Capítulo 11: Lo que soy
—No haces lo suficiente.
Eso es lo que siempre dijo Altair. Él siempre se esforzaba y a veces se frustraba cuando, a pesar de eso, Orión no reconocía su esfuerzo. Sin embargo, ahora de algún modo me encuentro queriendo darlo todo en verdad y no por obligación.
... Al menos eso creo recordar. Todo es oscuro...
... Marien...
—No podré pasar las fiestas con ellos, ya no volveré a abrazar a mamá y sentir su consuelo, ya no recibiré sus llamadas, ni escucharé su voz, o la risa escandalosa de papá... Todo por esos seres. ¿Humanos? ... A veces no lo parecen...
—Lo siento...
—Está bien, no tienes que entenderlo. Además, tú también tienes miedo de recordar y quizá darte cuenta de que tu familia tampoco está, pero te ayudaré si eso pasa, ¿sí?
Su dulce y amable sonrisa...
...
"¿los matarías? Serías peor que ellos." ... Qué cruel fui...
—No, no, no... ¡Vamos, despierta! —me ruega su hermosa voz, que ahora suena angustiada.
Poco a poco todo vuelve. Lo que parecía una eternidad en la oscuridad son solo pocos segundos. Los ruidos de alarmas distantes entran a mis oídos y finalmente reacciono, abriendo los ojos. Lo primero que veo es la expresión de alivio de ella y pronto me rodea en brazos, haciéndome abrir los ojos un poco más mientras mi corazón se acelera.
Un fuerte impacto y de inmediato sé que el H.E nos siguió y, más veloz que nunca, ruedo y bajo del capó del auto con Marien entre mis brazos. La pongo detrás de mí y me dispongo a seguir protegiéndola.
Cae el otro hombre y pisan suelo de un salto.
—Puedes irte —le dice el primero a su acompañante—, yo me encargo a partir de ahora. Me divertiré un poco aquí. —Vaya, confía bastante en sus habilidades y eso me preocupa. Por su olor, puedo saber que es un guerrero del norte, en donde no hay tantos recursos y se dice que eso los hace más duros. Da unos pasos al frente—. Pelea conmigo, quiero ver todo tu potencial.
Se ha percatado de mi fuerza, ya debe suponer que mi transición ha durado la mitad de lo normal por eso. Para nosotros es fácil darnos cuenta. Solemos medir a nuestros adversarios tras observar y pelear.
Gruñe y se me lanza, así que aparto a Marien y recibo la embestida. Le doy y esquivo golpes, pero no con tanta eficacia, ya que estoy preocupadísimo por ella, y por no asustarla más de lo que ya está.
Ella debería estar lejos ahora, lejos del peligro, lejos de mí...
Por distraído, el hombre me muerde el brazo y me tumba al suelo de un golpe. En ese instante, empieza a patearme en el abdomen y el dolor se dispara.
—¡Déjalo! —chilla Marien—. ¡Es sólo un chico, DÉJALO!
Mi atacante se detiene y la atrapa en un abrir y cerrar de ojos, regresándome la imagen de mi pesadilla, haciéndome olvidar el dolor. La pone a mi vista, y su mirada me dice que sabe que la cuido por algo, eso le va a bastar para disfrutar lastimándola.
—Suéltala —ordeno.
El sujeto aprieta sus garras sobre su delicada piel y quedo pasmado ante la situación y la mirada de horror y miedo de mi valiosa humana. Ahora ya no puedo evitar que la furia empiece a hacer efecto. Las palabras de Orión sobre atacar sin piedad vienen.
—¡Me aburro, pelea de verdad! —Le rasga la piel a mi Marien haciéndola gritar, y la sangre me hierve como nunca antes.
—¡NO LA TOQUES! —Gruño con fuerza de forma salvaje sin contenerlo, luciendo mis ya crecidos colmillos, y sintiendo el vibrar de mi pecho. Marien está aterrada pero la furia que siento es tal, que lo olvido por completo.
—Si no vienes por ella, la mataré. ¡Dame una buena pelea de una vez!
Y me lanzo como una bestia. Siempre escuché que, para los humanos, podíamos parecer demonios cuando atacábamos. Quizá sí lo somos...
No me mido ni un poco, quiero que este maldito pague por haberse atrevido a tocarla. Nadie tiene porqué tocarla, ¡nadie!
Muerdo con fuerza su brazo y su grito de dolor alimenta a la bestia, tal y como he sido entrenado. Se libera dándome un rodillazo e intenta golpearme, pero lo esquivo y lo muerdo por las costillas, tirando con fuerza y arrancando la carne. El sabor de la sangre sigue alimentando mi furia.
