntar algo, esa suave boca estaba sobre la suya.

Con una inexperiencia tan tierna, Gulf estaba besando a Mew. El pálido se sintió derretir ante el golpe de calidez que sintió su corazón, incluso se atrevió a apenas acariciar la cintura ajena, con miedo a romper el momento.

-Gulf.- murmuró cuando el sonrojado chico se alejó unos centímetros de su rostro.

-No lo entendí en un principio, pero también te amo.- explicó sin dejar de ver los hermosos ojos cafés que estaban algo llorosos. -No sólo eres mi guardia, mi amigo y mi confidente, eres mi persona especial, Mew y no quiero a nadie más a mi lado en el trono, si no es a ti.- afirmó limpiando con delicadeza cada lágrima que soltaba el mayor.

-¿Estás seguro de lo que dices?.- preguntó Suppasit. Aún estaba demasiado sorprendido por el beso y ahora saber qué Gulf quería que reinará junto a él, era demasiado para él.

-Estoy seguro de que tu eres quien me hace feliz y a quien quiero a mi lado por el resto de mi vida.- afirmó el más joven con una sonrisa. -Se que es repentino, pero no entendía lo que era el amor, no sabía que lo feliz que me hacía recibir tus flores y tus cartas era debido a que te amo, tal vez te he amado por varios años ya y no lo sabía.-

-Te amo, te amo tanto.- fue lo único que Mew pudo decir antes de que sus labios se buscarán.

Esta vez los dos reaccionaron a la caricia dulce e íntima. Sus labios se amoldaron a la perfección y sus corazones latieron a un mismo ritmo.

-¿Me amas desde hace mucho?.- preguntó el rey, rompiendo repentinamente el beso.

-Ha pasado tanto tiempo desde el día que me di cuenta de que te amaba, éramos adolescentes en ese entonces.- comenzó a contar el castaño, pasando con delicadeza sus manos por el rostro sonrojado frente a él. -El día del accidente con Snow descubrí que te amaba, porque temí tanto que algo te pasara y no dude en arriesgar mi vida por ti, no fue un acto de lealtad a la realeza, fue el cariño que te tenia en ese momento y que ahora no es más que amor.-

-Te amo, mi caballero de resplandeciente armadura.- dijo el menor demasiado feliz, con una enorme sonrisa que no podía ni quería ocultar.

-Te amo, mi dulce príncipe.- murmuró el mayor antes de volver a besar los gruesos labios que quería besar toda su vida.

👑💞

Nunca intentaron ocultar su "repentino" acercamiento. Salían a pasear tomados de la mano, comían juntos y sus risas siempre se escuchaban por todo el castillo.

Los empleados no decían nada pues todos estaban más tranquilos al ver que el rey Gulf ya estaba de mejor humor, que junto a Mew se permitía ser feliz.

-¿Cuándo crees que nos digan que están juntos?.- preguntó Joom a su madre mientras comían, viendo por la ventana a Gulf y Mew sentados en el césped, con sus manos juntas.

-Lo harán cuando estén listos, Joom.- respondió la mujer mayor con una sonrisa feliz en los labios. Ella sabía desde hace tiempo del amor que su hijo sentía por el príncipe y estaba contenta al ver que los sentimientos de su pequeño eran totalmente correspondidos. -Ellos estaban destinados a estar juntos.-

-Se complementan bien.- afirmó la menor con alegría.

Todos estaban asombrados con el cambio repentino del rey Gulf, pero a nadie le molestaba ahora verlo tan risueño. Gracias a Mew estaban viendo el lado dulce del rey de Tailandia.

-Mew.- lo llamó el moreno, recargando su cabeza en el hombro ajeno, como le gustaba hacer, pues le daba un sentimiento de cercanía con el mayor.

-¿Qué sucede, mi dulce príncipe?.- preguntó el pálido acariciando la mano que tenía entrelazada con la suya.

-Quiero que anunciemos que estamos juntos, como una pareja.- murmuró nervioso.

-Aún no.- dijo Mew con tanta seriedad que el moreno se asustó. Rápidamente se enderezó para poder ver al mayor a los ojos.

-¿No quieres?.- cuestionó Gulf haciendo un puchero triste, incluso sintiendo sus ojos picar. -Se que apenas han pasado dos semanas desde que te dije que te amo, pero yo enserio no tengo dudas de lo que siento por ti, yo quiero...- no pudo terminar de hablar porque los labios del castaño se lo impidieron, dándole un dulce y lento beso.

