Zelena

*•.───── ❣ ─────.•*

Regina tenía que hacer algo con esta situación.

Zelena estaba despierta hasta altas horas de la noche cuidando a Robin, y se negaba rotundamente a recibir ayuda bajo el pretexto de que "nadie puede cuidar a su hija mejor que su propia madre".

Lo cual era cierto, pero aun así necesitaba ayuda.

— Vamos, despierta. —insistió, sacudiendo a la su hermana, que tenía la cara recostada sobre la mesa.

— ¿Mmm...? ¿Robin despertó?—balbuceó abriendo los ojos.

— Ella está profundamente dormida, y tú deberías estar descansando en tu propia cama también.

— Sí, yo... ¿Profundamente? ¿Te fijaste si está durmiendo bien? ¡No puede ser, Regina!—Zelena se levantó rápidamente y corrió hacia la cuna para revisar a su hija.

Suspiró aliviada al ver que, efectivamente, la bebé dormía tranquila. Al voltear, se encontró con Regina en la puerta con brazos cruzados y una ceja arqueada.

— Me acabo de levantar, no empieces con tus sermones.

— No tendría que darte sermones ni mucho menos regañarte como si fueras una niña pequeña si me hicieras caso por lo menos una vez.

— ¿Ves? Ya empezaste. Mejor salgamos de aquí antes de que despiertes a Robin. —murmuró, saliendo de la habitación con Regina detrás siguiéndola.

— Es todo, Zelena. Yo no tengo tiempo para ayudarte, y tú te niegas a recibir ayuda de cualquiera. Como resultado, te trasnochas y desvives cuidando a la bebé.

— ¿Y qué propones que haga, Regina? ¿Que no cuide a mi hija? ¿Eso es lo que quieres?—replicó, a la defensiva.

— Escucha, sé bien lo que es no querer recibir ayuda, especialmente con un hijo. Cuando tuve a Henry y no sabía cómo cuidarlo, llegué a pensar que el problema era él.

— Por milésima vez, Regina, no soy tú. Y estoy perfectamente bien por mi cuenta.

— No, no lo estás, Zelena. —Regina soltó un suspiro. — Mira, no es el fin del mundo aceptar ayuda de alguien más que-

— ¿De alguien que sepa lo que hace? ¿Eso ibas a decir?

— ¿Por qué reaccionas tan a la defensiva?

— ¡Porque esto es lo único que tengo! ¿¡Eso querías escuchar!?—La voz de Zelena tembló un instante antes de suavizarse. — Cuidar de lo más preciado en mi vida es lo único que puedo hacer sin tener que ser cruel o hacer algo malo, y aunque sea difícil, lo haré yo sola...

— Zelena...

El llanto de la bebé interrumpió la discusión entre las hermanas.

— Y si me disculpas, tengo que cuidar a mi hija.

Regina la vio regresar a la habitación, sacudiendo la cabeza con un suspiro.

— ¿Por qué la terquedad tiene que ser de familia?—murmuró, exasperada.

Aunque la obstinación de Zelena no parecía querer irse, Regina tenía un plan en mente. Sabía que si no encontraba una forma suave y discreta de brindarle ayuda, su hermana seguiría llevándose al límite. Necesitaba a alguien que fuera competente, paciente, para ayudar a Zelena.

Por suerte, ya había investigado bien a la perfecta opción para ese puesto...

[...]

Zelena trataba de alimentar a Robin en la cocina sin mucho éxito, pues la bebé se negaba a comer, lo cual empezaba a frustrarla. Se levantó de golpe cuando escuchó que tocaban la puerta principal; fue a atender y miró confusa a su hermana en la entrada.

— ¿Por qué tocas? Es tu casa.

— Necesitaba captar tu atención. —Regina esbozó una sonrisa mientras hacía un gesto para que su acompañante se acercará.

Una madre hada, de cabello trenzado y porte calmado, dio un paso adelante y saludó con una sonrisa cálida.

— Zelena, un gusto conocerte y a tu hermosa bebé. —saludaste amablemente.