Me aparta con una patada y derrapo en el asfalto. Limpio la sangre de mi boca y sonrío satisfecho porque ha empezado a sentir miedo. Para esto me entrenaron desde chico, para ser tan sanguinario como pueda en las peleas.
—¿Qué ocurre, ya te rindes? —me burlo, y me mantengo emitiendo un muy bajo gruñido, casi como un ronroneo cruel, listo para seguir—. ¿No querías una buena pelea?
Gruñe furioso y vuelve al ataque, su orgullo puede más. Lo recibo con gusto, quiero oírlo sufrir. Golpeo y muerdo lo que alcanzo para luego ser apartado con más golpes y devolvérselos. Parezco animal salvaje.
Lo arrojo contra el asfalto de un golpe y corro a querer morderlo, pero él se agazapa y se me lanza, para continuar con la interminable lucha. Me aparta mientras yo intento morder y arrancarle más carne. Intenta darme un puñetazo, pero lo esquivo, lo aprisiono, y con un rápido movimiento lo lanzo contra el asfalto.
Queda inconsciente tras el golpe seco que da su cabeza contra éste.
Respiro agitado, atento a ver si se mueve, pero oigo un ruido y volteo enseguida. Marien me ve horrorizada y toda la furia que sentía se va de golpe, dejándome en frío.
Oh no...
Levanto las manos en señal de que no pienso lastimarla.
—Tranquila, "no muerdo" ¿recuerdas? —le digo con suavidad—. No te lastimaré.
Empiezo a acercarme. Ella tiembla y eso siempre despierta mi instinto protector. Aunque en realidad, ya tengo esa necesidad de protegerla, que no es por el hecho de que debo hacerlo para llevarla, sino... por alguna otra razón.
—Eres un H.E —recrimina y me detengo—. ¡Me engañaste todo este tiempo!
Caramba. Sí, le he mentido y sigo haciéndolo. Estoy arrepentido, pero no puedo olvidar mi misión, además, ella ha de odiarme ahora. Me duele pensar en eso, quería agradarle desde que la vi, no decepcionarla. Me dejo caer de rodillas. Muy aparte de que no debería dejarla escapar, y que debo ver cómo convencerla, si ella me odia y no me perdona, moriré por dentro.
—Lo sé... —murmuro—. Pero tuve que hacerlo.
—No veo la necesidad.
¿Qué? ¿Cómo que no?
—Tú nos odias... —le explico con algo de incredulidad, porque parece que ella se ha olvidado de eso.
—No es odio, es... rencor, más que todo. —Su tono de voz ha cambiado.
Sí, debí suponerlo. Eso, y recordar el dolor que ella todavía siente por causa de mi especie, me hace sentir peor.
—Perdóname... —le pido—. Hubo algo en ti, que desde que te vi, me agradaste —le confieso y eso, de algún modo, me hace sentir avergonzado, pero liberado al mismo tiempo—. Perdón, no quería que me odiaras, yo no te odio —alzo la vista—, y quiero cuidarte.
Ella se estremece apretando su abdomen y me percato de que es por la herida que tiene. Me preocupa enseguida, no quiero que sienta dolor alguno por nada.
—Puedo hacer algo con eso —le aviso y me pongo de pie, pero ella retrocede y vuelvo a detenerme—. Por favor... sigo siendo yo —trato de hacerla entender y le extiendo la mano—. No te haré daño, lo juro.
Queda mirando mi mano un segundo y parpadea confundida.
—No tienes garras —comenta.
Bajo el brazo y sonrío. Está viendo a un H.E y se preocupa porque no tengo garras, es observadora incluso ahora.
—Las corté seguido —y vaya que fue un martirio—, aunque me preocupaba que igual notasen que mis uñas eran más gruesas y duras que las de alguien normal... —De pronto quedo en blanco porque me abraza fuerte.
Mi corazón se acelera y siento que un leve calor sube a mi rostro. No entiendo. ¿Me ha perdonado? ¿Me acepta como soy a pesar de todo?
Se aparta y se queja por el dolor de la herida, y vuelvo a preocuparme, reaccionando. Levanto un poco su blusa y logro ver los cuatro cortes superficiales ocasionados por las garras de ese infeliz.
—Debo buscar algún botiquín entre los escombros —dice mientras mira hacia el edificio.
—No hay necesidad —la trato de calmar con una sonrisa—, mi saliva es desinfectante. —Me mira desconcertada—. ¿Me permites?
