Gold
Advertencia: Las escenas están entrelazadas mayormente por narración, así que disculpen si se confunden un poco.
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El hechizo de la Reina Malvada se había roto: Todos recuperaron la memoria de sus historias y ya no estaban encerrados en un bucle de tiempo.
Esto trajo muchos problemas para la responsable y para las personas en si, porque enterarte que pasaste atrapado veintiocho años y que ya nada era como lo recordabas no era fácil de digerir.
Pero esas no eran las preocupaciones de Gold en este momento: Si no tú, tú lo eras.
Antes del hechizo jamás te había visto en tu vida, nunca supo de tu existencia ni siquiera por tu nombre, no sabía quién eras... Y aún así, los últimos años del hechizo no había dejado de pensar en ti.
Eras dueña del local que estaba a lado de su tienda, una florería, por lo que eran vecinos y así se conocieron. Al inicio no se llevaron muy bien, aunque tú tenías toda la intención de entablar una buena relación con él a Gold no le interesaba.
Aún recordaba esos días. Una mañana los dos habían salido de sus tiendas, y lo primero que hiciste al verlo fue saludarlo.
— ¡Buenos días! Usted debe ser el señor Gold, ¿verdad? Mi nombre es ______, es un gusto conocerlo. —lo saludaste tomando su mano de la mano y sacudiendola.
Esto irritó al mayor y alejó su mano haciendo una mueca.
— No vuelvas a tocarme. —ordenó entre dientes. Le dio una mirada a tu local con desagrado. — Más te vale que tu pequeño negocio no cause problemas al mío, porque no me importara deshacerme de el.
— No veo cómo podría causarle problemas. ¿Qué acaso no le gustan las flores?
Gold no respondió, simplemente se fue de allí.
Esa misma tarde cuando regresó se encontró con un par de flores en su entrada junto a una tarjeta que decía que era tu parte como regalo de bienvenido.
Eso lo asqueó por completo y termino aplastandolas y pateandolas lejos de ahí. Echó una última mirada molesta a tu tienda antes de entrar, sabiendo que te convertirías en un dolor de cabeza.
Y así pasó para él, porque cada que lo veías lo saludabas y tratabas de iniciar conversación sin importar lo seco y grosero que fuera contigo. Tú nunca dejaste de ser amigable con él.
Lejos de confundirlo, lo enloquecía y enfurecía. Incluso Regina se burlaba de él por como se ponía por ti, llegando a ser chistes de mal gracia para él sobre que terminaría enamorado de ti, idea que le parecía desagradable a más no poder porque no te soportaba ni un poco.
Tu actitud no cambiaría hacía él hasta cierto suceso...
En una ocasión que regresó a su tienda encontró que todas las flores de tu local estaban en tu entrada, y en la mitad de la de el por lo muchas que eran.
Eso le enfureció mucho. Hasta ahora no había hecho nada con tu ridícula tienda, pero esta vez haría algo al respecto.
Justamente estabas saliendo mientras sacabas la última planta, a la cual se le cayó algo de tierra y te agachaste para recogerla. Cuando alzaste la mirada te encontraste con él, a lo que le sonreíste amablemente.
— ¡Hola, señor Gold! ¿Cómo está?
— ¿Qué se supone que estás haciendo?
— Recogiendo la tierra de esta planta, se cayó poquita y-.
— ¡No! ¿¡Qué está haciendo esta basura afuera y en mi entrada!?
— No veo ninguna basura, pero si se pregunta por mis plantas pues estoy remodelando y necesitaba espacio, atrás no podía así que las puse aquí enfrente. No tardaré mucho, ya había iniciado pero para terminar necesitaba sacarlas, y está mejor para ellas porque así les puede dar el sol y el viento-.
Mientras hablabas seguías recogiendo la tierra, y antes de que pudieras levantarte cuando acabaste de recoger y de hablar, Gold aplastó tu mano izquierda con su bastón en el suelo.
Soltaste un grito de dolor, lo que lo hizo sonreír por primera vez contigo. Lo miraste confundida y éste se inclino hacía ti sin borrar su sonrisa.
— Si no sacas toda esta basura en menos de una hora, me aseguraré de ellas ni tú tengan un lugar donde estar.
Inclinó su bastón en tu mano para aplastarla de nuevo antes de quitarla e irse de allí. Tú te quejaste y tomaste tu mano adolorida, estaba sangrando, y luego observaste por donde se fue el mayor con miedo.