Zelena las miró a ambas con desconfianza e irritación.

— Te presento a la hermana ______. —dijo Regina con una sonrisa. — Acaba de llegar a Storybrooke y ha ayudado a muchas madres primerizas con sus bebés.

La pelirroja entrecerró los ojos y lanzó una mirada reprobatoria a la pelinegra.

— Regina exagera las cosas. No sé qué te habrá dicho, pero no necesito una niñera.

— Estoy muy segura de eso, pero solo estoy aquí para acompañarte, ayudarte cuando tú lo decidas y, claro, dejarte descansar un poco. —replicaste con tranquilidad.

Zelena soltó un resoplido burlón.

— No necesito ni quiero la ayuda de nadie. Soy perfectamente capaz de cuidar a mi hija, nadie me reemplazará jamás.

Y como si el universo quisiera reírse de ella, Robin comenzó a llorar.

— No estoy aquí para ocupar tu lugar, Zelena. ¿Te parece si solo intento una vez, y luego decides? Las dos respetaremos tu decisión.

Zelena dudó, miró a Regina y finalmente a su hija en sus brazos, que no dejaba de llorar. El cansancio era evidente en su rostro, y aunque su orgullo dolía, sabía que la ayuda le vendría bien. Asintió con un suspiro.

— Está bien... Pero solo una vez. —dijo entre dientes, rendida, y las dejó pasar abriendo la puerta por completo.

— Es mi casa. —comentó Regina, con gracia, por el gesto que hizo al dejarlas entrar.

— Sí, ahora lo recuerdas. —rodeó los ojos.

Media hora después, las dos hermanas estaban en la cocina tomando café mientras tú estabas en el baño después de haber logrado que Robin durmiera, tras prepararle otra fórmula.

— Esta es la parte en la que me agradeces.

— Esta es la parte en la que te callas. No voy a soportar a esa presumida hada diciéndome cómo debo cuidar a mi hija. Dices que acaba de llegar, ¿no? No sabemos nada de ella y estás dejando que una completa extraña cuide de Robin.

— Por favor, si fuera peligrosa o tuviera algún motivo oculto lo habría descubierto y no la dejaría acercarse a ustedes. No, hago esto porque me preocupo por ti.

— Puff, no necesito tu lástima, ni la de nadie, Regina. Sé que sigues sin confiar en mi, por eso haces esto, además de que no puedes respetar mis decisiones...

— ¿Crees que lo hago por eso? Estás equivocada. Eres mi hermana, y me preocupo por ti —Zelena la miró fijamente, sus palabras logrando tocar su corazón. — Sé que eres capaz de muchas cosas, pero también sé lo obstinada y terca que puedes ser. Por algo somos hermanas, después de todo. Todo lo que hago es para procurar tu bien, no porque no confíe en ti. Así que, por favor… deja que te ayuden.

Ella bajó la cabeza mientras meditaba momentáneamente la situación, y después de beber un poco de su café contestó.

— Bien... Pero no durará mucho tiempo, y en cuanto vea que hace algo sospechoso, acabaré yo misma con ella. —sentenció, dejando a Regina con una sonrisa y asintiendo.

— Como tú digas.

[...]

Y así, el tiempo comenzó a transcurrir.

Al principio, Zelena se mantenía vigilante, observando cada movimiento de hacías como si esperara que cometieras algún error que justificara su desconfianza. Pero cada día que pasaba, demostrabas una paciencia infinita.

Y eso comenzaba a irritarla. No podía soportar tu actitud calmada, que parecía restregarle en la cara lo que ella no había logrado en meses.

Una noche, mientras Robin lloraba desconsolada, le enseñaste a Zelena cómo sostenerla de una manera que calmaba instantáneamente a la bebé.

— Es solo cuestión de encontrar su posición favorita. —explicaste con una sonrisa mientras Zelena, sorprendida, observaba cómo la bebé se relajaba en sus brazos. —  Cada bebé es diferente, y a veces se necesita tiempo para descubrirlo.

