Tormenta

De un momento a otro ya no se pudo parar más, tan repentinamente fue que no fue capaz de sentir dolor. Sus piernas no respondían más, no era capaz de manipularlas; tendida en el suelo confundida, en shock.

¡¿Cómo es que era incapaz de levantarse?!

Después fue sintiendo un frío abrumador. De repente todo quedó en silencio y le pareció como si el tiempo se hubiera detenido. Todo el teatro quedó en silencio, vió el cómo varias expectantes se cubrieron la boca preocupados.

Quería gritar, pero de su boca no salió nada. Quería golpear el suelo, pero sus músculos no respondían. Y en un parpadeó, y en un suspiro todo su mundo se había derrumbado, la dinastía en la que se había coronado había caído, se derrumbó piedra a piedra.

Los reflectores en su rostro la cegaban, solo el murmullo del público al que había fallado le informaba de su presencia. De pronto, su corazón se aceleró tanto, volvía de su trance de manera alarmante, taquicardia presentó en el momento en que el pánico la tomó en brazos.

El miedo volvió, había fallado. Los silbidos y gritos del público la inquietaba, quería desaparecer del lugar, pero no era capaz. Las miradas del público la juzgaban mientras ella estaba entrando en un ataque de histeria.

— Ayuda, que alguien me ayude, por favor — murmuró temblando, sus pupilas danzaban por el terror que la estaba atormentando — Alguien...

Tan acelerado su pulso estaba que le dolía la cabeza, temblaba tanto, que no tardó en que su cuerpo colapsara completamente, cayendo al suelo inconciente, el choque había sido tan difícil de asimilar que simplemente se desconectó.

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Para cuándo despertó ya había transcurrido al menos tres días desde aquel colapso. Para ese entonces la vida en sus orbes de un turquesa magistral había desaparecido, la tormenta se acercaba, una tempestad a la que no se le veía el fin. Oscurecidos por la tormenta que en sus ojos se formó, lloro desconsoladamente en soledad en su despertar.

— Al fin despiertas.

Trato de limpiar de la lluvia que por sus ojos escurría, viendo entre neblina a la figura de hombre que se acercaba a ella hasta sentarse a un borde de la cama. La difusa figura fue tomando forma, el negro cabello desordenado, su blanca piel resplandeciente, y sus cansados ojos grises acompañados de sus características ojeras.

— La prensa espera entrevistarte — le informó haciendo un ademán con la mano.

Entonces ella rápidamente comprendió que había gente fuera del pequeño cuarto de hospital esperando entrevistarla. Suspiró, quería continuar llorando, pero no delante de ese hombre, no delante de prensa. Nuevamente estaba al filo de la devastación, volvía a continuar con el fingir fortaleza cuando por dentro se hacía trizas. Su vida así era, con mentiras para mantener al su público alegre.

— Levi... ¿Por qué? — las nubes en sus ojos amenazaban con derramar un diluvio. Uno que el azabache lo notó, pero trató ignorarlo.

— La gente pregunta sobre tu estado de salud — respondió a sabiendas que ella no preguntaba por ello.

— ¡Deja de fingir! Bien sabes que no me refiero a eso... Sólo es un cuestionamiento de por qué a mí.

— Eren no te amaba, si lo hubiera hecho jamás te hubiera dejado atrás... Igual que Jean, deberías agradecer que mostró su verdadera cara antes de llegar al matrimonio — contestó sin preocuparse por ser directo, y ella se estremeció — Y Erwin, no era lo suficientemente fuerte como para permanecer a tu lado, por eso ahora está tres metros bajo tierra.

— ¡Cállate! — gritó herida, apretando los puños llena de cólera — ¡¿Acaso no eres consciente de tus palabras?!

Sí, ella había contraído matrimonio dos veces, siendo abandonada a su suerte en su primera unión tras la primera vez que enfermó, y su segunda unión no fue ni siquiera los seis meses, pues enviudó rápidamente. Y ahora, siendo la mejor bailarina de ballet en el país, y posiblemente entre las cinco mejores al rededor del mundo, se hundía en un mar de depresión, por sus tan famosos fracasos amorosos, de los cuales en cada entrevista era víctima de preguntas.

— ¿Jamás serás compasivo conmigo? — arrojó aquella pregunta.

— Diré que pueden pasar — esquivó aquella pregunta a la que la mujer esperaba con impaciencia su respuesta.

Entonces ya no hizo nada por continuar con aquella conversación que él no interesaba tener. Lo sabía bien, Levi seguía dolido aunque nunca lo admitiría; lo conocía ya hacía tanto que yo no se molestaba por entenderlo, solo en no dejarlo atrás, con eso era suficiente.

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— Levi... — lo llamó casi llorando.

Y otra vez su mundo caía a pedazos. Si en un pasado había algo a lo que podía sostenerse, a algo a que aferrarse ahora ya no lo estaba. No quedaba nada, había perdido las bases en las que se sostenía, no tenía ya por qué vivir.

— ¿Por qué no me lo dijiste antes? — se arrastró hasta él después de haber caído de la silla de ruedas, jaló de sus piernas, enterrando las uñas en la palidez del azabache, la tormenta dentro de sí tomaba fuerzas — ¡¿Por qué me has mentido?! ¡¿Acaso no somos amigos?!

— No mezcles las cosas — pidió él tratando de no caer en la tormentosa mirada que tenía, claro que él también le dolía.

— ¿Por qué me has ocultado él que jamás volveré a pisar el escenario? ¡Dímelo! ¡Contéstame!

La famosa bailarina de ballet rusa había perdido el don de la danza. Su pasión, lo que le mantenía viva, lo que la mantenía soñadora se lo había arrebatado aquella lesión en una noche de invierno.

— ¡Por la misma razón que te oculte la difusión de tu marido! — gritó cayendo al suelo junto a ella, uniéndose a esa tempestad sin final.

Así era, aquella noche estaba animada por su importante presentación que tendría, ofrecida a distintas figuras importantes al rededor del mundo. Eran tiempos difíciles, y ella era consciente de ello, pero su deseo era el transmitir paz a través de su delicada y elegante danza ofrecida en tiempos de guerra; pero entonces, cuando se preparaba, una mujer entró a su camerino llorando a mares, dándole el pésame por la muerte de Erwin Smith, su esposa y comandante que se había ido a la guerra hacia unos cuatro meses, una muerte de la que ella no había sido avisada. Nuevamente Levi, volvía a ocultarle información, ocasionando su colapso en media presentación.

— Sólo buscaba protegerte — dijo arrodillado ocultando sus rostro de la rusa.

— ¿De qué? Si tú has sido el causante de mis desgracias — culpó abrazándose, dolía, todo en su vida era una porquería — Ya he perdido todo.

Su primer amor, su segundo marido, su pasión por la danza, todo lo que realmente importaba se le fue robado. Ya no quedaba nada por qué luchar, ya ni sentimientos quedaban. Solo vacío.

— Lo hice por no perderte a ti — habló alzando la mirada al techo, la lluvia lo empezaba a cubrir — Luché por ti, perdiendo uno y mil veces contra ellos, hiciera lo que hiciera jamás te ví mirar a tu lado, en donde siempre estuve para protegerte. Sólo deseé el ser dueño de tu amor tan siquiera una vez.

Y ella quedó sin palabras, aquel hombre que siempre a su lado se mantuvo había estado enamorado de ella sin que supiese. Cómo pudo, se arrastró hasta él, para abrazarlo atreviéndose por primer vez. Y así ambos rotos, hechos trizas, sin esperanzas, decidieron empaparse en la lluvia mutua de los que fueron responsables.

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