🍒 Capítulo 33 🍒

"Silencio que no es silencio.
Alguien se levanta, otro viene a buscar.
Ella trae algo que no busco y espero.

Silencio, espero en silencio.
Un montón de bocas como parlantes, saturan el aire.

Hoy que mí corazón se aturde en silencio.
Hablando solo cuando es tarde y ya no hay nada más que hablar"

🫀

•   •   •


Su corazón se detuvo y el aire se sintió escaso.

Sin la capacidad de decir palabra alguna, su mirada se perdió en dirección a sus manos juntas sobre la camilla.

"Lo hago por estoy jodidamente enamorado de ti"

La confusión de la confesión, había sido como un baldazo de agua fría que la había hecho caer en cuenta de muchos líos que se habían impuesto sin permiso alguno en su vida, y que, para su desgracia, no sentía que pudiera manejar.

En su cabeza se desató una tormenta y el huracán de sus pensamientos la envolvió en sus profundas preocupaciones, alejándola de su mundo exterior.

Él la contempló, reservada en el silencio, escondiéndose de la realidad que la atormentaba y que, conociéndola, supo que le causaba un conflicto demasiado pesado.

Entendiendo ese silencio con cierta pesadez, él se resignó a acariciar su cabeza con ternura, sacándola de su trance y obteniendo un respingo de su parte.

No esperaba nada en particular, pero muy en el fondo de su corazón, deseaba más que un frío y directo silencio.

- No pienses en ello si no quieres hacerlo, no es un problema del que tengas que preocuparte..- Murmuró, y sus ojos se opacaron con cierta decepción que necesitaba ocultar - Sólo..es algo que necesitaba decirte, por qué..ha estado pesándome por un largo tiempo.

Un silencio que no daba tregua a sus corazones compungidos en los horizontes indistintos de la decepción y el shock, se plantó entre ellos y floreció con creces.

Tan cerca, pero tan alejados a la vez.

Aunque lo quisiera, no había nada que ella pudiera decirle, pues el destino no había parado de darle bofetadas duras y sonoras en este último tiempo, una tras otra, desestabilizando el control que solía tener y que le permitía disfrutar de su vida con normalidad.

Se sentía agobiada, ahogada. Quería salir de allí y desechar todas sus preocupaciones, llorar en la privacidad de su habitación y dormir abrazada a su almohada como hace un largo tiempo no lo hacía.

Su cuerpo se deslizó con suavidad y ella escondió su rostro en su hombro, y con él, su silenciosa angustia.

- Está bien, lo entiendo.. - Concluyó en un suave hilo de voz que se desvanecía más con cada palabra- ¿Podemos.. sólo dormir sin hablar por ésta noche?

Con una calma casi anormal que escondía sus peores temores y el peso de sus palabras cuando brotaba la honestidad como anteriormente lo había hecho, él aceptó, y sus cuerpos se acomodaron nuevamente en la camilla sin mayor contacto.

El único consuelo que podían darse, era su mutua compañía nocturna, que entre suaves caricias, intentaba compensar el vacío de sus corazones llenos de preguntas.

Ahora se encontraban tan fríos, que aquello no parecía darles ninguna alegría.

Y es que el amor no era un sentimiento malo, para nada, todo lo contrario. Cuando florece en los corazones puede ser el alimento del alma, el combustible de las emociones más honestas y bellas conocidas por el hombre.

Pero, ¿Qué se podía hacer cuando el amor no significa paz si no caos?, ¿Qué quedaba de todo lo estructurado que conocemos sobre el amor y sus sistemáticas, si los sentimientos no van en la misma dirección?

¿Qué podía hacer o decir, cuando en su corazón, había más de un sentimiento cosquilleando cerca de la superficie?

A más de una persona.

•  •  •

El alba acarició sus cabezas con una suave luz dorada y cálida que fue despabilando suavemente su sueño, haciendo revolotear sus pestañas al abrir sus ojos con pereza.

Sus manos escondidas juntas contra su pecho se movieron en un espasmo nervioso y pronto buscaron su rostro, frotando sus ojos en búsqueda de aclarar su vista.

Su cabellera dorada caía a los lados sobre su rostro y la almohada, en una expresión de tanta calma y serenidad que sintió como iluminaba su mirada y encogía su pecho.

Tan bello, y tan tranquilo.

Sus manos desearon acariciar su pálido rostro, pero pronto se retractaron. No quería interrumpir su sueño, ni su paz.

Los recuerdos de ayer azotaron su mente cayendo como un aluvión de realidad y un nudo en su garganta ahogó su tranquilidad matutina.

Otra vez, la consciencia de sus problemas iba y volvía, pero nunca desaparecía.

Su mirada regresó a él y la angustia pululó alrededor de su corazón, recordándole que sus sentimientos seguían allí para confundirla, aún a plena hora de la mañana.

» ¿Cómo negarme que te quiero? « Pensó mientras lo observaba descansar, y sus labios temblaron, ya era imposible de ocultar para ambos.

Por mucho que se esforzara en creer lo contrario, se lo había planteado semanas atrás y volvía a plantearselo ahora, ésta vez, sin duda alguna en su corazón.

También lo quería, y mucho más de lo que podía discernir en aquel momento.

Un pequeño vibrato sobre la mesilla junto a la cama la hizo sobresaltar y, con el cuidado y precaución de un ninja, se puso de pie sin despertarlo, acomodando su ropa y su cabello a tientas, mientras tomaba el teléfono y desbloqueaba la pantalla.

