Ella quiere rebelarse.




Seré breve, he estado algo ocupada y no pude terminar el capítulo antes. Tampoco corregirlo, así que lo más probable es que más de un error gramatical y ortográfico salga a la luz o_o Pronto lo corregiré :c

Apapachos~ *

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MIKA

Encontrar al viejo en Jackson puede ser una de las cosas más extrañas y memorables que me ha ocurrido. Que mi padre se haga un tiempo en su agitada agenda o cuando está en sus horas de descanso en casa, no es algo que haya hecho desde... ¿cuándo? La última vez que se preocupó por mí yace borrosa dentro de mi memoria. Ni siquiera cuando mamá murió me dijo alguna palabra para reconfortarme a mí... o a Ashley. Sus preocupaciones siempre han sido los negocios de la empresa, mantener su apellido limpio y el dinero. Nada más.

—¿En qué pensabas? —pregunta al llegar a casa. Él ha vuelto en su auto y yo en el mío— Sabes que no me gusta perder el tiempo en estupideces adolescentes, sea cual sea el motivo. No estoy para juegos; tú y tu hermana deberían tenerlo más que claro, Mika.

Cierro la puerta a mis espaldas. Al oír el golpe de ella, Ashley baja las escaleras casi corriendo, curiosa por saber qué ocurrió. Hace una expresión interrogante que logro captar enseguida. No hace falta que pregunte "¿qué ha pasado?" para darme cuenta que esa es la pregunta más evidente.

Hago un gesto despectivo cuando nuestro padre baja la guardia y nos da la espalda. Mi hermana se posiciona junto a mí, me toma del brazo y se acerca confidente:

—Está de mal humor, hermanito —susurra cerca de mi oído—. Todo salió mal hoy. Verás... llamó-

Antes de terminar su frase, papá lanza al aire un grito que parece haber aguantado durante días. Se agarra la cabeza como si fuese un demente encerrado en un manicomio, para después darle manotazo el jarrón de cerámica, lanzándolo lejos y estrellándolo contra la pared. Ashley y yo vemos en silencio, temiendo decir algo, los trozos del jarrón.

Se da vuelta hacia nosotros y nos mira con desprecio.

—Ustedes no hacen nada bien... ¡Par de inútiles! —nos apunta con el dedo índice mientras asiente, dándose la razón— Suban a sus habitaciones, no quiero ver sus caras otra vez.

Sin pensarlo dos veces, a tropezones, Ashley sube las escaleras sin reprocharle al viejo. Sin embargo, yo tardo más tiempo en hacerlo. Las ganas de responderle no me faltan, pero prefiero callar. Subo las escaleras en silencio, sin gimoteos ni murmuraciones.

Algún día llegará la instancia de decirle todo lo que traigo ahogado en la garganta, pero no hoy. Tengo demasiadas cosas en la cabeza como para hacerlo. Le gané al rubio inepto ese y, aún así, me siento malditamente derrotado.





ASTRID

¿Me creerías si te dijera que le gustas a McFly?

¡Claro que no! ¿Cómo podría gustarle a la persona que prometió hacerles la vida imposible a mi hermano y todos sus seres queridos? Mika desde que supo que soy la hermana de Patrick ha hecho de mi vida una miseria. No tiene escrúpulos cuando se trata de maltratar a los demás. Es desconsiderado y un tipo que necesita atención psicológica cuanto antes. Todo lo que hace, lo hace por su propio bien, sin importar las consecuencias para los demás a su alrededor. Ni siquiera podría asegurar que tiene sentimientos o emociones. Él es cero por ciento de empatía, cien por ciento maldad.

—No —respondo tajante. Si es una clase de broma, no es buena. Para nada—. No podría creerlo ni en un millón de años.

James sonríe con pesadumbre.

—Supuse que dirías eso, Cuatro Ojos —suspira—. Después de todo solo es una suposición mía.

—Vaya, suposición más absurda —Muerdo mi labio—. ¿Me dirás por qué pelearon? ¿Te das cuenta que él puede tomar represaría de esto?

—Dudo que lo haga.

Pasa por mi lado, volviendo a retomar su camino hacia la salida. Lo sigo detrás, apresurando el paso para alcanzarlo. Aún de espaldas, se le ve derrotado. Arrastra el paso contra el cerámico blanco del pasillo, encorvado y quejándose entre dientes. Está molesto, y no es de sorprenderse, McFly seguramente salió ileso del asunto.

Al empujar la puerta para salir, el grupo de James voltea hacia nosotros. Sus animados rostros, cambian drásticamente al ver la expresión desalentadora de su amigo. James y yo bajamos las escaleras hasta su encuentro.

Los 5 chicos se ponen de pie.

—¿Qué pasó? —pregunta uno de ellos, examinando su rostro para verificar si tiene alguna marca.