-Te amo, mi dulce príncipe.- murmuró Suppasit sobre los gruesos labios ajenos que volvió a besar con amor.

-¿Entonces porque no quieres que anunciemos nuestra relación?.- preguntó el pelinegro intentando no soltar las lágrimas que seguían poniendo su vista algo borrosa.

-Hay algo que quiero hacer antes de que lo anunciemos a todo el país.- explicó finalmente el mayor, llevando su mano libre hacia la sonrojada mejilla ajena, acariciándola con cariño.

-¿Qué quieres hacer?.- Kanawut estaba confundido aún, pero después de los besos se había tranquilizado un poco.

-Quería esperar un poco para que no te pareciera muy apresurado.- comenzó a decir Mew, poniéndose de pie, extendiendo una mano hacia el menor para ayudarlo a ponerse de pie también. -Pero supongo que no importa , tu me amas y yo te amo a ti, eso es lo más importante.- siguió diciendo, comenzando a caminar, guiando al menor.

-¿A dónde me llevas?.- preguntó el pelinegro con curiosidad al ver que iban por caminos que ni él conocía que había en el castillo en el que llevaba viviendo 28 años.

-Tranquilo, Gulf, se que te gustara lo que te mostrare.- afirmó el mayor sin detenerse.

Pasaban por angostos pasillos, por algunas partes que ni siquiera estaban terminadas de construir. Mew siempre procuraba cuidar que el menor no cayera o se lastimara, pues lo que menos quería era dañar al hombre que amaba.

-Gulf, necesito que cierres los ojos y confíes en mí.- pidió el pálido deteniéndose justo antes de pasar por un pasillo algo oscuro.

-Confío en ti.- afirmó el moreno cerrando los ojos de inmediato.

Al mayor le conmovió ver cómo el menor confiaba tan ciegamente en él y sin poder resistirlo se acercó a besar los suaves labios a los que se hizo adicto desde el primer segundo que los tuvo sobre los suyos.

-Vamos, mi dulce príncipe.- compartieron un último beso antes de que Mew jalara de forma delicada a Gulf para poder pasar por el pasillo que dababa la sorpresa.

El pálido situó a Kanawut en el lugar perfecto y se colocó detrás de él, abrazándolo por la cintura, sintiendo el pequeño cuerpo temblar entre sus brazos, pues aún era nuevo para ellos tener ese tipo de acercamientos.

-Abre los ojos.- pidió Suppasit finalmente.

Gulf abrió los ojos lentamente. Los rayos del sol al atardecer pintaban el cielo de colores naranjas y rosados, pero lo que más le sorprendió fue ver un campo de girasoles, tal vez no muy grande, pero sin duda muy hermoso.

-Oh Mew, esto es precioso.- exclamó el menor con emoción.

-Tal vez yo no lo cree para ti, pero lo he cuidado desde el primer día que llegué aquí y de este lugar ha salido cada flor que te llevo.- comenzó a explicar el mayor, acomodando su rostro en el hombro ajeno, viendo de reojo la mirada brillante de Gulf. -Este es mi lugar favorito y quería que fuera aquí donde te hiciera la pregunta más importante de mi vida.-

El rey estaba sin palabras, nunca había visto aquel lugar y saber que Mew lo cuidaba para seguir llevándole flores lo conmovió. Mew se alejó un poco para poder pararse frente al hombre que amaba, tomando con delicadeza sus manos.

-Gulf Kanawut, mi dulce príncipe.- comenzó a decir el mayor, sintiendo que su corazón se aceleraba debido a los nervios. -Desde el día en que te vi sentí que debía protegerte y prometo seguirlo haciendo hasta el final de mis días, quiero pasar cada segundo contigo, quiero estar contigo en los momentos tristes y en los felices, quiero ser tu apoyo y amarte hasta mi último aliento, por eso quiero preguntarte ¿te casarías conmigo?.-

El moreno vio con lágrimas en los ojos como el hombre que amaba se arrodillaba frente a él y de su saco tomaba una argolla plateada.

-Mew.- jadeó Gulf demasiado asombrado por la hermosa propuesta.