Le entregaste a la bebé, y Zelena, siguiendo las indicaciones, vio cómo su hija se dormía pacíficamente en sus brazos. Frunció el ceño; su orgullo se resentía, pero no pudo evitar agradecer internamente el consejo.

— ¿Cómo es que sabes tanto de cuidado de bebés? ¿Tienes hijos...?

— No. Solo adoro a los bebés y ayudar. —contestaste con simplicidad.

— Cuidar bebés sin recibir nada a cambio y ayudar... Esas dos cosas no son muy comunes, debes estar desesperada. —comentó con ironía.

— ¿A qué te refieres?—preguntaste confusa.

— Debes querer cuidar al bebé de alguien más porque... no puedes tener los tuyos propios, ¿cierto?

La miraste con una mezcla de sorpresa y comprensión, pero solo sonreíste amablemente.

— Si necesitas algo más, no dudes en llamarme. Hasta mañana, Zelena.

Sin más te marchaste, la pelirroja abrió los ojos sorprendida porque te escuchó despedirte de su hermana después de salir de la habitación. Lo siguiente que vio fue la imagen de ella entrando con los brazos cruzados y una mirada sería.

Vaya deja vú.

— ¿Ahora también eres chismosa?—salió y fue seguida por Regina hasta su habitación junto a la de Robin.

— Es mi casa. —repitió obvia.

— Usa eso como excusa para decir que no confías en mí, ni en mis capacidades.

— ¿Realmente te cuesta tanto dejar tu orgullo de lado? No todo se puede hacer sola, y dejar que te orienten no significa que valgas menos. Ni ______ ni yo dudamos de tus habilidades; solo queremos ayudarte.

Zelena suspiró y se sentó en su cama.

— No lo entiendes... La veo hacer todo lo que yo no he podido en meses y me siento tan inútil... Tal vez me desquito con ella y contigo porque tengo tanto miedo de ser una pésima madre...

— Oye, no vuelvas a hablar así de ti misma. Nadie puede maltratarte más que yo. —amenazó, sacándole una sonrisa involuntaria. — Nadie nace sabiendo, Zelena. Lo importante es que quieres aprender, te esfuerzas y cuidas a tu hija. Eso te hace una buena madre. —le dijo mientras le tocaba el hombro y se sentaba a su lado.

— ¿Eso crees, Regina?

— Por supuesto —le dio un abrazo. — Pero eso no justifica lo que le dijiste a _______.

— ¿Tenías que darme tu sermón, no?—se separó de ella. — ¿Desde cuándo te agradan las hadas?

— No todas son tan molestas una vez las conoces. Y tú le debes una disculpa a esa hada.

Ella asintió, reconociendo que era cierto.

A la noche siguiente, cuando estabas a punto de irte, Zelena te interceptó en la puerta. Después de evitar hacerlo todo el día debido a sus nervios, finalmente te invitó a una taza de café en la sala, aprovechando que Robin dormía en su cuna.

Había un silencio desgarradoramente incómodo entre ambas después de servir el café, tanto que Zelena deseaba que Regina irrumpiera en su propia casa, como solía hacer. Pero, claro, sabía que esta vez no lo haría.

— Veo que quieres decirme algo, Zelena. Hazlo con confianza. —sonreíste amablemente.

Por primera vez, la pelirroja maldijo y agradeció al mismo tiempo la amabilidad de otra persona.

— Yo... Quiero disculparme por cómo me comporté ayer y desde que llegaste. Ciertamente no fue amable de mi parte. También quiero agradecerte por tu ayuda y por no haberte cansado de mí e irte, especialmente después de cómo te hablé ayer. Me sentía mal por dejar que alguien me ayudara, porque creía que eso significaba que no podía cuidar a mi propia hija. Pero ahora que estás aquí, realmente agradezco tu ayuda. —dijo, evitando mirarte debido a la vergüenza. Finalmente, levantó la mirada y, al ver tu sonrisa comprensiva, sintió algo inexplicable.

