Jefferson
*•.───── ❣ ─────.•*
"— ¡Alicia!—la pequeña niña se acercó a ti alzando los brazos.
De inmediato la sujetaste con fuerza y la levantaste del suelo haciéndola girar, causándole risas.
— ¿Qué haces aquí? ¿y tu papá?—le preguntaste con una sonrisa una vez la bajaste.
— Te extraña, pero no lo quiere admitir. —contestó con ojos de cachorro. — ¿No puedes vivir con nosotros?
— ¿Ah...?—mascullaste poniéndote nerviosa.
— ¡Di que sí, Alicia!—gritó agitando tu vestido.
— E-Eh...
— ¡Alicia!
Escuchaste una voz llamando tu nombre a la lejanía, alzaste la mirada en busca de quién había sido, viste lejos a un hombre levantando su mano... Pero su rostro no se podía divisar.
— ¿Qué...?
—¡ALICIA!"
Despertaste.
Miraste a tu derecha, con cansancio apagaste la alarma. Suspiraste, quitaste la sábanas y te levantaste de la cama.
« Otra vez ese sueño, agh, ¿porqué me llamaban Alicia?... »
Te estiraste y fuiste a cambiarte de una vez.
Tardaste media hora en salir de casa para ir trabajo, pero antes de llegar al hospital fuiste la cafetería de la abuelita para de comprar un café como todas las mañanas.
— Hey, ______, aún me debes una revancha. —te habló Ruby acercándose a ti con una baraja de naipes mientras esperabas por tu café.
— Ahora no puedo, pero con gusto te venceré de nuevo en otro momento. —contestaste con gracia.
— No es justo, ¿cómo haces para ganar todo el tiempo? Haces trampa. —acusó fingiendo estar molesta.
— Ya basta, Ruby. —intervino su abuela entregándote el café, tú le sonreíste y entregaste el dinero. — ¿Cómo sigue tu jaqueca?
— Oh, ya mucho mejor, ya no la siento. —respondiste dándole un sorbo al café. — Ya me tengo que ir, gracias por el café. —te despediste alzando la mano antes de salir de la cafetería.
Hace unos días habías despertado con un fuerte dolor de cabeza, y no recordabas nada de lo que había sucedido antes. Duró hasta el día anterior, para ese día por suerte ya había desaparecido.
Al estar en la entrada del hospital tiraste el vaso del café en un basurero cercano una vez lo consumiste por completo.
— ¡Alicia!
Abriste los ojos.
Volteaste ante ese grito, te encontraste al hombre que parecía haber gritado eso a unos metros de ti, miraste hacía atrás pensando que le hablaba a alguien más, pero no había nadie.
Éste se te acercó.
— Alicia, realmente eres tú. —te observó con una sonrisa, sus ojos estaban rojos, había estado llorando.
Sin esperar a que contestaras te abrazo. Recargo su mentón en tu cabeza, aprovechando que era más alto, mientras acariciaba tu cabello manteniendo los ojos cerrados.
Estabas sin habla, confundida e incómoda por el trato del desconocido.
¿Te había llamado Alicia...?
Su voz... Se te hacía conocida.
— Tenía miedo de ya no verte, no sé que está pasando, ni porque Grace no me recuerda, pero-...
Te alejaste de él.
— Disculpa, ¿nos conocemos? No tengo idea de quién eres. —hablaste nerviosa, pero sabiéndolo disimular.
— Alicia...—pronunció sorprendido.
— Me debes confundir con alguien más, mi nombre es ______, no Alicia. —dijiste sonriendo no muy segura.
— No, tú eres Alicia, ¿no me recuerdas? Lo que sea que le esté pasando a Grace y a todo mundo te debe estar afectando a ti...—trató de explicar, no sabía que hacer ahora que tú tampoco lo recordabas.
— Lo siento, pero no sé quién eres. —dijiste tratando de ser amable, pero te estaba asustando, así que rápidamente entraste al hospital dejándolo con la palabra en la boca.
Estos últimos días fuera de la fuerte jaqueca que sufriste, estuviste teniendo sueños donde una niña pequeña u otras personas, incluyendo a un hombre al cual nunca le terminabas viendo el rostro, te llamaban Alicia.
Ahora aparecía un desconocido y lo hacía.
— ¿Estás bien, ______?—te preguntó tu compañera, Mary Margaret una vez te vio, notandote mal. — ¿Volvió el dolor de cabeza?
— Sí, ¡digo! No, estoy bien... Pero, mejor tomaré algo por si acaso. —contestaste insegura y le sonreíste antes de pasar por su lado para alejarte de ahí.
Esto era de locos.
Es decir, ¿Alicia? La única Alicia que conocías era la Alicia del país del maravillas.
Irónico...
[...]
