Gold
Advertencia: Este os se sitúa en el tiempo del hechizo.
*•.───── ❣ ─────.•*
Tratabas de calmar a tu amiga o como la solías llamar: la hermana Astrid, quién se encontraba muy nerviosa y preocupada.
— Tranquila, hermana, todavía nos quedan unas semanas para completar el pago. —intentaste tranquilizarla dándole unas palmadas en su espalda.
— Es mucho dinero, no sé si podamos conseguirlo. —respondió con nerviosismo. — Y no creo que la madre superiora consiga algo hablando con el Señor Gold, ya sabes que no le agradamos ni un poco.
Suspiraste ante eso, pues sabías que tenía razón.
Todas notaban la mirada de desprecio que el mayor les daba cuando se encontraban en la misma habitación, y como hacía lo posible para no toparse o hablar con ninguna de ellas más que con la madre superior.
Nunca entendiste la razón de su desagrado hacia ustedes; tus hermanas eran las personas más amables que hayas podido conocer y no creías posible que alguien pudiese odiarlas.
Aún así te negabas a pensar que él era tan malo como todos decían, si algo aprendiste estando con tus hermanas era que todo el mundo tenía un lado bueno.
Astrid y tú se levantaron de sus asientos, junto a las demás, cuando la madre superiora entró a la habitación y por su cara se notaba que había malas noticias.
— Lo siento mis queridas hermanas, no logre convencer al señor Gold de darnos más tiempo para pagar. Tenemos dos semanas para hacerlo o nos echara. —informó con pesar.
Los murmullos llenos de insertindunble no se hicieron esperar por parte de tus hermanas, mucho menos de Astrid que se acercó a la madre superiora junto a otras más.
Tú te alejaste de allí, sentiste como te comenzaba a doler la cabeza; eso te sucedía cuando algo te estresada y preocupaba. O al menos eso pensabas, pues te ha estado doliendo la cabeza mucho últimamente y pensaste que era por esas razones.
Tenías miedo, era imposible que conseguieran el dinero, ya era muy difícil conseguirlo, ahora lo era más en tan poco tiempo.
Saliste por la puerta principal para tratar de calmarte, tus hermanas ya tenían muchos problemas como para sumarte a ellos.
A lo lejos viste como el señor Gold se alejaba de su recinto caminando con nada más que su bastón. Una idea paso por tu cabeza, y se trataba de tratar de dialogar con él para que les diese más tiempo.
Sabías que si no funcionó con la madre superior, mucho menos contigo pero debías intentarlo por lo menos y lo harías.
— Señor Gold...—lo llamaste al estar a unos pasos suyos. Él detuvo su caminata y giro a verte, de inmediato frunció el ceño.
— Disculpa, ¿te conozco?
— No lo creo. —murmuraste y le ofreciste la mano en forma de saludo. — Soy la hermana ______, un gusto.
Te observó de arriba a bajo, y de inmediato notaste la mirada de desprecio que les daba a todas tus hermanas así que bajaste la mano.
— B-Bueno, yo solo quería-.
— Adivino, vienes aquí para pedirme más tiempo para pagar su renta. —te interrumpió con una sonrisa. Tú asentiste repetidas veces. — Creo que ya le deje en claro a tu superiora que mis límites de tiempo son estrictos y deben ser respetados.
— ¡Y lo son! —exclamaste. — Es que se nos dificulta conseguir dinero, pero siempre tratamos de conseguirlo a tiempo.
— Ese no es mi problema. Así es como funcionan las cosas en Storybrooke, entérate. Y si ya terminaste de desperdiciar mi tiempo...—se dio vuelta dispuesto a irse pero no se lo permitiste.
— ¡Por favor! Solo le pedimos un pequeño lapso de tiempo.
— Mira, será mejor que no me hagas enojar. —te observó. — ¿Qué acaso no escuchaste lo que dije?
— Sí lo hice y perdone si lo molesto pero quiero ayudar a mis hermanas. Usted seguramente nunca ha pasado por problemas económicos por ser el dueño del pueblo pero le pido que por favor tenga corazón y nos ayude.
— Créeme que ahora mismo estoy teniendo corazón al no poder la fecha límite para mañana por tu intrusión. Y si creen que porque venga una de ustedes a rogarme más tiempo usando falacias como esas pues están equivocadas, no pienso cambiar de opinión, mucho menos por alguien como tú.