Mamá💘

Buenos días cariño.
Tené tus cosas preparadas, a las diez llego por vos.

Tecleando una respuesta, ella vislumbró la hora. Aún faltaba una hora para las diez.

Dándole un último vistazo hacía la camilla, se concedió unos segundos para admirar al joven que reposaba con tanta serenidad en la camilla.

Con pasos suaves, se inclinó con cuidado sobre la camilla, despejando su frente de unos bonitos cabellos dorados que caían como hilos dorados en perfecto sintonía de belleza en su rostro pleno, pálido.

Era tan hermoso, tan cruelmente bonito, que su corazón se encogía de solo pensar en perturbar esa frágil y siempre pacífica belleza, tan luminosa como el sol que entraba por su ventana.

- Haces que me sea imposible negarme a lo que siento..- Confesó en voz baja, trazando una dulce caricia en su mejilla.

Su mirada bajó hasta esos dulces y suaves labios que la habían desarmado por completo, separándola en piezas que necesitaba alinear cuanto antes.

Sus deseos cayeron a sus pies y, perdiéndose en las cosas que deseaba su corazón, su boca le robó un tenue y dulce beso, egoísta y lleno de dudas.

Disfrutar de la sensación de sus labios, y del amor que se había sincerado a la luz de la luna,  tenía un precio muy alto; pues el amar que conocía, también conllevaba tristeza que se supone, no debía.

Sus labios se alejaron y sus manos acariciaron su mejilla al abandonar el recinto de luz y tranquilidad que él significaba para ella.

- Y yo también estoy enamorada de ti.

Si quería ver la luz, debía aclarar su oscuridad, pues el día y la noche eran cosas muy distintas que no podían coexistir al mismo tiempo.

Había sido dividida cual puzzle; y sus piezas definían sus deseos, pero lejos de unirse y encajar por un objetivo en común, éstas eran muy distantes unas de otras, chocando entre sí, e impidiéndole ver la imagen al final del trayecto.

En silencio y con una tristeza que le pesaba sobre los hombros, salió de la habitación para llegar al tocador y lavarse la cara, en un intento casi desesperado de enfriar sus pensamientos.

Mirándose al espejo, pudo notar que tenía ojeras, y que sus ojos estaban un tanto rojizos aún.

Su estado anímico, no había tardado en reflejarse en su exterior.

- ¿Qué ha pasado conmigo? - Se preguntó a si misma, observándose con tristeza y cierta decepción - Esto no puede estar pasándome de verdad.

Con la cabeza gacha sobre el lavado, gotas cayeron de su rostro hasta dar con el suelo, nisiquiera el agua helada podía ayudarla a pensar con claridad en aquellos momentos de tantas situaciones paralelamente duras.

Indagando en su corazón, dos imágenes rayaron su alma como una pizarra, trazando un duro mapa de sucesos que no había podido controlar, y que al escaparsele de las manos, habían desatado una posible recaída en su vida que no podía seguir pasando por alto.

Dos chicos totalmente opuestos, la habían llevado a la ruina.

Sin que ella pudiera impedirlo, la noche y el día así de opuestas como eran se habían asentado en su corazón sin pedir permiso, destornillando su firmeza y resignandola a mendigar tranquilidad en la soledad de su existencia, por dos corazones que habían encontrado al suyo y se habían aferrado, queriéndola de maneras que estaba segura, no eran las correctas.

Y lo que era peor, lo que había sentenciado su vida por completo, es que ella, sin darse cuenta, los había dejado pasar y acomodarse a su gusto.

Su corazón la había traicionado, jugándosela por la espalda y les había dado un lugar a ambos que no debía, correspondiendoles por la inercia del amar sin remordimientos, sin culpas y sin límites.

La condena del amor podía ser muy cruel y asfixiante cuando te pasaba a cobrar, sobre todo cuando no se puede negar lo que se siente, sin caer en la estupidez e ignorancia de una realidad paralela que no era la que te rodeaba.

Y para su desgracia, los años que le pesaban sobre el cuerpo y la mente, así como todas las experiencias que la hacían lo que era hoy, con sus virtudes y defectos, la hacían ser muy consciente de los latidos de su corazón, así como de la angustia que la obligaba a admitir que algo era diferente y la apegaba a esas dos existencias tan lejanas que habían arrasado con toda la normalidad de su vida rutinaria y tranquila.

Tenía la dura sospecha, de que contrario a todo lo que siempre le había parecido ridículo y difícil de creer, su corazón se había enamorado pérdida y profundamente de ambos chicos.

La sola posibilidad, le parecía inconcebible, errónea, incorrecta. Pero así parecían ser las cosas.

Amaba y quería, anhelando con honestidad, en más de una dirección.

» Esto no está bien..es imposible estar enamorado de dos personas a la vez..« Pensó, tirándose de los cabellos con cierta desesperación » Debo estar confundida..no es amor..no puede serlo, ¿No? «

Sus manos recorrieron su rostro con frustración y su mente se salió de control, revolviéndose en miles de recuerdos y de situaciones que habían alterado el estado psicólogico que tanto le había costado conseguir.

Tener el control de las cosas que sentía y que le sucedían sin caer en conductas autodestructivas, antes fue su realidad, pero ahora parecía completamente lejano, casi una simple ilusión.