Días después, una vez terminado tu horario laboral, te retiraste del hospital. Irías a cenar a la cafetería de la abuelita para jugar esa revancha con Ruby ahora sí.
O esos eran tus planes, ya que saliendo de tu trabajo volviste a encontrarte... con él.
— Alicia, sé que no recuerdas quién soy ni quién eres, pero debes hacerlo. Todo es obra de la Reina Malvada, ella nos hizo esto, debo ponerte a ti y a Grace a salvo. —habló desesperadamente y antes de que continuará hablaste tú primero.
— Espera, espera, espera. —repetiste varias veces callándolo. — ¿Reina Malvada? ¿de qué diablos estás hablando?
— No me vas a creer, pero Regina es la Reina Malvada, ella nos atrapó aquí. Y el único que recuerda todo soy yo-.
— ¿Regina? ¿hablas de la alcaldesa?—preguntaste ultra mega súper confundida. — ¿Crees que estamos en un estúpido cuento infantil para inventar cosas sobre la "Reina Malvada"? No sé a que creas que estamos jugando, pero busca ayuda.
— ¡Espera, Alicia! Lo que digo es verdad. —dijo evitando que te fueras.
— Entiende que no soy la Alicia de quién hablas, así que deja de molestarme o esto va a escalar muy lejos. —dijiste cansada.
— ¡Pero sí eres Alicia, solo que no lo recuerdas!
— Claro, ¿y tú eres el Sombrerero Loco, no?—preguntaste rodeando los ojos.
— ¡Exactamente! ¿No recuerdas todo lo que pasamos en el país de las maravillas? Nos conocimos gracias a eso.
— ¿En serio estás insinuando que soy Alicia del país de las maravillas?—cuestionaste con una ceja alzada.
Él sacó de su saco un pequeño libro, era el cuento de Alicia y el país de las maravillas.
— Tú salvaste a ese mundo, lograste rescatarme a mí y a todos de la Reina Roja. —respondió ojeando el cuento. — Todo estaba bien, pero la Reina Malvada lanzó un hechizo y nos envió a este mundo sin magia donde no recordaríamos nada, tienes que créeme, eres esa Alicia y ahora ni tú, ni mi hija Grace recuerdan nada.
Pusiste los ojos en blanco.
Ya no te importaban tus sueños, simplemente no podías creer que enserio este tipo...
— Mi nombre es ______. Busca ayuda, y déjame tranquila. —dijiste entre dientes antes de comenzar alejarte de ahí con rapidez.
Ese sujeto estaba peor de lo que creíste, y veía Disney de más.
[...]
"— ¡Alicia, ven!—una vez más aquella niña se te había acercado, pero ésta vez con la intención de llevarte a un lugar.
— ¿Qué sucede?—preguntaste confundida. Obtuviste tu respuesta al ver a varios de tus amigos más queridos reunidos en una fiesta del té.
— ¡Llegas tarde, Alicia!—exclamó un pequeño conejo blanco señalando su reloj de bolsillo.
La pequeña que te trajo rió y corrió hacía él.
Tú estabas encantada ante aquella sorpresa, fuiste a sentarte con ellos.
— Como en los viejos tiempos. —comentó el gato sonriente, haciéndole honor a su nombre, alzando su taza de té mientras levantaba el dedo meñique por supuesto.
Sonreíste he imitaste su acción.
— Alicia. —la voz de aquél hombre te había llamado nuevamente, pero ésta vez no estaba a la lejanía, si no que estaba a tu lado. — ¿Te sientes feliz?
— Siempre he sido feliz con ustedes. —respondiste tomándolo de la mano.
Finalmente podías divisar el rostro de aquél hombre; Portaba ropa elegante y un majestuoso sombrero.
Era... él."
Despertaste sobresaltada.
« ¿Era él aquél hombre todo el tiempo?¿el padre de esa niña? »
Negaste con la cabeza.
Después de aquel día tuviste curiosidad y volviste a leer el cuento de Alicia y el país de las maravillas, no mentiras al decir que varias cosas te parecían conocidas...
Pero eso era porque ya sabías del cuento, obviamente.
Debía ser una increíble coincidencia que justo soñaras que eras Alicia del país de las maravillas y que él era...
— Ay no... necesito tomar algo. —te levantaste en busca de medicamentos.
[...]
El tema de Alicia te estaba hartando, temías estar volviendote loca, pensaste en ir hablar con Archie pero de inmediato descartaste la posibilidad.
Apenas y tenías tiempo para dormir. Además, solo eran sueños, ¿verdad...?
Preferiste ignorar ese problema hasta que se fuese por si solo, y parecía dar frutos... Bueno, eso hasta que un par de días después saliendo del trabajo de regreso a casa volviste a ver a ese sujeto a lo lejos, y no solo eso, si no que estaba discutiendo con alguien en plena calle.
Era la alcaldesa, Regina Mills.