— ¿Alguien como yo? ¿no querrá decir a alguien como mis hermanas y yo? —él mayor la miró con confusión. — Mire, no sé que hemos hecho para que nos odié pero estoy segura de que-.
— Yo tampoco sé la razón de mi descontento hacía ustedes, pero ahora por ti lo es mucho más. —sonrió falsamente.
— No me dejo terminar. —ignoraste lo que dijo. — Pero estoy segura que usted es una buena persona señor Gold, a pesar de lo que digan los demás y de sus acciones...
— ¿Ah si? ¿y qué te hace pensar eso?
— Que todos tienen un lado bueno aún cuando intenten ocultarlo.
El chasqueó la lengua con una sonrisa burlona.
— Como tú digas. Aún así, no funcionará. Ya he perdido mucho tiempo contigo. —dijo antes de girarse para marcharse de una vez de allí.
Lo mirabas irse con una expresión triste. Era obvio que no iba aceptar darles más tiempo, era tonto pensar que podría hacerlo.
Te diste vuelta para irte también pero un impulso te detuvo, una voz sonaba en tu cabeza pidiéndote algo a lo que tú confundida te negabas.
Pero no lograste detenerlo.
El señor Gold continuaba su caminata pero algo lo detuvo; tú.
Él frunció el ceño molesto.
— ¿Ahora qué? —interrogó mirándote con fastidio.
Mucha fue su sorpresa cuando no respondiste nada y te acercaste a él para plantar un beso en sus labios.
Te iba apartar y reclamarte pero no lo hizo porque imágenes comenzaron a pasar por su cabeza; Era él con un aspecto distinto, un niño y una mujer que no lograba descifrar de quienes se trataban.
Cansado de eso te empujó apartandote de él. Tú cuando te diste cuenta de lo que hiciste te cubriste el rostro completamente avergonzada.
— No sé que me hiciste ni que te hizo pensar que tenías el derecho de hacer tal atrevimiento pero no lo pasaré por alto. —bramó molesto.
— Y-Yo de verdad lo s-siento, n-no tengo idea de p-porque lo hice pero discúlpeme. —dijiste confundida. — No quise faltarle el respeto.
— Evidentemente sabías lo que hacías. Y sé porqué lo hiciste, pensaste que besándome haría que les diera más tiempo.
— ¡No, claro que no!
— Me temo que tu jugada te ha salido mal, ¡porque ahora por tu culpa tus queridas hermanas y tú tienen cinco días para pagarme o las echaré y haré se marchen de Storybrooke! —gritó furioso.
— Por favor, no-.
— ¡Aléjate de mi o dejaré de ser amable! —te alejó amenazandote con su bastón. Cuando vio que te alejaste lo bajo y te miró con enojo antes de irse de allí.
Colocaste tus brazos en tu cabeza mientras pensabas en porqué lo habías hecho.
Una voz en tu cabeza te dijo que lo besaras, pero la ignoraste, sin embargo no fue suficiente porque igualmente lo hiciste y no sabías porqué, ya que no era tu intención.
Pero algo si sabías; y era que lo habías arruinado.
(...)
Gold llegó a su tienda y azotó la puerta provocando que varias cosas de su tienda de movieran.
Se sentía terrible; seguían apareciendo imágenes en su mente de lo que parecía ser él y otras personas. Estaba seguro de que algo le hiciste cuando lo besaste y ahora por tu culpa le estaba pasando esto.
Gruñó frustrado sin saber qué hacer. Se tranquilizó cuando las imágenes habían desaparecido momentáneamente.
El sonido de su puerta abriéndose lo hizo soltar un quejido y se colocó detrás de barra para atender a quien sea que haya llegado.
— No pensé que verme fuese tan malo. —comentó con sarcasmo acercándose a él con una sonrisa.
— Se convierte en algo malo cuando solo vienes para pedirme algo, querida. —soltó con bufonería.
— Te ves terrible, ¿qué sucede? —interrogó examinandolo con la mirada.
— Hablas como si me conocieras bien. —recargó sus brazos en la barra mientras bajaba levemente la cabeza sintiendo como le comenzaba a doler.
— Más de lo que piensas. —murmuró para si misma. — ¿Vas a decirme o tendré que adivinarlo?
