Capítulo Único


Frankenstein.


Un hombre alrededor de los 28 o 30 años, cabellera rubia con toques naranjas en las puntas, unos grandes ojos color azul y un físico extremadamente atractivo entre las damas, se encontraba caminando por un denso bosque.

La pregunta adecuada seria porque estaba en la densidad del bosque cuando sin problemas podría estar en cualquier aldea humana, divirtiéndose entre los susurras de los extraños o viajeros qué le miraban pasar.

Pero su mirada parecía demostrar una gran desesperación y frustración.

Incluso llegando a ignoran grandes propuestas en varias aldeas.

Con solo un objetivo en mente.

El había perdido algo realmente importante durante la guerra y era de vital importancia encontrarlo.

Sin importar su vida o condición.

Sin embargo a veces algunas voces se escuchaban fuertemente en su cabeza, posiblemente producto de que llevaba años vagando por diferentes territorios.

Esas voces se transformaban en llantos intensos qué no lo dejaban descansar.

-"Paren"-Susurraba para el mismo mientras caminaba hacía la siguiente aldea.


¡Es tu castigo!

¡Tu mereces morir!

¡Algún día estarás con nosotros!

¡Debes morir!


-“¡Libérame, Por favor!”-Siempre al final esa voz resonaba aun más fuerte que las voces llenas de ira.

Esa voz le hacia sentir mal, porque el mismo sabia que en cierta parte esas voces tenían razón.

No todas pero una gran parte si.

-*suspiro* Lo merezco, no debí dejar qué la unión sacrificara tantas vidas para crearte.-Decía un tanto frustrado mientras sacaba un poco de energía oscura de su mano.

Esa misma energía era productos de miles de sacrificios humanos, tanto de  guerra como de pandemias creadas para eliminar la sobre población o esa era la escusa más creíble de esos bastardos.

Todas esas almas fueron sacrificadas por el egoísmo de los más fuertes y ahora el debía cargar con todo ese peso.

-Necesitó descansar, espero mi linda amante no intentes consumirse mientras duermo.-Susurraba con sarcasmo pues sabia que esas miles de almas intentarías apoderarse de el una vez este quedara inconsciente.

En el afán de descansar y al mismo tiempo no lastimar a ningún ser vivo, caminaba por angosto camino en un extenso bosque.

Ese bosque era amplió y si llegaba a descontrolarse era posible no lastimar a nadie.

Una cueva se divisó a lo lejos, lo primero que hizo es guardar las cosas importantes en una esquina qué posiblemente no quedara expuesta por los futuros ataques de este.

Lo segundo fue sacar un cuaderno y hacer algunos apuntes.


“Bitácora número 321, Aun no hay rastros evidentes de mi amo, solo señales obvias de una extensa batalla en una aldea cercana a Amitty, sin embargo dudo que sea una pelea en la qué mi amo haya estado involucrado, seguiré investigando la zona, en caso de que no sea el, procederé a ir a la siguiente aldea.”


-Mi Amo.-Ese suspiro fue el último antes de guardar sus cosas y recostarse en esa oscura y desagradable cueva.

Rápidamente entro en un sueño profundo, sin embargo las voces empezaba a intensificarse.


¡Haz venido!

¡Vas a ser parte de nosotros!

¡Vas a morir!


El estaba justo sentado en un trono creado por cráneos humanos y material oscuro, escuchando las tonterías qué esas almas vengativos decían.

-Como si eso fuera posible.-Dijo calmado mientras miraba como de entre esa densa oscuridad empezaban a salir cráneos humanos y cuerpos enteros, mutilados, etc.

Era común que trataran de persuadirlo para que les dejara su cuerpo y hicieran lo que quisieran con el.

Sin embargo en estos últimos años estaba lo bastante irritado y fastidiado como para mandarlos a la mierda a todos y cada uno de ellos.

Pero entre todas esas almas siempre aparecía el de una joven pelirroja con ojos color arcoíris, esa era la voz qué lloraba todo el tiempo y siempre le pedía que la dejara ser libre.

-Libérame, Por favor.-Su llanto era tan intenso qué las otras almas se quedaban en completo silencio.

-Si pudiera hacerlo, lo haría.-Esa siempre era su respuesta, pues esta alma era lo único bueno de la Lanza oscura.

Para su desgracia no puede ayudarla, pues ya lo intento una vez y las cosas se pusieron feas para el, incluso su amo se molesto con el por aquella ocasión .