» Esto es ridículo..un año de tranquilidad y todo se va a la mierda..« Pensó, y la verdad se sintió más dura de lo que creía » ¿Por qué me tiene que pasar esto a mí? «

•  •  •

Su paso por el aún vacío edificio se sintió solitario, faltando veinte minutos para las diez, aún no había mucha gente circulando por allí.

Los equipos que tenían su horario fijo durante ese día, no tenían prisa por llegar, y exceptuando un par de maestros y el personal del lugar, no había mucho más que la acompañara e hiciera su existencia menos sofocante.

Llegando nuevamente a la enfermería, asomó por la puerta, observando que su compañero ya estaba despierto, y era revisado de pies a cabeza por las enfermeras, las cuales suponía,  estaban dictaminando si podría afrontar el partido de hoy.

- Disculpen..- Se anunció, alzando su mano con timidez y las miradas se posaron sobre ella, incluída la del joven de cabellos rubios - Lamento interrumpir, solo vengo a retirar mis cosas.

- Tranquila, puedes pasar - La enfermera le concedió una sonrisa mientras cambiaba los vendajes del herido joven y se aseguraba de que todo estuviera bien.

Esquivando casi automáticamente la mirada del muchacho, ella avanzó rápidamente, tomando su mochila y colgándosela del hombro. Al voltear, la mujer le colocaba un pequeño algodón sobre el pinchazo, probablemente de su última dosis de antibiótico.

- Muy bien, ya estás listo - Comunicó sonriente, descartando sus guantes en la basura al igual que la jeringa - Esperaremos a hablar con tu entrenador, sin embargo, creo que estás en condiciones de entrar al partido, eso si, con mucho cuidado.

Lejos de parecer contento con la noticia, éste soltó un pesado suspiro, afligido de no poder descansar más de sus obligaciones.

La enfermera se marchó, dejando a ambos chicos solos nuevamente, con un ambiente tan  tenso que podía cortarse con un cuchillo.

Ninguno se dirigía la mirada, pues sabían que estaban demasiado cargados con las cosas que no se podían decir.

- ¿No te quedarás a ver el partido? - Cuestionó él sin mirarla, sentado al borde de la camilla.

Observando sus propios pies para conservar la firmeza, ella negó y sus dedos tamborilearon sobre la correa de la mochila mientras tomaba un respiro que se sentía tan pesado como intentar inhalar desesperadamente bajo el agua.

Estar en esa situación, era como estar ahogándose lenta y tortuosamente bajo el mar, limitándote a tu destino, viendo como toda luz se aleja cada vez más de ti, sumiendote en la oscuridad.

- Mí mamá quiere que vaya a casa a descansar, así que no podré quedarme, lo lamento..- Musitó, levantando la mirada mientras se acercaba a la camilla y tomaba asiento suavemente junto a él.

Él se limitó a contemplarla con una amargura que le hacía un nudo en la garganta, pues ella aún estando cerca, no se atrevía a hacer contacto visual por más de un segundo antes de escapar y refugiarse en cualquier otra cosa.

Ambos pensaban que era una cruel ironía; habían sido tan cercanos como una sola y maravillosa existencia flotando entre inmensas olas de caricias y ternura.

Pero por crueles errores de los imperfectos seres humanos que eran, todo se había desvanecido hasta sentirse separados por miles de kilómetros de distancia uno del otro.

Esa cantidad inconmensurable de tropezones que habían tenido en su maravilloso mundo de inconsciente felicidad, los había hecho caer en un nido de problemas, frialdad y, por sobre todo, de un profundo miedo.

- Si te sientes mal, es lo correcto, ya te has esforzado bastante por todo el equipo, mereces descansar - Concluyó tan distante como una brisa perdida, hora él tampoco la miraba, y su contemplar descansó en la esquina de la habitación.

Los ojos son la ventana del alma, y viéndolos, podríamos encontrar más cosas de las que queremos ver o sentir.

El miedo que sentían de mirarse y verse obligados a atender las cuestiones que estaban evitando por no saber cómo manejarlas, cayendo casi en la negación y la ignorancia, no les permitía siquiera sostenerse la mirada.

Sentados uno junto al otro, pero habitando mundos totalmente diferentes.

- ¿Y tú qué tal te sientes? - Cuestionó, apoyando ambas manos a los costados de su cuerpo, observando sus pies balancearse en el aire - Quizás necesites descansar un poco más antes de jugar, para no esforzarte de más.

Su mirada se opacó sin que ella lo notara, y ocultó una pequeña e involuntaria sonrisa amarga.

El dolor que sentía en su cuerpo, no era ni mínimamente comparable al retorcijón dentro de su pecho.

En consecuencia, era lo que menos le importaba.

- La enfermera dice que puedo hacerlo, pero todo dependerá del entrenador, supongo que él tiene la última palabra - Sus hombros se encogieron suavemente - Realmente no me importa.

Dicho eso, ella se limitó a asentir, y el vacío de la carencia de conversación los rodeó con una prisa casi tortuosa, como si hubieran estado eternamente así.

¿Cuándo fue que el silencio dejó de abrazarlos y se convirtió en la mano que los estrangulaba?

Habían estado en silencio muchas veces, pero sin duda, ésta era la primera vez que se sentían incómodos, como si estuvieran sentados al borde del tejado mientras fuera arde la ciudad.