— Sólo dime qué quieres ahora y dejémonos de charlas como si fuésemos amigos. —respondió levantando la cabeza.
Regina rodeó los ojos.
— Llegaron unos visitantes, creo que sabes muy bien qué hacer.
— ¿Te refieres hacer el trabajo sucio por ti? Por supuesto que lo sé. Pero, no le veo lo malo a que vengan visitantes a Storybrooke, quizás de esa forma no todos estén al borde de la quiebra.
— Nunca pedí tu opinión, solo encargate de ellos, como siempre. —ordenó y cruzó de brazos. — ¿Y a ti desde cuando te importan los demás?
— Me importa su dinero. —contestó y sonrió.
— Si claro... Bueno, ya no quiero seguir conversando contigo viéndote de esa manera. Oh, y no olvides tu trabajo.
— Con un adiós y un cuidate bastaba, querida.
— Te lo diré cuando vea que cumpliste con lo que te dije. —vio que seguía en la misma posición. — Y si te sientes mal tómate una aspirina, ¿quieres? —aconsejó antes de retirarse de la tienda.
Gold suspiró y cerró los puños con ira.
Las malditas imágenes estaban volviendo. Palabras como "Hechizo, Salvadora, Espectro y Salvar" se repetían muchas veces en su cabeza.
Cerró su tienda y fue hasta su habitación, le haría caso a Regina y tomaría una aspirina.
[...]
Había pasado un día desde entonces.
No lograste conciliar el sueño, te sentías tan culpable. Le contaste a tus hermanas lo que sucedió con el señor Gold. Por ti a Astrid casi le da un ataque.
Todo era tu culpa; debías encontrar una forma de conseguir el dinero y remediar tu error.
Tenías planeado buscar todo lo de valor que tenías, que no era mucho, para venderlo y conseguir al menos una parte del dinero y así ayudar. Por desgracia, tendrías que hablar con el señor Gold para vender tus cosas, y seguramente lo último que quería era verte.
Tendrías que encontrar otra forma.
Por el lado de Gold, él estaba probablemente peor que tú. Si bien pudo dormir en la mañana el dolor volvió y fue mucho peor.
Estaba confundido; Ahora en las imágenes se veía a si mismo hablando con Regina, pero ésta traía una vestimenta distinta al igual que él. Y ese niño... no sabía quién era pero cuando se vio a si mismo abandonarlo cuando él atravesó un portal o algo así se sintió terrible.
— Baelfire... —susurró. — No sé quién eres pero voy a averiguarlo. —tomó su bastón y se levantó decidido.
(...)
Estabas guardando las cosas que recolectaste en una pequeña mochila, aún no sabías como pero ibas a conseguir dinero con ello, no te importaba tener que vender todas tus cosas para hacerlo.
— Hermana _____. —escuchaste una voz llamarte desde tu puerta.
— Madre superiora...—pronunciaste al voltearla a ver. — Yo... d-de verdad lamento todo esto. —titubeaste triste.
— Huir no es la solución a los problemas. —dijo viendo la mochila detrás tuyo.
— ¿Eh? ¡No, no, no! No iba a huir, lo último que querría es alejarme de ustedes. Por eso planeo vender todo lo de valor que tengo para conseguir ese dinero.
— Hermana...—susurró apenada.
— Es mi culpa y no voy a permitir que nos echen de aquí por mi... Así que haré lo que sea necesario.
— Yo no estoy molesta contigo si es lo que piensas. —la observaste con confusión.
— ¿De verdad?
— No, sé que te sientes mal y que no fue tu intención que las cosas terminarán mal. —se acercó a ti he hizo que ambas se sentarán en tu cama. — Seguramente no pensaste que el Señor Gold reaccionaria tan mal ante tu confesión.
— Si bueno... Espere, ¿¡cómo dice!? —abriste los ojos sorprendida.
— Tu confesión. —repitió. — Por eso lo besaste, ¿no? Porque estás enamorada de él.
Sentiste como tus mejillas comenzaban arder.
— No, no, no, es una confusión. —negaste nerviosa.
— Está bien, no tiene nada de malo estar enamorada si eso crees, ni que lo estés de un hombre como lo es el Señor Gold. Creo que es como siempre dices; tú viste su lado bueno.
— Sí, pero...