Ella camino hacia donde el estaba se arrodillo en el trono mientras esperaba que el la hiciera desvanecer como todo el tiempo.

-Es una lastima que estés aquí atrapada por toda la eternidad, la verdad si me gustaría ayudarte, pero si lo intento de nuevo podría ser un caos, así que por favor, deja de llorar.-Esas palabras no servían de nada pero siempre intentaba consolarla, pues su pena seria eterna, nunca tendría un descanso digno al igual que los demás.

-Solo quiero ir con mi familia, yo no tenia nada que ver en esa guerra.-Susurraba, siempre era la misma historia, las mismas palabras, los mismos lamentos.

Era un pesar para el escucharlo todo el tiempo, pero que podía hacer el.
Lo único que hacia era abrazar levemente a la chica mientras la hacia desvanecer.

Y de un momento a otro las voces enloquecían y gritaba de la peor manera.

-Por algo son mi amante, son realmente fastidiosos.-Siempre se burlaba de las demás almas, pues llegaban al punto de fastidiaron incluso cuándo se suponía qué estaba relajándose en un sueño profundo.

El simplemente despertó después de eso, la mayoría del bosque estaba destruido y su cuerpo como diría el estaba hecho mierda.

-Mi querida amante eres una mierda cuando yo no estoy, siempre te aprovechas de mi cuerpo al máximo.-Dijo fastidiado mientras miraba sus heridas y pensaba en como tratarlas.

Camino hacia la cueva y busco sus bitácoras .


“Bitácora número 322, Aun no puedo controlar a mi amante cuándo estoy inconsciente.”

Sin más el decidió seguir su camino pues aun debia saber que le había sucedido a su amo.

Sin embargo desde ese día ese llanto nunca más se volvió a escuchar, solo las quejas de las otras almas dentro de el.

...

Año 2***

Corea.
Escuela secundaria Ye-Ran.

Un nuevo año empezaba y el discursos del Bienvenida del director no se hacia de esperar.

Vestía con un elegante traje y con una enorme sonrisa que hizo que la mayoría de estudiantes casi se desamayaran o que empezaran a susurrar entre ellas.

Mientras el daba su discurso observaba una pequeña silueta qué estaba dudosa de entrar por la puerta principal.

Pensó que tal vez era una estudiante qué llegaba tarde y se apenaba por ingresar al salón principal.

Por esa vez lo dejo pasar y se dedico a dar las indicaciones a todos los alumnos y maestros.

Al final se retiro a su oficina para manejar algunos documentos pues llegaba una estudiante nueva, transferida de los estados unidos.

Un leve golpe en la puerta lo saco de sus pensamientos, solo para el final decir un "adelante".

Mientras aun observaba los documentos, solo escuchaban las pequeñas pisadas.

-Lamento mucho molestarlo señor director, pero aun no me dan las asignaturas de materias y aun no indican en que salón de clase estoy.-Esa amable voz le sonaba familiar, de algún viajo recuerdo que lastimosamente no recordaba con exactitud, hasta que la vio.

-Tu... -Prinuncio algo nervioso Frankenstein sin poder creerlo hace años que no la veía y ahora entendia la razón.

-¿Sucede algo?-La estudiante parecía confundida por la manera de actuar de su actual director.

-No, nada es solo que me recuerdas a una vieja amiga... ¿Tu debes ser Any Belmont?-Pregunto un poco más calmado mientras sonreía y le ofrecía tomar asiento.

-Si, director Lee.-Decia algo penosa pues parecía incomoda por lo de antes.

-Estas son las asignaturas y esta será tu salón de clases, si presentas Algún problema ya sea con el idioma o con alguien me notificas de inmediato, en un momento llegara uno de los guardias de seguridad para llevarte a tu salón.-Decia de manera clamada y sin dejar de sonreír mientras le entregaba documentos que ella leía con suma intención.

-Gracias esto será de mucha ayuda, espero no molestarlo más.-Decia de manera alegre mientras guardar los documentos en su mochila, unos cuantos segundos después Tao se encontraba tocando la puerta.

Despues de una breve presentación se retiraron en silencio dejándolo solo.

-Asi qué ese día... te libere sin darme cuenta... no sabes cuanto me alegra y pensar que ese dicho puede ser cierto.-Susurraba mientras sonreía levemente.

"Soy el amo de mi destino, soy el capitán de mi alma."
- William Ernest Henry.

Lema de la escuela secundaria Ye-Ran.

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