La mañana siguiente te vería con una venda en tu mano y una mirada de terror. Desde entonces dejaste de saludarlo, hacías lo posible para evitarlo, y ya no recibió molestias con tu tienda de nuevo.
Gold estaba complacido con eso, ya no te tendría que soportar más y no podía estar más feliz por ello.
Aún así, el destino hacía de las suyas y ustedes dos de una forma u otra seguían encontrándose ya sea en las mañanas o en otras partes de la ciudad, pero simplemente ignoraban la existencia del otro.
— ¿Tu herida ya va a sanar?—escuchaste a Jefferson preguntar.
Te levantaste hacía el mostrador luego de buscar en los cajones la tarjeta que necesitaría para sus flores compradas.
— Sí, Mary Margaret dijo que mañana podía quitarme los vendajes. —respondiste con una sonrisa. — Listo, a esa persona le gustara el regalo de cumpleaños. Aún no me has dicho para quién es, ¿es para una chica?
— Algo así, no importa. —no quiso decir más. El regalo era para su hija, se lo mandaría de manera anónima ya que no sabría quién era.
Miró tu vendaje y resistió querer decirte algo al respecto, ya sabía quien te había hecho eso, Mary se lo contó, pero no quería causarte más molestias así que luego de pagar se despidió y salió.
Al salir observó al responsable de todo afuera de su tienda. Éste notó que lo miraba y frunció el ceño.
— ¿Tengo algo en la cara?
— Sólo tu horrible rostro.
Gold rió amargamente.
— Debí esperarme algo infantil de ti. —vio de reojo a la tienda y te vio adentro. Ya que el destino los juntaba cada que podía, se había dado cuenta que Jefferson y tú compartían mucho tiempo juntos últimamente. — ¿Acaso las personas más molestas de Storybooke son pareja?
— Sí, ella me tiene. Así que si te atreves a volverla a lastimar, verás de lo que soy capaz.
— Yo también soy capaz de muchas cosas, y no toleraré que un insignificante como tú me amenace.
— No me das miedo, mucho menos ahora. Te veo y solo veo a un hombre patético. Eso es lo que siempre has sido, un cobarde.
Esas palabras hicieron eco en la cabeza de Gold, había tocado una parte profunda que desconocía por completo. Pero no lo iba a demostrar, pero la furia que le causaron sí.
Sujetó su bastón con fuerza y camino unos pasos hacía el hombre con toda la intención de golpearlo, pero el sonido de una puerta abriéndose y tu voz lo interrumpieron.
— ¡Basta! Jefferson, por favor ya no molestes al señor Gold. —hablaste acercándose a tu amigo.
— Deberías hacerle caso. —dijo entre dientes.
Él lo miro molesto, pero termino accediendo a tu pedido, no sin antes darle una mirada mortífera a Gold. El cual esperaba que luego tú le hablaras, pero cuando Jefferson se fue entraste a tu tienda sin mirarlo si quiera.
Alzó una ceja. No sabía porque, pero eso le había parecido extraño...
Chasqueo la lengua molesto y decidió dejarlo pasar. No quería tener nada que ver contigo. Pero no olvidaría las palabras de Jefferson, que durante el resto del día sonaron en su mente y no tenía idea del por qué.
Esa misma noche se comenzó a sentir mal, decidió ignorar el dolor pensando que no era nada importante, pero a la mañana siguiente el dolor seguía, lo que resultó en un desmayo cuando salía de su tienda.
Tú lo viste todo y rápidamente te acercaste ayudarlo. Se debió lastimar por esa caída y te preocupó que no contestara. Lo llevaste hasta dentro de su tienda, afortunadamente había una cama en la parte detrás del recibidor y ahí lo recostaste.
Saliste para buscar ayuda. En la primera que pensaste fue en Mary Margaret, ella podría ayudarlo.
Las horas pasaron.
Esa misma noche Gold despertaría luego de haber dormido todo el día. Se encontraría con medicamentos y comida en su mesa, con una nota explicando cómo debía tomarlas y que podía recalentar lo que le dejó, pero sin decir quién lo hizo.
No se quedaría con la duda y revisaría las cámaras, enterándose que habías sido tú quien lo ayudó.
"—Necesita descansar. Esto sucede cuando estás muy estresando y no comes ni descansas bien. Esas pastillas lo ayudarán. —explicó Mary Margaret.
