𐙚 capítulo 37
advertencias: humor absurdo, chaelisa y otras parejas. capítulos cortos.
—Enterraste a Ten junto a tu padre.
—¿Y dónde más lo haría?
La dura voz de Lisa envió un escalofrío por la espina dorsal de la mujer, pero no se volteó a mirar a su hija, sino que siguió viendo las dos tumbas, una más antigua que la otra. La del padre de Lisa estaba un poco desgastada, con sólo un ramo de flores, pero la de Ten...
Para Lisa, Ten había sido como una flor, por lo que haría que su tumba siempre estuviera rodeara de miles de flores.
La mujer dejó el ramillete de rosas que compró sobre la tumba de su hijo, antes de dejar el de claveles sobre su exesposo.
—Lalisa...
—¿Cuándo vas a irte? —la interrumpió Lisa desviando la vista, sin querer mirar a su madre a los ojos.
Sorn puso una expresión triste, queriendo acerca a Lisa contra ella y darle un abrazo como cuando era pequeña, revolverle el cabello y decirle que todo estaría bien, que mamá la iba a cuidar siempre. Recordaba la sonrisita de sol que Lisa ponía siempre, transmitiendo tanta felicidad con ese simple gesto, y se lamentó no poder verla nunca más. Se lamentó por ver tanto dolor en los ojos de Lisa y sólo una mueca incómoda en su rostro.
—Quiero hablar contigo, hija.
—No —Lisa retrocedió, negando con la cabeza—. No me llames así. No tienes el derecho para hacerlo.
—Bebé...
—Nos abandonaste —la voz de Lisa se quebró—. Dejaste a papá, desapareciste de un día para otro, no diste ninguna señal de vida. ¿Sabes lo horrible que fue?
Lisa se recordaba a sí misma a la edad de cinco años, las primeras semanas que mamá ya no estaba, yendo a la ventanita del comedor a asomarse, esperando que un día ella apareciera por la calle, sonriendo, preguntándole cómo estaba. Y Lisa sólo la abrazaría, diciéndole que la extrañó mucho, sin importarle que hubiera estado lejos tanto tiempo.
Pero Ten, mayor que ella, se había dado cuenta de que su madre no volvería, y cada día le decía que se alejara de la ventana, que Sorn no iba a regresar. Sin embargo, Lisa era terca, y estuvo mirando por la ventana cada día hasta que fue la segunda Navidad sin mamá, y papá llegó borracho, llorando, lamentando que su esposa no estuviera con ellos.
Lisa había tenido tanto miedo de su padre que no le quedó más que asumir que mamá nunca iba a regresar.
—¿Por qué volviste? —susurró Lisa.
Los labios de la mujer temblaron.
—Porque quiero llevarte conmigo.
Lisa se volteó con expresión sorprendida.
—¿Qué?
—Yo... —Sorn puso una expresión de vergüenza—. Cuando tu padre murió, Lili, Ten se contactó conmigo.
Lisa abrió la boca, aturdida, sin poder creer un poco lo que su madre estaba diciendo. Quiso protestar, reclamar, quejarse, pero ninguna palabra salía de su boca.
—Él me dijo que... Que si algo llegaba a pasarte, tenía que prometerle que debía hacerme cargo de ti, que era la única forma de... De redimirme con ustedes —los ojos de Sorn se llenaron de lágrimas—. Quería llevarlos conmigo a Buri Ram, donde...
—¿Buri Ram? ¿Tailandia? —de pronto, Lisa sintió como se quedaba sin aire, como algo dentro de ella se removía al escuchar su país natal.
—Cuando me divorcié de tu padre, yo... Conocí a otro hombre —Lisa sintió su estómago revuelto ante lo que escuchaba—. Nos casamos unos años después y nos mudamos a Tailandia. Luego de que tu padre muriera, quería que ustedes se fueran conmigo, que vivieran con nosotros y sus medios hermanos-...
—Espera, espera —Lisa sintió que iba a vomitar, de eso estaba seguro—. Me estás diciendo que... Que nos abandonaste. Conociste a otro hombre con el que formaste una familia. ¿Y no abandonaste a sus hijos como hiciste con nosotros? —de pronto, comenzó a reírse de forma histérica, aturdida, dolida, sin poder creerlo un poco—. ¿Por qué? ¡POR QUÉ!
—Nunca quise a tu padre, Lisa —Sorn comenzó a llorar—. Nunca quise hijos con él, pero... Pero Ten fue un accidente, y luego llegaste tú, y no podía... No podía seguir con tu padre...
Lisa necesitaba que alguien la abrazara, que alguien la sostuviera en ese momento, que alguien le dijera que todo estaría bien, aunque no fuera una vil mentira. Alguien como Rosé.
Sus manos temblaron, buscando marcar su número, pedirle perdón, rogar para que fuera a buscarla y la abrazara como nunca lo había hecho antes, pero entonces recordó el dolor en los ojos de su gatito, el dolor que le causó, y se dijo que quizás, sólo quizás, se merecía todo ese dolor que estaba sintiendo ahora.
—Pero tu padre murió y yo quería que fueran conmigo porque ustedes no tenían la culpa de nada —prosiguió su mamá, tratando de tranquilizarse—. Sin embargo, Ten me dijo que no, que ustedes estaban bien sin mi ayuda, y sólo cuando... Sólo cuando él muriera, podías decidir si venir conmigo o no —Sorn dio un paso, temblorosa—. Ven conmigo a casa, Lili bebé.
Que la llamara así la quebró por completo.
Ignorando sus llamados, se giró y salió corriendo del cementerio, sintiendo sus mejillas encharcadas, sus ojos llenos de lágrimas, su corazón roto. Corrió, corrió y corrió ignorando que estaba cansada, que su costado dolía. Lo único que necesitaba era un abrazo.
Tocó la puerta de la casa, y cuando JiSoo abrió con expresión aturdida, se derrumbó por completo.
Y JiSoo no preguntó nada, sólo la abrazó, queriendo calmar el destrozado llanto de su mejor amiga.
¡Gracias por leer!
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