Esa mujer te ponía de los nervios, y realmente ese no era tu problema, así que decidiste seguir tu camino.
Pero los gritos eran fuertes, y estabas nerviosa por cualquier cosa que pudiese pasar, sabías de la alianza que tenía con el señor Gold así que era capaz de lo que sea.
— ¿E-Está todo bien aquí?—titubeaste acercándote a ellos.
Se callaron de inmediato, Regina volteó a verte con una sonrisa.
— Por supuesto, solo tenía una amistosa charla con mi viejo amigo, ¿no es así?—preguntó mirándolo de reojo, sin borrar su sonrisa.
Éste asintió sin dejar de observarte.
— ¿Así que qué tal si nos dejas conversar tranquilos, querida Ali...?
— ______. —la interrumpió él. — Se llama ______. Y de hecho, creo que es mejor que esta conversación termine por hoy. —dijo mirando a la pelinegra, que observó a éste desafiante.
— Bien. —simplemente respondió antes de retirarse.
Una vez se fue hubo un silencio incómodo entre él y tú, así que sin esperar más te diste vuelta dispuesta a irte.
— ¡Espera! Gracias por eso. —agradeció con una sonrisa. — Yo lamento lo de la otra vez, no sé que me paso... —explicó borrando su sonrisa.
— Está bien, solo no vuelvas hacerlo...—contestaste manteniendo distancia con él.
— ¿Empezamos de nuevo?—alzó su mano para saludarte.
— Ya sabes mi nombre. —aceptaste el saludo para no ser descortés.
— Claro, ______, un bonito nombre. —sonrió de nuevo.
Tú solo asentiste como agradecimiento, dudosa de lo próximo que dirías.
— Yo... tengo curiosidad, —hablaste llamando su atención. — ¿de donde sacaste toda esa historia exactamente?
— Es complicado. —dudaba de si seguir contándote. Todos hasta ahora creían que estaba loco, y todo empeoró con las amenazas que recibió de Regina.
— Es que... ¡agh, no he parado de tener sueños extraños! Empezaron desde antes de conocerte, todos ahí me llaman Alicia y desde que hable contigo esos sueños incluyeron ahora otros personajes del cuento y a...
— ¿Mi como el Sombrerero Loco?—preguntó con la ceja alzada.
— Exactamente... No sé que me está pasando, pero estoy harta de no saber de que se tratan.
— No son sueños, son recuerdos de tu vida pasada. El hechizo no te permite recordar nada, pero nosotros somos del país de las maravillas y como bien sabrás, la magia allá es más... alocada. Así que mientras a mí me deja recordar todo, a ti te permite tener sueños del pasado...
— Mira, incluso si te creyera, lo cual no hago, nada de lo que dices tiene sentido. ¿Cómo que atrapados en un hechizo? ¿la Reina Malvada atrapó a todos del país de las maravillas?—levantaste una ceja.
— A todos del bosque encantado, nosotros solíamos vivir ahí jun... Ah, vivíamos ahí. —se corrigió nervioso. — Te digo que es complicado de entender, no sé lo suficiente porque solo estaba enterado que la Reina Malvada haría un hechizo y algo así de una salvadora, pero no más.
— Otra razón más para no creerte, no sé porque estoy perdiendo mi tiempo, es obvio que no me pasa nada, los sueños siempre han sido locos. —dijiste lista para irte, pero una vez más éste te detuvo.
— Por favor... tienes que recordar. —murmuró melancólico, haciéndote sentir mal. — ¿Dijiste que soñaste con los personajes del cuento, no?
— Sí... Oh, y una niña pequeña, a ella no la reconocí.
Y con tan solo esa oración a Jefferson se le iluminó el rostro.
— ¿Una niña? ¿era rubia?
— Ajá, ¿por qué...?
No espero a que terminaras de hablar, de inmediato te tomó de la mano y te llevó lejos de ahí. Intentaste soltarte de su agarre, pero era muy fuerte.
— ¿¡Qué haces!? ¡Déjame!
Para tu sorpresa, te hizo caso. Pero para ese punto ya estaban en la esquina de una calle, cerca de la escuela, donde los niños ya estaban saliendo de clases.
— Dime, ¿reconoces a esa niña? —preguntó mientras la señalaba.
— ¿Qué...?—volteaste hacía donde señaló.
Observaste a una pequeña niña rubia hablar con sus amigos.
— Es... la niña de mis sueños. —respondiste asombrada.
— Se llama Grace, es mi hija... Claro que, ella no lo recuerda. —dijo con pesar.
Lo miraste sorprendida.
Era su padre tal y como en tus sueños.
— Esto es imposible...
— No lo es. ¿No lo entiendes? Todo lo que te digo es verdad, tú eres Alicia y yo soy el Sombrerero Loco. Yo estaba atrapado en el país de las maravillas, pero tú me rescataste y me ayudaste a volver a mi hogar con mi hija. —explicó tomandote de los hombros.