» ¿Cuándo fue que nos
convertimos en esto?«

Se preguntaron aún sin saber que era mutuo, y la cuestión sonó irreal.

El silencio entre ellos se afiló sobre su garganta como la espada que los empujaba de espaldas a la pared, y pronto ella - al borde del filo- fue quien se atrevió a preguntar.

- Y.. ¿cómo te sientes respecto a anoche?

La boca le ardió de solo musitar esa cuestión, el tema que no quería ser tocado se asomaba por la ventana una vez más.

Ella tampoco quería hablar de ello, pues el ahogo que los presionaba no solo lo arrastraba a él, si no a ella también.

Pero los problemas no desaparecerán solo por ignorarlos, y al final del día, solo era cuestión de tiempo para que, si querían salir de ese huracán tormentoso, alguien tomara al toro por las astas.

Y a riesgo de ser lastimada, ahora debía de ser ella.

Él no contestó de inmediato, pero ella tampoco esperaba que lo hiciera. La pregunta pesaba sobre sus hombros como una carga difícil de llevar, enfriando su sangre y revolviendo sus tripas.

Jugando con sus propias manos para aliviar la tensión, él tomó un respiro, buscando un gramo de honestidad en su corazón.

- ¿Realmente quieres saberlo? - Echando su cabeza hacia atrás con los ojos cerrados, él esperó respuesta, sin embargo, el desconcierto femenino solo dejó un silencio en el aire. Guiando su mirada hacia ella con una frialdad que le dió escalofríos, Inquirió - ¿Y tú?, ¿Cómo te sientes?

Entendiendo aquella defensiva como parte del silencioso enojo ajeno, ella guió su mirada a sus pies, reflexionando en silencio.

- Confundida..- Admitió y él suspiró con cierta decepción, llamando su atención - Creo que aún estoy digiriendo esa información.

- ¿Estás molesta? - Preguntó repentinamente y ella se apresuró a negar, su voz se agravó y la pregunta de sus labios casi raspó su garganta- Entonces, ¿Cuál es el problema?

Arqueando una ceja por la sorpresa, ella le concedió una mirada de confusión.

Mordiéndose el labio con frustración, él apretó sus dedos, tronando sus huesos con nerviosismo en un crudo silencio que no hacía más que preocupar a su amiga.

Ella no lo sabía, pero hacía un gran esfuerzo por mantener la calma.

La situación lo estaba superando.

Desde ayer a la noche su cabeza era un total caos que se disparaba en todas las direcciones con emociones mezcladas que se pisaban los talones unas a otras, cambiando su ánimo y moderación bruscamente.

Se debatía entre el enojo, la decepción, la tristeza, y su sentido común que le advertía que podía arruinar más las cosas si no dejaba lo que sentía por separado de su capacidad de resolución de conflictos.

» Basta, contrólate, no puedes simplemente manejarlo así «

- ¿A qué te refieres?  - Su voz titubeó, como si el tema del que hablaban de repente hubiera dejado de ser el mismo. Él se pasó ambas manos por el cabello, revolviéndose en un intento de negar lo que sentía, o simplemente dejar todo su enojo contenido salir para perderlo todo en el camino.

No quería, no debía explotar.

- Nada, olvídalo - Descartó, apoyando sus codos sobre sus piernas y cubriéndose el rostro en un intento de enfriar su ánimo.

Si explotaba, sabía que diría cosas que no quería decir, y luego se arrepentiría cuando ella se alejara nuevamente de él.

Pero cuando la furia y la tristeza arden en tu interior, ¿Realmente hay una forma de simplemente apagarlo y reducirlo a la nada?

Ciertamente asustada, ella acercó su mano a él, en un intento de tomar suavemente una de sus manos y alejarla de su rostro, más en un movimiento seco y casi involuntario, él la alejó.

Fue un sonido muy suave, como un chasquido, sin embargo, fue como si todo bajo sus pies, incluyendo ese escaso hilo de calma que mantenía sus emociones a raya, acabara de romperse en mil pedazos, haciendo un estruendo digno del caer del glaciar.

Si había algo de calma entre ellos, ésta acababa de desaparecer para siempre.

Completamente desconcertada, su voz no pudo si no ser casi un suspiro lleno de confusión.

- ..¿Qué es lo que pasa contigo?

- ¿Cuál es tu jodido problema conmigo?

Fue una simple pregunta la que ella le hizo, con más ánimos de ayudarle que de criticarle, pues a simple vista se notaba que el muchacho no se encontraba bien, pero sin que Jazmín supiera, ésta había sido la gota que rebalsó el vaso.

El aire se sentía pesado, las miles de discusiones en su cabeza eran demasiado fuertes para que pudiera escuchar a la voz de la razón por un segundo más.

Estaba tan harto, cansado y superado que simplemente no supo cómo manejar las cosas y por fin, explotó.

- No entiendo que es lo que te sucede conmigo, y aunque no lo creas me gustaría saberlo, creo que tengo derecho a ello, pero lo único que me das es una mierda de silencio - Escupió con una voz tan enojada y llena de rencor, que congeló el corazón ajeno por completo, haciendo temblar sus manos y oscureciendo su expresión.

Estaba fuera de control, ya no tenía filtro alguno que le impidiera ser tan sincero como siempre solía serlo, al borde de la crueldad.