Las dos estaban en su recibidor para dejarlo descansar luego de que la pelinegra revisara si estaba bien.
— Muchas gracias por venir, no sé que habría hecho sin ti.
— Y él no sabría que hacer sin ti. —rió. — Perdona lo que diré, ______, pero no entiendo como puedes ser tan amable con el señor Gold.
— ¿A qué te refieres...?
— Él fue el que te lastimó. —señaló tu mano, que ya se encontraba sana. — Y no es muy bueno contigo, aunque en general no es buena persona que digamos.
— Yo... lo sé. Dejando de lado que obviamente no iba a dejarlo solo después de ver como se desmayaba. Sé que no era muy amable conmigo, pero no me daba cuenta porque pensaba que era su forma de ser y que no era muy abierto con las personas, hasta que me... Bueno, que hizo eso, fue que entendí que no le caía bien y por eso ya no quise molestarlo.
— No cualquiera lo hubiera ayudado luego de lo que hizo. Eres una buena persona, ¿lo sabes? Y si él no lo quiere ver es su problema.
— Sólo hice lo correcto. —sonrió. — Mejor vámonos, estoy segura que no le gustará encontrarnos cuando despierte. —soltó una risa."
Lo último que Gold vio fue a las dos saliendo de la tienda.
— Buena persona...—murmuró.
No. Negaba con su cabeza. Tú no eras más que una molestia.
Comenzó a recordar cada vez que lo fastidiaste, pero no vio más que amables saludos e intentos de conversaciones con él. Eso era lo que lo había fastidiado, ¿y por qué? Era verdad que no era abierto con las personas y tenía una dura forma de ser.
Pero tú nunca tuviste la intención de molestarlo, solamente de ser amable con él brindándole siempre esa molesta, horrible, cansada sonrisa...
Esa sonrisa... Con la que intentabas hablarle y hacerlo con las intenciones de llevarte bien con él.
Esa sonrisa... Que indicaban que simplemente estabas feliz de verlo.
Esa sonrisa... Era la única que recibía por parte de alguien.
Esa sonrisa... Había sido suplanta por una expresión triste y de miedo cuando lo veías.
No, no, no. ¿Qué había hecho?
Gruñó y con su bastón tiro lo que había en su mesa: la comida y medicinas.
« ¡SUFICIENTE! ¡ELLA NO PUEDE TENER CONTROL SOBRE MÍ! »
Era feliz desde que dejaste de molestarlo...
¿Lo era? ¿Por qué ahora lo dudaba?
Quizás porque a los días empezaba a sentirse raro que ya no le hablaras, además de que ada vez que se encontraba contigo, esperaba que de la nada volvieras hacerlo.
Pensaba que era la costumbre, o tal vez no lo era.
No lo quería aceptar, pero lo sabía.
Vio lo que tiró al suelo. Soltó un suspiro y agarró la medicina.
Como era costumbre, esa misma mañana se volvieron a encontrar.
Los dos se quedaron viendo. Estabas nerviosa de que se haya enterado de que fuiste quien lo ayudó y se molestara por ello, así que te preparaste para lo peor... Pero lo que escuchaste fue completamente inesperado.
— Buenos... días.
Lo miraste sorprendida.
—... Buenos días. —respondiste dándole una sonrisa.
Gold en cuanto vio eso sintió como su corazón latía con más fuerza, y un agradable sentimiento lo cubrió.
— ¿Está mejor?—preguntaste de la nada. Te arrepentiste a los segundos porque te habías delatado.
—... Sí, muchas gracias. —asintió sintiéndose nervioso. Su vista viajo a tu mano y ahora un sentimiento de culpa lo cubrió. — Yo... Lo lamento mucho.
Miraste tu mano y negaste con la cabeza.
— Está bien, no se preocupe.
Pero sí debía preocuparse.
— No, lo que hice no estuvo bien. Nunca he sido amable contigo y en verdad lo siendo, yo... Ya no volveré a molestarte, lo prometo. —dijo dándose vuelta para retirarse, pero sintió como lo agarrabas del brazo y volteó hacía ti de nuevo.
Ahí estabas tú, con esa sonrisa...
— Lo perdono. Y si usted quiere, podemos comenzar de nuevo... ¡Buenos días! Usted debe ser el señor Gold, ¿verdad? Mi nombre es ______, es un gusto conocerlo. —le ofreciste la mano.