— Sé que tu comportamiento de ayer fue causado por cómo te sentías, y te disculpo, Zelena. No pasa nada, todo está bien.

— ¿Cómo puedes ser tan... buena?—cuestionó impresionada.

— Simplemente me gusta ayudar. Me alegra ayudarte a ti y a Robin. Entiendo por qué te sentiste así conmigo, pero debes saber que en el tiempo que he estado aquí me he dado cuenta de que eres muy capaz, Zelena. No tienes que pensar mal de ti; eres mucho más de lo que crees.

— Siendo sincera, nunca pensé que llegaría a este punto. —confesó en un susurro. — Después de... de tantas cosas que perdí, tener a Robin es algo que no quiero arriesgar. Es como si todo lo que soy se resumiera en ella ahora.

La escuchaste con atención, asintiendo suavemente.

— Te entiendo. Yo he aprendido que la maternidad no nos define, aunque nos cambia profundamente. —respondiste, reflejando en tus ojos una comprensión que Zelena sabía que era muy única. — Aprendí que también merecemos ser felices, independientemente de nuestra historia y de lo que damos a esas bellas criaturas.

—... Yo creí que nunca sería feliz, ni que podría ser una buena madre, mucho menos después de que la mía me abandonara como si no valiera nada y de todo lo que tuve que pasar.

— Eso solo prueba que Robin tiene mucha suerte de tenerte como madre.

— ¿Por qué dices eso?

— Porque eres fuerte y tienes una gran convicción. Estoy segura de que ella se sentirá muy orgullosa de ser tu hija algún día.

Zelena sonrió ante esas palabras.

— Realmente... eres especial.

Tú reíste un poco y sonreíste.

— Solamente me gusta ayudar.

Y esa no era más que la pura verdad. Ese era tu propósito como hada; desde que fuiste creada hasta ese momento, siempre habías mantenido una actitud amable y positiva, sin importar las circunstancias. Por eso, muchas de tus compañeras hadas te consideraban extraña cuando se anunció el hechizo de la Reina Malvada. Claro, en aquel momento, no a muchos les tranquilizaba escuchar un "¿Pero el hechizo se romperá en 28 años, no? Entonces no nos preocupemos."

Sin embargo, a pesar de tu a veces exagerado optimismo, siempre mostrabas una personalidad impregnada de felicidad y amabilidad, lo que generaba confianza en quienes te rodeaban. Incluso Regina lo notó y lo admitió cuando te mostraste alegre de conocerla, sin haberla conocido antes.

Con el paso de las semanas, te convertiste en una presencia cada vez más constante en la vida de Zelena. La ayudabas en las madrugadas, cuando Robin despertaba llorando, y le enseñaba algunos trucos para arrullar a la bebé hasta que conciliara el sueño. Y cada vez se conocían más la una a la otra.

Una noche, después de que Robin se fuera a dormir, Zelena habló de su pasado sin resentimiento, algo que sorprendió a ambas.

— A veces siento que he pasado tanto tiempo luchando, tanto tiempo siendo otra persona, que no sé cómo vivir de otra forma. —confesó Zelena, con la mirada perdida.

Le acariciaste el hombro con suavidad.

— Nadie te obliga a seguir siendo esa persona. No tienes que ser perfecta ni fuerte todo el tiempo. Puedes permitirte simplemente… ser tú.

Tus palabras resonaron en su mente durante días. ¿Cuándo había sido la última vez que alguien le había dicho algo así? Zelena comenzó a sentir que, cada vez que hablaba contigo, su carga se aligeraba un poco más.

En las tardes, mientras paseaban por el bosque con Robin en brazos, le contabas sobre tus propias experiencias como madre hada, sobre los niños a los que habías cuidado y cómo cada uno había dejado una huella en tu corazón.

— Supongo que todos ellos me enseñaron a ser paciente. —comentaste una tarde, mientras Robin se aferraba a tu dedo. — No importa cuántas veces lo haya hecho, cada bebé es un mundo diferente, y me gusta pensar que he aprendido algo de cada uno de ellos.