Inhalando con pesadez, ella hizo lo posible por mantener la tranquilidad, aún si por dentro había un caos incontrolable, se repetía que alguno de los dos debía mantenerse firme.

Pero, si que era difícil.

- Mira Kei..es más complicado de lo que crees, y no creo que sea responsable decirte las cosas que siento sin solucionar las cosas dentro de mi antes - Intentó explicar, recibiendo una sarcástica y amarga risa de parte del mas alto que la hizo fruncir el ceño.

Paciencia. Se pidió a si misma.

- No me jodas, no es tan difícil ser honesta contigo misma, ¿Sabes? - Poniéndose de pie, se llevó el cabello hacia atrás con una de sus manos, para luego voltearse hacia ella con una mirada tan fría que logró sacarle un escalofrío a la fémina - Podrías solo decirme que es lo que te sucede conmigo, y no dejarme en suspenso.

Manteniéndose en su lugar sin emitir sonido alguno, lo observó con una decepción que le subía por la tráquea y le hacía un nudo en la garganta.

Estaba claro que él muchacho estaba fuera de sí, y que no escucharía nada que le dijera, pues estaba muy ocupado sacando todo de dentro de si como para asimilar más información.

- Fue..aish, fue muy difícil para mí poder entender lo que siento para poder decírtelo, a decir verdad, fue una gran y completa mierda - Espetó moviendo sus manos a la par de sus palabras con un nerviosismo palpable que nublaba todo a su alrededor - Lo menos que podrías hacer es responderme con honestidad en vez de simplemente quedarte callada.

Llevando sus manos a su rostro, ella suspiró con pesadez.

- No estoy quedándome callada, Kei, por favor - Sus manos se juntaron frente a su rostro intentando conseguir paciencia en lo más interno de su corazón - Intenta escucharme, estoy siendo honesta contigo cuando te juro que es más complicado de lo que crees, pero lo voy a resolver, te lo prometo.

Negando con cierta frustración, éste desvió la mirada.

- Pues que respuesta de mierda.

Dejando salir toda su frustración en un suspiro, ella rodeó los ojos, levantándose de la camilla con sus manos surcando su rostro.

Toda paciencia alguna vez toca un límite.

- Aunque no lo entiendas, estoy haciendo esto por los dos, podrías intentar ser algo comprensivo conmigo, ¿Siquiera escuchas lo que te digo?

- Te escucho, y la verdad, es que no me dices nada - Concluyó, hundiendo sus manos en los bolsillos con expresión de rotundo fastidio-  Eso es lo que me molesta, tú me molestas.

» Tengo que detenerme..pero carajo.. no puedo hacerlo..«

Dentro, estaba más molesto con él mismo por estar explotando de esa manera que no podía controlar. Pero todo sentimiento encuentra una dirección, y para su mala suerte, todo lo que le molestaba se descargaba en dirección a ella.

El veneno recorrió su lengua hasta la punta y, con una necesidad casi enfermiza, sintió que cruzaba todos los límites sin poder detenerse.

El golpe de sus palabras le pesaron en el pecho como un montón de flechas directo en su corazón, el nudo en su garganta se hizo demasiado fuerte y en su cabeza solo rebotaron sus palabras.

» Tú me molestas «

Había sido suficiente.

- ¿Sabes qué? Estoy harta, no quiero pelear más contigo Kei..- Su voz tembló como un débil hilo y, con los puños apretados a los lados de su cuerpo, caminó en dirección opuesta a él, tomando su mochila de un tirón - Será mejor que me vaya de aquí.

Sus pasos resonaron haciendo un eco apresurado en la habitación y, mordiéndose la lengua, maldijo en sus interiores de todas las formas que conocía.

Ella se alejaba, la perdía.
Se perdían.

» Detente, no te vayas «

Veloz y perdido por el impulso de tirar infinitamente de una soga atada a la nada, sus manos detuvieron su paso sosteniéndola con fuerza por los brazos, y, en un movimiento desesperado y tan imperceptible como un suspiro, la espalda femenina fue atrapada contra la pared.

Sus ojos se abrieron con sorpresa y un pequeño quejido producto del choque escapó de sus labios.

Fue solo un segundo lo que tuvo de gracia para intentar conectar con la realidad, antes de ser tomada otra vez por ese abismo de ilusiones y errores tan dulces como la miel y dolorosos como el quemar del fuego en la piel.

Sus labios fueron poseídos con un desespero y decisión que poco le dejó más que desconcierto. Besos con sabor a infierno, conocidos ya por su agotada psiquis.

No podían, no querían soltarse, y el enojo que sentían se diluía en el intenso contacto de sus labios que se buscaban y disfrutaban con una culpa traslúcida bajo ese adictivo choque entre sus cuerpos como un contrato firmado con sangre.

Estaban condenados a ellos mismos, pero poco importaba todo cuando podían sentirse, paladearse hasta la ignorancia, hundidos en esa realidad paralela que se creaba entre ellos cada vez que sus labios se tocaban.

Sus manos masculinas ascendieron a su rostro sosteniéndolo con una profunda dedicación, hundiéndose en su nuca para profundizar aquel contacto tan cruel y maravilloso que los hacía ciegos del resto del mundo y sus problemas.

Ella tembló, resignándose a ser esclava de lo que sentía a pesar de sus consecuencias, de sus pros y contras.

Y es que esos suaves labios la envolvían de una manera tan hermosa, tan suave, como si ésta fuera lo más preciado en el mundo. La perdían de la realidad.