Este la miró y luego a ti.
Pasaron varios segundos, que te hicieron pensar que no había sido buena idea y que no querría iniciar de nuevo contigo, tendrías que aceptar que nunca se llevarían bien.
Pero te volvió a sorprender cuando aceptó el saludo.
— Puedes llamarme solo Gold, mucho gusto. —contestó, haciéndote sonreir.
Estabas tan emocionada que hiciste algo que hace unas horas creerías que era una sentencia de muerte y lo abrazaste. Él se sintió tan avergonzado que no tuvo el valor de responder al abrazo, pero se había sentido tan bien que no quería que acabará.
De ahí comenzó una nueva y linda relación que sorprendió a más de uno. Los dos ya se sentían cómodos con la presencia del otro, llegando a convertirse en muy buenos amigos. Incluso el comportamiento normal de Gold se había moderado gracias a ti, y al nuevo sentimiento que creció conforme los años pasaron hacía ti.
Y ese sentir impedía que nada lo molestará: Ni siquiera sus celos a Jefferson, esa nueva visitante en la ciudad que ponía los pelos de punta a Regina, absolutamente nada.
Cuando el hechizo se rompió y recuperó sus recuerdos e hizo que volviera la magia, supo que lo primero que quería hacer era ir contigo y decirte lo que sentía.
Estabas en tu tienda cuidando de tus plantas ignorando el completo caos que había afuera.
— ______.
— Espectro.
Te miró algo asustado por como lo llamaste, pensando que tal vez lo odiabas ahora que sabías quién era, pero se tranquilizó cuando te vio reír al ver su reacción.
— Afuera es una locura, ¿no?
— Sí que lo es. —confirmó acercándose a ti. — ¿Cómo te sientes?
— Como si casi treinta años de mi vida se hubieran perdido, pero fuera de eso tuve una buena mañana. —contestaste con gracia. — ¿Y tú?
— Igual, pero feliz de verte... ¿Tú tenías familia? ¿recuerdas qué hacías antes de que iniciará el hechizo?
— No, no tenía... Y recuerdo tener tanto miedo del hechizo de la Reina Malvada, que solo se me ocurrió esconderme en mi casa, debía saber que la magia atravesaba paredes. —dejaste lo que hacías. — Yo no era nadie importante realmente, por eso me sorprende que haya terminado justamente a lado de uno de las personas más importantes.
— El destino sabía lo que hacía, y estoy muy feliz por ello porque así pude conocer a la persona más importante para mí. Ya lo he dicho cientos de veces, pero jamás terminaré de disculparme por lo mal que me comporte contigo...
— Eso ya está en el pasado. Dejaste de ser así hace mucho, literalmente. —dijiste y él soltó una risita.
— Lo que espero que no esté en el pasado sea nuestra relación, ______, porque yo... M-Me enamoré de ti, sinceramente, y quiero estar contigo.
— Lo... ¿Lo dices de verdad?—él asintió. — También quiero estar contigo.
— ¿En serio? ¿aún después de enterarte quién soy en realidad?
No obtuvo una respuesta, solo a ti acercándose a él para abrazarlo. Esta vez te abrazo también, y no desaprovecho el momento para hacer lo que tanto ansiaba desde hace mucho: Gracias a la cercanía que tenían bajo sus manos a cintura y te beso.
— ¿Es muy temprano para decirte que te amo?—preguntaste con esa sonrisa que tanto amaba.
— No, ni tampoco para besarte de nuevo. —respondió uniendo sus labios en otro beso.
Al final no le molestaba darle la razón a Regina con que terminó enamorado de ti.
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No tenía planeado escribir sobre Gold, pero vi a gente pedirlo y quién soy yo para negarme a escribir de mi personaje favorito una vez más jsjs
Por cierto, aclaro que Jefferson no estaba enamorado de rayita, ellos nadamás eran amixes xd
Ahora, la pregunta del día: ¿Cuál es su historia favorita?
Es muy obvio que para mí es la de Rumple, que encima se conecta con los personajes principales y tiene mucho drama y misterio, por eso me parece la mejor. Y es que Rumple realmente es el alma de la serie porque en casi todas las historias él tuvo algo que ver 🙏
En fin, ojalá le haya gustado, gracias por leer. Feliz mes 💘
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