— Hermanas. —Astrid llegó hasta tu habitación interrumpiendote. — El Señor Gold te busca. —avisó mirándote.
Tragaste saliva nerviosa y fue peor cuando la madre superiora te miró con una sonrisa.
— Me parece a mi que eso es una buena señal~.
« Para mi no » Pensaste temerosa.
Te hicieron salir para no hacer esperar aquél hombre, él cual se encontraba bastante afligido.
— Tú. —pronunció en cuanto te vio. Te alejaste un poco asustada por la forma en la que lo dijo. — Sígueme.
Lo viste alejarse del recinto, no tuviste otra opción que seguirlo hasta llegar al lugar donde todo ocurrió.
— Ah, Señor Gold, ¿qué pasa? ¿para que quería verme? —preguntaste al llegar al lugar.
— Lo que sea que me estés haciendo... haz que pare... —dijo entre dientes dándote la espalda.
— No, no entiendo...
— ¡HAZ QUE PARE! —gritó acercándose a ti para tomarte de los hombros. — ¡Desde que me besaste no he dejado de ver esas imágenes de mi y de otras personas que no sé quienes son!
— N-No sé de que h-habla...—dijiste nerviosa intentando que te soltara.
— Lo sabes muy bien, y si no detienes lo que sea que me estés haciendo echarlas no será lo peor que les haré. —amenazó mirándote con furia.
— ¡Le estoy diciendo la verdad, no sé de que habla! Pero por favor, no se desquite con mis hermanas, ellas no tienen la culpa.
— No, la tienes tú y vas a remediar esto... Haz que se detenga. —repitió sin dejar esa mirada furtiva mientras te apretaba de donde te estaba sosteniendo.
— ¡Suelteme! —intentaste alejarlo pero no te lo permitió.
— ¡No hasta que detengas lo que me hayas hecho! ¡Todo estaba bien hasta que me besaste!
— ¡Si es por eso discúlpeme, ¿si?! ¡No me le volveré acercar si eso quiere! —dijiste sin dejar de intentar que te soltara.
— Eso quiero, créeme... —no dijo nada por unos segundos mientras pensaba en algo, luego te miró a los ojos, cosa que te asustó. — Todo comenzó con un beso, quizás... quizás pueda terminar con uno también.
— ¿Q-Qué? —preguntaste nerviosa.
No supiste como reaccionar cuando acercó tu rostro al de él para besarte, abriste los ojos sorprendida por su acción. Te besaba de forma lenta mientras tú te quedabas procesando lo que estaba pasando. El beso se prolongó más de lo esperado, tú no lo respondiste en ningún momento.
De un momento a otro te alejó de él y se giró a otro lado.
— ¿S-Señor Gold...? —lo llamaste viendo que no decía nada.
— Ya recuerdo. —susurró para si mismo y cayó de rodillas al suelo, soltando su bastón. Tú de inmediato te acercaste para ayudarlo.
— ¿¡Está bien!? ¿¡algo le pasa!? —interrogaste preocupada mientras agarrabas su bastón. — Iré por ayuda, no se mueva.
Estabas por irte pero sentiste como él tomaba tu mano para evitar que te fueras.
— Estoy bien, tranquila querida. —te sonrió.
Relajaste tu expresión un poco extrañada por la forma en la que te habló. Duro unos segundos más así hasta que te dio la otra mano para ayudarlo a levantarse, cuando lo hizo le entregaste su bastón.
— ¿Seguro de que ya está mejor?
No respondió y simplemente te abrazo.
De nuevo te quedaste ahí sin saber cómo reaccionar y sin dejar de procesar lo que pasaba.
— Ahora lo estoy. —te susurró mientras acariciaba tu cabello.
Ya recordaba todo, gracias a tu beso por alguna razón. Pero debía tener que ver con que eras una hada y ese debía ser tu poder.
Lo que era curioso porque se suponía que en esta tierra no había magia, pero ya habría tiempo para resolver esas dudas.
Y si algo haría después de vengarse de Regina por no cumplir con su parte del trato y borrar su memoria también, seria empezar a tratarte bien.
*•.───── ❣ ─────.•*
Sé que se supone que no hay magia durante el hechizo pero cambios para que quede bien la historia nunca están de más 😎🤝
Bueno, quise hacer el primero de uno de mis personajes favoritos así que espero que haya estado a la altura<3
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top