Sabía que se ahogaría en ese mar de sentimientos, pero aún la opresión en su pecho que le producía ese joven no la dejaba respirar, no podía negarse a su corazón, por qué ese respiro tan maravilloso que sentía cuando era besada por esos labios, era su más grande perdición.

En un segundo tortuoso y cruel, sus labios se separaron unos pocos centimetros con una lentitud abismal, permitiéndoles tomar un respiro de necesario oxígeno en sus pulmones.

Sus manos acariciaron su rostro con suavidad y sus ojos se abrieron lentamente, dándose todo el tiempo del mundo para contemplarse con ese iris coloreado de la devoción que solo el amor puede dar.

Sus cálidas respiraciones golpearon sus labios como una agradable caricia que los hacía desear más de ese contacto tan hermoso que habían descubierto juntos.

Él la observó casi suplicante, acariciando su mejilla con su pulgar, y con apenas un delgado hilo de voz que se perdía en el aire, susurró sobre sus labios.

- Mírame ahora y dime qué no me quieres.

El corazón dentro de su pecho se estrujó con fuerza, aplastándose a riesgo de acabar con su pobre existencia y unas finas lágrimas asomaron por el borde de sus pestañas, amenazando con humedecer su expresión y delatar su tristeza.

Dolor; era todo lo que pululaba por su pecho.
Aún si sentía amor, éste era tan doloroso que la hería profundamente.

Debía, pero no podía, aún si era por su bien.
No conseguía las fuerzas para mentirle.
Y eso dolía aún más.

Mordiéndose el labio con fuerza, sus pestañas dejaron caer aquella fina expresión de humanidad y sus manos temblorosas se aferraron a su pecho mientras su voz hacía un esfuerzo por salir de su garganta, ahogada por sus propias palabras.

- Te quiero más de lo que imaginas, ese es el problema.

Cómo forma de digerir aquellas penas, sus temblorosas manos tiraron suavemente de su camiseta, uniendo sus labios nuevamente en un desesperado y profundo beso, el cual se paladeó tan agridulce como lo era la dura mezcla entre el amor y el dolor.

No se podía tener uno sin el otro, y esa la cruel pero real balanza de la realidad.

Luego de unos minutos que sintieron desvanecerse en un segundo, sus labios volvieron a separarse, ésta vez rápido, limpiamente, y ella fue quien lo cortó, sorprendiendo al joven, el cuál se limitó a observarla con una tristeza que no podía entender.

Sus manos se alejaron de él con suavidad y su mirada cayó al suelo, hecha pedazos igual que ella. Ocultándose esa mirada que la tenía presa de sus sentimientos, ella tomó su mochila y se dirigió a la puerta.

Debía alejarse rápidamente y sin pensarlo, pues si dudaba así fuera por un segundo, caería ante sus brazos sin pensarlo, hundiéndose en esa perdición que podía llevarlos nuevamente a la ruina.

Llegando al umbral de la puerta, ella se sostuvo de la pared, sintiendo que una parte de su mundo se hacía pedazos al alejarse de ahí, de él, de su mundo de ilusiones y el fruto de su sentir.

Sus labios temblaron y su voz se deslizó con dificultad mientras él la observaba irse con su cuerpo estático, incapaz de detenerla sin sentir que la lastimaba.

- Perdóname..pero no puedo permitirme quererte si te lastimo.

Un pequeño sollozo salió de sus labios, caprichoso de tristeza y sin más, ella avanzó con prisa, dejando atrás todo un universo de confusiones que tenían su nombre escrito por todos lados.

•   •   •

Su cuerpo reposó de pie sobre la avenida, y sus manos rodearon su cuerpo mientras esperaba ser recogida.

Limpiandose el rostro lo mejor que podía con sus manos, intentaba respirar profundo para calmarse y estar en buena condición cuando su madre la viera, de otro modo, tendría que dar explicaciones que no quería.

Un auto se detuvo cerca de la parada de bus en la que estaba y por la ventana del mismo, asomó la mencionada, llamándola con esa sonrisa tan cálida que la caracterizaba.

Ya en el auto, éste emprendió su viaje hacia su hogar y ella saludó a su mamá con la mejor sonrisa que tenía.

- ¡Buenos días amor! - Saludó ella, más no tardó demasiado en mirarla con cierta duda, como si algo estuviera fuera de lugar - ¿Te sentís bien?

Asintiendo con una sonrisa, ella movió sus manos de arriba hacia abajo, restándole importancia.

- Estoy bien, solo estoy muy cansada, y tengo algo de hambre, no desayuné todavía - Se excusó, y aún con ciertas sospechas fruto de lo mucho que la conocía, se obligó a creerle para no exigirle más.

El viaje fue silencioso, su madre sabía cuando concederle silencio, así que no preguntó más del asunto y se limitó a conversar de trivialidades con el taxista, el cual reía y mantenía la charla de manera agradable.

Luego de llegar a casa y con la ausencia de los niños que constantemente pululaban por la casa, el silencio las recibió y les permitió desayunar tranquilas, con el sonido de la televisión a modo de compañía.

- Hey, aún no me contaste nada de como les fue a los muchachos - Inquirió su madre de repente, mientras bebía su taza de té.

Sintiéndose un poco mejor con la compañía de su mamá y un buen desayuno, una pequeña sonrisa asomó por su rostro.