—¡Se agarró con McFly, idiota! —Lo reprende otro, apartando con rudeza la mano que su amigo acercaba al rostro de James— La pregunta es —mira a James, quien hasta ahora no ha cambiado su expresión de funeral—: ¿cómo te castigaron?

—Velo por ti mismo —James extiende la hoja de suspensión. Los cinco chicos se reúnen para ver la hoja— ¡Una maldita semana!





Aprieto mis labios con fuerza mientras contraigo mis músculos para levantar la bolsa con basura y ponerla dentro del basurero. Al caer de golpe contra el suelo, causa un estruendo que espanta a unas señoras que pasaban frente al minimarket. Esbozo una sonrisa tímida como disculpa por haberlas asustado.

Como lo pensé antes, el encargado está más que furioso conmigo; me ha estado vigilando y siguiendo como si fuese una sombra, anotando garabatos en un cuadernillo mientras hago lo que me pide. Y lo que hasta ahora me ha pedido hacer, es lo que prácticamente hago dentro de la semana. El trabajo se ha triplicado para mí y mi mala suerte. Y para enfatizar en mi mala suerte, logro divisar el particular auto de Mika estacionarse frente al minimarket. Esa sonrisa retorcida en sus labios no desaparece, ni siquiera cuando se baja del auto y me mira con desdén, como si fuese una hormiga insignificante en su camino. No tengo la menor idea de su visita al minimarket, pues ya todos los empleados saben que Mika no pone un pie en el lugar a menos que sea para dárselas de "jefe".

¿Acaso viene a comprar?

No. Su caminar arrogante y aplastante, creyéndose el amo del mundo, delata que su objetivo no es la tienda, sino yo.

Al percatarme de sus intenciones —que no pueden traer nada bueno—, me apresuro en entrar por la puerta trasera del minimarket, lugar por el cual los empleados salen a botar la basura, sin embargo, él parece oler mis pensamientos y apura el paso, para retenerme del brazo.

Cierro los ojos con fuerza, mordiendo mi labio inferior, sucumbiendo en un bufido resignado.

Desde que nos ocultamos en el cuarto de limpieza que no estábamos cerca, tocándonos, sintiéndonos. Es frustrante tener que volver a recordar aquella escena donde la distancia de nuestros cuerpos era nula y terminamos haciendo cosas que no deseaba. Más aún ahora, después de darle una paliza a James —en todos los sentidos— y salir invicto gracias a su padre rico.

—Dile a tu amigo que ande con cuidado —advierte—, a menos que quiera terminar como tu hermano —agrega en tono cantarín.

Respiro hondo, intentando controlarme.

No quiero perder los estribos, pero parece que la situación lo amerita. Tuve demasiada paciencia hasta ahora, guardándome los comentarios sarcásticos que tenía para McFly. Teniendo que guardarme las ganas de golpearlo, responderle y decirle lo mucho que lo desprecio.

Me zafo de su agarre con rudeza y me giro para verlo. Sin embargo, no puedo ni verlo a los ojos.

—Ni pienses un dedo encima a James —farfullo apretando los puños. Mi actitud parece desconcertarlo, pero se recompone del achaque con una sonrisa arrogante y despectiva.

—¿Y qué harás para impedirlo, Pajarito? —interroga, tomando un mechón de mi cabello— ¿Qué harás para salvar de mí a tu novio estúpido? Solo mírate... —Lanza una carcajada burlesca— ni siquiera puedes mirarme a los ojos, Pajarito. Eres todo un chiste.

—No —reafirmo mi posición, armándome de valor y agallas. Lentamente, alzo mi cabeza para mirarlo de frente. Sin tapujos, ni miedos. Dispuesta a correr cualquier consecuencia—. Aquí el único chiste eres tú, McFly. Tú y tu fantasía de poder hacer lo que se te da la gana. Sin un padre con dinero, ni amigos con poder, no serías una mierda.

La sonrisa desaparece de sus labios y en un pestañar me encuentro acorralada contra la pared y los brazos de McFly junto a mi cabeza para que no pueda escapar. Contengo la respiración un momento y volteo la cabeza en otra dirección, para evitar la cercanía de nuestros rostros. Su respiración entrecortada se filtra por mi cabello hasta mi oreja, causando un cosquilleo que va desde mi cuello y recorre mi espina dorsal.

—No me provoques, Pajarito —gruñe en mi oído—. Antes, ahora y siempre, la ventaja es mía. Basta con mirarte para darme cuenta.

He cerrado mis ojos al sentir su aliento chocar con mi piel, abandonándome ante él —Mierda. Mierda, mierda—.

—Pu-púdrete, McFly —alcanzo a murmurar.

Y antes de poder decirnos más, somos interrumpidos por la hija del Sr. Gruonie.

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