Me hinco en una rodilla, la miro de forma fugaz y parece a la expectativa, así que me apresuro. No estamos en mi ciudad con los viejos amargados vigilando, y ella no es una H.E, así que nada me impide curarla. Lamo con delicadeza una de las marcas y la siento estremecerse, sin embargo, no olfateo miedo, así que no me detengo. Igual, ya estoy embobado con el sabor y aroma de su piel. Es dulce, suave, muy suave.
Termino de curarla y me reincorporo, aún sigue un poco impactada al parecer, lo de mi saliva era un dato que no sabía, sin duda.
—Siento que hayas tenido que ver todo esto —me disculpo por haberme tenido que mostrar tan salvaje ante ella sin que lo supiera antes—. Te lo iba a decir hoy, con la esperanza de que no decidieras experimentar conmigo.
—Sé de alguien que hubiera disfrutado cortándote la panza —se pone a bromear y sonrío.
Entonces sí, me ha aceptado como soy y me sigue tratando como su igual...
"Ella ya es una mujer adulta que sabe cómo engañar..." vuelven las palabras de Altair.
Aprieto los labios en una línea. Siento que lo que él dijo no puede ser verdad, pero también temo ser muy ingenuo y estar cayendo en una trampa. Ya estaba decidido en llevarla y cumplir mi misión, volver a intentarlo con Ursa, y recuperar el honor de mamá, pero ahora he vuelto a la indecisión al verla sonreírme así y aceptar de manera tan fácil mi naturaleza.
¿Por qué me pasa esto?
Algo surge en mí, una nueva esperanza. Puedo todavía llevarla y comprobar si de verdad es mala, quizá. Y si ella no es mala, puedo engañar a Orión y escapar.
—Sé que puedo convencerte a ti y al resto de humanos de que desistan de usar esa toxina —le digo.
Es lo que quiero, superar estos problemas y llevarla conmigo.
Aunque, en realidad, nada me impide soñar desde ya con quedarme al lado de esta preciosa humana y cuidarla por el resto de mi vida, darle todas las cosas dulces que merece tener y ver. Actuar como el irresponsable que siempre me han dicho que soy, y dejar la misión para contemplarla todos los días y verla sonreír.
...Caramba. No. Ya estoy mal. Estoy muy mal... ¡No puedo estar pensando en dejar a mi gente!
Un dolor agudo aparece y frunzo el ceño, ya que luego de que pasa la adrenalina y la furia que ciegan cuando peleo, las heridas siempre empiezan a doler. Palpo mi costado y veo que tiene sangre, es ahora cuando los golpes también empiezan a latir. Siempre he odiado esto. Lo peor es que debemos movernos ya, antes de que tenga que pelear de nuevo estando así.
—Vamos —dice ella al darse cuenta—, si tú me has protegido, yo tampoco dejaré que te pase algo, debemos curarte.
¿Eh?
Niego.
—Tranquila, estaré bien. Solo no quiero esperar a que nuestro amigo se despierte.
—¿Que no está...? —murmura pasmada.
—¿Muerto? No. —Sonrió, y no la culpo por pensar eso, ya que somos salvajes—. Somos más duros de matar de lo que crees.
—Oh... de prisa entonces. —Se apresura a guiarme.
Y la sigo, todavía en sorpresa, sin creer lo valiente que es al darme la espalda mientras camina, confiada en que no le haré nada. ¿Cómo puede Altair entonces decir que es mala? La persona mala sabe cosas, y yo no le daría la espalda a otro de mi especie. Sin embargo, ella, en un gesto que denota completa inocencia, lo ha hecho. Siendo tan delicada y frágil, si fuera mala, procuraría tenerme a la vista.
Orión nos enseñó a leer el lenguaje corporal, de las presas y de otros evolucionados. ¿Sabrá ella eso? Aunque podemos disimular casi a la perfección, obviamente no voy a atacarla, ¿por eso camina sin cuidado? Pero los humanos no saben leer el cuerpo, creo.
En fin. No puedo ahora lanzarme a las conclusiones. No puedo asegurar si es mala o no solo con esto, así que solo la sigo luego de respirar hondo y negar en silencio.
Desde que la conocí, hasta ahora, su cuerpo, su forma de hablar, sus gestos y su esencia, solo me dicen que es muy, muy dulce. Guarda mucho dolor, algo que le ha afectado al punto de hacerla temblar cada vez que está asustada, lo que me indica que se ha contenido mucho, pero que es fuerte y se ha recuperado.
No me gusta eso. Mala o no, quisiera ayudarla a sanar por completo.
... Pero ¿cómo voy a hacer eso?
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