- Ganaron el primer partido, a decir verdad, fueron muy buenos y Shoyo está muy feliz - Su rostro se apoyó sobre su codo y sus ojos rotaron hacía la pantalla mientras hablaba - Por la hora que es, ya deben estar jugando el segundo encuentro, aunque estoy segura que les va a ir más que bien.

Sus manos alzaron el pequeño cuenco de madera, llevando la bombilla de metal hasta sus labios y sorbiendo suavemente.

- Me alegro mucho por ellos, espero les vaya bien - Sonrió entonces, mirando la televisión junto a ella - Ey, ¿Y ese chico que estaba en la enfermería?, ¿Está mejor?

La sorpresa hizo que el agua caliente raspara su garganta y más que pronto, comenzó a toser, dejando el pequeño cuenco sobre la mesa y cubriéndose la boca.

- ¡Pero será de dios!, ¿Qué te pasó?

Su madre rápidamente corrió a ayudarla, golpeando su espalda suavemente hasta que pudo detenerse con los ojos llorosos y la voz ahogada.

Ya no sabía si era por qué se había ahogado, o por la pregunta que se le había hecho.

- Se me fue la yerba para el costado, perdón - Musitó entonces, tosiendo suavemente - Y él está mejor, las enfermeras dijeron que hoy podía jugar un tiempo con mucho cuidado si Ukai daba el visto bueno.

Dándole un suave correctivo antes de volver a su lugar, su madre dejó salir un suspiro pesado.

- Ya te dije que tengas cuidado, y sacudas eso para sacarle el polvo antes de tomarlo, si no, te hace mal - Reprochó y ella asintió de mala gana, volviendo a ingerir el dichoso líquido por la bombilla - Pero bueno, me alegro mucho que esté bien.

Su madre dejó rebotando el silencio unos minutos, quizás esperaba que su hija le comentara por si misma sobre la angustia que estuvo presente en su rostro cuando la vió, pues nada pasaba desapercibido ante los ojos de una madre, pero si como ella no lo hizo, dejó de lado la situación. No iba a forzarla a decirle, sabía que si ella lo necesitaba, se lo diría.

Luego de desayunar, su cuerpo se hundió bajo el agua de la ducha, dejando fluir sus angustias con el caer del agua contra su cuerpo.

Deseaba que aquella cristalina existencia se llevara consigo todo resto de tristeza en su cuerpo y corazón. El cálido roce del agua tibia desbloqueó los agridulces recuerdos sobre sus labios y, casi involuntariamente, su dolorosa imagen cruzó por su mente, sembrando tristeza a su paso.

» Quién iba a saber el lío en el que me metí por conocerte..«

Al salir, envuelta en toallas y con los pies descalzos, tomó asiento en su cama mirando su celular con impaciencia.

Faltaban muchas horas para saber algo de sus compañeros, y tenía mucha curiosidad. Sus manos se juntaron frente a su rostro y, por unos segundos, cerró los ojos.

» Dios, por favor, que les vaya bien a los chicos..«

Dejándose caer sobre su cama con un suspiro de cansancio, pronto sintió como todo su cuerpo sucumbía al peso del día, de la semana, del mes.

Su cuerpo estaba cansado, pero con una mente tan agobiada, apenas si lo había notado.

Y es que en realidad, no había tenido tiempo para sentarse a reflexionar, y ahora que por fin tenía un maldito segundo para digerir todas las cosas que habían pasado, se daba cuenta de cuánto peso había arrastrado sin darse cuenta.

Para peor, sus malos hábitos habían regresado por esa secuencia de eventos que alteraron su calma y por ende, desbloquearon sus peores recaídas ansiosas.

Ella observó sus manos, notando que había vuelto a comerse la piel de sus dedos y mordisqueado sus uñas. Había olvidado cuando fue la última vez que lo había hecho.

Sus ojos ardieron y ella llevó sus manos a su rostro. Tampoco recordaba cuando fue la última vez que había llorado tanto en una simple semana.

Realmente, esos chicos habían llegado para alterar su vida y su estado anímico, poniendo su mundo de cabeza.

No quería sentirse así, la constante angustia que acosaba cada uno de sus días, no había hecho más que profundizarse hasta golpearle la nuca con pensamientos intrusivos una y otra vez.

Las cosas que había hecho mal, lo que no había hecho, lo que pensaba, lo que pensaban los demás de ella, lo que pasaría hoy, mañana, pasado, y pasado..

Kageyama, Tsukishima, Shoyo, Ukai, su madre, todo Karasuno.

Ese constante e intenso preocupar que le daba espasmos nerviosos y le impedía descansar bien, no perdonaba ningún rincón de su vida en el que pudiera meter bocado.

- Mierda, creo que definitivamente, no estoy bien - Admitió, frotándose el rostro con una frustración que le hacía hueco en el pecho, como un miedo profundo a, entre otras cosas, empeorar y que fuera muy tarde.

Luego de mucho pensar, se puso de pie soltando un suspiro de rendición y fue rumbo a su armario, tomando algo de ropa que ponerse.

Una vez estuvo vestida, tomó asiento en el escritorio, en el cual se erguía un pequeño espejo. Se peinó, colocó cremas en el rostro y, al observarse más a detalle, se preocupó; pues bajo sus ojos unas pronunciadas ojeras delataban la falta de un buen descanso, y unos pequeños granos que antes no estaban ahí, exhibían un fuerte estrés que incluso, había alterado sus hormonas.