— ¿Y qué? ¿también somos pareja? En mis sueños... lo somos.
— B-Bueno, esa parte del cuento nadie la conoce. —sonrió galante.
— Esto es ridículo, necesito tomar algo...—murmuraste buscando entre su bolso medicamento para tomar.
— ¡______!—te interrumpió. — Tranquila. —dijo sujetando tu mano.
Al instante la alejaste.
— ¿¡Cómo quieres que me tranquilice!? ¡Me estoy volviendo loca!
— Me temo que sí, estás completamente loca... ¿Pero te digo un secreto? La mejores personas lo están. —lo miraste confundida, esa frase se te hacía conocida. — Tienes que creerme, todo es real.
— No puedo creer en sueños infantiles, lo siento Jefferson, pero todo esto es una increíble coincidencia. —dijiste y sujetaste tu bolso estando a punto de irte.
— Mi nombre... Yo no te dije mi nombre, ¡recordaste mi nombre!—exclamó éste asombrado, pero feliz también.
— Ay no...—murmuraste alejandote, pero siendo perseguida por él.
No podía estar cerca de su hija, pero al menos lo quería estar de su querido amor sin que ésta se alejará.
[...]
Veintiocho años habían pasado, bueno, eso solo Regina y Jefferson habían notado.
Él realmente intentó que recordarás todo, pero el hechizo era fuerte y no te lo permitía. Sin embargo, seguías soñando con cosas del pasado.
Tardaste mucho, mucho, pero mucho tiempo, pero terminaste creyendole.
Alguna vez que hablaban del cuento de Alicia notó que sabías la historia de memoria y no sabías porqué, por supuesto, lo habías vivido
Seguía pareciendote extraño que todo fuese real y que realmente seas la Alicia del país de las maravillas, Jefferson lo sabía así que decidió dejar de llamarte por tu verdadero nombre para no hacerte sentir incómoda.
Toda la historia era real, solamente que en el libro no estaba la parte en la que Alicia y El Sombrerero Loco terminaban enamorados.
Después de tantos años y de perder cualquier tipo de esperanza, el hechizo se había roto.
Lo primero que hizo fue ir a ver a su hija, quién lo recibió con un fuerte abrazo, el cual fue respondido con todo el amor posible. Después fue a buscarte junto a Grace.
Pero tú ya los habías encontrado luego de buscarlos. Te les acercaste con una gran sonrisa y los abrazaste.
— Disculpa, ¿nos conocemos? No tengo idea de quién eres. —habló éste con burla una vez se separaron.
Lo golpeaste en el hombro.
— Eres un tonto. —dijiste con una sonrisa, tus ojos estaban rojos, habías llorado.
No aguantaste más, lo sujetaste del rostro y te inclinaste para besarlo, él recibió el beso gustoso mientras sujetaba tus brazos. Una vez se separaron se observaron con una sonrisa.
— Perdóname por-.
— No te disculpes, tú eres la última que debe hacerlo, ______.
Reíste levemente.
Le negaste tanto ser la Alicia de la que hablaba, que ahora te parecía imposible de recordar que eras realmente esa Alicia, además de recordar por todo lo que habías pasado.
— Debo hacerlo Jefferson, debió ser difícil pasar por todo esto solo y que nadie te creyera. —te disculpaste con una mirada triste.
— Fue difícil, pero al menos te tuve a ti, que me creíste y me diste la suficiente esperanza para seguir intentando. Sigues siendo la joven soñadora y con fe que conocí en el país de las maravillas, de lo que me enamore. —reíste avergonzada. — Ya nada me importa, porque tengo a mis dos chicas de vuelta. —dijo con una sonrisa mientras acariciaba la cabellera de su hija.
— ¡Alicia!—ésta exclamó alzando sus brazos a ti.
Tú con una sonrisa te agachaste para volver abrazarla, te levantaste y la sujetaste del brazo, Jefferson lo hizo con el otro.
— Vamos a casa. —indicó comenzando a caminar. — Y dime, ¿Cómo prefieres que te llamemos? ¿Alicia o ______?—preguntó con una sonrisa.
— ¿Por qué? ¿Cómo prefieres llamarme? —preguntaste aún con una sonrisa, ninguno había dejado de caminar.
— Los dos son bonitos nombres, tales como tú.
— ¡Alicia!—volvió a exclamar Grace, declarando su preferencia a ese nombre.
Tú soltaste una risa.
Ya habría momento para preocuparse por lo malo referente al hechizo, por mientras, estaban felices de volver a estar juntos.
*•.───── ❣ ─────.•*
Que no se note que me gusta hacer a la rayis Alicia, digo-
Algo bonito nunca está de más, jsjs
Gracias por leer ❤️✨
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