𐙚 capítulo 34

advertencias: humor absurdo, chaelisa y otras parejas. capítulos cortos.

Rosé despertó en medio de la noche al sentir movimiento en su cama, a su lado, y abrió los ojos de forma perezosa, creyendo que su madre la estaría despertando para quién sabe qué.

No esperaba encontrarse con el rostro lloroso de Lisa al frente suyo, acostada, con una expresión tímida y nerviosa. No pudo evitarlo, y frunció el ceño levemente, confundida, sin saber qué decir.

—Lili... —susurró un tanto atónita.

—Rosé —murmuró Lisa para luego apoyar su cabeza contra el hombro de Rosé, y sintió entonces sus ropas húmedas. Como si alguien estuviera llorando—. Rosé, lo... Lo si-siento... Tanto...

Se quedó quieta al principio, sin saber cómo reaccionar ante esa extraña situación. Horas antes, Lisa le había dicho que no podían besarse, pero ahora...

¿Qué estaba ocurriendo?

—Está bien —titubeó acariciándole la nuca a Lisa—. Tranquila, Lili...

—Te quiero tanto —murmuró Lisa—. Te amo tanto que duele, Rosé —cuidadosamente, Lisa llevó la mano de Rosé a su pecho—. Es como si... Como si me estuvieras enterrando un cuchillo aquí, mi amor.

Rosé cerró sus ojos, sintiendo los labios de Lisa acariciar su cuello superficialmente, y escalofríos recorrieron su cuerpo entero cuando Lisa pasó una pierna por su cintura, quedando casi sentada sobre su cintura.

Lisa era tan preciosa. Tan bella bajo la luz de la luna que se colaba por la ventana, con sus ojos llenos de lágrimas, esas mejillas con unos hoyuelos tan preciosos que sentía unas ganas enormes de apretarlos, de besarlos todo el tiempo.

—Eres hermosa, Lili. —le dijo con seriedad.

Y Lisa le creía, porque Rosé nunca iba a mentirle.

Rosé nunca iba a decir algo que no sintiera. Rosé nunca iba a ilusionarla, a decirle mentiras sólo para hacerla feliz. No como había hecho ella.

—Perdóname —siguió susurrando Lisa antes de inclinarse y quedar a pocos centímetros de su rostro, comenzando a mover su cadera—. Te quiero, te amo...

Rosé quería decir algo, pero entonces Lisa la besó con suavidad, sin dejar de frotarse contra ella, sus labios acariciando los suyos con fuerza, transmitiéndole un montón de cosas con ese simple gesto. Diciéndole lo mucho que la necesitaba con ese beso.

Jadeó cuando las manos de Lisa acariciaron su cintura para luego quitarle la camisa del pijama. Rosé hizo lo mismo, besando ahora el cuello de Lili, dejando que las sensaciones placenteras inundaran su cuerpo.

Lisa se alejó unos centímetros, mordiendo su labio inferior, sintiendo las manos de Rosé acariciando suavemente sus pechos, apretándolos, amasándolos, y gimió contra su oído al sentir un pellizco contra su pezón derecho, presionándose con suavidad.

Rosé soltó una maldición entre sus dientes cuando la mano de Lisa acarició su coño húmedo, y en modo de venganza, azoto su coño vestido en respuesta. El gemido de Lisa la volvió loca por completo.

Lisa comenzó a mover su cadera contra la mano de Rosé, con el rostro completamente ruborizado, humedeciendo sus labios, abriendo su boca en señal de placer total.

Lisa la miró, sonriendo temblorosamente.

—Te amo... —susurró de forma expectante.

Rosé mordió su labio inferior.

—Sí... Sí... Sí...

Notó el momento exacto en que los labios de Lisa se fruncieron en una mueca.

—Dilo, Rosé. —pidió de forma lastimosa, moviéndose con más fuerza.

—¿Qué? —detuvo sus movimientos, sintiéndose repentinamente helada.

Lisa la besó, pero no respondió el beso.

—Di que me amas —susurró de manera exigente—. Dilo, dilo.

Rosé se alejó con el corazón roto, sintiendo de pronto ganas de vomitar, quitando sus manos del cuerpo de Lisa.

—Lisa, vuelve a tu cuarto. —ordenó Rosé con la voz temblando.

—No —el tono de Lisa era furioso—. No hasta que lo digas.

—¡No lo diré, Lisa! —de pronto, ya no podía hablar en voz baja—. ¡No lo diré, ¿Me oíste?!

Los ojos de Lisa brillaron con odio.

—¡Tenía razón, yo tenía toda la maldita razón!

Rosé la empujó y Lisa tropezó, cayendo al suelo.

—¡No es así, Lisa! —las palabras salían de su boca sin control alguno—. ¡¿Sabes qué más, Lisa?! ¡Te amo, te amo maldita bastarda! ¡¿Era eso lo que querías oír?! —Lisa retrocedió—. ¡AHORA VETE A LA MIERDA, LISA, NO QUIERO VERTE NUNCA MÁS EN MI PUTA VIDA!

Lisa se puso de pie, saliendo del cuarto con un portazo.

Rosé se sentó sobre la cama y soltó un jadeo de dolor, y antes de poder procesar lo que estaba pasando, comenzó a llorar.

Comenzó a llorar y no pudo detenerse por el resto de la noche.

¡Gracias por leer!


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