-Se mi dulce príncipe, Gulf.- pidió Mew tomando la mano ajena, listo para colocarle la sortija. -Se mi esposo.-

-Acepto, acepto casarme contigo, Mew.- dijo Kanawut sonriendo.

La pequeña banda de plata fue colocada con delicadeza y después de dejar un beso en el dorso de su mano, Mew se puso de pie, recibiendo un fuerte abrazo y unos amorosos labios sobre los suyos. Con felicidad el pálido dio vueltas, cargando el pequeño cuerpo de su prometido.

-Te amo, te amo, te amo.- repitió Suppasit llenando de besos la cara del menor.

-Te amo, mi caballero de resplandeciente armadura.- dijo Gulf con una tierna sonrisa en los labios.

-Mi dulce príncipe.- dijo Mew con un suspiro de total felicidad.

Sus labios volvieron a buscarse, besándose con todo el amor que en esos momentos hacía que sus corazones latieran más rápido. Ellos estaban destinados a estar juntos, ahora lo sabían, sus caminos se habían unido para no volver a separarse.

👑💞

Los gritos emocionados de los ciudadanos de Tailandia hicieron eco en el salón mientras todos veían a los recién casados darse un tierno beso que sellaba su matrimonio.

Los nuevos reyes de Tailandia portaban un traje blanco y una corona dorada en sus cabezas, además de unos lindos anillos a juego, que demostraban su unión de forma legal. A tan solo una semana de aquella hermosa propuesta en el campo de girasoles, habían decidido celebrar su boda, pues no tenían motivos para retrasar más aquel paso que los dos deseaban dar.

-Larga vida a los reyes de Tailandia.- gritaron todos los presentes en aquella ceremonia.

Mew y Gulf sonrieron e hicieron una corta reverencia a modo de agradecimiento por el buen recibimiento a su repentina relación. Pues aunque los dos habían tenido miedo de las reacciones que pudiera ocasionar que el rey se casara con otro hombre, que además era bien conocido por haber sido su guardia, grande fue la sorpresa que se llevaron al no obtener ninguna oposición, además de muchos buenos deseos para su relación.

-¿Este es su felices para siempre?.- preguntó Joom a su madre, mientras veían a la feliz pareja irse tomados de la manos.

-No, querida, este es solo su feliz comienzo.- respondió Pham con una sonrisa.

Los recién casados llegaron a su nueva habitación. Una mas grande y decorada a gusto de ambos, donde ahora podrían dormir cada noche y despertar cada día juntos.

-Te amo, mi rey.- murmuró Gulf sobre los labios de su pareja, demasiado feliz al saber que su vida estaba unida a la de ese hombre.

-Te amo, mi dulce príncipe.- dijo Mew con una sonrisa burlona.

-Soy tu rey.- se quejó el menor haciendo un puchero que mayor no dudó en besar.

-Para mí siempre serás mi dulce príncipe.- afirmó el pálido antes de acercar más el cuerpo de su esposo y besarlo con todo el amor de su corazón.

Ese beso selló el amor que se tenían y el inicio de una nueva etapa en sus vidas. Una vida juntos, amándose y haciendo lo mejor por el pueblo de Tailandia.

Porque el dulce príncipe finalmente podría ser feliz con su caballero de resplandeciente armadura, ese hombre que sabía que se encargaría de hacerlo feliz por el resto de su vida.

   

   

   

👑💞👑💞👑💞👑💞👑💞👑💞

Hola, mis girasoles🌻🌻🌻

Despues de lo que se sintio como una eternidad, escribí este enorme y dulce capitulo.

Se que no es lo mejor que he escrito, ni un regreso espectacular, pero tengo que confesar que después del tiempo que tengo sin escribir, esto se sintió como empezar desde cero.

Este capítulo es como si apenas comenzará a escribir y es curioso ese sentimiento.

Aun así estoy orgullosa de haber podido hacer más de 10,000 palabras para esta dulce historias que creo mi mente de pronto.

Comentenme que les pareció y si tienen alguna sugerencia.

También pueden pedir alguna 2da parte si quieren. Dejen sus sugerencias de las historias que quisieran 2da parte y veré cual puedo hacer.

Sus votos y comentarios siempre son bienvenidos aquí.

Los amo mucho y espero pronto volver a subir a este hermoso espacio de One-Shots que significa el mundo entero para mi. 💙💙💙💙

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