𐙚 capítulo 1O
advertencias: humor absurdo, chaelisa y otras parejas. capítulos cortos.
Rosé quería imaginar que el comportamiento bipolar de Lisa se debía a que la chica estaba en su ciclo menstrual, aunque ese fuese muy idiota de insinuar.
Pero, es que no había otra forma de explicar que Lisa le sonriera a todo el mundo cuando estaban juntas, tratándola con cariño y ternura, diciéndole ardillita y sacaba su lado meloso, para que apenas quedaran a solas, soltara su mano y no dijera más.
Al parecer, Lisa se estaba tomando su papel en serio de ser su novia falsa, y eso le hería. Se justificaba diciendo que era porque creía tener una relación de amistad con la Tailandesa, no era porque la estuviera empezando a querer, por supuesto que no.
Así que cuando Lisa entró a la cocina, la miró con un puchero mal disimulado, sin saber por qué.
Pero Lisa la ignoró, y Rosé quería protestar, porque no podía ignorar sus pucheros. ¡Sus pucheros eran adorables, por el amor a Jesucristo!
Ay, ¿Qué estaba pensando?
—Hola Lisa, ¿Cómo estás? —saludó su mamá entrando a la cocina—. Oh, ¿trajiste pastelitos?
—Hola suegrita —Lisa dejó la caja sobre la mesa—. Los hice especialmente para usted.
—¿Y para mí? —Rosé extendió una mano para agarrar uno, pero su mamá le dio un manotazo.
—¡Son míos, Roseanne Park! —se quejó ella.
—¡Eres mi madre! —protestó Rosé.
—¡Te lo he dado todo, pero no te daré de mis pastelitos!
—¡Pero mamá!
—¡¿QUIERES LA CHANCLA, ROSÉ?!
Rosé se volvió a sentar, enfurruñada, murmurando por lo bajo. Sin embargo, de pronto Lisa se sentó en sus piernas, sonriendo.
—No te preocupes, ardillita, te hice un pastelito especial para ti. —Rosé, sin pensarlo, pasó sus brazos por la cintura de Lisa, mirándola a los ojos.
—¿De verdad lo hiciste, cachetitos? —Rosé miró la forma en la mordía su labio inferior, y algo pareció calentarse en su interior.
—Sí. —Lisa se inclinó, dándole un beso en los labios, y Rosé parpadeó por la sorpresa.
Desde ese primer beso que compartieron habían pasado dos semanas, y Lisa actuó como que no ocurrió, así que el hecho de que la besara ahora tan repentinamente la hizo sentir extraña.
Pero sólo fue un beso suave, un simple roce entre ambos labios.
—Te quiero, ardillita. —murmuró Lisa.
A Rosé no le importaba si lo decía en serio o no. De cualquier forma, la hacía sentir cálida, enternecida, calmada.
—Aaaaaaaaay, ¡Son tan lindas!
Ambas salieron de su burbuja cuando el flash del celular de la mamá de Rosé las dejó medio ciegas.
Lisa se puso de pie, con las mejillas repentinamente ruborizadas, en tanto Rosé frunció el ceño mirando a su progenitora con desaprobación, quien las ignoraba mientras chillaba al ver la fotografía que sacó.
—¡Se la enviaré a todas mis amigas! —estaba diciendo mientras salía de la cocina.
Rosé suspiró, sin comprender un poco a su mamá, y se puso de pie, tomando su mochila.
Luego, arrugó los labios percatándose de algo.
—Lili —la aludida la miró, todavía un poco ruborizada—. ¿Cuándo me mostrarás tu casa?
Lisa se tensó.
Luego, trató de relajar sus hombros.
—No es necesario —Lisa hizo un gesto despreocupado—. Después de todo, nos quedan sólo cuatro meses juntas.
¿Por qué cuando Lisa decía eso algo parecía doler en su interior?
¡Gracias por leer!
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