Bufando con resignación, ella se observó con molestia, tamborileando sus dedos sobre la mesada mientras meditaba impaciente sobre la idea que daba vueltas en su cabeza desde hace unas horas.

Luego de unos minutos, se colocó los lentes y revolvió los cajones del escritorio, moviendo algunas cosas con cierto desespero que la hacía chasquear la lengua.

La sorpresa abrumó su corazón al sacar del cajón un pequeño cuaderno negro que se veía un tanto viejo.

- Me había olvidado de vos.. - dejándolo sobre el escritorio, ella lo abrió, encontrándose en la primer página su nombre completo, junto con un pequeño renglón algo torcido que rezaba "Apuntes con la dr. Lily"Creo que fui feliz mientras no te necesité.

Revisando las páginas con cierta melancolía, no pudo si no sonreír, había tantos recuerdos guardados en aquel cuaderno donde solía guardar todas las cosas que aprendía sesión tras sesión con la psicóloga, para no olvidarlas y mejorar en su vida diaria.

Había sido feliz mientras todo en su vida fue tranquilo y en paz, cuando aprendió a sobrellevar aquel trastorno que la molestaba todos los días de su vida.

De entre las hojas cayó un pequeño carton color blanco y ella lo tomó ansiosamente.

- ¡Ah!, acá estás, menos mal - Se alivió, leyendo la tarjeta que rezaba " Licenciada Lily Evans- Psicóloga" y su respectivo número por debajo- Cuánto tiempo..

Con cierta duda que la hacía titubear, ella mantuvo el número en sus manos por varios minutos, repitiéndose si debía hacerlo o no.

Los recuerdos de hoy volvieron a su mente y, con la tristeza que la embargó como una oleada que la cubría por completo, tomó un profundo respiro antes de tomar el teléfono y marcar el número sobre el anuncio.

El teléfono se mantuvo marcando y, al segundo timbre, la voz femenina y ya adulta, sonó al otro lado de la línea.

- Buenos días, habla Lily Evans, ¿En qué puedo ayudarle?

Tragando en seco, ella tronó sus dedos ciertamente nerviosa antes de contestar.

- Buenos días doctora, emm..creo que no la he llamado en un largo tiempo - Murmuró con cierta timidez que la hizo sentir avergonzada - No sé si aún me recuerda, soy la paciente Atsuki.

- ¡Oh!, ¿Jazmín? - Inquirió y pronto ella respondió positivamente, lo que parecía haber hecho feliz a la mujer - Que alegría saber de ti, hace mucho que no me llamabas, ¿Cómo te encuentras?

Sus ojos rodaron y ella sintió que tenía demasiadas cosas que decirle desde la última vez que la había visto.

Había pasado tanto, que ese era justo el problema.

- Honestamente, no del todo bien - Confesó con pesar, mirando el calendario colgado en la pared - Por eso la llamaba, quería consultarle si tenía alguna cita libre ésta semana.

La mujer pareció revisar su agenda, pues se escuchó que leía algunas fechas y volteaba unas hojas.

- ¿Qué te parece pasado mañana a las 14:00?

- Sería genial, lo tomo - Aceptó con cierto alivio de no tener que esperar demasiado - Muchas gracias, doctora.

- No hay por qué, querida, me hace muy feliz oírte, nos estaremos viendo - Cordial, logró sacarle una sonrisa a la joven - Cuídate mucho.

- Usted también, nos vemos.

Luego de cortar la llamada, ella dejó su cuerpo reposar nuevamente en su cama, sin embargo, ésta vez se sintió diferente, más relajada y capaz de dormir.

Quizás, admitir que necesitaba ayuda, volvía a servirle de calma, de consuelo.  La mujer que visitaría, había sido su más grande confidente y amiga, quién le había ayudado a salir adelante y a resolver sus traumas uno por uno, con paciencia, para poder darle la vida que merecía llevar y que, desgraciadamente, ahora había perdido un poco su rumbo.

Tenía mucho que resolver, pero lo haría, y estaba segura, había dos nombres en particular  que resonarían durante toda la sesión.

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"Hoy que mí corazón, no encuentra el silencio.
Por los gritos revelados del amor"

🫀




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Esto me hizo acordar al meme de "mí psicóloga va a saber de vos" JAJSJSKS

Bueno, anda fuerte la cosa! ¿Qué opinan ustedes?

Quise agregar un poco de costumbre a nuestra señorita, ¡Qué mejor para arreglar las cosas que tomar unos buenos mates terapéuticos!

Seguro que lo notaron, pero en el diálogo entre ella y su mamá, hablaron en su idioma nativo.

Cuando escribo los diálogos así, es un diálogo normal, en japonés por lógica.

Cuando los escribo así, es por qué estamos hablando en español, como cristo manda.

Hago esa aclaración para que no se confundan💜 ¿Les gusta ésta modalidad?

Mí moraleja del día, (es una observación personal) es que recuerden que confundir una persona con unos sentimientos que no tenes claros, es tan egoísta como jugar con su corazón.💜

Preferible arreglar todo lo que tenemos adentro antes de hacer algo de lo que nos podemos arrepentir y lastimar a otros. ¿Uds que piensan?, los leo mientras me tomo unos mates🧐

Besitos, no se olviden de dejar su estrellita y comentar!💜


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