Zelena te miraba hablar con una mezcla de admiración y… algo más que no quería admitir. Su corazón latía más rápido cada vez que sonreías, cada vez que la mirabas con aquellos ojos comprensivos.

Pero con el paso de los meses, aquellos sentimientos empezaron a asustarla. ¿Y si todo esto terminaba igual que sus anteriores intentos de amar y ser feliz?

No podía pasar por esto otra vez, por esa incertidumbre y volver a sufrir por amor.

Una noche, mientras ______ terminaba de arrullar a Robin, Zelena tomó una decisión abrupta.

— ______, ya no necesitas venir. —dijo en voz baja, sin mirarte a los ojos.

Te quedaste en silencio por un momento, pero su expresión no mostraba sorpresa. Te acercaste a Zelena y colocaste una mano suave en su hombro.

— Zelena… ¿qué es lo que realmente te da miedo?

Zelena apretó los labios, sus sentimientos luchando en su interior hasta que no pudo contenerlos más.

— Tengo miedo de perderlo todo otra vez. —susurró, su voz temblando. — Robin es lo único que tengo, y si me permito querer otra vez… si me permito ser feliz, no sé si podría soportar perderlo.

Sonreíste suavemente y acariciaste su mejilla.

— Nadie puede prometerte que no perderás cosas en el camino, pero vivir con miedo no es realmente vivir. Zelena, la felicidad es algo que mereces, y si te atreves a aceptarla, no estarás sola. Nunca.

Antes de que Zelena pudiera decir algo más, te inclinaste y la besaste con ternura, un beso lleno de paz y comprensión. Zelena cerró los ojos, dejando que sus miedos se desvanecieran y permitiendo que el amor, algo que había mantenido alejado por un tiempo, finalmente entrara en su vida.

[...]

Semanas después, Regina observaba a su hermana y a ti en el parque, donde Robin jugaba en el césped. Zelena se veía tan diferente, con una paz y una alegría que Regina no recordaba haber visto en ella antes. Al acercarse, no pudo resistir la oportunidad de molestarla.

— Vaya, vaya, Zelena… Así que por fin decidiste aceptar un poco de ayuda, y parece que obtuviste algo más que una niñera. —comentó Regina con una sonrisa burlona, cruzando los brazos.

Zelena la miró con los ojos entrecerrados y luego rodó los ojos, divertida.

— Oh, cállate. Aún no olvido tu broma de "Es mi casa".

— Cuando te canses de esa broma Robin y tú pueden venir a mi casa si quieren. —respondiste con la pequeña en tus brazos.

Regina soltó una pequeña carcajada al ver como su hermana se sonrojaba por tu comentario.

— Más razones para seguir con esa broma entonces.

*•.───── ❣ ─────.•*

Ya le tocaba un os a Zelena. Ojalá les haya gustado 💚

Pregunta del día: ¿Qué capítulo los aburrió por completo?

Imagino que muchos dirán alguno de la primera temporada o de la última, pero en mi caso se trata de un capítulo random xd

El capítulo fue, cuando volví a ver la serie después de tanto tiempo (lo que me hizo querer hacer este libro exactamente) por allá en el 2021, en el episodio donde se explica la historia de Ursula de la temporada 4.

Qué gran referencia en el título por cierto xd

Pero sí, cuando lo volví a ver no me llamó la atención la trama, ni siquiera ayudó que Garfio estuviera involucrado.

Ahora que hace meses que me volví a ver la serie puedo decir que... Me sigue sin llamar la atención, pero ya no me aburre como antes xd

Al menos el momento donde Ursula se reencuentra con su padre fue bonito.

Recuerdo que tuve la idea de hacer un os de Rumple (finjan sorpresa) que tuviera que ver con el trío del mal: Ursula, Maléfica y Cruella. Tal vez aún no descarte esa idea 🤔

Eso sí, la historia de origen de Cruella es la más interesante y genial jsjs

Qué pasen un bonito noviembre. Gracias por leer ❤️

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top